Doy brazadas en el agua, mi mente se despeja de lo que me perturba, dificulta la respiración.

 El cabello mojado adhiriéndose a mi cráneo, me paro y miro a la playa desde la lejanía, el caminar de la gente, las risas. 

Me sumerjo en el fondo, solo deseando el silencio, un silencio que mi interior no me ha proporcionado desde hace tiempo.

 El agua se cuela por mi aparto respiratorio, por un segundo  siento la libertad que desee, pero de un momento a otro siento que me hundo aun mas. 

No hay nada mas que hacer. 

Mis piernas y brazos se mueven en una danza extraña y bella a su manera, provocando una melodía que se escucha solo en la profundidad de los mares, un baile extraño como si me moviera al compás de los catares marinos. 

 El oxigeno se me escapa de los pulmones, como burbujas, en ellos se reflejan los colores del agua, mis ojos parecen ser parte de ellos. 

Siento que mi corazón se romperá, que cada uno de los trozos se los llevara la marea, resguardándolos en una burbuja. 

Pero solo deseo dejarme llevar,por la belleza de la naturaleza, por un segundo dejar que todo quede en el olvido.

 Fue un error dejar que todo se resquebrajara delante de mis ojos, notar el temblor de mis manos, el descontrol de mi voz. 

Tengo miedo. 

Miedo a salir a la superficie, y que esta paz se disipe, golpeándome contra las rocas mas puntiagudas, rompiendo cada hebra de mi piel, recordándome que el sufrimiento esta presente en mi sistema. 

Pero me armo de valor, el aire se me va escapando y allí es cuando me doy cuenta de que aquí no acaba la historia. 

Este no es el punto y final, me doy cuenta de que el torbellino en el que estaba ondeando alrededor sumergida sin escapatoria, he salido de el y todo por mi misma.