Capítulo 11
Buenos Aires, Argentina
Palermo Soho
Habían pasado doce meses exactos para la primera exposición de esbozos de Fiorella Tassone en una galería de arte que había conseguido en la ciudad de Buenos Aires, gracias a la dueña que se la había alquilado con amabilidad. Los bocetos que iba a presentar habían llevado sus meses de arduo trabajo y horas sin dormir, pero los resultados habían valido la pena. Estaba mucho más que feliz con su colección de dibujos, todos ellos eran de un mismo tema y se centraban en un solo hombre y su entorno.
La muestra solo duraba dos horas y esperaba que alguien se interesara en sus esbozos para comprar algunos. Hubo un cóctel y los invitados fueron llegando. Después de la culminación del pequeño evento, la dueña del local se acercó a ella.
―Fiorella, hay un señor que acaba de comprarte la colección y en retribución me dijo que te preguntara, si era posible conocerte en persona ―comentó la mujer.
―¿Conocerme? ¿Compró la colección? ¿Completa? ―formuló con asombro e incredulidad.
―Así es... Si estás de acuerdo, le diré que aceptaste que te conozca ―respondió con una sonrisa.
―Está bien, dile que solo diez minutos y que en esos diez minutos serán para entregarle la colección también ―expresó seria pero muy nerviosa también.
―Perfecto, ¿quieres que me quede? ―cuestionó.
―No señora Mónica, yo cerraré y me iré ―contestó―, muchas gracias por todo.
―Cuando gustes, cariño. Un placer, te felicito por tan magnífica colección, creo que al comprador le quedará perfecta en su casa ―dijo sonriéndole.
Luka permanecía fuera del salón, nervioso y pitando como un desesperado el cigarro que tenía entre los dedos. No fumaba nunca pero en cuestiones como aquellas que tenía los nervios salidos por los poros lo hacía. Caló una última vez y tiró la mitad del cigarrillo en el piso y lo apretó contra la suela del zapato. Llevaba traje sin corbata y esperaba que Fiorella aceptara volver a verlo aunque fuera con un nombre falso.
Cuando la señora se retiró luego de saludarse con un beso en las mejillas, se acercó al hombre y le dijo que pasara. Luka entró y cerró la puerta, ella quedó esperando en el centro del pequeño salón, se sentía expectante, estaba demasiado nerviosa y no sabía el porqué.
El italiano la miró de espaldas, llevaba el pelo recogido en una preciosa trenza y un vestido corto y de mangas largas en color azul que le quedaba perfecto. La argentina intuyó que alguien estaba dentro de la sala y en el instante en que ella se giró, él habló;
―Fiorella ―fue lo único que dijo.
La joven no lo esperaba jamás allí.
―Luka ―contestó sin creer que estuviera ahí―. ¿Qué haces aquí? ―preguntó sin poder caer aún de la presencia de él.
―La colección es perfecta y quedará muy bien en la casa.
―¿Tú compraste la colección? ―formuló sorprendida acercándose a él sin darse cuenta.
―Sí, supe que presentabas la primera exposición y decidí venir ―notificó con una sonrisa.
―¿Por qué? ―inquirió intrigada.
―Porque quise ―admitió y se quedó sorprendido al ver los dibujos tan detallados―, estoy pasmado con los detalles que tienen tus esbozos, son increíbles ―caminó con lentitud por cada uno de ellos, hasta que se detuvo en uno que le llamó por demás la atención.
Tragó saliva con dificultad cuando lo observó mejor, era la noche en que él le había curado la herida de la boca. La escena estaba con precisión, ambos sentados en el sillón, él apoyando el algodón y soplando para que no le ardiera mientras que ella lo observaba casi de reojo.
―Me alegro que te guste la colección.
―Tus manos son increíbles, hay tres que me encantaron... el altercado con tu padre, el que estás sentada en el banco y yo de curioso veo lo que dibujas y este ―respondió señalando el dibujo y volviendo a mirarlo―, fue la noche anterior a que te fueras.
Lo expresó con nostalgia y Fiorella quedó de piedra cuando se percató de eso.
―No creí que... ―emitió y frunció el ceño.
«¿Qué iba a decirle? ¿Que no creía que a él le importaba ella? Era una idiota realmente si pensaba eso de Luka Cassiragghi», caviló con pesar.
―¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué terminaste yéndote? ―inquirió cuando la miró de frente.
―Sabes bien el porqué me fui de Italia. Regresé porque era lo mejor, a tino te molestaba esa persona y a mí me perdía el rastro, fue por eso nada más ―contestó ella con firmeza.
En aquel salón había reinado el silencio cuando la joven terminó de contestar su pregunta, de a poco fue descolgando los cuadros de tamaño mediano de las paredes y él la ayudó también.
―¿Puedo invitarte a cenar? Para charlar ―ella lo miró cuando escuchó la pregunta y aunque no quería del todo, le asintió con la cabeza.
Cuando Luka ayudó a Fiorella a meter cada cuadro dentro de una caja, ella tomó el abrigo para colocárselo pero el hombre ya estaba dispuesto a hacerlo por ella, lo tomó en sus manos y se ubicó por detrás para que la joven solo tuviera que flexionar los brazos hacia atrás y él hacer el resto. Apenas se lo acomodó en los hombros, ambos quedaron mirándose, ella de reojo y él casi comiéndola con la mirada. Terminó por tomar la cartera mientras que él llevaba al baúl del auto los bocetos. Apagó las luces y cerró la puerta con llave.
―¿Es tuyo el salón?
―No, la señora con la que hablaste es la dueña, me lo alquiló y mañana debo devolverle las llaves.
El italiano le abrió la puerta del acompañante y ella entró después de darle las gracias.
«¿Qué corno estoy haciendo dentro de este auto junto con Luka?», se preguntó.
Al llegar al restaurante, el encargado los llevó a una mesa apartada para dos personas pero algunos comensales aprovecharon la ocasión para sacarse fotos con él o pedirle un autógrafo, la joven se ofreció a tomarles las fotos. Media hora después, Cassiragghi se decidió a contarle a la argentina, el gran dilema que siempre lo acompañó desde hacía cinco años atrás.
―El que está detrás de todo esto es mi primo y desde hace años que me odia. Ya supiste que fue por cuestiones de categorías con respecto a las carreras que hizo lo que ya sabemos, pero por otra parte, me odia porque cree que yo le quité a su novia de aquel entonces ―notificó de manera sincera apenas la miró a los ojos.
―Entiendo... ¿y no se la quitaste? ―preguntó con énfasis.
―Para cuando yo salía con ella, supuestamente habían terminado, la cuestión es que... él se enteró, tuvimos una pelea porque yo le dije que no estaba enterado que aún seguían de novios, no me creyó y la chica parecía que se divertía con todo el meollo que había armado ―contestó mientras hacía girar su copa de vino.
―Ya veo... ―dijo y no habló más porque esperaba que él continuara con la charla.
―El caso es que en aquel momento mi primo ganaba bastante más que yo y cuando comenzó a decaer por problemas técnicos de los coches con los que corría, terminó por tener un sueldo medio a comparación delo que a mí me pagan hoy en día, aunque nunca compartimos competiciones ―comentó mirando hacia alguna parte de la mesa mientras recordaba aquellos acontecimientos―. El dueño de la escudería fue el que vio la manera en cómo conducía, siempre me gustaron los coches y la velocidad, el día en que me conoció me ofreció correr en las carreras MS1, tuve un entrenamiento que duró casi seis meses, al año siguiente de eso, clasifiqué segundo por ser la primera vez que corría en una carrera tan importante. El primer día del inicio de la competición, gané el segundo puesto, me sentí eufórico ―confesó al mirarla a los ojos.
―No cualquiera entra a una competencia de esa magnitud, ¿cómo lo lograste? ―preguntó por curiosidad.
―Mi padre fue el responsable, me llevaba todos los fines de semana a correr al circuito de Milán, dio la casualidad que ahí mismo, son las pruebas de coches de MS1 ―expresó con una sonrisa―. A medida que las carreras avanzaban, mi fama iba en aumento también. Hasta que conocí a la exnovia de mi primo o mejor dicho, la que seguía siendo, algo que no supe nunca porque ella misma me dijo que no estaba en pareja ―habló mientras se ponía mejor sentado en la silla.
―¿Nunca se vieron en ese tiempo? ¿Cómo es que no la conocías? ―interrogó frunciendo el ceño.
―Su exnovia no era alguien frecuente en las carreras y mi primo y yo no solíamos vernos en persona, así que no, no estaba enterado que seguía saliendo con él ―declaró con seriedad.
―¿Y ahora ella? ¿Sabes dónde está? ―volvió a preguntar con intriga para luego beber un poco de agua.
―Para nada, tampoco me interesa. Primero salió con él cuando tenía su buen dinero, luego salió conmigo cuando yo comencé a ganar de más y cuando mi primo supo que yo salía con ella, me abordó y nos agarramos a las trompadas ―respondió―. Te puedes imaginar el porqué estuvo de novia con él y luego conmigo ―manifestó y la joven le asintió con la cabeza.
―¿Siempre fuiste de una sola escudería? ―preguntó cambiando el tema.
―Sí, desde que me contrató el dueño, siempre fui de Mercurio ―dijo llevando un pedazo de carne a su boca.
―¿Y cómo es que llega mi padre a ser tu ingeniero? ―formuló con demasiada curiosidad―. Discúlpame que te lo pregunte pero en verdad no tengo idea cómo terminó mi padre en Italia y en la escudería sobre todo.
―De esas cosas se encarga la escudería misma, cuando conocí a tu padre, me pareció un tipo bastante agradable hasta que la embarró ―emitió sincero.
―Comprendo, no es para menos ―contestó sin saber qué más decirle al respecto―. En el mismo instante en que llegamos, él comenzó a trabajar en la escudería al día siguiente.
―¿Llegaste junto con él? ―inquirió sorprendido.
―Sí, apenas me dijo que teníamos que mudarnos a Italia, tuve que preparar todo lo de mi carrera para poder estudiar o por lo menos intentar que pudieran equivalerme las materias pero nunca pensé que iban a darme la beca ―expresó entre sorprendida y nostálgica.
―Terminaste tomando las clases a distancia, ¿verdad? ―comentó él y ella asintió con su cabeza―. ¿Estás trabajando o continúas con algún curso?
―Tomo trabajos por encargo y me tomo mi tiempo, lo que quería realizar lo hice, bocetos de modelos vivos y movimientos, y voy practicando con fotografías o cosas que vea.
―¿Cuánto te llevó hacer la colección de doce esbozos? ―interrogó intrigado.
―Cinco meses... hubo noches en que no dormí o dormía muy pocas horas, pero valió la pena todo, quedé satisfecha con el resultado de toda la colección ―respondió con una sonrisa.
―La colección es perfecta ―la observó cuando le habló.
Fiorella se asombró cuando se lo dijo y lo miró perpleja también.
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