Capítulo 5
Milán, Italia
La muchacha después de haber dormido un poco y luego tomado un avión de regreso a Italia, volvió a dormir tranquila en su cama porque por el momento no quería estar cerca de su padre. Más entrada la mañana de aquel día Fiorella se había levantado con un dolor atroz en el hombro, tal era el dolor que las manos le temblaban para agarrar el frasco de los analgésicos y tomarse uno.
Cuando miró a su padre que estaba recién saliendo de la habitación se dio media vuelta y entró a su cuarto. Cerró la puerta y se sentó en el borde de la cama para tomarse el analgésico y esperar a que el dolor se le pasara un poco para poder darse una ducha y vestirse. Tenía clases aquel día y no podía faltar porque rendía un examen de dibujo anatómico y estaba en un dilema porque ni sabía cómo iría a realizar el retrato de manos.
Una hora y media después de haberse duchado y vestido, estuvo a punto de salir del dormitorio cuando escuchó el timbre y su padre hablaba con alguien. Por lo que pudo escuchar, era un abogado que le hacía entrega de una denuncia en su contra y lo llevaba a juicio con una previa junta a solas con él y sus abogados. Luego de que su padre quedara a solas, ella salió del dormitorio y le preguntó quien era, él respondió que era alguien sin importancia, ella entrecerró los ojos y desvió la mirada al sobre que yacía en la mesada de la cocina. No le dijo nada, solo se limitó a prepararse algo rápido para desayunar y luego se retiró del departamento.
Ir a la universidad aquel día había sido de lo peor, algunos la miraban raro y otros se acercaban a ella para felicitarla y otros tantos ni siquiera se habían enterado de lo sucedió la noche anterior. Apenas llegó al estudio, se ubicó donde siempre se sentaba y su compañera de carrera la saludó para hablar con ella minutos antes de comenzar el examen.
―¿Cómo estás de lo que pasó anoche? ―le preguntó su compañera de clases.
―Duele pero bien. ¿Tú? ―inquirió mientras sacaba un estuche con muchos lápices de diferentes graduaciones para los esbozos de realismo.
―Todo bien, ¿has visto el video que subieron a la red? ―le comentó curiosa.
―¿Cuál video? ―formuló asustada a su amiga.
―Fue un récord de reproducciones anoche el video donde tú sales del vehículo, la explosión y cuando vuelves al pit ―expresó con firmeza.
―No vi nada anoche, quise desconectarme cuando pasó todo eso. No tengo porqué saber más cosas, no soy de ahí ―recitó con seriedad mientras intentaba alejar los pensamientos de anoche.
―Ya lo sé, ni siquiera perteneces a ese lugar pero haber hecho lo que hiciste fue valeroso. No cualquiera lo hace ―le dijo con énfasis su amiga y contenta por ella también.
―Mira como terminó todo, ¿no te enteraste que mi padre y Cassiragghi tuvieron un altercado? ―le formuló al verla a la cara.
―No, solo vi el video que subieron a internet y que ayer mismo tuvo una gran cantidad de visitas, casi medio millón ―respondió con asombro, a medida que sacaba los lápices necesarios.
―No todos están conformes con lo que sucedió y no los culpo, lo que mi padre hizo es una vergüenza ―contestó tajante y sin un atisbo de hacerse la víctima.
―¿Crees que Cassiragghi le hará algo? ―cuestionó su amiga, mirándola con atención.
―Se lo merecería ―respondió la joven poniendo sus labios en una línea recta.
Aunque ella saldría perjudicada también.
El profesor había llegado y consigo comenzó la clase. Allí no había bromas, ni siquiera volaba una mosca y la clase examinadora era de absoluto silencio.
Media hora después, la directora principal de la universidad irrumpió la clase.
―Lo siento, señor Bazzi pero necesito sacar de su clase a la señorita Tassone ―le respondió la mujer con seriedad.
―Discúlpeme señora directora, pero la alumna está en la mitad de un examen y no permitiré que se retire de aquí, a menos que termine su parcial. Cuando el examen concluya para mis alumnos, ella podrá ir a su oficina ―le anunció sin doblegarse ante la mujer.
El hombre sonó tajante y ella cerró la puerta con un fuerte golpe que hizo cimbrar los vidrios de las ventanas.
Fiorella levantó el brazo sano para poder hablar.
―Profesor Bazzi, ¿no prefiere que vaya antes que vuelva de nuevo? ―preguntó intentando calmar las aguas.
―De ninguna manera señorita Tassone, terminará el examen como el resto de sus compañeros. Luego podrá ir, creo suponer el porqué la llamó pero no se debe de preocupar, en mi clase nadie tocará el tema del que todos sabemos ―le respondió y luego habló para el resto de la clase―, y el que lo haga, será expulsado de mi clase y deberá recursar la materia para el año que viene ―pronunció con firmeza.
Todos quedaron en silencio y retomaron sus esbozos para seguir con el examen de manos. Después de dos horas, los alumnos se retiraron del estudio mientras que ella permanecía para guardar sus cosas. El profesor la ayudó.
―Gracias profesor. No tiene porqué hacerlo ―se excusó ella de manera incómoda.
―No es nada, señorita Tassone. No la juzgo tampoco, no todo el mundo está atento a esas cosas, lo que hizo anoche fue admirable y creo suponer cómo debe de sentirse, los que siguen esos temas de las carreras, algunos tantos la apuntan con el dedo y otros creen que fue valiente en haberse arriesgado como lo hizo ―respondió su profesor con una amable sonrisa.
―Gracias ―le dijo mirándolo―, aunque siento que tengo un peso encima por todo el daño que mi padre causó en esa carrera ―respondió ella,abrochando la mochila.
―No se debe sentir así, no es igual a su padre, de haberlo sido, habría dejado las cosas tal y como estaban pero no lo hizo porque tiene un gran corazón ―le expresó el decano.
―Se lo agradezco, señor Bazzi ―contestó con una sutil sonrisa.
―La semana que viene tendrán las notas del parcial, buenas tardes ―le emitió y dejó que terminara por aprontar sus cosas.
―Gracias, igual para usted.
Fiorella salió del estudio con la mochila en el hombro izquierdo y se encaminó hacia la oficina de la directora, ya que por aquel día no tenía ninguna otra materia. Cuando llegó, golpeó la puerta y la abrió cuando escuchó que pasara.
―Tome asiento, señorita Tassone ―articuló observándola con fijeza y sin una pizca de expresión alguna en su rostro.
La muchacha tragó saliva con dificultad y se sentó frente al escritorio.
―Usted me dirá señora directora ―dijo la joven.
―Debido al incidente de anoche, me veo en la obligación de anunciarle que su beca sigue intacta ―declaró sin vueltas.
La joven respiró aliviada y se echó hacia atrás apoyando su espalda contra el respaldo de la silla. Llevó la cabeza hacia atrás y se le llenaron los ojos de lágrimas.
La directora, gesticuló una sonrisa.
―¿No afecta en nada mi beca? ―le preguntó para estar más segura.
―Para nada, lo que haga o deje de hacer con su vida, a nosotros no nos interesa, aunque sabemos que no podemos tener alumnos problemáticos o que infrinjan la ley, usted señorita Tassone no ha hecho nada de esas cosas ―habló para calmarla―, sabemos bien que su padre es el ingeniero mecánico principal de una de las escuderías más importantes de Italia y que en la última carrera hubo ciertos percances ―contestó de nuevo.
―Lo entiendo, sé también que la universidad no permite tener esa clase de estudiantes ―expresó recomponiéndose y sentándose mejor.
―Ese no es su caso, llegaron a mis oídos que lo que hizo anoche fue memorable y la felicito. Por lo que su beca continúa ―manifestó con otra sonrisa pero sin perder la autoridad que la caracterizaba.
―Se lo agradezco mucho, señora Santoro ―le comentó la joven levantándose de la silla.
―¿Cómo se encuentra del brazo? ―preguntó con interés.
―Con los calmantes ahí voy. De verdad, muchas gracias por permitirme mantener la beca ―respondió con felicidad y una sonrisa.
―Es una de las mejores estudiantes, es un privilegio tenerla aquí ―le aseguró.
―Un halago que me diga eso, señora Santoro ―dijo la muchacha por demás feliz.
Alguien golpeó la puerta y la directora la disculpó.
―Señorita Tassone, si me excusa, debo continuar. Buenas tardes ―expuso levantándose la mujer también.
―Claro, buenas tardes a usted ―le dijo estrechando la mano izquierda con la de la directora.
Fiorella salió de allí con una sonrisa en el rostro, después de la noche anterior, haber escuchado aquello de la directora fue como si se quitara un poco el peso de encima. Apenas salió de la universidad de Bellas Artes, su compañera la estaba esperando en la entrada.
―¿Todo bien con la directora? ―preguntó con curiosidad su amiga.
―Sí, creí que me quitaría la beca, pero no fue así ―le comentó aliviada.
―¿Por qué debería quitártela? ―dijo frunciendo el ceño―, ¿por lo de anoche? Al contrario, deberían darte una mención especial ―afirmó con sumo interés.
―No quiero nada de eso, no estoy acostumbrada a esas cosas ―le expresó―, oye... necesito comprar unos lápices, se me están acabando, ¿me acompañas? ―formuló.
―De acuerdo, te acompaño, quizá me compre algunos yo también ―enunció a medida que caminaban hacia la salida de la facultad.
Al salir fuera del predio de la universidad, caminaron hacia el auto dela joven que lo tenía aparcado en la playa de estacionamiento del establecimiento. Al llegar se encontraron con su pequeño coche escrito con aerosol.
"Tassone vuelve a tu país"
"¡Mierdas como tú, no queremos aquí!"
―La pintura no va a salir ―comentó rascándola con la uña.
―No les lleves el apunte, seguro es el grupo que siempre molesta a los demás en vez de pensar con seriedad para rendir las materias ―le acotó su amiga.
―¿Quieres conducir tú? El brazo me está molestando ―se ofreció a darle las llaves.
―Bueno ―le dijo y tomó las llaves que ella le estaba extendiendo.
Ambas entraron al coche y encendió el motor.
―¿Crees que soy mala? ―preguntó con pesar.
―Para nada, nos conocemos desde que entraste a la universidad, siempre fuiste igual. No cambiaste en nada ―contestó ella con una sonrisa.
―Desde anoche que me siento rara y sé que debo darle unas disculpas a Cassiragghi ―respondió recostándose en el asiento.
―¿Te duele? ―le formuló mirándola de reojo.
―Mucho. En el examen me dio una puntada terrible el hombro que me dieron ganas de llorar ―emitió con un hilo de voz por el dolor que estaba sintiendo en aquel momento.
―Más si esa es la mano con que dibujas ―sentenció.
―Me saldrá una fortuna mandar a pintar el auto ―dijo con una mueca de disgusto.
―¿Pudiste verlo luego de la carrera? ―inquirió cambiándole el tema y haciendo mención a Cassiragghi sin nombrarlo.
―No, cuando terminó me fui de allí, ¿qué iba a hacer? ―cuestionó con pesar―. No podía mirarlo a la cara sabiendo que mi padre se comportó como un desgraciado.
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