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Todo en su casa parece de escenografía, todo nuevo y sin uso. ¿Cómo es que estuvo tan ausente de su propia vida?
Acumuló cosas bellas pero sin alma. Eso cambiaría hoy mismo, haría de esa enorme casa, su morada, su lugar único, su refugio.
Molió café, preparó la infusión y la cocina olió a hogar tibio y envolvente. Escogió una tacita azul y se sentó al sol a disfrutar del primer día libre después de mucho tiempo, ya ni recuerda cuánto.
Momentos así eran para Jimin lo más cercano a una paz interior a la que muy pocas veces le permitía entrar.
Sobrepasado de actividades y obligaciones veía transcurrir la vida sin capacidad de detenerse y pedirle a esta que descansara a su lado, aunque más no fuera por un ratito.
Pero ahora tenía otra meta: pensar en él y en su bienestar. Cada día haría algo que lo hiciera sentir bien y empezaría con los veinte minutos diarios al sol que su entrenador le había sugerido para mejorar su estado de ánimo y fortalecer músculos y huesos. Y eso hizo, se tiró al sol. El solcito de otoño sobre su rostro era una caricia ensoñadora, recostó su cabeza para tener una vista plena hacia el cielo. Los árboles exibían con prepotencia sus colores dorados y eso le recordó el momento exacto en que Jungkook comentó que su estación preferida era el otoño y él se escuchó decir que a partir de ese momento amaría el color amarillo. No lo sabía con certeza en aquella ocasión, pero esa afirmación era ahora mismo, absolutamente cierta.
Respirar en amarillo y pensar en Jungkook se había convertido en su habito diario y se descubrió sonriendo a la nada cada vez que a su mente llegaba él con sus enormes ojos profundos y se quedaba allí, anidando en cada rincón.

Esta noche tendrían una cena para dos en un lugarcito íntimo y pintoresco, un pequeño restó bar que Jimin adoraba ya que lo vio nacer cuando su mejor amigo Tae decidió que haría sus prácticas de gastronomía en la cocina de su propio proyecto y así nació el “Lluvia India”.

Jimin conocía a Tae desde siempre. Su amistad se remontaba al inicio de los tiempos. Estudiaron, jugaron y crecieron juntos.
Fueron el primer beso de ambos.

Pero aunque ese día fue especial para los dos, la sensación de estar besándose entre hermanos fue más fuerte para Jimin y no pudo con eso.
Solo para Jimin, porque Tae hubiera dado lo que fuere para que su pequeño amigo sintiera lo mismo que él. Jimin nunca se enteró de los sentimientos de su mejor amigo porque él hizo dormir ese secreto en lo más profundo de su alma y allí quedó guardadito y escondido.

La extensas jornadas en la escuela de gastronomía los mantenía unidos y aunque ese no fuera el tipo de relación que Tae quería compartir con Jimin, no le quedaba otra alternativa. Él prefería no revelar lo que sentía con tal de tenerlo cerca. Y así fue, hasta que la vocación por el arte y la danza fue más fuerte y Jimin decidió dejar sus estudios gastronómicos y dedicarse de lleno a su carrera artística cuando fue descubierto por una de las compañías más importantes de Seúl.
Y aunque Tae guardó bajo siete llaves el amor platónico por su amigo para no alejarlo, Jimin se fue igual.
Los cambios en la vida de Jimin comenzaron muy pronto, empezando con sus horarios y continuando con su entorno.
Se rodeó de gente nueva y su vida sexual se activó para darle noches ardientes pero días vacíos.
Su primera relación importante fue con alguien mucho mayor. Él cayó enamorado de su coreógrafo.
Las agotadoras sesiones de baile ensayando una y otra vez las coreografías exigentes lo dejaban extenuado y sin ánimo para cualquier otra cosa que no fuera caer a su cama en calidad de bulto para despertar doce horas después y al hacerlo, su maestro estaba allí, a su lado dispuesto a que las fuerzas recuperadas tras el descanso, el joven amante las gastara en una ronda de sexo salvaje y sin contemplaciones.

Jimin solo tenía ojos para este hombre diez años mayor que él y no perdía oportunidad de contarle a su mejor amigo, cada detalle del nuevo amor.

Y con cada palabra, Taehyung asumió que había perdido una guerra a la que no le había dado ni una sola batalla.

El coreógrafo abandonó a Jimin tan pronto como apareció un nuevo discípulo dispuesto a complacerlo en todo.
Tae, por supuesto, fue quien recogió los pedazos del corazón roto de su amigo y lo ayudó en el proceso de sanación.
Y como si una no bastara, Jimin se topó más de una vez en un relación tóxica que le vampirizó hasta las entrañas.

A partir de esas experiencias, sus relaciones se hicieron efímeras y sin compromiso. No daba ni exigía nada más que placer momentáneo y fugaz. Cero compromiso, cero responsabilidad y absolutamente... cero sentimientos.

Jimin se prometió a sí mismo no caer nunca más en las garras del maldito y sobrevalorado amor.
Pero esta promesa quedó deshecha aquella mañana en la que miró de frente a Jungkook y le dejó en claro que iría por todo para ganar su corazón y no se detendría hasta demostrarle tanto a él como a sí mismo que el verdadero amor existe.

¿Que produjo ese cambio?
Él había sido noqueado en las cuestiones románticas, más veces de las que quisiera recordar. Todas con mal fin. Él sobre las cuerdas y la persona que creía amar, dando golpes duros hasta dejarle groggy el alma, el corazón y la mente.

¿Por qué cree que Jungkook será diferente?
No lo sabe, pero lo intuye.
Él necesita apostar a sus sentimientos. Dejar que renazcan y entregarse por completo. Cómo nunca antes lo ha hecho. Quiere amarlo, pero quiere que lo ame. Y su pequeño corazón de papel le dice que el chico de los ojos grandes, es su destinado.



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Notas:

Groggy: en boxeo, 'aturdido por los golpes' y, en general, 'aturdido o atontado' por cualquier causa.




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