Capítulo 8
Milán, Italia
Academia de Bellas Artes de Brera
Su amiga y ella caminaron hacia el estudio para los esbozos de modelo vivo, mientras iban charlando.
―¿Supiste que hoy habrá modelo nuevo? ―le preguntó.
―Para nada, no me fijé en la página ―acotó sin ánimos de nada.
―No había nada en la web, me acabo de enterar ―le respondió entre risas.
―¿Y cómo me iba a enterar entonces? ―le inquirió con burla.
―Creí que viste algún folleto en el tablero principal de la universidad o lo escuchaste por ahí ―sugirió.
―No tenía idea que hubiera modelo nuevo hoy, ¿y es hombre o mujer? ―cuestionó con intriga.
―No lo sé ―dijo levantando los hombros sin tener idea.
Diez minutos después, el profesor se presentó ante la clase, explicando el tema de ese día. Iban a realizar un boceto de torso desnudo y rostro. Cuando llamó al modelo que posaría, este caminó hacia el estudio para presentarse delante de los alumnos. Fiorella quedó petrificada cuando lo vio allí.
―Creo que no necesita presentación o que les diga quién es ―comentó el profesor a sus estudiantes―. El señor Cassiragghi se ofreció amablemente a ser modelo por un día.
―Buenas tardes a todos ―les emitió con simpatía y una sonrisa.
Las chicas estaban enloquecidas aunque intentaban no demostrarlo.
Tener a Luka allí para Fiorella fue lo peor.
Los alumnos se prepararon y el profesor le habló al hombre;
―Cuando guste puede sentarse para posar ―le ofreció a que avanzara.
―Gracias ―le respondió amable.
La clase duraba dos horas y fueron dos horas de tortura para la joven, porque él no desviaba la vista de encima de ella. Lo más terrible era que debía estar sentado y apoyando las manos a los costados sobre el cubo blanco. Luka no sabía cómo pero presentía que la muchacha la estaba pasando incómodo y mal por el dolor que le estaba provocando el hombro, se lo veía en la cara. Ella tuvo que realizar los sombreados con la mano izquierda porque sentía que no podía más con la diestra.
Cassiragghi miró atentamente el boceto de la joven que estaba dibujando de él y se sorprendió con la exactitud con la que lo estaba plasmando, tenía un increíble don en sus manos y quedó aún más sorprendido con los detalles que lo estaba esbozando.
Una hora después, el profesor dio un receso de veinte minutos y ella aprovechó en tomar la botella de agua y un analgésico para que el dolor se le pasara un poco. Él había ido a colocarse de nuevo la camisa mientras bebía un café.
Fiorella se levantó del banco y se retiró de la amplia sala, quería despejarse un poco y salió al predio de la universidad para que el sol le pegara en la cara. Cuando escuchó la voz de Luka detrás de ella, cerró los ojos, solo quería estar un rato tranquila hasta volver a la clase y saber que él estaba a su lado la puso de pronto con los pelos de punta y precisamente no era de miedo.
―Molesta, ¿verdad? ―le preguntó intentando ser un poquito más agradable con ella.
―Un poco, allí dentro comenzó a dolerme terriblemente ―anunció con un suspiro.
―¿No sería conveniente que pidas unos días para que puedas descansar el brazo? ―sugirió el italiano.
―Tengo una beca y no puedo pedir días. La beca continúa y no me darán días para recuperar lo que perdí ―le comentó.
―¿Tienes una beca? ―preguntó asombrado.
―Sí, cuando estaba en Buenos Aires, estudiaba en Bellas Artes y al enterarme que debíamos mudarnos aquí, presenté unas equivalencias de las materias que estaba cursando en mi país, en esta universidad y envié algunos bocetos que solía practicar, cuando evaluaron mis dibujos, decidieron otorgarme una beca completa ―contestó con orgullo.
―¿Cómo te adaptaste? ¿Te fue fácil? ―volvió a preguntar curioso.
―Creo que nunca te terminas de adaptar cuando no es tu país ―respondió algo pensativa.
―Supongo que no ―le dijo sin saber qué más decirle.
Ella miró su reloj pulsera y giró para encaminarse a la sala, él volvió a hablarle;
―¿Ya terminó el descanso? ―inquirió sorprendido y desconcertado.
―Sí, creo que debes venir conmigo ―le emitió algo cortada.
El hombre apenas entró a la universidad al lado de ella, puso los lentes de sol sobre su cabeza, las chicas lo miraban con atención y otras tantas le regalaban sonrisitas. Fiorella revoleó los ojos al verlas y luego entró de nuevo a la sala para sentarse donde le correspondía.
Comenzó la clase y todo volvió al silencio absoluto. Cuando el profesor la dio por finalizada, los alumnos tuvieron que entregar sus bocetos para ser calificados. Varias estudiantes se acercaron a él para pedirle autógrafos y sacarse fotos, la joven se mordió el labio inferior y frunció el ceño ante la escena de desespero que tenían sus compañeras por él.
Juntó sus cosas y se retiró de allí. Aunque él hubiera querido acompañarla, iba a quedar sospechoso y prefirió quedarse un rato más con las chicas para no ser tan antipático con ellas. Saludó a su amiga para despedirse y cada una fue a su coche. Luka llegó casi corriendo a su encuentro.
―¿Ya te vas? ―le preguntó queriendo saber.
―Sí, terminé por hoy las clases ―contestó tajante y sin mirarlo a la cara.
―¿Quieres ir a tomar una merienda? ―formuló sinceramente al mirarla a los ojos.
―Luka, no me debes nada, no lo hagas por obligación o para quedar bien conmigo ―le confesó observándolo con atención a los ojos―, no lo necesito.
―Pero quiero hacerlo, de verdad ―contestó sincero.
La argentina lo miró con fijeza a los ojos y no reconoció ningún atisbo de rarezas ni falsedades.
―¿Acaso hoy no tienes entrenamiento o prueba de motores? ―repitió para intentar por lo menos esquivar su invitación.
―Arreglé con la escudería, sabían que tenía una cita, aunque todos los pilotos tenemos una semana de descanso, luego retomaremos las pruebas de los motores ―le respondió con certeza―, ¿aceptas ahora?
―No creí que fueras tan pesado ―comentó revoleando los ojos.
Cassiragghi solo sonrió ante sus palabras y la joven activó la alarma del auto para caminar hacia la próxima cafetería.
―Me ofrezco a llevarte la mochila ―le dijo amable y ella quedó sorprendida.
―Te lo agradezco pero no ―le contestó cortante.
―Como quieras ―emitió él un tanto cortado ante su respuesta.
Al llegar a la cafetería y después de varios minutos en esperar por la merienda que pidieron, se sentaron en una mesa para dos personas y merendaron.
―¿Qué es de tu vida Fiorella? ―quiso curiosear él.
―¿A qué te refieres? ―preguntó sin entenderlo del todo.
―¿Madre, hermanos? ―indagó.
―Soy única hija y no tengo madre ―respondió sin explayarse más de lo debido.
«¿Por qué quería saber cosas de ella si ni siquiera se veían seguido? Tampoco se frecuentaban en verse en el trabajo de él», reflexionó la joven.
―¿Puedo preguntar por ti? ―formuló mirándolo con atención.
―Padres juntos, un hermano mediano y una hermana menor que ambos ―respondió bebiendo luego un poco de su café.
―¿Cómo entraste a todo ese mundo de carreras? ―interrogó para hablar de otra cosa también.
―De chico siempre me gustaron los autos y la velocidad, desde que recuerdo mi padre me metió en competencias, kartings, motos, lo que sea sobre ruedas, hasta que me incliné por las carreras de autos, con los años fui perfeccionándome ―le respondió no diciéndole toda la verdad o bien, las cosas a medias, mientras comía un croissant.
―Entiendo. ¿Cómo supiste que estaba estudiando en la universidad de Bellas Artes? ―le preguntó intrigada y arqueando una ceja mientras lo observaba.
―De casualidad te vi en una publicidad dentro de una página de noticias del mundo, hacían un descuento por verano de curso intensivo de bocetos de modelo vivo y movimientos ―comentó.
―Ya veo... ¿y se te ocurrió participar en una clase? ―cuestionó sarcástica.
―Llamé a la universidad por tus horarios de clases y fiché para estar hoy ―expresó con una sonrisa perfecta y ella hizo un sonido con la boca sin decirle nada más.
―¿Por qué quisiste fichar para ser el modelo? ―frunció el ceño mientras se lo preguntaba.
―Tenía ganas y quería saber lo que se sentía ―le dijo con una sonrisa―. ¿Hiciste desnudos? ―interrogó de manera curiosa.
―¿Qué clase de pregunta es esa última? ―entrecerró los ojos.
―Una pregunta común y corriente, solo soy curioso ―pronunció sincero.
―La curiosidad mató al gatito ―le dijo con sarcasmo y él se rio―, no, no hice desnudos, hice un pacto con la universidad, me ofrecía de vez en cuando a ser modelo vivo de las clases de esbozos que se realizan fuera del horario en que yo curso.
―¿Y te pagan por eso? ―volvió a preguntar.
―Sí, por hora. ¿Te pagaron a ti? ―cuestionó ella.
―Me ofrecí gratis. No necesito el dinero ―le contestó y se dio cuenta tarde que había metido la pata.
La muchacha se sintió incómoda con su respuesta y pensó que Luka Cassiragghi era un completo superficial y pedante. Tampoco tenía que aparentar frente a ella ser alguien que no era realmente.
―Supongo que no ―emitió ella sin saber qué más decirle.
Cuando ella terminó su té, quedó en blanco, nada se le ocurría para hablar y en parte aún se sentía desubicada con él y con todo lo que había pasado con su padre y de repente supo que quizá debía volver a Buenos Aires o bien conseguir otro lugar para vivir y más cerca de la universidad. No tenía nada más que hacer allí y estaba sola.
Una llamada al teléfono móvil de Fiorella sacó a ambos de la tarde que estaban compartiendo mientras merendaban. El número era desconocido y por alguna razón, ella no lo atendió y se le vino a la mente la cara del hombre que había visto el domingo pasado en la previa a la carrera.
―No atiendas si es número desconocido ―acotó él.
―No suelo atender cuando no conozco el número o no está identificado, pero... tienes un porqué en habérmelo dicho ―respondió ella preocupada intentando mirar sus ojos a pesar de tenerlos cubiertos por los lentes de sol.
―No hay nada que debas saber, es lo que yo suelo hacer también cuando no conozco el número ―expresó con sequedad.
―Ok. Bueno, creo que debo irme ―admitió hurgando su mochila para sacar la billetera.
―Pago yo, te invité a la merienda ―dijo.
―No lo creo ―acotó ella con sarcasmo―, prefiero que cada uno se pague lo suyo, como debe de ser.
―¿Por que eres tan orgullosa que no aceptas que te pague la merienda? ―le cuestionó dejándola sin respuestas.
―No soy orgullosa, solo quiero pagar lo que consumí, no tienes porqué pagar por mí ―declaró a la defensiva.
―Quiero hacerlo, ¿no puedes aceptar que alguien quiera pagarte algo? ―formuló mientras la miraba a los ojos.
―No, porque sé cómo termina esto y no quiero ni deberte algo y tampoco que tú me debas algo. Las cosas estuvieron claras de un principio. Si tú crees que soy algo orgullosa entonces yo te digo que tú actúas como un engreído y superficial. Aunque creo que eso ya lo sabes de mí ―le confesó frontal y sin vueltas.
―Directa y afilada como la primera vez que hablamos. ¿Por qué me salvaste si crees que soy así? ―le preguntó esta vez quitándose los lentes de sol y mirándola directamente a los ojos mientras fruncía el ceño.
―Es lo que correspondía ―le dijo de manera directa―, no podía dejar que las cosas siguieran su curso cuando sabía bien que mi padre iba a cometer una locura y te aseguro que no sé nada más, ni tampoco sé el porqué lo hizo, lo único que supe de su boca fue que alguien lo llamó y le dijo que si no llevaba a cabo el pedido, yo salía perjudicada ―emitió con seriedad―, y estoy en un dilema desde aquel día porque no sé nada, no sé de qué forma me conoce esa persona que le habló a mi padre. Ni siquiera pertenezco al mundo en el que trabajas ―confesó tragando saliva con dificultad.
Ni siquiera Luka sabía qué pensar de ella o bien si debía contarle o no lo que había hablado con el padre cuando lo citó con los abogados.
―Mira... debo decirte algo que obviamente no te gustará ―le respondió intentando ser lo más directo y sincero posible―, quien habló con tu padre es un conocido mío, alguien que hace años no veo por otras razones ―fue lo que anunció sin darle más detalles―. La cuestión aquí es que no sé yo tampoco cómo supo que mi exingeniero tiene una hija, aunque calculo que bien pudo averiguarlo ya que tu padre era o sigue siendo bastante conocido entre los ingenieros y en el mundo en el que me manejo.
―No quiero quedar pegada ni a tu mundito y menos a los asuntos que tengas con esa persona que me nombraste, sé que obré bien, el resto no estaba en mis manos ―le contestó con sinceridad.
―Si tu padre te dijo eso, es porque deberías haberle creído, sé bien cómo actúa esa persona y es capaz de cualquier cosa ―le notificó con la verdad.
―¿Quiere decir que por haber hecho las cosas bien, terminé perjudicada igual? ―inquirió frunciendo el ceño y él asintió con la cabeza―. De todas maneras, no me interesa, no hay forma que me investigue ni nada, vivo otra vida, muy distinta a la tuya, no estoy en tu mundo y por lo tanto, no estoy tan preocupada, seré cauta ―respondió con firmeza.
―Yo también he visto aquel sujeto que te miraba con fijeza y aunque no me creas, no me gustó nada ―le declaró siendo directo.
Fiorella se carcajeó.
―En verdad no te creo pero bueno... no te preocupes, sé defenderme ―le contestó con certeza.
―Tampoco te estoy diciendo que voy a cuidarte, solo que tengas cuidado y estés atenta a todo ―expresó seguro.
―Lo haré, en fin... me iré, muchas gracias por la merienda ―emitió levantándose y poniendo la mochila en el hombro izquierdo―, te agradezco también que te hayas ofrecido a posar para la clase ―dijo sincera.
―No fue nada ―declaró con una sonrisa.
La muchacha se retiró de la cafetería y caminó hacia su auto que lo tenía a tres calles de allí. Cuando se metió dentro del habitáculo y arrancó el motor, condujo hacia el departamento con parsimonia porque el brazo volvía a dolerle.
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