Epílogo
San Pablo, Brasil
Autódromo José Carlos Pace, San Pablo
Luka y Ernesto estaban reunidos en un rincón del pit junto con Mercurio, el padre del piloto, se encontraban a media hora de la carrera y terminando de arreglar un par de cosas que estaban en dudas, hasta que el italiano tiró la noticia sin vueltas.
―Antes del final de la temporada, me caso con Fiorella.
Los ojos de Ernesto se clavaron como dos canicas oscuras en los ojos azules de Luka.
―¿Qué has dicho?
―Me caso con tu hija, antes de viajar a Abu Dabi.
―¿No crees que sería mejor organizar con tranquilidad la boda después de esta temporada? ―preguntó el presidente de la escudería―, tendrán tres meses para planear todo y sin apuros.
―Con Fiorella ya lo tenemos bastante bien organizado.
―Aunque ella y yo tengamos ciudadanía italiana, debe casarse en su país de origen y los papeles tardan mucho ―admitió Ernesto.
―Por lo que tengo entendido, ella estuvo averiguando sobre ese tema. Y yo lo haré un par de días después de esta carrera. No necesitamos hacer una gran fiesta, lo legal y simbólico lo podemos hacer en Buenos Aires, y una reunión un poco más grande la podemos hacer en Milán, es decir el festejo.
―Pero debes tener un registro aquí también ―notificó el jefe de ingeniería.
―Sí, lo sabemos. Por lo pronto, saben que nos casamos y lo haremos en Argentina, y luego veremos de casarnos en Milán. Después terminaré la temporada de carreras.
―¿Y todo así de rápido lo harás? ―cuestionó su padre mirándolo con atención.
―Sí, ¿acaso tú no hiciste casi lo mismo? ―interrogó observándolo.
―Bueno, no fue tan así ―rió.
―¿De qué está hablando? ―quiso saber Ernesto.
―Mi padre se casó con Gianna, mi madre, en medio de unas carreras. Un viernes de clasificación, se casó con ella por civil durante el día, y el sábado al mediodía se casó por iglesia, a la noche estaba con la última clasificación, y el domingo en la carrera ―sonrió con certeza.
―En eso tiene razón Luka. Eso mismo hice y luego todo volvió a la normalidad. La luna de miel la tuvimos quince días después.
―Entonces no me extrañaría nada ya ―contestó entre risas el jefe ingeniero de carreras.
Fiorella había llegado unos minutos antes de comenzar la carrera, llevaba en una mano una bolsa de compras de una librería del centro de la ciudad y otra bolsa de compras de una tienda de ropa.
―¿Qué te compraste de lindo? ―preguntó su novio dándole un beso frente a todos.
―¿Qué haces? ―cuestionó con los ojos muy abiertos estando sorprendida y un poco avergonzada.
―Beso a mi futura esposa.
Alzó de tal manera la voz para que los demás a su alrededor lo escucharan. Todo estaba planeado para que la carrera comenzara unos minutos más tarde, incluso Mercurio era el cómplice de su hijo, así como también los organizadores de la carrera y los relatores. Los únicos que no estaban enterados de nada eran Ernesto y Fiorella.
El público quedó confundido cuando vio en las pantallas el rostro de la hija de Tassone y el interior del pit y luego a Luka hincarse de rodillas frente a ella. La cara de la joven quedó petrificada y con unos nervios que no podía calmarse.
―Luka, ¿qué haces?
―Te pido matrimonio ―dijo con énfasis sacando una pequeña caja del bolsillo de su overol.
―Ya habíamos hablado de esto, no hacía falta algo más.
―Toda mujer quiere una propuesta de matrimonio.
―No todas ―miró a su alrededor.
Todos estaban atentos a la escena y más incómoda se sintió, Ernesto no entendía nada.
―¿Me negarás que no quieres casarte conmigo? ¿O no te gusta el anillo? ―la picó mientras reía.
―Me encanta el anillo, y te vuelvo a decir que acepto casarme contigo ―confesó decidida.
Luka se puso de pie y le colocó el anillo en el dedo correspondiente, para después darle un beso en sus labios. Todos aplaudieron y silbaron, incluso el público gritaba y aplaudía eufórico al ver a través de las pantallas el pedido de matrimonio el desenlace de la propuesta.
―¿Ustedes organizaron todo esto? ―preguntó curioso el ingeniero.
―Así es ―dijo Mercurio con una sonrisa―. Saben también los organizadores del evento y el plantel. Todos cooperaron.
―Estuvieron muy bien en organizar todo, jamás me lo habría esperado ―admitió Ernesto de brazos cruzados y apoyado contra la pared.
Momentos después, cada piloto se ubicó en su monoplaza y la carrera dio por iniciada. Si en esa carrera salía primero y en la última también se consagraba como campeón de la temporada, y Cassiragghi era de los hombres que iban hasta el final. Lo quería todo, tanto como fuera y dentro de las pistas. Y luego de dos horas de carrera lo obtuvo.
CABA, Argentina
Catedral Metropolitana de Buenos Aires
El viernes por la tarde al caer el sol en la ciudad, Fiorella ataviada en un sencillo vestido de novia contraía matrimonio con Luka Cassiragghi a una semana previa del final de temporada de las carreras. Habían hecho las cosas tan rápido y con algo de dinero de por medio que ni ellos lo podían creer, solo se encontraban los padres y hermanos del piloto, y Ernesto que la llevaba hacia el altar. En esa misma ceremonia, se casaban por civil también.
Ilaria y Vitto, los hermanos de Luka fueron los testigos del civil de la pareja, y en una breve ceremonia entre las firmas del acta y la unión religiosa por la catedral, el cura los declaró marido y mujer.
Aquella misma noche después de cenar algo en la casa de los Tassone, prepararon todo para empacar algo más de ropa y viajar hacia Italia, donde se casarían el lunes por el mediodía.
―Esto es una locura, viajar en unas horas de nuevo para casarnos de vuelta ―se llevó las manos en las mejillas y mirándolo.
―¿Y no te parece fantástico? ¿No sientes adrenalina? ―cuestionó acercándose a ella y besándola.
―La verdad es que sí y creo que me voy a dar cuenta de todo, recién cuando termines la temporada de las carreras ―admitió abrazándolo por la cintura.
Fiorella y Luka se cambiaron de ropa y terminaron por guardar lo que iban a llevar hacia Milán. Un viaje que harían en un par de horas y en poco tiempo debían salir de la casa para ir hacia el aeropuerto.
Milán, Italia
Catorce horas posteriores, y siendo sábado por la madrugada, llegaron a Italia y se instalaron en la casa de los Cassiragghi para descansar y preparar algunas cosas que Gianna quiso organizar para su hijo y para su nuera. Solo su marido y sus otros dos hijos sabían de aquella pequeña sorpresa.
El domingo en un horario muy temprano, el peluquero y la maquilladora se hicieron presentes y la señora de la casa los recibió con una enorme sonrisa, despiertos y en la cocina se encontraban todos, charlando y bebiendo cafés spresso para algunos y café con leche para otros, con biscottis.
―Fiorella, me parece que en la sala de estar necesitan de tu presencia ―dijo Ilaria con una sonrisa.
―¿Quién? Es un poco temprano para las visitas ―acotó riéndose.
―No sé, pero me parece que llegaron el peluquero y la maquilladora.
―No he contratado nada de eso ―replicó frunciendo el ceño y salió de la cocina.
―Buen día, señorita Tassone, ¿podemos comenzar? ―preguntó con amabilidad el peluquero.
―Yo sé que no has pedido nada de esto y que te ibas a preparar sola las cosas pero me tomé el atrevimiento de llamarlos por ti, espero que no te moleste ―expresó la mujer poniéndose frente a la joven.
Florcita no tenía palabras para expresar lo que estaba sintiendo en aquel momento, solo la abrazó por el cuello y se echó a llorar.
―Si te disgusta podemos cancelarlos.
―No, para nada. Lo que has hecho fue muy lindo de tu parte ―confesó secándose las lágrimas mientras la miraba―. Ha sido todo tan apurado que no estaba en mis planes contratar estos detalles, iba a hacerlo por mí misma.
―Lo sé pero como lo hiciste por tu cuenta en Argentina, me gustó hacerlo por ti, con Ilaria hemos hablado con Vittorio el peluquero y con Maria la maquilladora para que puedan estar hoy.
―Te has puesto en un gasto innecesario.
―No es un gasto sabiendo que lo hago con gusto y porque quiero ―sonrió―. Ve con ellos.
―Te lo agradezco mucho, Gianna ―volvió a decirle y la abrazó de nuevo.
Cuando la señora vio subir a los tres al cuarto de huéspedes porque en el de Luka se iba a vestir él, entró a la cocina y su hijo siendo curioso le preguntó lo que estaba pasando.
―¿Contrataste un peluquero y una maquilladora? ―arqueó una ceja.
―Sí, para que se ocupen de tu novia y luego lo haremos nosotras, y hay un par de cosas más.
―¿Puedes contarlas? Necesito saberlas porque te conozco cuando pones esa cara, estás escondiendo algo más.
―En una hora llega la modista, y en el mismo horario, el catering y la empresa de los arreglos florales.
―¿No crees que estás exagerando? ―formuló abriendo más los ojos―. Seremos solo los que estamos aquí después de la iglesia.
―Lo dudo mucho ―acotó Mercurio.
―¿No me digas que vendrán parientes aquí? ―interpeló Ernesto.
―Sí, pero a las diez y solo se quedarán una hora ―dijo el dueño de la casa―. Es la tradición, siempre vienen antes de que el novio salga de la casa de sus padres, y se quedan más de dos horas comiendo y bebiendo, pero como nos juega en contra el horario, solo estarán una hora ―expresó.
―¿Y vendrán todos? ―quiso saber Luka.
―No todos, los demás estarán en la iglesia. Hay un par de cosas más que deberías saber ―confesó su madre―, Ilaria y yo organizamos la reunión, después de la ceremonia, aquí. Y hemos invitado por llamada telefónica y por correo electrónico a familiares y a tus amigos, incluidos los que forman parte de las carreras.
―Ay mamá, el plan era ser solo nosotros.
―Lo sé bien eso, pero, ¿no crees que Fiorella merece una linda reunión luego de la iglesia? Se casan una sola vez, por lo menos que esta segunda vez que se casan sea con una pequeña fiesta.
―No viene nada mal, y sí, se merece una fiesta ―sonrió al mirarla―, se los agradezco, a las dos.
―¿Ustedes tienen esta tradición? ―preguntó Vitto a Ernesto.
―No, lo nuestro es diferente, casi siempre se casan por la noche, no hay una previa a la iglesia, y después de la ceremonia, los invitados y los novios, van al salón de fiestas, o casa, o donde la realicen, y entre la recepción que comieron y la entrada, hay baile, y entre plato, y plato también, dura toda la noche hasta la mañana del otro día.
―¿Hasta qué hora dura la fiesta? ―unió las cejas Vitto.
―Depende, a veces hasta las seis, y otras veces termina entre las siete y las ocho de la mañana, y sirven el desayuno.
―Vaya, es diferente ―admitió asintiendo con la cabeza.
―Sí, ustedes no tienen baile, solo el vals.
―Las demás cosas las tenemos también.
―Eso es verdad ―comentó Ernesto.
De a poco los hombres siguieron conversando de otras cosas, mientras que Gianna e Ilaria recibían a la diseñadora para sus dos vestidos y el de la novia, al catering y a la empresa de arreglos florales. Por pedido de la señora, los demás ya sabían lo que debían de hacer. Y ellas subieron junto con la modista y los vestidos.
Las tres mujeres estaban preparándose hasta que Florcita preguntó por los ruidos provenientes del jardín trasero.
―Algunas personas han venido a arreglar un poco el jardín, nada más ―respondió sin darle más detalles.
A medida que las horas pasaban, familiares de los Cassiragghi llegaron para festejar un poco con el novio y los demás hombres, estaban también los amigos del piloto. Quienes entre risas y charlas, comían y bebían de lo que el catering había servido en el comedor. Arriba, en la habitación de huéspedes, todavía estaban todas las mujeres y el peluquero, que ahora estaba arreglando el cabello de Ilaria y la maquilladora estaba con Gianna.
Le llamó mucho la atención lo que estaba colgado y enfundado en la puerta del ropero antiguo, porque las dos mujeres tenían sus vestidos colgados y listos para colocarlos.
―Estoy muy intrigada con ese que está ahí colgado ―señaló
―Ese es tu vestido de novia ―admitió su suegra con una enorme sonrisa.
―¿Mi vestido? Iba a usar el que me puse en Buenos Aires, porque no había mucho tiempo para preparar las cosas.
―Bueno, pues hubo un pequeño cambio de planes, me atreví a llamar a la modista y pedirle que me confeccionara un vestido de novia con tus tallas. Por el tipo de jovencita que eres, se lo pedí delicado y femenino.
―Me gustaría verlo, estoy ansiosa.
―Es todo tuyo.
Fiorella se levantó de la silla y se acercó al vestido, con la ayuda de la diseñadora lo destaparon y la argentina quedó impresionada con lo que estaba mirando.
―¿Te gusta? ―cuestionó Gianna.
―Me encanta. Es precioso, no tengo palabras ―respondió con la voz quebrada de la emoción―. No me imaginé tener un vestido así ―expresó teniendo las manos juntas tapando su boca―. ¿Cuánto te ha costado?
―Ay por favor Fiorella, no preguntes eso, he querido regalarte el vestido ―replicó y la joven la abrazó por el cuello―. Estoy muy feliz de saber que te ha gustado el vestido y sobre todo que ames a Luka ―sonrió ampliamente.
Abajo en la sala, el italiano recibía a la mejor amiga de su esposa.
―Buenos días, Lorenza ―dijo alegre Luka dándole dos besos en las mejillas y un abrazo.
―Buen día, ¿no me digas que están preparando una reunión para después del casamiento? ―levantó una ceja al mirarlo y observar el jardín también.
―Así es ―le regaló una sonrisa―. Y como buena amiga que eres, no se lo dirás a Fiorella, porque ella no sabe nada. Puede que lo sepa cuando baje o al regreso de la ceremonia.
―¿Quiénes estarán? ―curioseó.
―Mucha gente, creo que hoy no te alcanzarán los ojos para ver tanto desfile de hombres.
―¿Estarán los pilotos? ―abrió más los ojos sorprendida.
―Sí, mi madre y mi hermana los invitaron, con pareja o sin pareja para los que no la tienen, espero que vengan todos o la mayoría. Es un lindo acontecimiento para que todos nos reunamos sin el trabajo que nos representa de por medio.
―Ya lo creo que sí también ―sonrió―, mis ojos se saldrán de los cuencos de ver tantos carilindos ―admitió riéndose a carcajadas.
Lorenza fue presentada por Luka ante sus amigos y algunos familiares, y se excusó porque debía ir arriba ya que sabía por un mensaje de texto de su amiga, que tenía que prestarle algo y consigo llevaba una pulsera que creía que era ideal para la ocasión. Lo más original iba a ser el complemento que la mayoría de las novias usaban, y aquello era el velo de color azul claro. Fiorella ya se estaba vistiendo cuando su amiga entró luego de golpear la puerta y fue caminando hacia ella entre grititos de felicidad.
―Te ves divina ―la tomó de las manos.
―Gracias amiga ―le regaló una sonrisa.
―Tengo un pequeño regalo para ti, solo para ti ―comentó entregándole la bolsa en sus manos.
La joven abrió la bolsa y se encontró con algo parecido a una chaqueta con los colores de la escudería.
―No me digas que es lo que creo que es ―rió casi a carcajadas.
―Supongo que sí ―se carcajeó ella también.
Gianna e Ilaria se acercaron a las dos también.
―Es genial ―acotó su cuñada.
La Chica de Cassiragghi estaba bordado en la espalda de la tela de la chaqueta.
―Creo que ahora sí podrías usar la chaqueta en las carreras.
―Eres una loca pero te quiero mucho ―la abrazó por el cuello―, gracias por el regalo es muy lindo, y sabes bien que la usaré.
Cuando llegó el horario de salir de la casa, lo hicieron de a poco y tratando de que ella no viera nada de lo que había preparado en el jardín trasero. Solo la esperaban en la entrada su padre y su suegro, ya que los demás se habían retirado hacia la iglesia.
―Estás bellísima ―expresó su padre con lágrimas en los ojos―. Tu madre habría estado orgullosa de ti ―admitió con un nudo en la garganta.
La muchacha tuvo que parpadear un par de veces porque tenía los ojos llenos de lágrimas y le temblaba la barbilla. Mercurio miro a otra parte porque se sentía afectado también.
A medida que el coche avanzaba hacia la Catedral de Milán, su padre había quedado sorprendido de grata manera por el velo de su hija.
―Es precioso, me hace acordar a nuestra bandera, blanca por el vestido y azul claro por el velo.
―Y el ramo por la bandera de Luka, rosas rojas y blancas y las hojas verdes. Eres una novia original.
―Supongo que sí.
―Te ves preciosa, Fiorella. Eres una joven encantadora y estoy muy feliz de que seas parte de nuestra familia ―confesó Mercurio.
―Te lo agradezco mucho ―dijo con una sonrisa.
El coche estaba a dos calles de la plaza del Duomo, donde se encontraba la catedral y Florcita quedó sorprendida por la cantidad de personas que estaban a los costados de las aceras esperando para verla.
―¿Es así siempre? ―preguntó asombrada mirando por la ventanilla y saludando con la mano.
―Aunque es muy concurrida la catedral por miles de personas durante el año... No es así, me parece que se enteraron que Luka Cassiragghi se casaba y no quisieron perderse este acontecimiento ―rió el padre del hombre.
Piazza del Duomo, Milán, Italia
Catedral de Milán
Cuando el vehículo se aparcó en la acera de la entrada, el primero en bajar fue Ernesto, quien ayudó a su hija a descender del coche. Mercurio bajó y les dijo que entraría para avisarles a los demás. El vestido de Florcita era completamente de tul blanco con una cola de un largo medio, y lo terminaba con un precioso bordado aplicado de piedras con transparencias para realzar su figura, y cristales bordados y sueltos por su pecho, terminando en unas mangas largas bordados con el mismo diseño que todo su torso. Mientras se padre le acomodaba el velo, y la cola, ella se encargaba de saludar con la mano a los que se acercaron hasta las vallas para verla.
Al abrirse las puertas, la argentina se encontró con el interior de la iglesia casi llena de personas y comenzó a avanzar con lentitud del brazo de su padre. Había visto a algunos compañeros de la universidad y se quedó sorprendida con una sonrisa cuando miró sus rostros. Al llegar al altar y darle la mano a Luka, Ernesto se ubicó al lado de Lorenza. Primero se casaron por civil en unos brevísimos minutos, donde firmaron su mejor amiga y Vitto, y luego el sacerdote comenzó con la ceremonia nupcial.
Posterior a varios minutos, la pareja salió y los presentes los felicitaron, mientras que las palomas volaban cerca de la catedral. Luka y Fiorella saludaron con la mano a los demás que aún seguían allí y tiraron confettis de papeles de los colores de ambas banderas. El piloto se acercó a las personas que estaban detrás de las vallas para saludarlos y sacarse fotos con ellos, hasta que fue la muchacha quien se ofreció a tomar las fotos por las chicas. Era algo muy inusual que sucediera aquello pero todos estaban contentos porque gracias a la mujer que había desposado, su ídolo era así de amable y divertido con las fanáticas y los fanáticos.
Después de media, los recién casados se retiraron de la catedral y se despidieron de las personas que estaban allí. Entraron al auto, y emprendieron el camino hacia la casa de los Cassiragghi.
Al ingresar a la casa, Luka la condujo directamente hacia el jardín trasero donde los esperaban los demás junto a una preciosa reunión que habían organizado su hermana y su madre.
―¿Qué es todo esto? ―cuestionó abriendo más los ojos y sorprendiéndose.
―La reunión de nuestra boda, mi madre e Ilaria la estuvieron preparando desde hace varios días y hoy desde temprano estuvieron arreglando todo.
―Con razón se lo pregunté a tu madre pero me dijo que habían venido solo para arreglar un poco el jardín, pero no me esperaba algo así.
―Mi madre es muy generosa con la gente que quiere.
―Así me lo pareció cuando la conocí pocos meses atrás. Tienes una madre excepcional ―sonrió cuando se lo dijo y lo miró a los ojos.
Él se inclinó y la besó en los labios. Los invitados aplaudieron y ellos caminaron para saludarlos de nuevo, y disfrutar de su pequeña fiesta de casamiento.
Emiratos Árabes Unidos
Abu Dabi
Circuito Yas Marina, Isla Yas, Abu Dabi
Fiorella estaba sentada en una silla en un rincón del pit para no molestar a los demás que iban y venían terminando de preparar todo para la carrera final de temporada. Ella como siempre estaba con su bloc de dibujo, un lápiz de grafito y una goma de borrar, llevaba unas gafas de sol puestas sobre la cabeza y la chaqueta que le había regalado su mejor amiga el día de su segunda boda con Luka.
Lorenza días posteriores al casamiento, había estado conversando con alguien del sexo opuesto, hasta que ella se había enterado por la boca de la italiana que se estaba viendo con Vitto, el hermano del piloto. Algo que la joven intuía porque en el día de la reunión sabía que habían hecho chispas entre los dos y estaba muy feliz por ella y por su cuñado.
―Debo reconocer que esa chaqueta me encanta como se te luce ―admitió con una enorme sonrisa su marido abrazándola por detrás y haciendo que sus lentes de sol cayeron sobre el puente de su nariz.
La joven se echó a reír y volvió a ubicar el accesorio sobre su pelo.
―Gracias. ¿Tú no deberías estar viendo con los demás el monoplaza? ―arqueó una ceja mirándolo con atención.
―Es verdad, debería pero me hice una escapadita para saber lo que estabas haciendo y darte un beso también ―admitió con una enorme sonrisa.
―Luka, ve con ellos, después tendremos tiempo de vernos ―le dio una sonrisa―, hoy es la última carrera de la temporada, y si ganas, sales campeón, ¿te das cuenta? ―le dio ánimos.
―Sí, me doy cuenta de eso, qué responsabilidad, ¿no? ―reflexionó.
―Sí, pero puedes tomarlo como un pasatiempo para ti, es tu trabajo, pero si lo tomas como lo que en verdad representa para ti, no sería una responsabilidad.
―Tienes toda la razón ―respondió con certeza dándole un beso en la mejilla y otro en sus labios―, gracias, señora Cassiragghi.
―De nada, señor Cassiragghi ―rió por lo bajo y lo vio alejarse de allí.
Una hora después, la carrera estaba por la mitad y faltaba una hora más para concluir. Las posiciones estaban muy peleadas entre los tres primeros lugares, y Fiorella literalmente se estaba comiendo las uñas mientras veía el circuito por la pantalla que tenía frente a ella. Para la siguiente hora, por el final y casi a rasguños Luka terminó primero, y con las llantas echando humo, aunque todos creyeron que se estaba por prender fuego el monoplaza de nuevo.
Florcita salió disparada del pit, y se acercó a él que se estaba quitando el casco y se lo entregaba a la joven mientras él salía del coche. Se saludó con los demás pilotos y la miró.
―¿Estás bien? Hemos visto humo y por un momento se me cruzó de nuevo la imagen de la primera vez.
―Sí, tranquila, estoy bien, muy bien. Solo son las llantas que usé que fueron las de más alta adherencia al piso, y son las híper blandas. Se gastan muy rápido y por eso el humo ―la sujetó de las mejillas y le dio un beso en la boca frente a todos.
Ella quedó sorprendida y abriendo más de lo debido los ojos.
―Luka... la gente nos mira ―dijo por lo bajo y él se rió con picardía.
―Qué carrera reñida, ¿no?
―Demasiado. Fue tremenda ―afirmó su esposa y Luka entró al pit para abrazarse a los demás mientras que otros lo aplaudían y lo silbaban.
En pocos minutos dieron comienzo a la entrega de premios, empezando por el tercer puesto hasta terminar con el primero. La entrega la hizo el jefe a cargo del evento, y luego llamaron a Ernesto para subir al podio y hacerle entrega de un trofeo también.
―Llama a tu hija ―acotó al mirarlo a su lado―. Quiero que esté también aquí.
Ernesto le hizo caso y salió para hablar con su hija, ella no quería subir e incomodar porque no era parte de las carreras, pero como había ganado y todos estaban en una nebulosa de alegría y festejos, subió con su padre y Luka la ubicó delante de él, apoyando las manos en los hombros de la joven.
Unos segundos después, se escuchó la entonación del himno italiano, Canto degli Italiani, y tanto Cassiragghi, como su esposa y Ernesto, lo cantaron junto con la escudería Mercurio y el público italiano que estaba presente. Fue Luka quien se sorprendió y mucho cuando escuchó la voz de Fiorella cantar su himno y se le llenaron los ojos de lágrimas.
El himno duró un poco más de un minuto, y posterior a eso se pasó a descorchar tres champañas y rociar a los que estaban abajo, entre ellos tres, y sin dejar afuera al jefe de ingeniería y a su hija. Todos quedaron empapados, pero más lo estaban Fiorella y Luka. Él la abrazó por los hombros y por la cintura.
Los presentes que estaban viendo el espectáculo en el podio vitoreaban, los aplaudían y los silbaban también.
El piloto se inclinó y la besó frente a todos, y Florcita lo abrazó por el cuello.
―Te amo mucho, Luka, piloto con testosterona potenciada ―rió por lo bajo y mirándolo a los ojos.
―Te amo yo también y mucho, mi Florcita ―declaró con emoción y observándola con fijeza en sus ojos.
Luka y Fiorella se volvieron a besar con todo el amor se que profesaban todos los días y todas las noches.
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