26
Llegó a su habitación y arrojó su morral con violencia contra el suelo donde documentos y objetos personales se desparramaron por el piso.
Con descuido pero con velocidad preparó su maleta y se sentó a los pies de su cama para intentar calmar el monstruo de dolor que se construía en la base de su cuello y que, bien sabía que lo sofocaría cuando saliese. Eso sí sería una asfixia y no la que Park Jimin lo hacía responsable.
Cubrió su rostro con sus manos y para agregar más desconsuelo en ellas aún quedaban los vestigios del encuentro con su amor. Su sabor en cada dedo que usó para amarlo seguía tan presente que solo atinó a besar sus propias manos y a hacerlas puño en un intento de preservar dentro de ellas, cada rastro, cada huella de su enamoramiento por Jimin.
Lloró hasta quedar dormido en el suelo.
Lo despertó el celular que sonaba allá lejos donde había caído junto con su cartera y resto de cosas.
Gateó hasta él pero no llegó a atender. La llamada perdida era de Jimin. Miró la hora, dos de la madrugada. Se había dormido profundamente.
Miró por la ventana, era una noche cerrada, fría y aún llovía.
Imaginó o mejor dicho, quiso creer que Jimin estaría desvelado pero en la seguridad de su cuarto, calentito y bajo techo.
Él no le devolvería el llamado.
Se levantó entumecido por haberse dormido acurrucado en el piso helado. Caminó con dificultad y fue al baño a preparar un baño bien caliente. Mientras se lavaba los dientes el celular chilló de nuevo.
—Jimin… Es tarde ¿Qué ocurre?
Escuchó el sollozo lejano.
—Jimin —con voz fuerte le pidió que respondiera —No me asustes ¿Estás bien?
—No. No puedo estar bien después de lo que te dije.
—No quiero pensar en eso ahora, Jimin. Todavía no lo asimilo. Otro día hablaremos de eso. Ahora descansa.
—¿Otro día?
—Jimin... —él no solía ser sarcástico, menos con Jimin, pero se sorprendió a sí mismo cuando le respondió en tono mordaz— acomoda tus «tres almohaditas» y duerme. Mañana hablamos.
—No estoy en la habitación.
—¿Cómo que no? Dónde estás?
—Ni idea. En la calle, aún.
—¿Aún? Son las dos de la mañana ¿nunca regresaste al hotel?
—No.
—Maldición, llevas ocho horas en la calle. ¿Dónde mierda estás?
—No me digas así. Perdón por tratarte mal, mi amor. Me estoy muriendo.
—Jimin, puedo escuchar que estás bajo la lluvia. Dime dónde estás.
—No. Solo llamé para decirte que te amo. Y que te escojo a ti por sobre todas las cosas de este mundo de mierda que es mi familia. Tú eres mi luz, Jungkook.
—Jimin…
—Tú no me asfixias, tú me das el aire que necesito para sobrevivir a este embate, que te aseguro no es el peor que he vivido.
—Dime dónde estás…
—No. Te amo más que a mi propia vida. Perdón por lastimarte. Ya tomé una decisión.
—Jimin… basta, quiero saber dónde estás. Quiero que me digas estas cosas mirándome a los ojos.
Escuchar el llanto de Jimin del otro lado de la línea era tortuoso.
—Jimin, no llores. Me desespera. ¿Sabes dónde estás?
—No. Pero no importa. Quédate tranquilo. Regresaré al hotel ahora mismo.
—Caminando no, Jimin deja de tentar a la suerte. Llama un taxi ahora mismo, por favor te lo pido.
Jungkook escuchó voces y subió su tono de voz.
—¡Jimin!
Las voces alrededor de Jimin se hacían más fuertes y cuando lo escuchó a él gritar, se desesperó…
—¡¿Qué está ocurriendo, Jimin?!
—¿Sigues allí, Kook?
—Sí, mierda, dime qué está pasando…
—¿Puedes bajar a la recepción de tu hotel? No me dejan subir a tu cuarto.
Mierda, mierda, Jimin, estás loco...
Dejó caer su celular y salió disparado a buscarlo.
Cuando llegó al lobby, vio a su amado de pie sobre un charco de agua producto de sus ropas empapadas.
Nadie sobre la Tierra diría que esa minúscula silueta mojada que desprendía agua hasta de su sombra, era el majestuoso Park Jimin en persona.
Se detuvo frente a él y contuvo el impulso de abrazarlo. Se debatía internamente por no saber si debía seguir dolido por los dichos hirientes o permitir que todas las palabras hermosas que le había dicho por teléfono y bajo la lluvia, le devolvieran calma a su corazón lastimado.
Lo abrazó. Lo acunó en su pecho y se empapó íntegro.
—Ya decidí, mi amor, te elijo, Jungkook. Te amo. Nunca lo olvides. Perdón por…
No lo dejó continuar. Selló sus labios con un beso suave y sin cerrar sus ojos. Quería ver su rostro mojado y guardarlo en sus retinas para siempre. Sintió los labios de Jimin tiritar sobre los suyos mientras susurraba una y otra vez, te amo, perdóname, te amo.
—No llores. También te amo, Jimin, amor mío.
Necesitaban sentirse el uno al otro, desesperadamente. Y cuando el beso se hizo profundo, Jungkook rompió la unión para jalarlo de la mano hasta la recepción.
—El señor Park se quedará conmigo esta noche. Quiero una habitación doble.
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