Prólogo
El día comenzó tranquilo.
Los fuertes rayos del sol habían estado amenazando las plantaciones de trigo durante varias semanas, pero brujas y adivinos aseguraban que no había de que preocuparse. Las calles del mercado se encontraban bastante concurridas, los murmullos y el grito pregonero de comerciantes y mercaderes se mezclaban en lo largo y ancho del reino.
Nada fuera de lo normal.
Vendedores con grandes turbantes ofrecían su mercancía a las señoras del hogar que paseaban curiosas por los puestos de brillantes joyas y telas de las más finas. Algunos hombres se dedicaban a jugar partidas de ajedrez en sus horas de descanso mientras comentaban los últimos sucesos acontecidos en las campañas encabezadas por el mismo Sultán.
Y las noticias parecían ser buenas ya que, en reuniones de mutuo acuerdo, Pashas se encargaban de embellecer tales palabras y hacer que circulen de punta a punta. Nadie podía dudar, pues el reino nuca había sido tan prospero.
Convencidos de que el mundo muy pronto estaría a sus pies, brindaban y festejaban entre grandes, y para nada disimuladas, carcajadas.
-¡Alá es grande!- se escuchaba.
Una suave brisa soplo, suficientes para convencerse de que sus palabras eran aceptadas por su creador.
Pero el revoloteo y cantar de las aves parecían anunciar otra cosa.
Era entrada la tarde cuando un joven, que no aparentaba más de 15 años, en harapos viejos y pies descalzos, irrumpió entre la multitud.
Corría como si su vida dependiera se ello, había permanecido de pie casi toda la mañana y sus piernas se habían entumecido; correr dolía, pero no podía dejar que alguien más se lleve el crédito de anunciar semejante primicia.
Solo se detenía en bares y pequeñas multitudes para soltar las noticias y luego continuaba en carrera. Al parecer tenía algo muy grande entre manos.
Y la noticia no tardó mucho en llegar a oídos de todo el pueblo.
⚔⚔⚔
El acontecimiento se llevaría a cabo en la plaza central, donde el suelo arenoso aun quemaba los pies a pesar de que el cielo se tornó naranja y los rayos del sol comenzaban a esconderse tras las torres del palacio.
El murmullo se trasladó entre los callejones que solían ser atajos de los más pequeños.
Rápidamente la zona se llenó de miradas curiosas. Ese lugar que se creía enorme cualquier día de la semana, ahora era muy pequeño como para albergar más de la mitad del reino. La gente se empujaba o arrastraba con el afán de conseguir un buen lugar para presenciar lo que pronto ocurriría.
Se presentó como una advertencia, para que fuera la primera y única vez en ocurrir.
Las especulaciones no se hicieron esperar, y las nubes que comenzaron a cubrir el firmamento, tampoco.
Las acusaciones que habían recibido Basim Efendi y Faruq Efendi, eran inusual. Honorables, padres de familia, amados por todos aquellos que los conocían. Pero ahora sus más allegados olvidaron por completo la lealtad, compromiso y bondad que habían recibido de su parte, ninguna de esas palabras ahora tenía significado.
Nadie se quería perder el final de esos pobres desgraciados, cuyo único pecado fue amarse.
-¿Acaso es eso posible?- murmuraba el granjero mientras recibía un par de empujones, pues la gente pasaba, casi corriendo, a su lado.
Su compañero hizo una mueca de asco ante tal idea.
-¿Entre hombres? Imposible, no puedo imaginarlo.
El tapicero se les unió a pasos acelerados
-Es inimaginable, inimaginable y asqueroso- acoto adelantándose. Acarreaba unas cuantas telas a sus espaldas. La situación era novedosa e inusual.
-A veces los demonios se esconden tras rostros amigables.
-¡Por Alá! Parecen viejas chismosas. Sera mejor que nos apuremos o nos perderemos la ejecución- Exclamo, apurando el paso, el hierbatero que había estado tratando de esquivarlos por un buen rato.
Muchos querían darle rostro a los culpables de semejante atrocidad.
Y los abucheos no se hicieron esperar apenas los guardias aparecieron empujando a los condenados. Llevaban sus manos atadas en la espalda y a pesar de que el final estaba cerca, sus rostros permanecían serenos.
Una mirada de amor se dedicó antes de que todo acabara para ellos.
La multitud aplaudía y festeaba, pero a nadie le importo las lágrimas que derramaba el pequeño que en muchas ocasiones se había colgado de la espalda de Basim en una felicidad que creía seria eterna.
Apretaba con fuerza el pequeño objeto que su nuevo amigo le había obsequiado horas antes. Se clavaba en su palma y dolía, pero eso es lo de menos cunado tu pesadilla más recurrente se hace realidad frente a tus ojos.
Su nuevo amigo estaba ahí, pero no comprendía por qué ese niño de mejillas abultadas y sonrisa perfecta, con el aura más radiante que había visto en su vida, de pronto, era angustiosa.
¿No la estaban pasando bien? ¿Por qué le preocupaba tanto esos infieles pecadores? Tenían lo que merecían ¿o no?
Había tenido la mejor tarde de su vida gracias a ese niño ¿Así iba a terminar?
Algunas horas antes
-¡Quiero salir!
-Pero príncipe, ya salió en la mañana- con la mirada gacha y ya cansada, la joven criada esbozó una sonrisa forzada -Y la Madre Sultana pidió cenar con usted.
-Vamos, solo será un momento- Volvió a pedir.
-Ya tendrá tiempo para un paseo en caballo por los jardines del palacio, Príncipe- Contesto la joven sin borrar esa falsa sonrisa.
Nunca era suficiente.
La vida en el palacio era muy aburrida para un niño de ocho años, en especial para YoonGi, quien no tenía ni un segundo de privacidad.
No importa si iba al palacio de Manisa o simplemente al jardín, siempre era acompañado por una multitud de criadas, y guardias a montón.
Para su hermano y hermanas era más fácil, a ellos solo le asignaban un par de criadas.
Sin tan solo la señorita Isabel estuviera aquí. Pensó. Ella era la única que lo comprendía.
Las puertas de sus aposentos se abrieron, interrumpiendo el berrinche del niño.
Esa hermosa joven que él llamaba madre, podría opacar hasta la más bella flor, y ridiculizar al más elegante cisne con su simple presencia; con su vestido purpura bordado en oro, de la tela más fina. Las diademas más delicadas adornaban su sedoso cabello. Y las joyas más brillantes de todo el reino colgaban de su pálido cuello; era digno de la hija del gobernador de Sofía y madre del príncipe, futuro heredero al trono.
La criada hizo una leve inclinación ante su presencia haciéndose a un lado para evitar darle la espalda a su sultana.
-Puedes retirarte- hablo, sonriendo amorosamente, sin quitar la vista de su hijo.
La joven acato la orden y con otra leve inclinación, se retiró.
-¿Qué sucede hijo? ¿Porque tienes esa cara?- Elevo su vestido para inclinarse a la altura del pequeño. Tomo su rostro entre sus delgadas manos acariciando las suaves mejillas de su hijo con el pulgar.
YoonGi era su bien más preciado, lo amaba y lo protegía con su vida. De hecho, desde el momento en que fue concebido lucho por protegerlo de aquellas sombras que aun los asechaban.
El niño había sacado los delicados rasgos de su madre, pero tenía el espíritu aventurero de su padre. Sin embargo, la posición en la que se encontraba no le permitía saciar su enorme curiosidad.
Las clases de Nabu Efendi eran de las más aburridas y no respondía a ninguna de sus miles de dudas.
Sobre idiomas y política era todo lo que se le permitía aprender.
Lo único que disfrutaba de ese enorme palacio, eran los momentos en el que debía aprender sobre el manejo de la espada junto a su hermano HoSeok. YoonGi podría jurar que moriría si no fuera por esa pequeña diversión.
-Madre ¡Estoy cansado de estar encerrado!- hizo un mohín que le causo gracia a la sultana.
-Mi pequeño príncipe...- susurro en el característico tono maternal. –Usted es muy joven aun. No puede salir cuando quiera las veces que quiera, es peligroso.
-Pero madre quiero jugar- sostenía suplicante la mirada de su madre.
-Puedes jugar con tu hermano HoSeok cuando quieras ¿No se divierten lo suficiente?
-Quiero mucho a mi hermano HoSeok, pero deseo jugar... como los niños del reino. Ellos parecen divertirse todo el tiempo.
Bajo la mirada en el momento en que su madre, de un salto, se puso de pie.
-¡Tú no eres como esos niños!- bramo. Yoongi se encogió en su lugar, no le gustaba que su madre se enfadara. Pero ella siempre se enfadaba.
Aún recuerda cuando llamo, accidentalmente, mama a Isabel, frente a la sultana. Se enfadó tanto que la envió al viejo palacio. La alejó de él.
-Pero...
-Serás sultán algún día ¡¿Sabes lo que eso significa?!- la Sultana dejo escapar un suspiro. -No debes mezclarse con esa gente- volvió a su tono de voz amoroso, recuperando la compostura – La Madre Sultana pidió cenar con su nieto, debes prepararte.- a continuación se retiró de los aposentos de su hijo, sin un beso.
Y es que a YoonGi para nada le emocionaba convertirse en sultán, lo sabía perfectamente.
⌛⌛⌛⌛
No paso mucho tiempo cuando llamaron a la puerta.
-Adelante- exclamo.
No le importaba preguntar quién era, se encontraba desanimado, observando el jardín del palacio desde su imponente balcón.
-¿Qué haces?- HoSeok, con su radiante sonrisa y buen humor hacia acto de presencia en los aposentos de su hermano mayor. Se acertó escandalosamente y comenzó a tironear de la túnica de YoonGi. – Vamos, es hora de la práctica.
HoSeok era su medio hermano, casi de la misma edad. Solo mes y medio hacían la diferencia. Hijo de una de las tantas criadas del Harén.
Todo sería diferente si HoSeok fuera el mayor. Él es hábil, carismático, y las criadas parecían amarlo más.
-Estoy cansado HoSeok- YoonGi continuaba con la mirada al frente, observando con anhelo las puertas del palacio, deseando atravesarlas y explorar lo que se encontraba del otro lado.
-Oh, bueno... Sera en otra ocasión- sus ánimos cayeron, había tenido la esperanza de pasar un tiempo con su hermano luego de varios días fuera del palacio.
-No me refería eso- suspiro. Giro sobre sus talones ingresando en los aposentos nuevamente dejándose caer sobre los almohadones que se encontraban perfectamente ordenados sobre la alfombra. –Cansado de este lugar.
-¿De tus aposentos? ¡Pero si son geniales! Ojala yo tuviera los míos- Se echó junto a su hermano, quien le dejo un espacio para estar más cómodos. –No se lo digas a Safiye Sultán- susurro muy seriamente. -Pero madre ronca tan fuerte que temo ser tragado en las noches.
YoonGi soltó una carcajada que casi retumba por todo el palacio.
HoSeok sintió que había cumplido con su deber como hermano al escuchar esa "melodiosa" risa.
-Me refiero- hablo recuperando el control de sus palabras. - De este palacio. La vida aquí es tan monótona- Dejo los mullidos almohadones y volvió al balcón, deseando que el muro que los separaba de la ciudad no existiera. –Si pudiera ir del otro lado...- susurro.
HoSeok le había seguido, entonces comprendió a que se refería. Conocía los deseos de su hermano, habían hablado sobre eso en otras ocasiones a pesar de que él no los compartía.
Tal vez debería decirle sobre su reciente hallazgo.
Comenzó a analizar si lo que estaba a punto de hacer era correcto, sin embargo los ojitos llenos de anhelo de su hermano lo convencieron.
-YoonGi, ven conmigo- el príncipe tomo la mano de su hermano, arrastrándolo fuera de la habitación.
👣👣👣
-Encontré ese lugar mientras escapaba de los extraños juegos de Lisa- Ambos niños andaban a hurtadillas por los pasillos, rogando que nadie los descubra en su travesía.
-¿De qué lugar hablas? ¿A dónde vamos?- susurraba el mayor, un poco extasiado y otro poco asustado de lo que podría ocurrir si eran descubiertos.
Casi gateando se desplazaron por la cocina, importando poco y nada que sus finos atuendos quedaran estropeados.
Cuando el cocinero real salió del lugar, HoSeok abrió la puerta del almacén, ambos ingresaron cerrando la puerta a sus espaldas.
-¿Estás seguro de esto?- YoonGi vigilaba por la ranura de la puerta mientras HoSeok empujaba un barril y varios costales a un lado.
-¡Si! Es increíble ¡Mira!- Susurraba casi aguantando el grito de emoción por hacer algo prohibido.
Una pequeña trampilla de madera se encontraba oculta tras los sacos que removió.
-Quítate eso- sentencio el menor señalando la túnica de seda esmeralda que cubrían el cuerpo del príncipe mayor.
-¿Qué? ¿Por qué?
-Solo hazlo.
HoSeok se quitó sus prendas y YoonGi le imito al ver que hablaba en serio. Solo quedaron con las prendas blancas que se encontraba oculta bajo sus ropas.
Ambos se introdujeron en la trampilla y comenzaron a caminar por un pasillo húmedo y estrecho que se encontraba en completa oscuridad; casi infinito.
Al llegar, HoSeok comenzó a tantear la pared abriéndose paso entre un montón de ramas y hojas que daban al exterior. La luz cegó sus ojos, y cuando pudo ver mejor, noto de que ya no estaban en el interior del palacio, ni mucho menos en sus jardines.
La gente caminaba sin reparar en que dos niños habían emergido de las paredes de una vieja farmacia que aun funcionaba, pero cualquiera que no conociera la zona podría asegurar que se encontraba abandonada.
YoonGi estaba asombrado, un lugar así podría ser usado para infiltrarse el enemigo y atacar el palacio desde adentro. Claro, si el enemigo tuviera su contextura física, podría.
-Vamos ¿No querías conocer el exterior?- sonrió el menor tomando de la muñeca a su hermano y llevándolo por las calles del mercado.
Parecían niños normales, nadie podría imaginar a los hijos del sultán caminar en esas fachas y sin guardias por las calles del reino.
Muchas cosas llamaron su atención: Puestos de telas, joyas, flores, comida de todo tipo, dulces: ahí es donde se lamentaban no haber llevado al menos un par de monedas de plata.
Todo era llamativo a su parecer, e inevitable fue que en un minuto fugaz se perdieran entre la multitud.
YoonGi perdió de vista a HoSeok y eso lo altero un poco. Tenía cierta responsabilidad sobre su hermano menor, debía protegerlo, aunque de los dos él fuera el más indefenso.
Estiro su cuello intentando encontrar la cabellera rojiza que su hermano había heredero de la esclava rusa, la que había logrado cautivar al gran sultán; su favorita.
-¿Estás perdido?
Esa vocecita que luego aria eco en su cabeza en los siguientes años, hizo que se girara para encontrarse con un niño más pequeño que él, de mirada inocente y mejillas sonrojadas.
Tal vez era hijo de algún Efendi pues sus ropas eran impecables y no parecía encontrarse mal económicamente, o incluso de algún Pasha.
En ese instante olvido por completo a HoSeok.
Y se perdió en la aventura que Alá le obsequio junto a ese niño.
El día fue increíble a su lado.
Y tal vez porque se divirtió demasiado fue castigado.
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