Si mi enemigo fuera mi sombra, esta no vería la luz. Si mi enemigo fuera este dolor que me adormece, puede que fuera esa estaca que tanto duele. Podría relatar con ahínco todas mis penas, en estos cristales de sal llamadas lágrimas.

Pero no serviría de nada, ya que esto es una mínima parte de lo que puedo contar. El cielo siempre se alza con fuerza, pero yo me derrumbo con rabia. El mar se mueve a su antojo, pero yo me caigo a despojo. Si la luna fuera, brillaría para esos que se merecen un pedacito de ella. ¿Cuánto sufrimiento cabe en el mundo? ¿Cuándo será suficiente tener que oír, en el silencio de mi habitación, todos esos gritos llenos de terror?

Mi voz tiembla, mientras mi corazón bombea. Un impacto hizo que los cristales se resquebrajaran, quebrando la poca fortaleza que me quedaban.

Ojos hinchados de tanto lamentar, es lo único que veo en un espejo que no me alivia. Mi figura es tan uniforme, que podría compararla con el fantasma que me acoge.

Me llevo en su vientre, y luego me hizo creer que era un desastre. Me acuno en sus brazos, para luego soltarme haciéndome percatarme de que venían los tormentos.

Evite la tiniebla, debido a que no deseaba que esta me devorara. Ahora con un aire que entre en mis pulmones con dificultad. Intento levantarme con feracidad.

Podría decir muchas cosas, pero solo servirían para alargar esta letanía llena de desasosiego. Podría pensar en todo lo que hago, pero solo sería una excusa para no ver lo que de verdad me está matando.

Si mi enemigo me hubiera advertido de esta caída, no estaría llena de una creciente tristeza.

Si mi enemigo me hubiera tendido su mano ensangrentada, no se la habría tomado tan confiada.

Ahora se lo que es estar tan rota, que no sientes ni tu presencia.

Por eso mi enemigo no me aviso, sabía que podía romperte con su sola palabra, sabía que por mucho que me escondiera, no tendría una escapatoria o una victoria.

Doy las gracias a mi enemigo, por fortalecerme a base de golpes invisibles, pero letales.