18- La pastelería mágica
Era increíble cómo en Nocturm cambiaba el tiempo tan seguido, un día parecía verano y al día siguiente invierno.
Se abrazaban a sus abrigos y esquivaban los charcos, aunque de nada servía, ya se habían revolcado en ellos y bailando.
Pero la tormenta estaba empeorando y tuvieron que ir de tienda en tienda resguardándose en los toldos o tejados sobresalientes.
Estaban temblando, más que antes, sentían hasta sus calcetines calados y el frio estaba haciendo mella en ellos.
Así que a proposición de Axel entraron a alguna tienda o restaurante para pasar el rato, entrar en calor y de paso merendar.
Porque si, habían pasado horas caminando y bailando sin darse cuenta.
Al final se decidieron por una pastelería que también servía como cafetería.
Desde la vitrina se exhibía toda clase de masas de pastelería haciéndolo muy tentador entrar y comerse todo lo que quedaba a la vista. La boca se le hizo agua con tan solo ver desde los diferentes pasteles hasta los bollos de todos los colores. Las tartaletas, los bizcochitos acompañados de café o chocolate caliente, un mundo maravilloso de glaseado. Quiso entrar y asaltar los estantes de dulces que parecían decirla "cómeme".
Seguía tiritando y sus dientes castañeaban.
Dentro tenia pinta de ser muy acogedor, y, sobre todo, caliente.
Al pasar la puerta una campanita sonó anunciando su llegada y enseguida un pastelero con mandil les recibió sonriente mostrando en una bandeja toda clase de bizcochos; de frutos, de chocolate, de mantecado, y en otro algo parecido tartaletas y panecillos humeantes.
El pastelero con una sonrisa de oreja a oreja que le recordaba al gato de Alicia en el país de las maravillas les invito a sentarse encantado de tenerles en su tienda y ellos aceptaron sentarse en una mesa apartada en una esquina con luces decorativas.
La cristalera que daba a la calle era decorada por unas letras doradas de caligrafía delicada anunciando el nombre del local y era mojada por las gotas de la lluvia todavía abundante.
El viento soplaba y golpeaba el cristal provocando susurros fuertes contra él.
Ella sopló sus manos y las frotó entre ellas buscando un mínimo de calor.
Seguía congelada.
Menos mal que se había traído gorro, pero este estaba empapado al igual que toda su ropa.
Al menos estaban sentados al lado de la calefacción.
Pidieron cada uno su postre y empezaron a charlar.
-Sabes, estoy viajando con una completa desconocida. – al ver que ella no contestó nada él evidencio a donde quería llegar- y dos personas desconocidas dejan de serlo cuando se conocen- ella elevo sus cejas haciendo una clara expresión de "no me digas" irónica.
- ¿Y entonces que planteas?
-Hacer una ronda de preguntas básicas a modo de juego.
- ¿Enserio estas proponiendo un juego?
-Eso mismo he dicho, ¿temes que si te diviertes un poco por una vez en tu vida tu cerebro se pueda fundir? - y ahí la chica cayo en la trampa de dejarse llevar por el orgullo y acepto tomándolo como un reto.
-Bien, empieza tú.
- ¿Siempre eres así de gruñona?
-No, solo cuando estoy contigo.
-Amable respuesta, sigo, ¿tu color favorito?
-El azul.
-Que aburrido, el mío es el esmeralda, el azul marino y el naranja, aunque estoy más acostumbrado a ver púrpura y dorado por aquí.
-Eso ya lo he notado, ¿qué es lo más vergonzoso que has hecho?
-Una vez me comí un pastel de vómito de rana y acabé vomitando yo delante de todos.
- ¿Y por qué te lo comiste? – preguntó riéndose a carcajadas.
Él sonrió contento, la había hecho reír.
-Quería probar cosas nuevas. ¿Y tú?
-No me avergüenzo de nada de lo que hago.
-Qué respuesta más seria.
-Uno de los dos lo tenía que ser.
-En realidad tú eres aburrida, aparte de seria- Emily lo miró levantando una ceja y tuvo que tragar saliva antes de hacer otra pregunta- ¿comida favorita?
-Todo lo relacionado con la pastelería me gusta.
-La carne, en especial asada.
-Eso sí que es aburrido.
-Aburrida eres tú amargada.
-Habló el niño pequeño.
-Niño pero divertido.
-Me toca pesado. ¿sabor de helado?
-Menta. - dudó
-Frambuesa. -asumió
- ¿Tu mayor miedo? – preguntó esta vez Axel.
-Sentirse atrapada- dijo pensando en el hecho de que posiblemente nunca podría salir de ese mundo y en las veces que los maniquíes y los reflejos la habían aprisionado, no era agradable recordar el sentimiento de estar ahogándose sin espacio suficiente para respirar.
- ¿Claustrofobia? - preguntó queriendo indagar.
-Más o menos. ¿El tuyo?
-Los payasos.
-Eso es ridículo.
- ¿Los has visto?, con sus sonrisas diabólicas que parecen nunca desaparecer, sus ojos pintados, su pelo horrible y las risas estridentes tan sonoras que se escuchan desde la otra punta del país- lo dijo poniendo caras extrañas juntando los ojos y abriendo mucho la boca, ella tuvo que contener la risa.
-Pareces un niño. - él puso una mano en su pecho fingiendo indignación.
-Me ofendes.
- ¿Qué edad tienes?
-Veintidós
-Yo iba a cumplir dieciocho hace unos meses, pero como dijiste que aquí el tiempo pasa diferente así que no lo sé.
-No sé con exactitud cuánto ha pasado en el mundo humano, aquí podrían pasar años y allí sería solo unos días- dijo él contestando a la pregunta no formulada.
Y, de repente, como si su preocupación por el tiempo que estaría atrapada en ese mundo hubiera desaparecido sonrió con diversión recordando otra cosa.
- ¿Cómo es que existe un pastel de vómito de rana?
-No deberías sorprenderte después de todo lo que has visto. Hay todo tipo de sabores, desde hierba hasta jabón. Tartaletas de pedazos de luna, magdalenas de nubes azucaradas, conejos de chocolate que cobran vida y saltan, incluso pájaros y mariposas que vuelan. – y como si lo hubiera llamado, una mariposa iluminada por las luces neón de un cartel que decía "Cook" en letras rosas revoloteó por encima de sus cabezas.
Quedó maravillada cuando un conejillo de chocolate fue a parar a su regazo de un ágil salto y en cuanto ella le acarició la cabeza, este se convirtió en una estatua de chocolate.
- ¿Lo he matado? - preguntó horrorizada, él solo negó divertido por sus ocurrencias.
-Solo se ha convertido para que puedas comerlo como a una chocolatina, esto pasa al primer contacto con la persona que el conejo quiere que sea comido.
Al principio se negaba a probarlo, pues acababa de verlo saltar, vivo, y ahora parecía haber muerto. Pero, animada por su acompañante dio el primer mordisco, sabía cómo a los conejos de chocolate de pascua que tomaba de pequeña.
Sonrió como una tonta que acababa de emborracharse por primera vez y tiene una sonrisilla ridícula adornando su cara.
Ya no recordaba muy bien qué tenía que hacer, o donde estaba siquiera, ahora solo quería comer sin descanso hasta explotar.
Probó bollos pegajosos rellenos de canela, comió uno, y otro, y otro más, hasta que entre los dos se comieron la bandeja entera seguida una detrás de otra.
Se chupó los dedos con restos de azúcar empalagoso y se agarró el estómago arrepintiéndose de haber comido tanto.
Mientras veía atentamente como Axel se metía un pedazo de tarta de manzana alguien la llamó, de hecho, no era solo una voz, eran muchas, y susurraban todas a la vez.
Eso ya lo había escuchado antes, muchas veces, eso es lo que oía antes de encontrar una llave.
Miró al chico que seguía entretenido zampando, ajeno a lo que pasaba, parecía ser que solo ella escuchaba el zumbido de las voces resonar eco escabulléndose entre los clientes que tampoco se daban cuenta de lo que ocurría.
Se excusó diciendo que iba al baño y se alejó por el pasillo donde se intensificaba el sonido.
El fabuloso aroma de los bizcochitos y el pan recién horneado se alcanzaba a oler desde allí, era un paraíso de lugar, pero eso era, tal como dice la expresión, demasiado bueno para ser verdad, casi como un sueño.
Y de todo sueño uno debe despertar.
Dobló un pasillo dando a un cobertizo, sitio equivocado, cruzó uno más estrecho iluminado solo por pequeñas luces a los lados de este. Y uno más con cuadros tenebrosos que la miraban, parpadeó queriendo asegurarse de si lo que veía era real encontrándose con que solo eran retratos de la familia del dueño de la pastelería, parecía que tenían varios premios consecutivos cada año de repostería.
Sacudió la cabeza repentinamente cansada, solo era por la mala iluminación del lugar, debía ser eso.
Se apoyó en uno de los pilares repentinamente cansada, de verdad parecía que algo consumía sus fuerzas con rapidez pasmosa, simplemente de un momento a otro ya no tenía fuerzas para seguir andando, esto era extraño.
Sus ojos empezaron a pesar, esto ya no era normal, puede que no durmiese muy bien, pero nunca le había pasado algo así, sentía como si flotase, las voces que antes se escuchaban potentes en su oído ahora las sentía lejanas.
Y cuando quiso volver por donde había venido se dio cuenta de que lo que antes era un largo pasillo ahora era una pared. Entre extrañada y asustada golpeo la pared esperando ser escuchada por alguien del otro lado, pero nada, a su izquierda un pequeño hueco oscuro se abrió. Era una especie de pasadizo raro, era más viejo que el resto, tenía telarañas en las paredes y muy poca iluminación por no decir nada.
Su instinto aventurero la alentó a pasar, pero su lado asustadizo decía que no, después de un debate interno entro al pasadizo, de todos modos, el otro pasillo también se había convertido en pared y no tenía más salidas.
A trompicones bajó unas escaleras estrechas de caracol como las de las películas antiguas, tuvo que escupir en una ocasión una telaraña tejida justo en frente de su cara que al pasar ella se había tragado sin querer, se la quitó como pudo de la cara haciendo muecas de asco y siguió avanzando.
Un rato después de seguir bajando las escaleras interminables sus piernas fallaron, no se veía el final, y este no parecía llegar pronto, como antes ya había mencionado su energía vital había abandonado su cuerpo sin razón aparente así que ponerse a recorrer millones de escalones no era lo más agradable.
Pensó en Axel, en si después de ver que tardaba tanto en volver habría ido a buscarla, en donde estaría ahora, si se habría perdido como le había pasado a ella.
Pero una luz que anunciaba el final de las escaleras le dio esperanza.
Era tenue, como la típica bombilla de un desván donde se guardaba la comida.
De repente esa extraña aventura le parecía ridícula, solo habían sido imaginaciones suyas, era una pastelería normal y corriente, excepto porque había animales voladores con vida de chocolate y sabores sacados de las grageas de Harry Potter, pero el resto era normal, al menos lo más normal que se podía ser en un mundo mágico.
Unas escaleras normales que ahora que miraba sobre su hombro ya no le parecían tan largas como antes, unos pasillos normales, cuadros normales y desván para los materiales de cocina normales.
Solo era ella y su agotamiento por las pesadillas y paranoilla.
Que equivocada estaba.
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