2- El desconocido
Parpadeó un par de veces, estaba desorientada, recordaba haberse dormido en un banco, pero donde estaba acostada en definitiva no lo era.
Se escuchaba todavía las gotas de lluvia, pero esta vez no la mojaban, en cambio, chocaban contra una ventana. Sentía una manta cubriendo su cuerpo y una colcha calentita que la protegía del frío del exterior.
-Por fin despiertas, llevas muchas horas dormida, empezabas a preocuparme- miró a su izquierda donde estaba un chico aparentemente un par de años mayor que ella.
Su confusión aumentó si era posible, hacía unos segundos no estaba ahí.
El desconocido la miraba sonriente, no sabía por qué sonreía, pero no le daba buena espina.
No entendía nada. Se intentó levantar, pero él se lo impidió presionando las sábanas contra su cuerpo tembloroso.
-Necesitas descansar, estuviste mucho tiempo bajo la lluvia, esta noche has tenido fiebre. – con delicadeza la volvió a tumbar.
- ¿Quién eres?, ¿por qué me has traído?, no te conozco de nada- las preguntas salían atropelladamente y sin control, eran demasiadas.
-Soy Axel, no te he secuestrado ni nada por el estilo, tampoco soy un pervertido rarito, te he visto en la calle con la tormenta que hacía y como hace ya tiempo que no veo gente nueva por aquí he decidido ayudarte, me has dado curiosidad, siento si te he asustado por haberte traído mientras tu estabas dormida, pero no quería despertarte, baja a desayunar, come algo, y podrás irte, la puerta está abierta.
- ¿Dónde está mi ropa? – preguntó desconfiada.
-Secándose.
- ¿Tú me has cambiado?
-No he mirado lo juro- dijo levantando las manos en son de paz- escucha, estabas empapada si te dejaba con la ropa mojada cogerías un gran resfriado- al ver que ella seguía sin reaccionar siguió hablando- no hace falta darme las gracias, pero si quieres hacerlo yo te escucho- dijo con alteraría, al parecer un loco egocéntrico que tenía "buenas intenciones" la había llevado a su casa mientras ella dormía, más concretamente a su cama, la había cambiado y dudaba mucho que no hubiera mirado como prometía.
"Genial".
-En cuanto se seque me voy.
Después Axel la llevó a la cocina y desayunaron, donde ella le comentó acerca de su abuela rezando interiormente para que no se espantara y se fuera como los otros tres, la vieja, el granjero y el del violín triste y siniestro. Pero, en cambio, él no pareció sorprendido. Le dijo que su abuela había abandonado el pueblo hacía años y que quien fuera que hubiera enviado esa carta era una broma pesada.
No tenía a dónde ir, ahora mismo era una huérfana que hasta el único pariente que decía hacerse cargo de ella la había abandonado, y en definitiva no pensaba ir a un orfanato, ni con los servicios sociales, estaba a punto de cumplir los dieciocho, en unos meses sería mayor de edad y podría hacer su propia vida.
El chico le había dado hospedaje una noche, pero solo eso, nada más, y ella no pensaba quedarse de brazos cruzados, empezaría una nueva vida en otro lugar, alejada de accidentes de coches, abuelas que abandonan o pueblos encantados con habitantes locos.
Conseguiría un trabajo que la pudiera mantener, un bar o restaurante tal vez, preferiría una cafetería, conseguiría un piso simple, un apartamento humilde que la cobijara, y haría una nueva vida desde cero. Visto así parecía mucho más fácil de lo que en realidad era.
Cuando recogió su mochila y secó su ropa se dispuso a salir pero fue detenida una vez más.
- ¿A dónde vas? -preguntó confundido, como si pensara que se quedaría más tiempo, cosa que no estaba en sus planes.
-Estoy muy agradecida por tu amabilidad, pero tengo que irme ya.
- ¿Tienes acaso a dónde ir? - golpe bajo, no lo tenía, de momento.
-Si, de hecho- mintió rotundamente.
-Déjame acompañarte entonces- ella lo miró incrédula y aclaró- el pueblo de día es otro muy diferente al de noche, yo lo conozco, puedo guiarte a la parada de autobús más allá de las colinas, donde empieza la ciudad, por así decirlo, una civilización un poco más avanzada que nosotros que somos del rancho.
Ella no tuvo más opción que aceptar, sería solo su guía y una vez cruzado la colina sus caminos se separarían.
O eso pensaba ella.
Cuan equivocada estabas Emily.
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