Con sus silencios aplica una maestría que no todos dominan.

Mi corazón solo escucha sollozos, mientras sus palabras perforan. Nadie nunca me hablo de que su sonrisa me destrozaría. He visto tantas cosas, que pensaba que ya nada me dañaría. Pero me equivoque y no me desperté. Sus ojos eran uno de los más caudalosos pozos. 

Mi curiosidad gano a mi seguridad. Desde siempre supe que debía controlarme, para no desmadrarme. 

Mi mente me empuja hacia lugares desconocidos, en los que solo escucho las ramas romperse, hay tantos individuos, que no logro sabes si eso es malo o bueno. Antes veía colores. Ahora solo veo blanco y negro. En eso consiste todo nuestro mecanismo. 

Llevas una rutina que puede llegar a ser exasperante. Pero su figura siempre aparece cuando menos me lo espero. Sus ojos se fijan en los míos. Su postura elegante sin él proponerlo, es lo que me provoca querer acecharlo. ¿Pero para que acecharlo si puedo observarlo? 

El me conoce más de lo que yo a mí misma. Desde el primer segundo, supo mandar las pautas. Algunas rigurosas, otras silenciosas. Con paciencia e indescifrable, su presencia me acompañaba. Me reto y me desequilibro. Toda su esencia era fría, Nada de calidez le representaba o eso creía. 

No hablaba, solo susurraba. No se sonrojaba, solo su temperatura aumentaba. No sonreía solo la comisura de sus labios se alzaba. Puede que no sea una princesa, de esas que son delicadas como una mariposa. 

Está claro que no me preocupo por mi apariencia que doy al exterior, porque me interesa más sanar mi interior. Ya no me preocupa decepcionar, debido a que me acostumbre a que me dañaran. Ya no me preocupa hablar, porque aprendí a que debía parar de callar y que me avergonzaran. 

La imperfección, es la que surca toda mi existencia, que recorre mi vaga presencia, haciéndome participe de una lenta destrucción. Ahora que he abierto los ojos, me doy cuenta de que esta soy yo. Puedo ser fría y caliente. Hábil y torpe. Graciosa y al mismo tiempo penosa. Infeliz y feliz. Me preocupa más hacer a otros felices aunque yo no tenga mis perdices. Estaba tan preocupada por lo que seria y va a ser de mí, que me olvide de que esta soy yo. Siempre ante el mundo fui YO.