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Era demasiado tarde, el silencio se había apoderado del palacio y solo se escuchaban respiraciones agitadas o ronquidos molestos en las diferentes habitaciones. Cada cuarto se encontraba en la oscuridad absoluta, solo los pasillos estaban iluminados por antorchas y en los aposentos del príncipe una pequeña vela se mantenía encendida.

Yoongi observaba el librero tras su escritorio, los libros estaban ordenados por secciones: religión, política, novelas, entre otros, pero eso no era lo importante. Tomó uno, el que más cicatrices a causa del tiempo tenia, estaba deshilachado y las letras de la portada se veían borrosas. Lo dejó a un lado y siguió observando el librero. Luego de pensarlo bastante llegó a la conclusión de que él era el príncipe y podía hacer lo que quisiera sin rendirle cuentas a nadie. ¿Por qué debería estar nervioso? Era absurdo. Estiró su mano e hizo presión en el espacio perteneciente al viejo libro. La madera cedió revelando un hueco donde introdujo el brazo. Tanteo hasta que encontró lo que buscaba, era la traba que mantenía el librero en su lugar. Una vez retirado este se desplazó fácilmente hacia un lado. Era una puerta oculta, la descubrió en una ocasión en la que se encontraba muy aburrido y pensó que los libros allí eran muy anticuados.

No era sorprendente que el palacio estuviera lleno de pasadizos secretos bajo tierra, pero este era particular. Eran pasillos paralelos a los ya conocidos. Daban a todos los cuartos del palacio, se podía observar todo desde pequeñas ventanas ocultas tras rendijas en la pared. El antiguo dueño de aquella habitación tenia a todas las personas del palacio vigiladas, no había nada que se le escapara, conocía la verdadera cara de cada una de las personas que vivían bajo el mismo techo.

Yoongi sabía, que el anterior dueño de su cuarto había sido su abuelo, un sultán poderoso que fue amado y odiado por igual. De hecho, el cuarto solía pertenecer a sultanes, pero cuando su padre asumió sus responsabilidades como tal fue caprichoso y mando a hacer unos aposentos más amplios y despampanante, con muebles y telas caras. Cambiando la costumbre y cediéndole el cuarto a su hijo.

Y Yoongi no pudo estar más que feliz por su descubrimiento, puesto que le resultaba muy emocionante sacar la basura y exterminar unas cuantas ratas. Con el tiempo el palacio se encontraba totalmente desinfectado y dejó de pasear por aquellos oscuros y húmedos pasillos.

Aunque lo que tenía en mente ahora respondía más a un deseo -o necesidad- que al propósito por el cual antes merodeaba esos pasajes. Tomó la vela y se introdujo en la oscuridad. Conocía el recorrido de memoria y sabía perfectamente a donde quería ir. El corazón le latía velozmente, como si estuviera por hacer algo prohibido que le generaba mucha emoción, un sentimiento que había experimentado antes pero no en ese lugar.

Llego a su destino, a la rendija del cuarto que estaba buscando, podía sentir sus propios latidos. Se asomó a la abertura y observo.

Allí estaba Jimin, recostado sobre el respaldar de su cama.

Completamente desnudo.

Solo una vela a medio consumir se encontraba iluminando el cuarto.

Tenía las piernas flexionadas y separadas mirando su sexo activo; a punto de explotar. Sus mejillas estaban rojas como sus labios. Parecía dudar mientras miraba el glande brillar bajo la poca iluminación.

- ¿Una vez más? - murmuro agitado reclamándole a su cuerpo tal comportamiento. - Una vez más. - afirmo para sí, luego de tomarse un tiempo para pensarlo.

Yoongi trago saliva nervioso, su corazón ya latía demasiado fuerte, y él se sentía de una forma que definía como morbosa. Jamás había visto a un hombre tocarse y él nunca lo había intentado. Desde que fue activo sexualmente disfrutaba de la compañía de las damas del harem, no fue necesario masturbarse, las mujeres hacían el trabajo por él.

Jimin se removió, dibujo caricias en uno de sus muslos mientras tomaba su miembro con la otra. Desde su ubicación, el príncipe tenía una vista excelente del miembro y la entrada del chico, y su cuerpo respondió a aquel espectáculo. Paralizado como estaba solo podía remojar sus labios secos cada que Jimin lo hacía con su boca de cereza. Cada suspiro y cada gemido que escapaba de esa habitación se convertía en afrodisíaco para él.

El chico cerro sus ojos, una mano serpenteo por su cuerpo hasta llegar a su garganta y luego metió dos dedos a su boca que lamió con mucho esmero hasta cubrirlos de saliva. Luego volvía a su miembro, mezclando la saliva con el semen que se escapaba antes de llegar al clímax.

Las manos del príncipe comenzaron a temblar, su boca salivaba y una emoción extraña se coló por sus huesos cuando Jimin comenzó a frotar ese punto rosado entre sus mejillas traseras, lo hacía con las gotas que resbalaban de su miembro y pronto un dedo comenzó a penetrar ese lugar. Se veía apretado y él parecía disfrutarlo mucho, enterraba la cabeza en la almohada, y su cuerpo comenzó a dar espasmo cuando un segundo dedo se unió al juego.

Casi se le escapa un gemido cuando Jimin se giró.

Pronto estuvo de espaldas a Yoongi, sobre sus rodillas y con el trasero levantado. Tres dedos se introducían ahora y él movía sus caderas queriendo profundizar más la penetración.

Yoongi comenzó a sentir su ropa interior húmeda y el calor haciendo estragos en su persona. La necesidad de hundirse en él y lamer su espalda inmaculada se volvió insoportable. Ahora más que nunca necesitaba auto complacerse o de lo contrario enloquecería ahí mismo, la idea de echar la pared abajo y tomarlo se estaba volviendo demasiado atractiva.

Apartó su ropa, su miembro dolía, siguió observando al chico darse placer, y lo acompaño en la oscuridad hasta que ambos se agotaron. Jimin cayó rendido entre sus sabanas. El príncipe, sentado en el piso frío se cuestionó aquello que acababa de ocurrir. Pensó tanto que la mañana llego sin que pudiera notarlo.

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