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Capítulo 12

La joven quedó callada y antes de poder responderle, el mozo llegó para preguntarles si todo estaba bien y si se les ofrecía algo más. Cuando ambos le dijeron que todo estaba perfecto, se retiró y ella le habló;

―Te lo agradezco.

―¿Qué hace tu padre ahora? ―interrogó de forma curiosa.

―Está viendo la manera de crear motores ignífugos.

―¿Motores ignífugos? ―le preguntó con sumo interés.

―Sí. Después de todo lo que pasó, se dedicó a trabajar en ello.

―¿Está trabajando solo? ―inquirió Luka―, ¿cómo lo lleva?

Fiorella se sorprendió al saber que Cassiragghi se había interesado en su padre.

―Él está bien, intentando superar lo que pasó por su culpa por eso trabaja en este nuevo proyecto que te acabo de comentar. En parte se sintió culpable por lo que sucedió, sobre todo cuando se dio cuenta que yo había terminado en el medio con lo que hice para salvarte ―comentó mientras cenaba―. Y te soy sincera, no me arrepiento de nada, creo que lo volvería a hacer ―admitió con seguridad en suvoz.

―¿Por qué lo volverías a realizar? ―formuló con curiosidad y asombrado.

―Porque sabiendo que mi padre se equivocó, quería enmendar el error que cometió y si hacía lo mismo de nuevo, actuaría de la misma forma ―respondió con firmeza y volviendo a mirarlo.

―Creo entenderlo.

Una hora después de haber hablado entre ellos, quizá todo lo que el italiano quiso saber de su vida y de su padre también, él la dejó en la casa. Ella cuando bajó del coche y antes de cerrar la puerta, le agradeció la cena. Con una sonrisa él le dijo que lo había hecho con gusto y que la había pasado bien.

Apenas vio que la joven cerraba la puerta de la casa, se retiró al hotel donde estaba hospedado. La mañana siguiente, cuando padre e hija se vieron en el desayuno, ésta le comentó algo que al hombre lo dejó sorprendido.

―¿De veras me estás diciendo que Cassiragghi está aquí y anoche lo viste en la exposición? ―preguntó incrédulo.

―Sí, de verdad. ¿Por qué debería mentirte? Me sorprendió a mí también verlo allí, tampoco sabía que hubiera visto la primera exposición de mis bocetos y muchísimo menos que me compraría toda la colección ―dijo estando asombrada también.

―Sinceramente no creí que se presentaría, no después de todo lo que sucedió en Italia ―abrió los ojos de manera incrédula al saberlo.

―Menos yo, fue una sorpresa verlo después de un año.

Después del desayuno que compartieron, su hija se fue de la casa para ir a dibujar a la plaza, mientras que él, conducía hacia su taller. Lo que Ernesto Tassone no habría esperado jamás, fue la visita de Luka Cassiragghi en su taller de ingeniería.

―Buenos días ―dijo el hombre y Tassone tuvo que tapar los rayos de sol con la mano porque no divisaba del todo el sujeto que tenía frente a él.

―Cassiragghi ―contestó perplejo al verlo allí.

―Tassone, ¿cómo estás? ―preguntó.

―Bien, ¿y tú? ―formuló secándose las manos con un trapo para ofrecerle la mano en señal de saludo.

―Bien también ―emitió aceptando la mano.

Ernesto no sabía cómo encarar la conversación ni nada para hablar con él, después de las cosas que pasaron con Luka y sobre todo con la escudería, ni siquiera podía mirarlo a la cara, por lo que esperó a que el italiano empezara a charlar primero.

―Me comentó anoche tu hija que estás en un nuevo proyecto. Motores ignífugos ―emitió mientras se cruzaba los brazos por delante.

―Sí ―le respondió a secas.

―¿Puedes hablarme más de eso? ―cuestionó curioso.

―¿Por qué quisieras saber más de los motores? ¿Acaso no tendrías que estar en España para la segunda carrera del año?

―Debería estar, pero me tomé un par de días antes de la carrera de este fin de semana. Vine a la exposición de tu hija.

―¿Por qué? ―preguntó mientras no perdía tiempo en ajustar los tornillos del nuevo motor que estaba a punto de probar.

―Porque quise, me interesó saber qué estaría por presentar y le compré la colección.

―Lo supe ―respondió sin mirarlo a la cara.

―Y como me enteré de tu proyecto, me dio curiosidad por saber qué tenías para probar ―su tono de voz coincidía con la sonrisa de lado que le dedicó al argentino mientras arqueaba una ceja con interés.

Tassone lo miró directo a los ojos.

―La verdad es que no sé cómo es que estás aquí, sabiendo el problema que ambos tuvimos. Sabiendo muy bien que casi te mato por salvar a mi hija ―contestó con una sonrisa de costado y sin poder creerlo aún.

―Si estoy aquí fue por tu hija. Después de todo, sigo caminando gracias a tu hija, que fue la que tuvo las agallas para hacer lo que hizo, aún sabiendo que posiblemente salía herida y me vas a dejar probar ese motor ―expresó serio y con desafío.

―Ni lo sueñes Cassiragghi.

―Lo harás ―respondió tajante―, porque si tu proyecto funciona, quiero ese motor para las carreras.

Ernesto volvió a observarlo con atención y supo que el italiano sería tan insistente hasta el cansancio. No iba a retroceder en lo que le había dicho y con un suspiro de resignación, se irguió de la posición en la que se encontraba.

―Eres como un grano en el trasero, Cassiragghi.

―Me lo debes, Tassone ―escupió con seriedad―. Después de todo lo que jodiste, me debes algo como lo que estás haciendo y si acepto el motor para las carreras, será bajo mis condiciones ―dijo con una sonrisa socarrona.

―¿Por qué quieres tener el motor? Sabiendo bien cómo terminamos y teniendo dudas sobre mí como ingeniero. Ninguna persona volvería a darme una segunda oportunidad ―manifestó yendo a servirse un mate.

―Porque a pesar de todo lo que pasó el año pasado, sé bien que eres un excelente ingeniero y estoy dejando a un lado nuestro problema y tratando de no ser tan orgulloso y soberbio, y si te lo estoy diciendo es porque es la verdad y lo hago por Fiorella.

―¿Qué tienes con mi hija? ―preguntó arqueando una ceja y mirándolo con atención.

―Nada. Pero sé cuándo una persona vale la pena y creo que ella lo hizo para quizá salvar a ambos. Para que a ti yo no te terminara dando una trompada y te lleve a juicio y a mí para que no me sucediera algún daño y darme cuenta de algunas cosas ―confesó con sinceridad―. Por tal motivo, quiero probar ese motor ―arremetió con firmeza y el argentino lo miró sabiendo bien que aquel hombre no iba a retractarse.

―¿Cuánto tiempo te quedarás? ―preguntó volviendo a tomar un segundo mate.

―Hasta mañana.

―Cerca de aquí hay un circuito, puedo hacer una llamada y entraríamos al autódromo para probar el motor.

―Perfecto, hazla.

Una hora y media después, Tassone y Cassiragghi estaban preparando todo, para probar el nuevo motor del argentino. Su hija lo llamó a su teléfono móvil.

―¿Dónde estás? Te escucho raro ―comentó ella.

―En el autódromo, probando el nuevo motor.

―Okey. Te llamaba para avisarte que iré al museo de Bellas Artes.

―De acuerdo, inspírate, cariño. Nos vemos luego ―dijo con una sonrisa y pronto cortó la llamada.

―¿Tu hija? ―preguntó curioso y él le asintió con la cabeza―, luego de probar el motor, vamos a hablar de las condiciones.

―Está bien ―respondió mientras le asentía con la cabeza.

Antes de que el ingeniero probara de manera mecánica el motor, Luka quiso correr el coche con aquel nuevo motor y aunque no estaba en los planes del argentino aquello que el italiano pedía, tuvo que aceptarlo. Cassiragghi puso al extremo el motor y dio dos vueltas completas en el circuito, frenó en la entrada del garaje del autódromo donde se encontraba Tassone, al bajar del coche, fue el turno del ingeniero en probar el motor que había creado de manera mecánica y lo hizo chocándolo contra una pared de cemento. El auto no explotó y el motor no se prendió fuego.

El italiano arqueó una ceja, se había quedado sorprendido de la capacidad de invención que tenía el argentino.

―Acabo de quedar estupefacto ―comentó Luka―, y quiero el motor. ¿Estás dispuesto a escuchar mis condiciones? ―le preguntó mirándolo a lacara.

―Te escucho ―expresó sincero.

―Condición uno; tendrás un contrato. Condición dos; el motor que volverás a desarrollar, será para todas las escuderías. Condición tres; volverás a pertenecer a Mercurio. Condición cuatro; me dirás todo y Pietro será tu sombra ―respondió entrecerrando los ojos―, condición cinco; la vuelves a cagar, la pagas con la cárcel. Condición seis; todo lo que se te ocurra nuevo para crear, lo tendré que saber primero yo, porque serás de nuevo mi ingeniero principal, condición siete; se mudarán de nuevo a Italia ―emitió todo aquello mientras el argentino quedaba más asombrado con cada condición que le decía el italiano―, con todas esas condiciones, supongo que ni siquiera se te ocurrirá joderla otra vez. No creo que te den las agallas para hacer algo como lo que hiciste de nuevo, menos sabiendo que Fiorella posiblemente jamás vuelva a dirigirte la palabra y no te vuelva a perdonar. Otra cosa más, si mi primo o alguna otra persona se acerca a ti o contacta contigo, me lo dirás, sea lo que sea, no voy a volver a pasar por lo mismo, Tassone. Estás advertido, porque si la cagas de nuevo, jamás vuelves a trabajar de ingeniero, haré lo que tenga que hacer para que te quiten la matrícula y que nunca más tengas una habilitación para hacer tu trabajo. No desperdicies la segunda oportunidad que te estoy dando y no lo hago por ti ―manifestó con seguridad y seriedad.

―Creo que nunca fuiste tan claro como ahora ―contestó y extendió su mano―, acepto.

Luka apretó la mano del hombre y de aquella manera, comenzaron a hablar de los ajustes que debían hacerse tanto para los motores como para la pronta mudanza de un país al otro y Cassiragghi quería que cuanto antes se instalaran de nuevo en Italia, para realizar en series los nuevos motores que beneficiarían a las escuderías.

Entre aquel día y parte de la mañana del día posterior, tanto Ernesto como Luka, ultimaron todo lo que quedaba en dudas e incluso ambos firmaron el contrato con las mismas cláusulas que en su momento le dijo el italiano. Él volvía aquella tarde, pero Tassone y su hija, debían estar en Italia al día siguiente.

La noche de la fecha en que Luka tomó el avión de regreso a su país, padre e hija estaban cenando y charlando, y la muchacha percibió que su progenitor estaba algo intranquilo.

―¿Te ocurre algo papá? ―preguntó con el ceño fruncido.

―Nada, ¿tienes planes para los próximos meses? ―formuló con curiosidad.

―No, solo entregar algunos dibujos que me encargaron.

―Pero puedes enviarlos desde cualquier parte, ¿verdad? ―contestó intrigado.

―Sí, de poder, se puede... pero sigo sin saber el porqué ―respondió queriendo que su padre hablara más.

―Mañana debemos volver a viajar al exterior ―replicó mientras terminaba de masticar el pedazo de comida que tenía en la boca.

―¿Mañana? Yo no apronté nada, de verdad me encantaría que me dijeras lo que está pasando ―lo observó calculándolo―, es todo raro... ―repitió sin dejar de mirarlo―, de unas horas para acá todo cambia, ¿en qué lío te metiste ahora papá? ―inquirió su hija frunciendo el ceño y muy preocupada.

―Tranquila cariño. No me he metido en nada raro, te aseguro que aprendí la lección ―contestó con una sonrisa―. Esta vez debes creerme hija, no hay nada extraño y no he hecho nada que te avergüence. Las cosas serán diferentes a partir de ahora en adelante, te aseguro que todo estará bien. Lo único que debes hacer será empacar tu ropa, calzados y todo lo necesario que creas que tienes que llevar.

―Esto no me está gustando nada, presiento que otra vez va a pasar lo mismo ―admitió intranquila.

―Te aseguro que no. Nada pasará, no será nada como antes, por favor, te pido que me creas y confíes en mí, sé que hubieras querido que actuara de otra manera aquella vez pero fue por protegerte. Ahora todo es distinto ―respondió con honestidad absoluta.

Aunque Fiorella todavía dudaba y estaba con una tremenda incertidumbre,decidió darle un voto de confianza y el beneficio a la duda.

―Bueno, si lo que dices es verdad, te creo. Solo espero que no la jodas otra vez, porque en cuanto hagas algo más como la última vez, te aseguro que nunca más vuelvo a hablarte y mucho menos te perdonaré ―expresó con firmeza.

―Lo entiendo y sé que será mi última oportunidad para remediar todo y por eso mismo lo acepté, para que sepan de lo que soy capaz de desarrollar y que no me vean más como el tipo que cagó todo.

―Después de todo esto, ¿dónde tendremos que ir? ¿Para quién tienes que trabajar? ―interrogó con intriga.

―Mañana mismo lo sabrás ―comentó bebiendo un sorbo de vino―, me gustaría que sea una sorpresa para ti, después de todo lo que pasó, te vendría bien sonreír un poco.

―Me preocupa que hagas una macana nuevamente y todo se termine por ir al carajo otra vez ―habló seria y algo molesta.

―Tuve que firmar un contrato de nuevo y las condiciones ya las tengo dadas, no se repetirá nada ―contestó con certeza.

―El año pasado tuviste un contrato también y te measte en él porque no te importó nada ―dijo tajante y enojada.

―Me importaste tú ―declaró con sinceridad y ella se quedó callada mientras lo miraba a los ojos―. Y sabes que haría lo que fuera con tal de no verte en peligro, de todas maneras, eso quedó todo en el pasado y ahora tendríamos que estar contentos en saber que tengo una nueva oportunidad que no desaprovecharé ―expresó con una sonrisa.

―¿A qué hora debemos viajar? ―preguntó con curiosidad.

―Por la noche, ya está todo arreglado con anticipación para que viajemos ―respondió con entusiasmo.

―Te veo tan contento que me das miedo ―acotó ella nerviosa por toda la vorágine precipitada que se estaba viniendo encima.

―Tranquila, todo estará bien. La verdad es que estoy nervioso y feliz también pero es una oportunidad que me ofrecieron y no puedo desaprovecharla ―comentó.

―¿Cómo es posible que alguien quiera volver a contratarte después de la vergüenza que pasamos? ―volvió a rematarla.

―Gracias al nuevo proyecto que desarrollé, alguien más lo supo y me ofreció trabajarlo en masas ―respondió sin darle vueltas al asunto.

―¿Acaso todo esto tiene algo que ver con las carreras? ―formuló entrecerrando los ojos.

―No, para nada, es otra cosa pero los motores ignífugos deben producirse en el exterior ―manifestó mintiéndole.

Ambos acomodaron las cosas que usaron para luego descansar.

―Puede que te crea pero no tanto, mientras asimilo todo lo que me has dicho, me iré a dormir, ya mañana prepararé las cosas ―dijo dándole un beso en la mejilla y deseándole las buenas noches.

―No me dijiste como te está yendo con el encargo ―declaró su padre.

―Muy bien, de a poco va tomando forma ―contestó con una sonrisa.

―Me alegro mucho, descansa, preciosa ―emitió.

―Gracias, igual tú.

Apenas ella se metió en la cama, su cabeza fue más allá de lo que su padre le había comunicado y sin querer, en su mente apareció Luka Cassiragghi.

¿Por qué corno se le había aparecido él en su mente? Ni siquiera lo de su padre estaba relacionado con el italiano como para que sus pensamientos fueran a aquel hombre ―reflexionó con un suspiro y pesar.

La noche en que su padre y ella debían viajar otra vez a otro país, llegaron al hangar donde el piloto de avión y el dueño de la escudería Mercurio los esperaban. Ella quedó de piedra cuando reconoció al hombre.

―Papá, ¿qué hacemos aquí? ¿Qué está haciendo acá el dueño de la escudería? ―preguntó intrigada y sorprendida también.

―Bajemos mejor y no perdamos el tiempo ―respondió con una sonrisa.

―¿Otra vez? ―cuestionó yendo frente a él para que no avanzara más―. ¿Otra vez querrás embarrarla? ―volvió a preguntarle frunciendo el ceño y algo molesta.

El dueño de la escudería se puso detrás de ella y le habló;

―Calma, Fiorella. Que tu padre ya sabe todo lo que tiene para perder ―comentó a su espalda―, y no creo que tenga intenciones de volver a cometer el mismo error, aunque fue fomentado por otra persona y tenía una amenaza encima ―dijo el hombre mientras ella lo miraba a la cara.

―¿Por qué volvieron a darle una segunda oportunidad? ―formuló queriendo saber.

―Porque consideramos las cosas, porque creo que es una parte esencial de la escudería, tu padre es un ingeniero como pocos, deja de lado tantos prejuicios, si lo volvimos a contratar es porque queremos lo mejor en la escudería y lo mejor es tu padre ―anunció mirándola y luego lo miró a Ernesto―. El reglamento este año cambió por lo que pasó el año anterior y otros incidentes más que hubieron a lo largo de las carreras, así que estará vigilado todo el tiempo durante las carreras, no creo que tenga intenciones de volver acometer el mismo error ―respondió con seriedad―, de todas formas si él no se preocupa, ¿por qué tú lo haces? Eso es algo que no te debe afectar, tu padre fue el responsable de aquel problema y no tú ―expresó con una sonrisa.

―Es lo que le dije varias veces, pero insiste en sentirse afectada por llevar el apellido, eso es más que nada ―acotó el padre―. Y le aseguré a mi hija que no volvería a ocurrir, se lo aseguré a Cassiragghi también, cuando firmé el contrato.

La joven lo miró sorprendida cuando escuchó de su boca el apellido del piloto, tragó saliva con dificultad porque no esperaba algo así.

―¿Él te contrató? ―inquirió ella con asombro.

―En parte, sí ―respondió al mirarla.

El piloto de avión se acercó a ellos para avisarles que todo estaba listo para el viaje y antes de que ella volviera a hablar, el dueño de la escudería los invitó a subir al avión privado. Cuando el aeroplano ya estaba en vuelo, los tres volvieron a retomar la charla que habían dejado.

―¿Me vas a decir cómo surgió que te volviera a contratar? ―interrogó su hija mirándolo a los ojos.

―Luka me llamó cuando vino aquí para tu exposición ―fue el turno del dueño de Mercurio el que habló por Tassone―, me dijo que se había encontrado con tu padre porque tú le comentaste a él que estaba desarrollando un motor ignífugo. Lo probaron y supo que era apto para poder tenerlo en las carreras. Así que dicho motor será producido en series para todos los coches de cada piloto ―continuó diciéndole―, después de todo, creo que tú sin haberlo querido fuiste responsable de que a Cassiragghi le interesara saber más sobre el proyecto de tu padre y ahora, ambos están aquí para volver a Milán ―admitió con una sonrisa.

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