16- Bailar bajo la lluvia
Empezar la canción cuando diga a lo largo de la lectura
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A la mañana siguiente los dos despertaron aun sintiendo el cuerpo pesado, pero al menos pudiendo moverlo.
Se miraron entre sí, recordaban perfectamente la noche anterior.
Las mejillas de Emily se volvieron carmesí, Axel también se sonrojó.
Los dos se habían puesto rojitos.
Evitaron verse entre ellos y cada uno recogió el estropicio del día anterior.
Entonces se dieron cuenta de algo, no tenían dinero con qué pagar la noche allí.
La chica propuso transportarse a su casa, coger el dinero y volver, él sabía que el hotel estaba a prueba de magia, se darían cuenta si se teletransportaban.
Se le ocurrió una mejor idea, según dijo.
Consistía en saltar por la ventana como todo buen suicida, correr a casa y cuando llegase la hora de irse, en unos minutos, pues se despertaron tarde, volver con el dinero, pagar e irse.
Emily no creía que fuera capaz, Axel decía que no lo subestimara.
Ella creyó que era una vez su ego actuado, por primera vez se equivocó.
Lo que la sorprendió fue que en menos de unos minutos ya estaba de vuelta y con una cartera en las manos.
Por un momento pensó que la robo, pero cambio de idea al instante de ver que era exactamente a la de Axel, incluso tenía su identificación en ella.
No podía ser posible, esta parte de la ciudad, por lo que había visto por la ventana no la había visitado antes, y según el chico ya había conocido la mayor parte del lugar.
Si estaban tan lejos de su casa como decía no podía haber llegado corriendo, no llegaría a tiempo y no estaba sudado, y tampoco había transportes en Nocturm, y no podía usar la magia.
- ¿Cómo has llegado tan rápido? - dijo con sospecha, seguía con esa pequeña espinita clavada de desconfianza desde que la ocultaba cosas.
-Tengo mis métodos.
-Eso no es una respuesta valida.
-Esa no es una buena forma de agradecer el que te haya salvado de un problema.
-Tú también estabas metido en esto, si nos hubieran pillado tú también habrías salido perjudicado.
-Deja de ser tan amargada y vamos a pagar.
-Dices eso porque sabes que tengo razón.
Pero cuando lo dijo él ya estaba en el pasillo en dirección a recepción.
Había pasado olímpicamente de ella.
Refunfuñando le siguió hasta la entrada.
Pagaron sin problemas y Axel se despidió de la dependienta con una sonrisa galán.
Muy él de su parte.
Después volvieron por fin a casa y ella de ningún modo estaba dispuesta a salir de casa.
Quería descansar de todo.
El otro día por la mañana casi la mata su propio reflejo y esa misma tarde había tenido alucinaciones muy extrañas.
Aun le dolía la cabeza.
Y tampoco había mencionado al chico que más bien parecía un niño lo que pasó en esa casa, él no había preguntado.
No pensaba hacerlo, seguía enfadada con él y no quería hablar del espejo.
No había sido muy bonito como para recordarlo.
Llegaron por fin a casa y ella se tiró al sofá en cuanto llegaron, algo que llevaba queriendo hacer desde que salieron ayer a petición de Axel.
-Pero si acabas de dormir casi doce horas y ya estas otra vez queriendo dormir.
-Déjame, ayer no dormí, me desmayé por las bayas del demonio esas.
-Eres una perezosa.
-Te pareces a mi madre.
-Levanta de una vez y haz algo productivo.
-Perdón mamá.
Él resoplo, no había forma de sacarla del sofá, parecía un oso invernando y alimentándose de libros y vasos hasta arriba de café.
Cuando ella creía que la dejaría descansar en paz sintió una mano detrás de sus rodillas y otra en su espalda, después la levanto en brazos.
Ella se quejó adormilada, tenía una capacidad increíble para dormirse en segundos cuando quería, y este era el caso.
-Déjame. - se quejaba una y otra vez.
-No.
-Que me sueltes pesado.
-Que no amargada.
Se removía en sus brazos como un gato sin quererse bañar, logrando únicamente que estuviera a punto de caerse y él hiciese más fuerte el agarre.
-Te sigues quejando y te suelto. - advirtió.
Ella por supuesto no la hizo caso y siguió con sus quejas, cuando quería la niña era ella, y luego se quejaba de él.
Tenía los ojos entrecerrados, un leve puchero en los labios y parecía muy pequeña en sus brazos, tenía el pelo hecho una selva y las mejillas rojas.
Era adorable.
Pero qué decía, parecía un gato recién nacido maullando.
Le hizo gracia la comparación que había hecho en su mente y se rio él solo haciendo que Emily lo viera raro.
No sabía a donde lo llevaba porque la tenía presionada contra su pecho, no veía nada y empezaba a asfixiarse con su camiseta.
Se movió de nuevo queriendo salir de allí e irse a su camita calentita.
Al parecer el clima cambiaba tanto en este mundo que ayer hacia calor y hoy estaba nublado y el aire frio cortaba.
Pero dejó de pensar en eso cuando Axel la dejó caer en un gran montón de hojas secas y caídas de los árboles.
Hojas de otoño que ayer mismo eran sustituidas por flores primaverales.
Nunca entendería el funcionamiento del tiempo cronológico en ese lugar.
Ella se hundió en la montaña de hojas marrones y amarillas, llegando tan al fondo que quedo escondida en ellas.
-Empezar música-
Salió de repente de entre las hojas asustando a Axel, se volvió a tirar sobre ellas y rio como una niña.
Siempre le había gustado el otoño por Halloween y por los árboles desnudos que dejaban sus hojas ya secas por los suelos.
Y como venganza de haberla dejado caer tiró de su mano y lo sumergió con ella en el manto de hojas.
Se rieron, tiraron hojas, se persiguieron haciendo carreras, cualquier competición tonta.
Porque eso era lo que hacían.
Tontear.
Lo hacían sin darse cuenta, pero de todos modos lo hacían.
Corrieron uno detrás de otro buscando pillarse, un juego de niños que para ellos era divertido, corretear entre los árboles secos, las hojas caídas, el frio presente, las nubes como manto del cielo, el viento fresco golpeando en la cara y moviendo el pelo.
Ellos soltando vaho al correr y sintiendo su garganta congelarse.
Hasta que la primera gota calló, seguida de unas cuantas, segundos después muchas.
La lluvia los estaba empapando.
Ya se habían calado hasta los huesos, no sabían cómo el tiempo cronológico había cambiado tan rápido.
Corrían de vuelta a casa cubriéndose con los brazos del agua que caía como una cascada.
Al parecer se habían alejado más de lo previsto, pues primero tenían que pasar por la zona de los mercadillos para llegar al bosque que tantas veces había visitado.
Ahora se encontraban en la entrada de este mismo.
Estaba diluviando, podría decirse que era una tormenta.
Axel odiaba la lluvia, Emily la amaba.
Sentir el frio pensando en llegar a casa y cobijarse con sabanas, ver desde la ventana las gotas caer, el olor a hierba húmeda, le encantaba.
Por otro lado, los truenos eran algo que admiraba al igual, el color eléctrico y el sonido, a diferencia de Axel que sentía el bello de su cuerpo erizarse con cada rayo, el ruido lo ponía alerta siempre.
La rubia dorada sonreía alegre de sentir el chaparrón cayendo sobre ella, mojando sus mejillas, su ropa, cayendo al suelo.
El azabache como el ala de un cuervo observaba a la chica extender sus brazos hacia el cielo y disfrutar del diluvio, si seguía así enfermaría y él tendría una perfecta oportunidad de reírse de ella y decirle que la había advertido.
Emily se acercó sonriente, con ojos traviesos.
Conocía esa sonrisa.
Tramaba algo.
Sin previo aviso lo cogió de la mano y tiró de él sacándolo del escaparate de una tienda en la que se había refugiado.
Axel refunfuño, se negaba a ser tan tonto como para mojarse más de lo que estaba.
Pero ella no lo dejo irse.
Seguía desconociendo esa extraña capacidad para convencerlo sin palabras de absolutamente todo.
Levanto sus manos aun unidas en el aire y dio una vuelta sobre sí misma.
Sabía lo que quería.
Bailar bajo la lluvia.
Se negaba rotundamente.
No lo convencería de eso.
Su negativa no duró ni dos minutos, solo tuvo que sonreírle y animarle para no poder contradecirla, se maldecía por ser tan blando con ella.
La rubia movía sus caderas a los lados, siguiendo una melodía guardada en su cabeza, pues no había música alguna.
Daba giros y saltitos pequeños casi llegando a alcanzar su cabeza, pues la diferencia de altura era notable.
Él inevitablemente sonrió, era adorable verla con el pelo mojado y alborotado sacudiéndolo junto a su cabeza, su sonrisa animada y su nariz más roja que de costumbre por el frio.
Estaba preciosa.
Pero era mejor sacar esas ideas de su cabeza, esa clase de pensamientos acabarían con él algún día.
Le siguió el rollo más que nada por obligación de la pitufa, aunque muy en el fondo él también quería.
Movían sus cuerpos sin un ritmo concreto, bailando estrepitosamente y haciendo el ridículo.
Pero no les importaba, no había nadie viendo, solo ellos.
Se divertían haciendo pasos de baile replanteables e inventándose algunos que seguramente no existían, ya que eran penosos.
No tenían ni idea de bailar, pero no era algo que les importase.
Para ellos era divertido.
Emily saltaba todo el rato, como si de una discoteca se tratara, aunque seguía sin haber música, salpicando al caer en charcos y poniéndolos perdidos de agua embarrada.
Daban vueltas elevaban los brazos, se reían del otro y de ellos mismos.
Era increíbles que por cualquier tontería se divirtieran tanto, pero no importaba el qué, sino con quién hacías esa tontería.
Cantaban canciones que se sabían de memoria, se dieron cuenta de que tenían gustos musicales muy similares.
Y el enfado que tenía Emily con él, lo que había pasado los anteriores días, tatas cosas que la abrumaban desaparecieron.
Solo estando con él.
Axel.
El idiota egocéntrico y pesado que la hacía reír con sus bobadas.
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