23- ¿Nervioso?
Funcionó.
Todavía no se lo creía, algo que estaba casi al cien por ciento de que no iba a dar frutos había salido bien.
Los maniquíes se habían dispersado y escondido, no se veía ninguno a la vista. Eso la alivió unos instantes, pero la tensión en su cuerpo no había desaparecido.
Cuando la puerta se abrió no tardo ni un segundo en echar a correr, a medida que se alejaba de la tienda su pesar disminuía, todavía sentía todas esas menos sobre su cuerpo, era una sensación que prefería no recordar, una que se añadiría a la lista de memorias que merecían ser enterradas y sepultadas, las cuales desde llegar a este mundo habían aumentado cantidades extremas.
Aunque también tenía presente las que merecían enmarcar y recordar por siempre, en las cuales muchas de ellas por no decir todas aparecía Axel.
Y hablando de él, lo encontró a la vuelta de la esquina, tan guapo como siempre, apoyado en la pared seguramente esperando por ella.
Borró esa clase de pensamientos que no dejaban de asaltar su cabeza y se encaminó, tenían bastante de que hablar, empezando por lo que había pasado allí dentro.
Quería respuestas.
- ¿Por qué las chicas siempre tardáis tanto en elegir un vestid...? - se cortó a si mismo al girarse y verla.
Estuvo segura de que pudo ver un hilillo de baba cayendo de una de sus comisuras.
-Estás- trataba de decir una frase completa pero simplemente las palabras no le salían.
Ella no era consciente de lo que llevaba puesto, no había sido capaz de ver con que le habían vestido los maniquíes, solo sentía el peso de la larga falda que apostaba a que tenia aires medievales, y el corsé que la oprimía hasta hacerla faltar el aire.
Caminaba con dificultad al portar esos extraños y delicados zapatos que la habían implantado y el vestido se enredaba entre sus piernas haciéndola casi perder el equilibrio.
No sabia lo que él estaba mirando, pero parece ser que lo había sorprendido.
Llegó a su lado y pudo alcanzar a vislumbrar la sombra de una rojez en sus mejillas.
¿Se había sonrojado?
Que extraño.
Tal vez se debía al calor del clima cambiante.
- ¿Qué pasa? - preguntó al ver que no reaccionaba.
-Nada, nada, es que- se quedó a medias, su cerebro funcionaba más lento que de costumbre. - estas muy...- y se calló de nuevo.
Estuvo aproximadamente cinco minutos intentando decir una frase coherente, pero nada salía de su boca, ella con la paciencia al límite y la experiencia de esa tienda todavía presente hizo todo lo posible por irse cuanto antes.
-Nos vamos. - dijo interrumpiéndolo de otro intento patoso de abrir la boca.
Realmente no sabia qué le pasaba, estaba muy raro, más de lo normal.
-Espera. - la detuvo cogiéndola del brazo, de repente su contacto le daba calambres.
Sentía tensión entre ellos.
Pero no una tensión incomoda, otro tipo de tensión que no sabría explicar.
- ¿Qué quieres? - preguntó al ver que seguía sin mediar palabra.
Sonó más borde de lo que pretendía, pero le salía solo cuando se trataba de su paciencia peligrando en una fina línea esperando ser cortada.
-Quería decirte que estas... bien.
- ¿Solo era eso?
Él dudo en decir algo más, se le veía nervioso, era muy evidente.
-Estás preciosa.
Eso no se lo esperaba, de hecho, esperaba todo menos eso.
Por un segundo la desarmo, se quedo de pierda, y por primera vez no supo qué decir.
Pensó que seria una broma de Axel o cualquier tontería suya pero esta vez no parecía serlo.
Hablaba en serio, o le daba la impresión de hacerlo.
-Gracias. - fue lo más oportuno que se le ocurrió decir.
¿Qué se decía con esta clase de halagos?
Nunca había recibido uno, al menos no de un chico.
Aunque en realidad le sorprendió más la persona que se lo dijo a el tipo de alago que utilizó.
Volvieron a casa mediante teletransportación, ella prefería no andar con lo que llevaba puesto y deseaba irse cuanto antes, por eso al llegar a casa decidió hablar de lo ocurrido.
-Ha pasado algo en la tienda- anunció.
Con eso gano toda la atención del chico que parecía seguir en su mundo de bobalandia.
Le contó todo, desde la calurosa y bien recibida bienvenida hasta el desastroso y caótico final.
Él una vez más atendía con sus cinco sentidos puestos en ella, tener toda su atención la hacia sentirse nerviosa de alguna manera.
Entonces a medida que avanzaba la historia que había vivido el pelinegro pareció caer en algo que antes había pasado por alto.
-Esa tienda no era una cualquiera, y los maniquíes tampoco. Están encantados, por una antigua bruja de un aquelarre extinguido hace años por cazadores, su magia todavía perdura en el interior del local, la cual usa para canalizar y guardar su magia. Las brujas pueden resurgir si no se quema su cuerpo. Dicen que la tienda esta creada para atacar cualquier intruso en defensa propia y que así nadie arrebate su magia.
- ¿Por qué no me lo dijiste antes? - preguntó con un toque de molestia, podría haber muerto.
-Porque no lo sabía.
- ¿Cómo te has dado cuenta?
-Cuando mencionaste a los maniquíes y su patrón de ataque vi la similitud con esta leyenda, lo extraño es que apareciese ahora cuando hace años que nadie sabe de ella. La tienda suele estar oculta al resto, cambiar de lugar o simplemente desaparecer del mapa, ser invisible.
- ¿Por qué me han dejado con vida? Has dicho que atacaban a todo aquel que entrase.
- ¿Te han atacado?
-Si, pero- no terminó cuando él hizo una larga y ardua inspección buscando alguna herida- no me han hecho daño- le frenó.
-Entonces no te han atacado, ¿el vestido te lo han puesto los maniquíes verdad?
- ¿Cómo lo sabes?
-Lo suponía. Lo que no sé es porque no te han atacado.
-Cómo sabes que los maniquíes me han vestido- volvió a preguntar insistentemente.
-No lo sé, pero imagino que no te han dejado que te vistas con una de sus galas y te vayas de rositas, lo habrían considerado robar y entonces si te habrían matado, seguramente el vestido esté embrujado al igual que la tienda, te lo habrán puesto ellas porque de no ser así no estarías aquí ahora mismo. Lo que no entiendo es por qué te han dejado con vida y un vestido encantado de regalo.
-Lo tendremos que averiguar. Aunque podrías haberme avisado.
-Ya te he dicho que no sabia nada, de todos modos, hay muchos más lugares así.
- ¿Algún otro sitio que esté maldito o sea letal? -pregunto irónicamente.
-La nación de hielo, la zona de hombres lobo en el bosque, el reino de vampiros y los gnomos, son muy gruñones y suelen asaltarte para robar.
-Podrías habérmelo dicho antes para evitar este tipo de situaciones.
-No sabía que te meterías de cabeza a los problemas.
-Los cuales podría evitar si estuviera enterada.
-Y no tendrías que evitar si no fueras tan curiosa como para meterte en todos lados.
-Yo no me meto en todos lados.
-Sigue mintiéndote que no llegaras a nada. Pero hoy me siento amable, dejare que te mientas sin necesidad con tal de que tu orgullo quede intacto.
En realidad, en vez de amable era igual que irritante que siempre, y tenía una capacidad admirable para hacerla perder los estribos solo con abrir la boca.
Era exasperante.
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