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11- ¿Preocupado?


Capítulo corto dedicado a mi esposa.

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La guio hasta el baño donde sacó un botiquín y unas gasas.

- ¿Quién te ha hecho esto? – parecía enfadado, pero no sabía si con ella o con el chico que la había atacado, así que bajó la cabeza y contestó por lo bajo, tenía que admitir que se sentía regañada.

-Un chico en el bosque, lo hizo con los dientes- y solo eso bastó para que frunciera más el ceño.

Si seguía haciendo eso se quedaría ceñudo para siempre.

- ¿Por qué no volviste a casa?

-Me perdí. Lo siento- susurró por lo bajo.

-No te disculpes de algo que no es tu culpa preciosa, la próxima vez vuelve a los mercadillos conmigo y vamos juntos a explorar el bosque.

-Lo hice y no te encontré.

-Entonces la próxima vez no te dejaré sola.

Conectaron miradas, la tensión incrementaba, verde contra azul, estaban muy cerca uno del otro, el tacto en su cuello al rozar sus dedos cerca de la herida la hacía estremecerse.

Pasó la gasa con alcohol para desinfectar la herida y contuvo un pequeño quejido, el de pelo carbón acarició cerca de la parte afectada con suma delicadeza desapareciendo el dolor, solo tenía que concentrarse en sus ojos verdes como el bosque, profundos, como la copa de los pinos, alta e imponente, y todo lo demás quedaba atrás, así era fácil ignorar el dolor, solo tenía que concentrarse en otra cosa.

Rodeó su cuello con una gasa con cuidado dando por terminado su trabajo y propuso cenar en casa y así hablar lo que había pasado más tranquilamente.

Prepararon juntos la cena, que consistía en una pizza mal hecha y con más ingredientes de lo que podía caber, lo metieron al horno después de haber puesto perdida la cocina y parte de su ropa cubierta con delantal y esperaron.

Axel puso música, Emily lo miró divertida, empezó a bailar de manera ridícula pero graciosa a lo largo de la cocina moviendo su delantal de conejitos.

No sabía cómo pero el chico lograba sacarle una sonrisa después de momentos de tensión, normalmente con cualquiera de sus estupideces.

Sin previo aviso cogió su mano y la hizo dar una vuelta sobre sí misma, la guio de un lado a otro bailando con ella, pegándola a su cuerpo, y danzando al compás de la música ochentera.

Compartieron unas risas, sonrieron sin motivo alguno, con sonrisas tontas adornando su cara, dieron vueltas energéticas por toda la cocina y acabaron bailando abrazados cuando la música se volvió más lenta.

Axel era una de las pocas personas por no decir la única que era capaz de hacerla olvidar la tensión, él único capaz de distraerla.

Le gustaba la confianza repentina que tenían ahora, y mucho más el contacto físico que tenían, por muy poco que sea.

El pitido del horno los interrumpió.

Sacaron la pizza y la cortaron en porciones lista ya para comérsela en el salón.

- ¿Qué pasó exactamente Emily? – era la pregunta que se había quedado en el aire, la que rondaba su cabeza desde que la vio aparecer en medio de la sala con el cuello lleno de sangre.

No quería presionarla, pero era algo que necesitaba saber.

Le explicó todo, desde la parte en la que cometía la imprudencia de no hacerle caso y se metía en una casa abandonada hasta que encontró al chico que la mordió y luego pudo volver gracias al collar.

Él estaba atento a todo, de vez en cuando, en las peores partes tensaba la mandíbula y apretaba la taza de chocolate caliente que había preparado.

Parecía ser que de verdad le molestaba la idea de que pudiese llegar a morir.

"Pues claro que lo hace tonta, te abrazó preocupado cuando llegaste" decía su mente.

Pero para variar, no hizo ni caso a su consciencia.

Él explico que la casa abandonada era llamada la casa fantasma.

Allí había vivido una familia entera muy conocida, pero años atrás habían sido asesinados, nunca encontraron al asesino, sus espíritus se quedaron allí, alimentando su sed de venganza con cada persona que entraba al lugar, los mataban, se comían sus almas, y los cuerpos desaparecían como si nunca hubieran existido.

Era una historia espeluznante.

Era el tipo de historia que le gustaba escuchar o ver en películas, siempre y cuando no existiese de verdad, pero ahora que era real y lo había vivido en carne propia prefería no acercarse a esa casa ni saber nada de ella.

Por otro lado, el chico resultó ser un vampiro como ella había predicho, con lo que sí se quedó con la duda era el por qué no la mato y huyó como alma que lleva el diablo diciendo que tenía sangre de híbrida.

Axel dijo que, de ese tema ya no sabía, que tal vez fue porque en realidad no era del todo humana, dijo que tendrían que comprobarlo.

Y lo hicieron, a base de leer cantidad de grimorios y libros antiguos de la magia o las especies.

No encontraron nada.

Acabaron la noche con una mesa repleta de libros, apilados por el suelo y desperdigados por el sofá, dos platos de pizza con algunas porciones aun sin comer y como mínimo siete tazas de café terminadas.

Emily ya casi ni veía las letras del sueño que se apoderaba de ella. La primera noche no había dormido por el precio del collar y la segunda la había pasado en vela leyendo también.

Sintió un bulto moverse debajo suya, creía que se había quedado momentáneamente dormida encima de un montón de libros con una sábana cubriéndolos, pero tarde se dio cuenta de que no era una cosa, era una persona.

Axel.

Al parecer se había dormido abrazando un libro y acurrucado y la manta con un puchero muy mono en los labios y soltando un poco de saliva manchando el sofá.

Se veía tierno dormido, tanto como para coger lo que quedaba de su café y tirárselo a la cara.

¿Lo mejor? Aun estaba caliente.

Lo suficiente como para despertarlo al segundo.

Y a su vez tirarla a ella del sofá, pues estaba sobre esa mole de roca.

- ¿Estás loca? Casi me abrasas mi preciosa y perfecta cara.

-Lo haría con tal de no volverte a escuchar alardearte a ti mismo.

-Eres cruel.

-Lo sé, ahora, ¿podemos dormir en la habitación o prefieres seguir babeando el sofá?

Se levantó cuanto antes como si el sofá quemara limpiándose la baba y una vez recuperó la compostura de diva volvió a hablar.

- ¿Eso es una proposición de dormir juntos? – preguntó galán subiendo y bajando las cejas con picardía.

-Déjate de tonterías- contestó apartando su cara que se acercaba a la suya de una colleja- tengo mi habitación propia- añadió.

-Perdón reina de Inglaterra, no sabía que tenías que contar con los mejores servicios duquesa.

-Tú me trajiste aquí te lo recuerdo, y mira esta casa, tiene infinitas habitaciones, cógete la tuya y a mí déjame en paz.

- ¿Quieres que te enseñe el resto de habitaciones y opinas?

-No.

-No acepto un no.

No sabía ni por qué no se dio la vuelta y se fue cuando tenía oportunidad, pero acabó siguiendo al chico hasta una de las habitaciones al azar.

Él con sonrisa de tiburón y mirada felina abrió la puerta diciendo que pase ella primero, ni loca lo haría, no se fiaba de él y mucho menos con esa cara de no romper ni un plato.

Cuando vio que no tenía intención de entrar primero ensanchó su sonrisa de gato de Alicia en el país de las maravillas.

Al otro lado de la puerta solo los recibía la oscuridad, y también un profundo olor a humedad.

No se escuchaba nada más que sus respiraciones, y gotas cayendo y haciendo eco, como si hubiera goteras, todo era muy extraño, la casa se encontraba en perfecto estado y la planta de arriba no tenía agujeros por los que se pudiese colar el agua.

Se escuchó un gruñido en la habitación, su corazón se aceleró, en cambio, Axel parecía la mar de tranquilo, como si no hubiese alguien más con respiración de bestia allí con ellos.

Ella apenas había entrado dos pasos, se había quedado todo lo cerca posible de la puerta.

Y cuando escuchó golpes contra las paredes y a la criatura acercarse corrió fuera junto al chico que cerró la puerta como si nada hubiera pasado.

- ¿Qué era eso? – preguntó aun sin recuperarse del susto.

-Un ciempiés en tamaño humano.

- ¿Y lo dices tan normal?

-Aquí nada es normal Emily, deberías de saberlo ya.

-Me has llevado a una habitación con un animal que casi nos usa de cena.

-No te ofendas tan fácilmente, solo era una broma. Cada habitación de esta casa tiene diferentes criaturas, algunas no son ni cuartos, son portales, a otros mundos, dimensiones, o lugares.

-Y la habitación en la que desperté ese día es la única que no tiene nada- ironizó, no le creía.

-Exacto.

-No te creo.

- ¿Quieres ir comprobando una a una? Te advierto que en total podrían llegar a ser cien o doscientas, quien sabe.

- ¿Por qué solo la habitación de arriba no tiene nada?

-Porque es la mas alta, la azotea, esta casa era un antiguo hotel para todo tipo de criaturas de Nocturm. Como el hotel Transilvania, pero una versión mas guay. Por eso tiene tantas plantas. Las criaturas antes vivían aquí, pero luego las mas peligrosas fueron encerradas y se convirtió en una especie de cárcel. Los antiguos dueños lo abandonaron aun con todos estos seres dentro y los actuales, nosotros, lo hemos comprado. En realidad, fue una pareja casada, pero ahora nosotros somos el feliz matrimonio ¿verdad cariño?

-Vuelve a llamarme cariño y despídete de tu gran orgullo.

-No, que horror, ¿entonces cómo pretendes tener hijos? Tendríamos que adoptar.

-Me refería a tu pelo, pero eso es incluso mejor.

-No, con mi pelo no. - dijo peinándoselo cuidadosamente y poniendo una voz mas aguda, como si fuera una niña.

Se rio.

Juraba que no quería hacerlo, pero le salió solo, no pudo evitarlo.

Le dio una colleja en la nuca con mirada divertida y se acercó al primer espejo que encontró para transportarse a la habitación.

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