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Capítulo 16 - Arcano XVII - La Estrella

La Estrella. Esperanza, ayuda inesperada, perspicacia y claridad de visión, inspiración, flexibilidad; un gran amor será dado y recibido; buena salud; carta totalmente espiritual.

INVERTIDO:

Arrogancia, pesimismo, testarudez; enfermedad, error de juicio; impotencia psíquica, reestructuración, privación y abandono.

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Una noche más de casi no dormir. Dante no podía darse el lujo de perder tiempo y reparó la puerta lo antes posible, también reforzó las protecciones. Necesitaba descansar más que nada, pero no podría hacerlo por algunas horas más, se entrevistaría con la madre de Sandra e Iván poco antes del mediodía.

Regresó por la tarde a su departamento, la entrevista había sido muy provechosa. Quiso compartir lo que había averiguado con Velázquez, pero estaba en recuperación. Había recibido golpes muy fuertes en la cabeza y espalda y todavía estaba bajo los efectos de los sedantes. Pensó que lo correcto era avisarle sólo a él, ya que era su caso. Así que se recostó en un sillón y se quedó dormido.

Cerca de las diez de la noche, fuertes golpes en la puerta lo sacaron de su sueño. Por un instante auguró lo peor, pero ver a Bertha calmada lo tranquilizó.

—¡Dante! ¿Estás ahí? —Se escuchó a través de la puerta, claramente era la voz de Edith, sonaba muy angustiada.

Dante abrió la puerta, y la apurada chica entró y lo abrazó entre sollozos.

—¿Qué te pasa mujer? «No es que me moleste que me abraces así» Pensó.

—Es Iván, está muy mal. Entró en coma, los doctores dicen que a este ritmo no le quedan más de dos o tres días.

—Tranquilízate, lo resolveremos, déjame te sirvo un poco de agua.

Dante se dirigió a la cocina. Mientras Edith se quedó anonadada contemplando el estado del lugar: Todas las paredes estaban llenas de símbolos extraños, al igual que el piso. Los muebles estaban dispersos sin orden aparente, seguramente habían sido movidos para poder realizar los indescifrables trazos en el suelo. Además de incontables velas y libros esparcidos por todos lados.

—¿Pero qué pasó aquí? —preguntó Edith consternada.

—Disculpa el desorden, anoche tuve una visita inesperada —respondió mientras volvía con el agua y se la entregaba a Edith–. Luego te doy los detalles. Pero primero tenemos que ayudar a Iván.

—Traté de llamarte por teléfono, pero no contestabas.

—Perdón, fue mi culpa. Parece que cuando moví los muebles desconecté sin querer el teléfono fijo, y olvidé poner a cargar el celular antes de quedarme dormido.

—¿Y qué vamos a hacer? Por favor, dime que ya sabes cómo salvarlo.

—En la madrugada, mientras protegía el departamento, estuve pensando en cómo resolver esto. La falta de sueño puede ser inspiradora en ocasiones. Ideé un par de planes, pensaba tener un poco más de tiempo para pulirlos, pero esto apresura las cosas. Debemos actuar de inmediato. Lo primero es localizar su madriguera.

—Pero supongo que no será nada fácil, y no hay mucho tiempo.

—Lo sé, pero conozco a alguien que puede ayudar —hizo una mueca de disgusto—. No quería involucrarla más, pero no veo otra manera. Sólo necesito cargar un poco mi teléfono.

Mientras esperaban a que la batería del celular se recargara, Dante y Bertha le contaron lo sucedido el día anterior. Edith estaba estupefacta, no podía creer que el asesino de su amiga hubiera estado justo donde ella estaba en ese momento. Deseaba más que nada que pagara por su crimen, esperaba que Dante pudiera lograrlo.

Unos minutos después, Dante tomó su móvil y llamó a un número guardado en la memoria.

—¿Dante? —dijo una voz de mujer, apenas se lograba entender lo que decía, se escuchaba música muy fuerte de fondo—. ¿Eres tú?

—Hola Selene, disculpa que te moleste a estas horas, pero en realidad necesito de tu ayuda, ¿podríamos vernos?

—Claro, mañana tengo libre la tarde.

—¿Podría ser ahora? En verdad es de vida o muerte. No te quitaría mucho tiempo, sólo un par de minutos.

—Claro, estoy en una boda, ¿conoces el Salón Romano?

—Sí, sé dónde está. Voy para allá, y de nuevo, perdón por importunarte así.

—Descuida, recuerda que yo misma te dije que me encantaría acompañarte en alguna de tus aventuras. Lo decía en serio.

—Gracias. —Luego de terminar la llamada comentó—. Bien, espero que Carlos me siga dirigiendo la palabra después de que se entere de esto. Espera un momento, voy por las cosas que necesitaré —explicó Dante. Dejó a Edith conversando con Bertha un momento, luego regresó y agregó—. Listo Edith, vamos a colarnos a una fiesta.

Bajaron las escaleras y salieron a la calle.

—Ahí está mi auto —informó Edith.

—Creo que esta vez iremos en el mío, el tiempo apremia.

—Pero... —Edith no comprendió el proceder de Dante, no quería parecer grosera o presumida, pero era un hecho que el auto de ella era mucho más nuevo, seguramente llegarían más rápido en él. Pero no pudo discutirlo, Dante ya estaba a medio camino hacia su viejo Toyota. Le abrió la portezuela a la chica para que subiera primero, luego corrió hasta el otro lado y abordó también. Al encender el auto, Edith se sorprendió por el moderno aparato de sonido con el que contaba. Comenzó a escucharse en los parlantes la canción "Highway to Hell" de AC/DC.

https://youtu.be/l482T0yNkeo

—Vaya, que oportuno, describe a la perfección hacia dónde vamos, pero no quiero pensar en eso ahora —dijo Dante, luego presionó un botón para saltar aleatoriamente hacia otra canción en el CD. Ahora empezó "Moonage Daydream" de Bowie—. Mucho mejor.

https://youtu.be/JFDj3shXvco

Avanzaron un poco hacia la primera esquina, había un alto y era una calle muy transitada. Después de detenerse. Dante pisó el acelerador a fondo. Edith sintió que se hundía en el asiento, no podía creer que ese vehículo pudiera acelerar con tanta potencia, ahora comprendía por qué Dante había preferido llevar su auto.

—Jamás pensé que tu auto pudiera correr así —expresó Edith estupefacta.

—Le he hecho algunos arreglos al motor. ¿Por qué crees que sigo utilizando un auto tan viejo? No sólo es por el valor sentimental, le he invertido mucho.

—Se nota.

Después de varias cuadras y de saltarse un par de altos, destellos rojos y azules se hicieron notar por la parte de atrás. Dante tocó un botón en la pantalla táctil del sistema de sonido y dijo en voz alta:

—Llamar a Carlos. —La música dejó de escucharse mientras su celular enlazado al reproductor del auto hacía la llamada.

—Hola anciano. ¿Qué haces?

—Hola Carlos, necesito un favor, tengo a un colega tuyo tras de mí, y la verdad tengo mucha prisa, no puedo perder tiempo.

—Claro, ¿dónde estás?

—Por Reforma.

—O. K. Dame un minuto.

—Muchas gracias —dijo Dante una vez que la patrulla que los seguía apagó la torreta y dejó de seguirlos.

—¿No quieres que te escolte? Si en verdad es muy importante te puedo alcanzar —ofreció Carlos.

—No gracias, no es necesario, sólo ayúdame a llegar sin obstáculos.

—Diez-cuatro.

La música continúo.

—Vaya, que bueno que tienes esos amigos –dijo Edith—. Pero, ¿por qué rechazaste su ayuda?

—La policía no serviría de mucho, llegarían con sus sirenas alertando a nuestros enemigos. Llegar sin ser notados es nuestra mejor opción: además, ellos no están preparados a enfrentar lo que vamos a encontrar. Sus armas no les servirían de nada, podría convertirse en una masacre, no quisiera ser responsable de ello. —Edith asintió.

Después de unos minutos llegaban al salón de fiestas, mientras se aparcaban, Dante llamó de nuevo a la chica para avisarle que habían llegado. Ella le dijo que saldría al estacionamiento para poder hablar sin el molesto ruido. Dante se sentía preparado para verla de nuevo, recordaba lo nervioso que lo había puesto esa jovencita la vez anterior así que se había mentalizado para esta ocasión, no quería verse como un colegial frente a ellas. Pero se equivocó, si la ocasión anterior le había parecido bella, ésta lo sobrepasó por completo. Lucía arrebatadora esa noche. Con un vestido largo color azul aguamarina, los hombros y brazos descubiertos, el generoso escote mostraba sugerentemente sus juveniles pechos. El cabello largo le caía sobre los hombros y espalda como una cascada de miel. Cada paso que daba, una abertura en la falda dejaba mostrar su pierna izquierda hasta arriba de la rodilla. Sus sandalias de tacón alto con finas correas dejaban ver sus pequeños y delicados pies. Aunque vestía de manera formal, el barniz de uñas negro y el collar metálico recordaban sus inclinaciones góticas.

—¡Hola, Dante! Qué gusto verte de nuevo, ¿en qué te puedo ayudar? Sonaba muy importante.

—Sí, lo es —Aclaró Dante, de nuevo tratando de no tartamudear. Afortunadamente la adrenalina de la ocasión le permitió enfocarse en la misión que tenían—. Te presento a Edith. —Ambas chicas se saludaron—. Ella tiene una habilidad especial. Necesito encontrar aquella daga de la que hablamos el otro día. Disculpa si te trae malos recuerdos, pero necesito que pienses en ella. No te lo pediría si no fuera en verdad necesario.

—No te preocupes, puedo hacerlo.

—Bueno Edith, ahora es tu turno.

Edith asintió, luego de explicarle lo que harían, tomó las manos de Selene. Justo como lo había hecho antes, después de concentrarse un poco, abrió los ojos mostrando el fulgor dorado que Dante ya conocía, pero que sorprendió bastante a Selene y la hizo sentir escalofríos.

—No te asustes, sigue pensando en la daga —aconsejó Dante.

—Una daga antigua —comenzó a decir Edith, con ese extraño tono de voz que la hacía sonar distante—. De acero y bronce, mucha tristeza, muerte, tragedia. Pérdidas irreparables. —Selene parecía que empezaría a llorar en cualquier momento, afortunadamente dejó de hablar sobre las emociones proyectadas—. Se encuentra en...

Soltó las manos de Selene, pestañeó un par de veces, recuperó su mirada y su voz y agregó:

»No lo puedo creer, está en el edificio donde antes estaban las oficinas de AQSA. Se dijo que dicho edificio se había dañado mucho en el terremoto del 2010 y decidieron abandonarlo. Se supone que lo iban a derribar, pero parece que no lo han hecho todavía.

—Wow, eso fue intenso —externó Selene—. ¿De verdad acabo de ver algo paranormal?

—Te aseguro que sí —respondió Dante—. Bueno, parece que le encontraron otro uso a ese edificio. ¿Dónde está?

—Es algo complicado dar indicaciones, mejor te lo muestro en el mapa de la ciudad que traes en la guantera de tu auto.

—¿Cómo sabes que tengo un...? Vaya, parece que estás mejorando esas habilidades, Edith —recalcó Dante sonriendo con satisfacción.

El detective sacó el mapa del automóvil y lo extendió sobre el maletero de éste.

—¡Aquí! —exclamó Edith, señalando el lugar sobre el mapa. El lugar se encontraba en las afueras de la ciudad. Selene seguía la acción completamente emocionada, se sentía como en una película o serie de T.V.

—¡Excelente! Iré inmediatamente —dijo Dante.

—Iremos, querrás decir —replicó Edith.

—Esta vez no, no lo puedo permitir, sabes bien que será muy peligroso.

—Pero puedo serte de mucha ayuda, recuerda que ya te salvé una vez.

—Lo recuerdo bien, pero ahora el riesgo es mucho mayor. Tengo que hacerlo solo. Toma —dijo Dante mientras le ofrecía lo que parecía un pedazo de papel. Edith lo tomó y vio que era una tarjeta de presentación. Tenía la imagen de un arcángel y la leyenda «Non Timebo Mala» al frente, y al reverso un largo número telefónico—. Si no sabes de mí para mañana al mediodía significa que fracasé. Llama a ese número, de todos los mentores que tuve es el único que tiene teléfono. Está en Italia y rara vez sale de su ciudad, pero tal vez lo convenzas de que te ayude.

—¿Y mientras yo que hago? —cuestionó Edith al tiempo que Dante subía a su auto.

—Bueno, parece que ustedes se cayeron bien, presiento que se convertirán en grandes amigas. Tal vez podrías quedarte un rato en la fiesta.

Y se alejó a toda velocidad del lugar. Edith estaba furiosa, pero estaba aún más decepcionada. Esperaba poder ser de ayuda, a fin de cuentas, se trataba de la vida de su novio la que estaba en juego.

—Vamos adentro —ofreció Selene con amabilidad—. ¿Quieres algo de tomar?

—No, gracias. Pediré un taxi, no me puedo quedar aquí sin hacer nada.

Tomó su teléfono e hizo unas cuantas llamadas.

—¿No tuviste suerte? —preguntó Selene al ver la cara de decepción de Edith.

—No, maldita sea —bufó Edith—. Hay mucha demanda, el tiempo de espera es de cuarenta minutos. Para cuando llegue puede que ya sea muy tarde.

—Bueno, yo tengo mi auto, si quieres te puedo llevar —ofreció Selene con una pícara sonrisa en sus labios.

—¿En serio quisieras ir? ¿Si escuchase que sería peligroso, verdad?

—Sí, lo escuché. Pero sí quiero ir, siento que otra de esas cosas que si no hago me arrepentiré toda mi vida de no haberme atrevido. Además, aunque no tenga poderes como los tuyos, tal vez pueda servir de algo.

Algo le dijo a Edith que tenía razón, sintió que el destino las llamaba a ambas a estar juntas esa noche. No hacer caso a sus instintos la había hecho tomar decisiones incorrectas en el pasado. Esta vez debería hacerles caso. Hasta el mismo Dante le había dicho que sus habilidades estaban desarrollándose más.

—Está bien, vamos —accedió Edith.

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