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9

Tras esa situación poco clara, Jungkook y Jimin hablaron y llegaron al acuerdo de que cada decisión musical estará avalada por él, porque es su disco y porque Yoongi es el director musical.

Y con ese pacto de palabra, Jungkook quedó eximido de tomar definiciones.

No es lo que comúnmente ocurre con otros artistas porque tanto su hermano como él tienen las mismas libertades expresivas pero sintió que así debía hacerse y dio un paso al costado.

Podía entender perfectamente que haber llamado a Iu para que probara como quedaban los coros sin consultar con Jimin había sido un despropósito y lo pagó quedando fuera del proyecto.

Su participación sería solamente la de supervisar la consola, hacer las mezclas de lo que Jimin grababa y tocar el contrabajo cuando fuera necesario.

A partir de entonces, todo se volvió más calmo y fluyó en armonía en torno a lo musical. Pero hubo un tema que ninguno de los dos abordó y era la poderosa atracción que sentían el uno por el otro y que creían que por ocultarlo bajo capas de represión e hipocresía, no haría eclosión.

Error.

Era una bomba de tiempo que estallaría cuándo y dónde menos esperaban.

Iu, que grababa las segundas voces de casi todos los artistas de la productora, estaba tan presente en los espacios comunes del estudio que llegó a ser una presencia agobiante para el rubio.

Sobre todo cuando la veía comportarse sexi y hermosa contra la pierna de Jungkook.

Cada vez que él llegaba, inmenso y perfecto con sus cabellos negros y largos, Jimin sentía que le faltaba la respiración.

¿Cómo podía ser tan malditamente bello?

Hubiera deseado que se acercara, lo mirara con lujuria entonces él abriría sus piernas para dejar que el tatuado lo besara por partes de su cuerpo que ni siquiera sabía que existían.

Pero la burbuja se destrozaba cuando la que recibía atención era la flaquita entrometida.

Era realmente un dolor de culo, pero no estaba en posición de reclamar nada de nada.

Y en lugar de aceptar y dejar ir, lo afectaba al punto de desestabilizarlo tanto que cantaba horrible.

No pegaba una nota y el clima era cada vez más tenso.
Jungkook echó a todo el mundo del estudio, flaquita incluida.

—Escuchame Jimin, relájate un poco. Puedes hacerlo. Trata de buscar dentro de ti la emoción para que se transmita en tu voz.

—No puedo. No sé qué me pasa.

—Si Yoongi estuviera aquí, te diria "haz tu magia, bebé"

Jimin rio entre sus deditos vio su diente chueco y se enterneció.

—Haz tu magia, Jimin, eres perfecto en lo que haces.

—No soy su bebé...

—¿Qué?

—Dijiste que Yoongi me diría, bebé, pero no soy su bebé. No tengo nada con él.

—¿Por qué me dices esto?

Levantó sus hombros.

—No sé, creo que quiero que sepas que no soy el bebé de nadie. Menos de tu hermano, eso ya fue.

Kook le acomodó el flequillo para quitarlo de sus ojos y le sonrió. Jimin sintió o creyó ver alivio en su mirada.

Jungkook acarició la nuca del chico y le hizo unos masajes para que se relajara

—Aflojate un poco Jimin. Estás tan tenso.

Le indicó que se pusiera de pie y se colocó por detrás.

—Inclina tu cabeza hacia un costado Jimin, y respira profundamente. Ahora hacia el otro...

Él frotaba con los pulgares haciendo movimientos circulares para aumentar el flujo de sangre en los músculos tensos del cuello del rubio.
Se mantenía distante y concentrado hasta que Jimin gimió.
Se detuvo de golpe y separó sus manos del cuello.

—No pares Kook, me gusta mucho.

Jimin bajó su rostro, pegó el mentón a su pecho como si estuviera confesándose y con un susurro casi imperceptible, jadeó:
, me gustas mucho.

JK le giró la cara y sin poder contenerse lamió la comisura de sus labios e introdujo su lengua de manera necesitada. Cara a cara se comieron la boca sin compasión. Jimin sentía que moriría mientras la lengua del chico le penetraba la boca con intenciones de llegar a su garganta. Y jadeó su nombre.

—Jungkook... Ahh

—No me respires así, niño diablo, no hagas ese sonido que sacas lo peor de mí.

—¿Es mi culpa? No me hubieras tocado el cuello. No puedes meter mano en mi zona más sensible y esperar a que no haga nada.

Jimin hablaba sin retirar su boca de la de Jungkook, ninguno era capaz de romper esa unión de sabores y saliva.

—Dios, que lindo eres. Me vuelvo loco.

El hechizo se rompió cuando escucharon pasos acercarse. Jimin corrió a la cabina y JK se sentó en la silla de la consola pretendiendo ocultar el enorme problema bajo sus pantalones.

Era ella. La flaquita dueña de todo el desprecio de Jimin. Detrás del cristal de la cabina podía ver que ella se acercaba a Kook pero no podía escuchar lo que decían.
Pudo ver la incomodidad del moreno y fijó su vista en los labios rojos por sus mordidas. Tocó los propios y los imaginó hinchados y rosados. Hubiera salido a reclamar lo que creía que era suyo pero ella lo hizo primero. Se sentó a horcajadas de Kook y lo besó.
Sintió que el mundo se le venía abajo y salió disparado de la cabina ante la sonrisa maliciosa de la chica.
Jungkook corrió tras él y le suplicó que no se fuera.

—Quédate conmigo por favor.

—La tienes a ella, déjame ir...

—No quiero estar con ella. Solo quiero que te quedes y vuelvas a besarme como recién.

—Ella es tu novia. No yo.

—Ella no es mi novia. Ni siquiera me gusta. Tu me gustas, maldición, tú. No ella.

Jimin sintió el corazoncito tibio tras los dichos de kook.
Salieron de la productora y caminaron hasta el auto de Jimin. Abrió la puerta para irse pero Jungkook lo detuvo.

—Prométeme que mañana no me evitarás.

—Lo prometo.

—¿Si te hago otro masajito, me regalarás otro beso?

—Jaja, no sé.

-Dime que me besarás, Jimin, dime que te gustan mis besos.

—Amo tus besos, Jungkook.

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