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Noche Plateada

El crepúsculo pintaba el cielo con tonos dorados y rosados, mientras el sol se retiraba detrás del horizonte. El reino del Trébol comenzaba a sumirse en la oscuridad, y el ambiente nocturno se dejaba sentir en el aire. Asta se encontraba agotado, las consecuencias de llevar una doble vida empezaban a cobrar su precio.

En su modesta residencia, el pelicenizo intentaba relajarse en el sofá. La fatiga se reflejaba en su rostro y sus movimientos. Había pasado noches en vela y días ocupados tratando de mantener su equilibrio entre su doble vida, estaba empezando a sentir el peso de esa carga.

Con pasos pesados y lentos, se levantó del sofá y se dirigió a la cocina en busca de algo que le ayudara a recobrar energías. El sonido del vaso llenándose de un jugo refrescante rompía el silencio de la residencia. El primer sorbo le proporcionó un alivio momentáneo, un toque dulce que acariciaba su paladar.

De camino de regreso al sofá, se detuvo frente al espejo en el pasillo. El reflejo que le devolvía mostraba ojeras profundas, marcadas por el agotamiento acumulado. Sus ojos, normalmente vivaces, lucían cansados y opacos.

«Solo necesito descansar, mañana espero sea menos agotador», pensó un tanto resignado. Lo que no sabía que el día siguiente sería uno de los peores de su vida. Pero ajeno al mañana se centró en el presente.

Asta se recostó nuevamente en el sofá, buscando relajar su cuerpo tenso y agotado, con la esperanza de conciliar el sueño. Sin embargo, su intento de descansar fue interrumpido por un insistente golpeteo en la puerta principal.

*TOC, TOC, TOC*

«¿Quién será?», se cuestionó en su mente mientras se dirigía hacia la puerta de madera. La emoción se mezclaba con su cansancio, dejándolo con una sensación extraña.

— H-Hola.

— ¿Noelle?

— A-Asta —le dijo nerviosa—. ¿P-puedo pasar?

El chico le robo un pequeño beso en su mejilla, un tanto extrañado de la actitud de su reciente novia, se suponía que ella ya había dejado su nerviosismo y sus inseguridades tiempo atrás. Sin pensarlo abrió la puerta completamente, invitándola a ingresar.

— Hola, Noelle —respondió con ternura—. Claro, pasa.

La mirada nerviosa de Noelle y la maleta que llevaba consigo despertaron su curiosidad. Se apartó para dejarla entrar, y observó cómo avanzaba hacia la segunda planta de su hogar.

— ¿Qué tienes ahí? —preguntó con genuino interés, esperando respuestas a sus preguntas.

— Una sorpresa para después —la sonrisa nerviosa que Noelle le dedicó aumentó su intriga.

En la habitación de arriba, Noelle depositó cuidadosamente la maleta en un rincón, con un aire de misterio en sus acciones. Luego, bajó las escaleras con la misma determinación y nerviosismo que la habían llevado a subir.

pronto ella regresó de la planta alta, dirigiéndose hacia él con pasos lentos y cautelosos. Se lanzó a sus brazos con un arrebato de besos y caricias, llenándolo con su amor y afecto.

— Hoy estás un poco diferente —comentó Asta, dejando escapar una pequeña risa mientras disfrutaba de las caricias que Noelle le proporcionaba.

— No es nada —murmuró ella, sellando sus palabras con un beso en su frente—. Baka.

Con la mujer en brazos se dirigió al basto jardín trasero de su residencia con destino a una hamaca que reposaba entre dos árboles de cerezo, se recostaron ambos en la suave hamaca, Noelle jugaba con los desordenados cabellos rubiocenizos del joven. Después de un rato recostados Noelle se incorporó e invitó al chico. Ambos quedaron uno enfrente del otro.

— Tengo algo que decirte —le dijo para tomar sus manos—. Las palabras que no te pude decirte aquel día de la mazmorra...

— Noelle, No hace falta —Asta la frenó—. Lo sé.

— Si, si hace falta —Noelle lo miro suavemente—. Solo déjame decírtelo.

Asta le sonrió y empezó a acariciar su sedosa cabellera plateada y ella lo miro a los ojos.

— Adelante.

— Eres todo para mí —comenzó Noelle con voz temblorosa—. Mi pareja, mi mejor amigo, mi primer amigo, mi compañero, mi primer y único amor, la persona que me hizo ver el mundo de otra manera, la persona que me cambió, la persona que hizo que mis días oscuros se desvanecieran, la persona que me dio el valor para demostrar que no era una inútil...

Noelle comenzó a expresar sus sentimientos con una sinceridad abrumadora, sus palabras fluían como un río de emociones que había mantenido guardadas durante tanto tiempo. La oscuridad de la noche les rodeaba, pero las estrellas brillaban en el firmamento, iluminando la escena como testigos silenciosos de este momento especial.

— Noelle... —el joven comenzó a sentir en su pecho un ardor creciente e insoportable.

— Discúlpame si alguna vez fuí muy ruda contigo, discúlpame por mis insultos, discúlpame si alguna vez te ofendí, nunca fue mi intención hacerlo, estoy muy agradecida de haberte conocido, de estar a tu lado, eres el ancla de mi vida, mi apoyo emocional, siempre estás ahí para mí cuando más lo necesito. Seguir tu voluntad inquebrantable fue lo que siempre me volvió más fuerte, más fuerte para enfrentar los obstáculos de mi vida que creía insuperables. Hace unos años el pensar, la idea que alguien como tú existiera me hubiera parecido ridícula. Pero apareciste tú.

El cielo nocturno se desplegaba sobre ellos como un lienzo estrellado, una obra maestra celestial que parecía destinada a celebrar ese momento especial. Cada estrella titilaba en la vasta oscuridad, como pequeñas luciérnagas que rindieran homenaje al amor que florecía en ese rincón de la noche.

Pétalos de Sakura danzaban en el aire, como si la naturaleza misma estuviera celebrando su amor. Caían con una elegancia etérea, como pequeños fragmentos de un sueño hecho realidad.

La peliplateada, estaba envuelta en una luz crepuscular que la hacía resplandecer. Su cabello, caía como una cascada de plata pura que fluía en sus dos coletas que añadían un toque de inocencia y gracia a su belleza sobrenatural. Cada mechón parecía susurrar secretos al viento mientras jugueteaba con suavidad en aquella brisa nocturna.

Pero lo que realmente robaba la atención de Asta era su sonrisa. Era una sonrisa que podía iluminar incluso la más profunda oscuridad, una expresión de felicidad pura que nacía del corazón de Noelle y se reflejaba en sus ojos. Esa sonrisa era como un faro, guiando a Asta a través del misterio de su propio corazón.

Las palabras que estuvo guardando durante tanto tiempo finalmente fluían de los labios de Noelle, liberando un peso que había llevado en silencio durante mucho tiempo. Aunque su relación con Asta era aún joven en términos de tiempo, el amor que sentía era muy profundo y sincero. Había luchado con sus propios miedos y dudas, pero en ese momento, se sentía libre.

El corazón de Asta latía en respuesta a sus palabras, como el eco de un latido compartido entre dos almas que se habían encontrado en la inmensidad del universo. En medio de esa noche mágica, bajo el firmamento estrellado y con el aroma suave de los pétalos de Sakura en el aire, el amor de Noelle y Asta se fortaleció, creciendo como una flor en plena primavera.

El pecho de Asta ardió con una mezcla abrumadora de emociones mientras absorbía cada palabra que fluía de los labios de su amada. Sus ojos se humedecieron, una borrosa fusión de felicidad y asombro que no pudo contener. No podía creer que esta fuera la misma Noelle que una vez había sido tan distante, tan reservada. Era como si en ese mágico instante, hubiera descubierto una faceta completamente nueva de su ser, una Noelle que se entregaba con pasión y sinceridad.

Noelle, sintiendo la intensidad de ese momento compartido, dio un paso hacia él, acortando la distancia entre sus cuerpos. Sus rostros estaban a meros centímetros el uno del otro, y el mundo a su alrededor parecía desvanecerse en segundo plano.

— Y por eso... —susurró Noelle, su voz era un eco de las emociones que ardían en su interior.

Asta, aún incapaz de articular palabras, dejó que las lágrimas hablaran por él. Sus ojos, de un verde profundo como los bosques más misteriosos, se cristalizaron con las lágrimas de felicidad que se deslizaban por sus mejillas.

Noelle, con una ternura infinita en sus gestos, alzó una mano y con delicadeza enjugó las lágrimas que fluían de esos verdes ojos. Luego, su mano se deslizó hacia la nuca de Asta, sus dedos acariciaron con suavidad su cabello.

— Te amo... —susurró Noelle, con un tono tan profundo y apasionado que resonó en el corazón de Asta como una dulce melodía.

Las palabras, impregnadas de amor y deseo, se fundieron en el aire, como promesas susurradas al viento, sus labios se encontraron en un beso era el beso más puro y sincero que podía existir, un beso que selló sus almas como dos mitades destinadas a estar juntas.

A medida que sus labios se movían en perfecta armonía, el mundo a su alrededor parecía desvanecerse. Ya no había estrellas en el cielo, ni pétalos de Sakura en el aire. Solo existían ellos dos, perdidos en el abrazo apasionado de su amor.

El corazón de Asta latía al unísono con el de Noelle, como si fueran una sola entidad. Las lágrimas que habían brotado de sus ojos se habían convertido en lágrimas de felicidad, saladas y dulces como el océano que se encuentra con un río.

El beso continuó, con un intercambio de sentimientos y emociones que hablaban más allá de las palabras. Cada caricia de sus labios era un juramento de amor eterno, cada suspiro un recordatorio de que habían encontrado algo precioso y único en el otro.

Finalmente, se separaron, pero sus frentes permanecieron juntas mientras sus alientos entrecortados llenaban el espacio entre ellos.

totalmente sonrojados, entregados al hermoso momento que compartían bajo el lienzo estrellado de la noche. Era un instante que ninguno de los dos olvidaría jamás, un recuerdo imborrable de amor en su forma más pura y apasionada.

Después de la hermosa y conmovedora declaración de Noelle, Asta sintió que su corazón latía con mucha más fuerza, lleno de un amor que parecía desbordar su pecho. Sin perder un instante, la tomó en sus brazos con un gesto lleno de ternura y determinación, como si quisiera proteger ese amor con todo su ser. Sintió el cálido peso de Noelle en sus brazos, una sensación que le hacía sentir completo y en casa.

— Asta... —susurró Noelle con una voz suave y llena de promesas mientras lo miraba con ojos brillantes de emoción—. Espérame aquí, te mostraré tu sorpresa.

Asta asintió con una sonrisa, dejando a Noelle en el lugar acordado. La vio alejarse con pasos firmes directo a la planta alta, su figura iluminada por la tenue luz de la noche que se filtraba por las ventanas. Cada paso de Noelle resonaba en su corazón, como un latido constante que lo conectaba aún más profundamente con ella.

Mientras esperaba, el joven tomó un profundo suspiro, llenando sus pulmones con el aire nocturno impregnado de un suave aroma a flores. Cerró los ojos por un momento, como si quisiera capturar cada sensación, cada emoción que fluía a través de su ser en ese instante mágico.

Noelle se encontraba en esa habitación, donde había dejado su maleta repleta de secretos sensuales. Lo primero que extrajo fue un labial rosa intenso, y se lo aplicó con destreza, realzando sus carnosos labios con un color tentador. Luego, aplicó una sombra rosada bajo sus ojos, destacando aún más sus ojos rosáceos que parecían destilar deseo. Cada pincelada era una invitación al pecado, realzando su belleza sobrenatural.

Después, comenzó a desnudarse con una gracia que hacía que el tiempo se detuviera. Su vestido parecía caer en cámara lenta, revelando una figura de ensueño que parecía haber sido esculpida por los dioses. Caderas exuberantes, una cintura estrecha, pechos generosos con pezones rosados que desafiaban la gravedad, brazos esbeltos y una piel de porcelana que brillaba con un resplandor divino. Cada centímetro de su cuerpo era una tentación irresistible, y parecía la mismísima afrodita encarnada.

Una vez desnuda, sacó de su maleta unas bragas de cuero negro extremadamente provocativas y las colocó con un gesto de desafío sobre su zona más íntima. Ajustó los suaves hilos negros de la prenda con una coquetería audaz. Luego, desplegó un traje de enfermera que se adhería a sus curvas de manera obscena, destacando sus pezones que se alzaban a través de la tela con descaro. Finalmente, enfundó sus largas piernas en unas mallas con un patrón en forma de X que parecían desafiar las leyes de la sensualidad y culmino con unos tacones altos.

Se miró al espejo y se sintió poderosa con la imagen que tenía ante sus ojos. Estaba lista para llevar a cabo cualquier fantasía por el amor que sentía por su amado. Antes de salir de la habitación tomo una pluma y una jeringa.

Noelle bajo con su nuevo atuendo. La tenue luz crepuscular y el resplandor de las velas la envolvían en un halo de deseo, haciendo que su palidez pareciera una invitación al pecado. Su atuendo de enfermera, ajustado hasta la provocación, dejaba poco a la imaginación.

El chico se quedó sin aliento, su boca estaba entreabierta y abrió sus ojos como platos, un rubor intenso tiñó sus mejillas mientras él no podía articular palabra alguna. Noelle sonrojada, inclinó su cintura con un movimiento que emanaba sensualidad y...

— Entonces... ¿Eres mi doctor o mi paciente? —le susurró con una sonrisa traviesa, guiñándole un ojo con una voz que prometía secretos pecaminosos.

Noelle, al notar que el joven estaba completamente hipnotizado, sintió una mezcla de satisfacción y excitación. Su mirada intensa y fija en sus mallas provocó una sonrisa triunfante en sus labios pintados con precisión. En ese momento, su ego femenino se infló como un globo a punto de explotar. Con movimientos sensuales, avanzó lentamente hacia su amado, con sus caderas balanceándose de izquierda a derecha con un ritmo que prometía una danza íntima.

— Hey —susurró, con una voz suave y melosa como el dulce canto de una sirena—. Sígueme.

La voz de la plateada parecía tener un efecto magnético en Asta, sacándolo de su ensimismamiento.

— N-N-Noelle —su nombre salió de los labios del chico con un tartamudeo.

La mezcla de sorpresa y deseo eran tangibles en su voz. Ella se alejó, y empezó a realizar ligeros movimientos de cadera llenos de una confianza desafiante, mientras caminaba, sin esfuerzo rompía la línea de su cintura y creando una sensual curva. Cada paso era como una invitación, una promesa tentadora de lo que estaba por venir.

Los ojos del rubio estaban fijos en ella, incapaces de apartarse de aquella visión hipnótica. La manera en que sus caderas se movían era un baile cautivador que lo dejaba sin aliento, su mente se inundada de imágenes y pensamientos que desafiaban su autocontrol.

Finalmente, llegaron a la puerta de la habitación, y Noelle se detuvo, girando para enfrentarlo. El brillo ardiente de sus ojos atrapó la mirada de Asta, y él se dio cuenta de que había estado observando fijamente sus piernas enmalladas todo el tiempo, sin poder apartar la vista ni por un segundo. Un rubor intenso subió desde su cuello hasta sus mejillas, sintiéndose como un adolescente atrapado en un hechizo sensual que no podía romper.

— ¿Qué tanto miras? —preguntó ella, con un tono juguetón que hizo que su ego femenino se elevara aún más.

— Y-yo... —balbuceó Asta, sin encontrar las palabras adecuadas.

Noelle soltó una risa traviesa, que tenía un efecto embriagador en él. Luego, abrió la puerta, dejando que su amado ingresara primero. El suave y sugestivo sonido de la puerta al cerrarse era un presagio de lo que esa habitación presenciaría después.

— Ponte cómodo, cariño —dijo con una voz que resonó en su interior y lo hizo sentir más despierto y vivo que nunca olvidando por completo su reciente malestar.

«¿A qué se refiere con Doctor o paciente?», de sus pensamientos le resultaba imposible dejar de penar en aquellas palabras dichas por su amada, pero estaba dispuesto a explorar lo que eso significaba.

El chico seguía atrapado en un hechizo que Noelle tejía con su mera presencia. Su rostro estaba enrojecido, sus labios entreabiertos mientras su respiración se aceleraba en respuesta a la situación en la que se encontraba.

— L-luces... G-genial —murmuró Asta, de su voz apenas se escuchó un susurro mientras luchaba por mantener la compostura.

— Dime algo que no sepa —Noelle se regodeaba en su reacción, el color rojo en las mejillas de Asta alimentaba su ego femenino y aumentaba su confianza.

La chica se movió con una gracia sensual y elegante hacia el sofá individual de la habitación.

— Ven... —lo llamó mientras daba pequeñas palmaditas al mueble dejando a un lado los utensilios que traía con ella.

El chico se acercó y acató la instrucción, recostándose en la comodidad del sofá mientras disfrutaba de la vista que tenía enfrente. Noelle con ayuda de su magia mojaría su prenda superior, y sus pezones quedaron muy marcados a través de la tela empapada, revelando el fuerte color rosa que poseían. El cenizo, en respuesta, sintió mucho calor recorrer todo su cuerpo de pies a cabeza, y su entrepierna quedaría visiblemente marcada.

Noelle, haciendo gala de sus atributos perfectos y con una confianza aplastante, comenzó una danza sensual frente a su amado. Su cintura se movía con un ritmo seductor de derecha a izquierda, mientras realizaba giros sensuales y se inclinaba, revelando la tentación de sus glúteos cubiertos por unas provocativas bragas de cuero negro. Cuando se colocó de espaldas, comenzó otro baile aún más provocativo, sus caderas se movían de manera hipnotizante, rozando descaradamente el pantalón del chico con cada movimiento. Cada contacto parecía encender una llama de deseo en él, y su respiración se volvía un suspiro entrecortado mientras sucumbía completamente a la pasión que ardía en el aire.

La chica se acomodó en las piernas del joven, sintiendo su anatomía en sus posaderas. En lugar de apartarse, se volvió hacia él y lo observó, notando cómo estaba visiblemente nervioso y agitado. El chico había caído completamente bajo el hechizo de su amada.

— Hey —le dijo Noelle, acompañando sus palabras con una pequeña palmadita en su rostro—. Relájate, cariño, esto apenas está comenzando.

Después de esas palabras, el joven, lejos de relajarse, se agitó aún más de lo que ya estaba. Solo pudo mirar a la mujer mientras ella se alejaba de la habitación, moviendo sus caderas suavemente, dejándolo ansioso y desesperado por lo que vendría a continuación.

A los pocos segundos ingresó de nueva cuenta a la habitación.

Con una pluma en mano, la peliplateada se acercó al chico con la gracia de una depredadora acechante. Una vez cerca, sacó una libreta, tomo su pluma y comenzó a escribir en ella, como si estuviera tomando notas sobre algo...

La tensión en el aire crecía, y cada movimiento de Noelle solo servía para aumentarla. La Silva lo observo en el mismo estado de agitación, también se percató de como los orbes verde esmeralda del muchacho parecían comerla con esa mirada sumamente lasciva.

— Bueno, viendo las circunstancias, serás mi paciente —anunció Noelle con una sonrisa traviesa.

Asta la miró, confundido por sus palabras, pero no encontró las palabras para responder. Noelle dejó su libreta en un mueble cercano, y luego se acercó a él para unir sus labios. Fue un beso apasionado, cargado de deseo y anticipación, un beso que hizo que el corazón del cenizo latiera aún más rápido.

Cuando el beso se rompió, la Silva se apartó lentamente, su figura hipnótica moviéndose hacia la puerta. Levantó ligeramente su prenda, dejando al descubierto una sugerente vista de sus glúteos, y revelando esa parte íntima de sí misma que lo dejó sin aliento, y a su mente luchando por procesar lo que estaba viendo.

— Y mi diagnóstico es... —le dijo la peliplateada con voz sugerente—. Tienes hambre, mucha hambre.

Asta quedó atrapado entre el desconcierto y la excitación.

Noelle se detuvo en el umbral de la puerta, de nueva cuenta su figura se envolvió en una danza seductora mientras sus caderas se movían con una sensualidad hipnótica de derecha a izquierda. Un baile que emanaba un magnetismo irresistible. Poco a poco, comenzó a despojarse de sus prendas, dejando que cada pieza cayera al suelo y revelara la piel que había estado oculta. El chico quedó inmóvil, sus ojos seguían cada movimiento que hacía con una mezcla de fascinación y anhelo.

Cada prenda que caía al suelo era como un destello de excitación, y Asta no podía apartar la vista de la figura de Noelle desnudándose ante él. Su espalda al descubierto, sus largas y sensuales piernas, las mallas negras que acariciaban su piel, las bragas de cuero que resaltaban su palidez de manera exquisita, su cintura estrecha y delicada. Era una visión que se quemó en su mente, una imagen que lo consumió por completo y que no olvidaría jamás.

Con cada movimiento de cadera y cada prenda retirada, la anticipación se volvía más intensa.

Finalmente, con un último meneo de caderas y un aura de misterio, Noelle se retiró de la habitación. La puerta se cerró nuevamente detrás de ella, dejándolo solo en la habitación, su cuerpo vibraba con emociones conflictivas y un deseo que lo consumía por completo. No sabía cómo había llegado a este punto, pero lo estaba disfrutando más de lo que pudiera haber imaginado.

«Ella es perfecta», su mente repetía esas palabras como un mantra. Cada detalle, cada movimiento, cada centímetro de su cuerpo lo había atrapado en un torbellino de deseos y emociones que amenazaban con desbordarse. La imagen de Noelle se quedó grabada a fuego en su memoria, dejándolo en un estado de agitación que nunca había sentido antes.

Después de unos minutos, la peliplateada volvió a entrar a la habitación, luciendo igual de impresionante en su lencería negra. Su cabello caía libremente sobre sus delicadas clavículas, enmarcando su figura con una sensualidad irresistible. Pero esta vez, había agregado un toque provocativo a su apariencia. se había untado sobre sus pechos se crema batida y jugosas cerezas, ocupaban el lugar donde normalmente estarían sus rosados pezones.

La vista que se presentaba ante el chico era simplemente impactante, y su rostro se tiñó de un rubor intenso mientras sus ojos permanecían abiertos como platos, incapaces de apartarse de esa visión. La expresión juguetona de Noelle aumentaba su nerviosismo y anticipación. Ella avanzó con pasos seguros hasta sentarse en la cama, cada movimiento transmitía una confianza y una seductora audacia. El chico estaba completamente cautivado por su presencia.

La chica, con su encanto innato, hizo una señal al chico para que se recostara en su regazo. Asta obedeció al instante, con su mirada aún fija en la figura de Noelle adornada con crema batida y las jugosas cerezas. No podía creer que todo esto estuviera sucediendo, que ella estuviera a punto de llevarlo a un territorio de deseos que nunca antes había explorado.

Los dedos de Noelle acariciaron suavemente el rostro del chico, sus toques delicados como plumas abrazando su piel. Cada caricia parecía encender una chispa dentro de él, su piel se erizaba bajo el roce de esos dedos tan esperados. La suavidad de su tacto contrastaba con la intensidad de las emociones que corrían a través del cuerpo del chico.

La escena se desenvolvía con un ritmo propio, un baile de sensaciones y emociones que envolvían cada centímetro de su ser. El chico se dejó llevar por las caricias de Noelle, que se percató de la masculinidad marcada a través del pantalón del chico.

— Mi paciente... Tiene hambre —le dijo Noelle incapaz de apartar su mirada llena de deseo hacia la entrepierna del cenizo.

— ¿Te vas a quedar ahí? —continuó la chica—. Come.

Lentamente, el chico se acercó al sugerente escote cubierto de crema batida. Con una delicadeza cautelosa, su lengua comenzó a recorrer el contorno de los pechos de Noelle, limpiando con devoción la crema batida embarrada en ellos. Cada lamida eliminaba la crema y dejaba al descubierto la jugosa cereza que adornaba uno de los pezones de la peliplateada. Un leve mordisco sobre la cereza provocó un gemido suave y melodioso de su amada, que resonó en el aire de aquella habitación.

La respiración de la Silva se volvía cada vez más entrecortada mientras el chico continuaba su juego de sabores. Su boca y lengua recorrían su piel con una pasión que encendía los sentidos de ambos. Aquellos sonidos placenteros que escapaban de los labios de la peliplateada incentivaban aún más al chico, quien se dejaba llevar por el deseo y la pasión del momento.

Después de dedicar su atención al pecho izquierdo de su amada, succionando, lamiendo y mordisqueando su alzado pezon con una intensidad cautivadora, la chica lo detuvo suavemente y señaló su otro pecho, todavía cubierto de crema batida. Con una mezcla de anticipación y excitación, el chico obedeció, centrándose en ese nuevo postre de ensueño. Cada lamida eliminaba la crema y dejaba al descubierto la piel suave y tersa que yacía debajo. Cuando llegó al pezón, su lengua comenzó a moverse con una combinación de suavidad y pasión, provocando gemidos y suspiros de placer de Noelle, quien se encontraba sumergida en el papel de la enfermera sexy.

La excitación en la habitación era cada vez mayor, como una combinación de deseos compartidos y emociones en ebullición. Noelle se dejaba llevar por las sensaciones que recorrían su cuerpo, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su entrepierna que ya la sentía gotear, creando una necesidad insoportable que solo aumentaba con cada lamida y succionada del chico.

Después de que ambos pechos estuvieran relucientes y libres de crema batida, la chica dejó que sus frágiles dedos acariciaran el rostro del chico con una ternura que contrastaba con la pasión que habían compartido. Los ojos de ambos se encontraron, llenos de un deseo mutuo y un vínculo que trascendía aquel juego de rol improvisado. En ese momento, el mundo a su alrededor parecía desvanecerse, dejando solo a ellos dos, conectados por la intensidad de sus emociones y la conexión profunda que compartían.

— ¿Aún tienes hambre? —le preguntó con una dulce y atrevida voz.

— Si...— la voz del chico, ronca y cargada de anhelo, resonó en respuesta a su pregunta con su voz hambrienta de más.

Dejando claro que su apetito iba más allá de lo culinario...

Asta la observo mientras se levantaba y se dirigía hacia la puerta de la habitación, notando la agitación en la respiración de su enfermera, que apenas pudo ocultar. Era evidente que su juego de roles estaba surtiendo efecto en ambos.

Noelle durante su trayecto hacia la habitación adyacente, el roce del aire parecía encender aún más el calor que ardía en su entrepierna. La intensidad de sus emociones se reflejaba en cada movimiento, de sus piernas temblorosas, en cada respiración entrecortada y en el sonido irregular de los tacones resonando en el suelo.

Una vez dentro de la habitación, Noelle no pudo evitar inhalar y exhalar fuertemente. Su pulso estaba descontrolado, la adrenalina recorría sus venas y su piel estaba erizada. Con una confianza aparente, saco de su maleta pequeñas pastillas azules y las trituró hasta convertirlas en polvo fino.

Luego, mezcló ese polvo con la crema batida que reposaba en un recipiente cercano, creando una mezcla que prometía satisfacción en más de un sentido.

El chico aguardaba, impaciente y ansioso, con la respiración agitada, sin saber con certeza qué le aguardaba a continuación.

La peliplata regresó a la habitación de igual forma embarrada de crema batida en su pecho, tapando sus pezones. Pero está vez también traía aquella crema embarrada en su abdomen, su vientre bajo y su cuello.

Ella se tumbó en la cama.

— ¿Qué esperas?, mi hambriento paciente —la invitación cargada de deseo resonó en el aire.

El chico no necesitó más para lanzarse a la tarea que se le presentaba. Su hambre ya no era solo por aquel dulce postre sino por las sensaciones intensas que Noelle parecía prometerle con cada movimiento, con cada gesto. Sin titubear, se abalanzó hacia su amada, con un deseo contenido que se desbordaba en cada lengüetazo que dejaba sobre su piel.

Cada caricia de su lengua, cada roce con la crema batida, enviaba corrientes eléctricas a través del cuerpo de la chica, que no podía contener los gemidos que escapaban de sus pintados labios. Las manos de Noelle se enredaron en el cabello del chico, aferrándose a él como si no quisiera que se detuviera jamás. La intensidad de las sensaciones la tenía cautiva, rendida ante el torbellino de placer que la recorría.

El viaje de la lengua del chico continuó, recorriendo el cuerpo de la peliplateada, cada lamida, cada beso, cada mordisco dejaba su marca en la piel de Noelle, creando un sendero de sensaciones ardientes que la consumían por completo. El chico se acercó a su vientre bajo donde deposito un leve mordisco, luego bajo más y más, y la anticipación hizo que el corazón de Noelle latiera con fuerza en su pecho. La tenue luz revelaba el brillo del cuero negro de su panty, y el chico no podía apartar la vista de esa de esa prenda hipnótica.

Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos mientras la intensidad del momento crecía. El deseo los envolvía, los llevaba a un lugar donde solo existían ellos y nadie más.

El rubio con sus fuertes manos levanto ligeramente las posaderas de Noelle para después dejar a sus dientes trabajar con cuidado en desatar los hilos que mantenían la panty en su lugar. Cada contacto de sus manos con la piel de Noelle era como una brasa que avivaba el deseo. Cuando la prenda finalmente cayó al suelo, dejándola completamente desnuda, únicamente cubierta por las mallas enfundadas en sus piernas.

La visión de su figura y la reacción que provocaba en él, dejaron al chico maravillado.

Asta se inclinó más cerca, permitiendo que sus sentidos se inundaran con su esencia. El olor y la humedad que emanaban de ella eran una invitación tentadora para sus instintos más primitivos. Noelle ante la vista lujuriosa del chico y ver cómo este se acercaba muy lentamente a su zona íntima. Empezó a retorcerse y a humedecerse aún más.

El deseo estaba palpitando entre ellos, como un eco constante en el aire. Asta podía sentir la lucha interna de Noelle, su vulnerabilidad y su necesidad de sentirse deseada y amada, su KI lo pedía a gritos.

La tensión sexual se disparó cuando el chico se percató de como los labios inferiores de la joven se dilataban. Finalmente, Asta se acercó aún más a aquella zona húmeda y olorosa, tan cerca que podía sentir el calor de su piel y aquel liquido transparente y viscoso que segregaba de su intimidad.

—¿Q-q-qué e-esperas? —le preguntó muy nerviosa

Lentamente, como si estuviera explorando cada rincón sagrado de su ser, Asta comenzó a depositar besos suaves y cortos en sus labios vaginales. Cada uno de sus besos provocaba una reacción en cadena en el cuerpo de Noelle, y los gemidos que escapaban de sus labios pintados eran como una melodía de placer que llenaba el aire. El chico no podía evitar sentir una mezcla de emoción y satisfacción al escuchar esos sonidos que él mismo estaba provocando.

Movido por esos gemidos melodiosos que se entrelazaban con sus acciones, Asta dejó que su lengua se uniera a la ecuación. Cada caricia húmeda de su lengua desataba un torrente de sensaciones en la peliplateada. Ella arqueaba la espalda, perdida en las olas de placer que la envolvían. La tensión sexual que había estado construyéndose entre ellos se estaba liberando poco a poco por la lengua del cenizo que se movía de un lado al otro, su boca se convirtió en un instrumento de succión de aquel fluido viscoso que Noelle segregaba.

— Asta...

— Asta...

— Asta... 

Susurraba su nombre entre gemidos entrecortados.

Los dos estaban inmersos en un mundo propio, donde Asta le entregaba placer a su amada, esas sensaciones abrumadoras los envolvían por completo. Cada movimiento, cada contacto, era un testimonio de su conexión y deseo mutuo

Noelle empezó a tener espasmos placenteros y sus gemidos se hicieron más sonoros cuando Asta no tardó en encontrar el punto más sensible de una mujer, con su lengua empezó a realizar movimientos circulares en su clítoris acompañados de suaves besos y muy leves mordiscos en ese punto tan sensible.

—¡¡¡SI!!!

— ¡¡¡AHÍ!!!

Asta provocaba gemidos aún más intensos y sin control en Noelle. Los espasmos de placer recorrían su cuerpo, y sus gemidos, que ahora eran gritos de éxtasis, llenaban el espacio que compartían. La peliplateada se abandonaba a las sensaciones, dejándose llevar por la marea de placer que su amado le proporcionaba.

— ¡¡¡NO PARES!!!

—¡¡¡SIGUE!!!

— ¡¡¡MÁS RÁPIDO!!!

— ¡¡AHH!!

Esas palabras de la plateada aumentaban el éxtasis del chico, que, acatando las órdenes, los movimientos de su lengua se hicieron más intensos, en consecuencia, Noelle fue llevada al clímax en una explosión de gemidos sonoros que llenaron la habitación, una manifestación audible de su placer y entrega en ese momento.

El chico se quedó atónito ante la sorprendente cantidad de líquido que Noelle liberaba de su intimidad, asemejándose a un chorro liberando agua a presión. Empapando su rostro al completo. De ese líquido viscoso y transparente. Su cuerpo temblaba por la intensidad de las sensaciones, su respiración agitada reflejaba el torrente de emociones que la recorrían. Noelle también quedó sorprendida pues fue el orgasmo más placentero que había experimentado hasta ese momento.

A medida que la ola de éxtasis se calmaba, se incorporó lentamente, todavía envuelta en el rubor ardiente de la pasión compartida.

Después de ese instante, Noelle se movió con determinación, tumbando al chico y comenzando a despojarlo de sus prendas una a una. El sonido de la ropa cayendo al suelo resonaba en la habitación, acompañado por el latido acelerado de sus corazones latiendo al unísono. Cada prenda que se apartaba revelaba más de la piel del chico, despertando el hambre en Noelle como una depredadora al asecho. La habitación se convertía en un santuario de intimidad, un lugar donde sus deseos y emociones estaban fluyendo como un caudal desbordado.

La chica observaba con sumo deleite la anatomía del chico. La mirada de Noelle se tornaba hambrienta y centrada en el cuerpo de su amado. Con timidez y determinación a la vez, se acercó a esa zona que tanto deseaba explorar.

La pasión que habían compartido momentos antes se encendía de nuevo, avivada por el deseo de Noelle, se centró en la entrepierna de Asta y tímidamente se acercó a ese lugar dejando cortos y tiernos besos en el falo del chico. La reacción del pelicenizo no hizo esperar.

lo hicieron soltar sonidos placenteros de sus labios que incentivaban a la chica a continuar mimando esa zona. El chico sentía sensaciones que nunca había experimentado antes, los labios seductores de su chica en contacto con su piel lo hacían naufragar en un inmenso océano de éxtasis y lujuria que lo hicieron soltar gemidos roncos que incentivaban a la Silva a continuar dejando cortos besos esa zona.

El chico incapaz de contener su respuesta, sus labios se curvaban en una mezcla de placer y sorpresa ante las sensaciones que Noelle estaba despertando en él. Los sonidos que él liberaba incentivaban a la chica a continuar, embriagándose con el impacto que sus acciones tenían en él.

—Noelle...

—Noelle...

—Noelle...

Repetía su nombre con una voz que ella pocas veces escuchaba en él, esos susurros placenteros eran como una canción de entrega, una melodía que solo podía ser compartida entre dos almas unidas en ese momento íntimo.

—¡Noelle!...

Esos susurros se volvieron más sonoros y más seguidos cuando la chica introdujo la anatomía masculina en su boca empezando a juguetear con su lengua en aquella zona en una danza sensual y fogosa, moviendo su cabeza de arriba hacia abajo en compas de los sonidos placenteros que explanaban los labios de su paciente.

—¡¡Noelle!!...

—¡¡Noelle!!...

Mientras más sonoros y repetitivos se hacían aquellos sonidos placenteros expulsados de sus labios, ella aumentaba la intensidad, el chico no aguanto demasiado, acompañado de un fuerte gemido semejante a un gruñido llego al éxtasis al igual que ella momentos atrás, liberando su líquido espeso en la boca de su enfermera. La plateada se sorprendió de la cantidad liberada tragando un poco por instinto, mientras liberaba el miembro del chico de la prisión de su boca.

Asta no pudo evitar la necesidad de envolver a Noelle en un abrazo posesivo, su deseo y conexión compartidos se manifestaban en ese gesto apasionado. Los latidos acelerados de sus corazones parecían sincronizarse en ese abrazo cargado de intensidad, en ese mismo instante, ambos quedaron envueltos en una bruma de placer compartido que los unía en un lazo indisoluble.

— Glump... —tragó la chica—. Asta...

— vamos a tomar una ducha —las palabras susurradas al oído de Noelle resonaron como una promesa de más momentos compartidos que se avecinaban...

El chico la llevó en brazos con una delicadeza tangible hacia la ducha, donde la colocó con suavidad en el lavamanos. Una mirada pícara de la chica indicó sus intenciones, abriendo sus piernas mostrando su intimidad en todo su esplendor.

El chico guiado por sus instintos de la vista de aquella húmeda zona, listo para volver a explorar aquel terreno íntimo que los había unido momentos atrás. Sin embargo, su avance se detuvo cuando Noelle le impidió continuar con un taconazo en su rostro. El gesto tomó al chico por sorpresa, pero la mirada de la chica y su voz suave le dejaron claro que aún había mucho por descubrir esa noche.

— Espera... —le dijo con una voz suave y una mirada que le decía que la noche apenas comenzaba.

— ¿Noelle?

— Ayúdame a quitarme esto... —le dijo señalando sus mallas.

— Si...

Con torpeza, pero también con dedicación y cariño, Asta comenzó a retirar las mallas negras que envolvían las piernas bien definidas de la plateada. Cada deslizamiento de la tela revelaba más de su piel, dejando al descubierto esas tonificadas piernas que habían sido el objeto de su deseo. Los tacones altos también fueron retirados, liberando sus pies y permitiendo que la chica se sintiera más cómoda en ese entorno de intimidad compartida. Dejándola al descubierto, bajo la luz tenue de las velas que resaltaba la desnudez y la fragilidad de Noelle,

El rubio cargó a Noelle con cuidado, apreciando la vulnerabilidad y belleza de su cuerpo desnudo bajo la tenue luz de las velas. La depositó con suavidad en la ducha, permitiendo que el agua tibia los envolviera y limpiara de todo rastro de sus fluidos corporales impregnados en el cuerpo del otro.

La suave espuma se deslizaba por el cuerpo de Noelle, resaltando cada curva y línea de su figura. Asta comenzó a enjabonarla con delicadeza, empezando por su estrecha cintura y subiendo gradualmente hacia su prominente busto. Cada movimiento estaba cargado de un cariño y deseo tangibles. Asta no se resistió a depositar besos en su cuello de porcelana. Noelle gemía al contacto con su piel.

Siguió con el enjabonamiento, sus manos se deslizaron por su cuerpo, tanteando cada centímetro de piel. Las caricias y el tacto de las manos de Asta provocaban en la Silva una mezcla de sensaciones: placer, anticipación y un deseo creciente. Su figura estaba bañada en un resplandor irreal bajo el agua, como si fueran los únicos dos seres en el mundo.

Ella se voltearía mirando con ternura y deseo al chico.

— Date la vuelta —le susurro al oído mientras le mordía el lóbulo de su oreja.

Los roles se invirtieron. El chico obedeció, permitiendo que ella se convirtiera en la cuidadora de su placer. Noelle comenzó a tallar su espalda, moviendo sus suaves y frágiles dedos con una combinación de delicadeza y pasión. Y la otra mano se encontraba posicionada en el miembro erecto del joven, cada caricia y movimiento en esa zona parecía reaccionar a su toque, generando sensaciones eléctricas que recorrían el cuerpo del chico, la boca de Noelle devoraba el fornido cuello de su amado con un deseo ardiente y una lujuria voraz. A pesar de estar bajo el agua sus labios dejaban una estela de fuego en la piel de Asta, y sus mordiscos se convertían en marcas de pasión que quedaban impresas en el cuerpo de su amado como testimonio de su desenfrenada entrega. Cada beso era como una promesa susurrada en la piel, una promesa de placer y deseo.

Asta se sentía como si estuviera en otro mundo, como si el tiempo se hubiera detenido para dar paso a una eternidad de deleite, ante esas sensaciones irresistibles de nueva cuenta estaba cayendo en el éxtasis, una vez más expulsando sus fluidos de una manera vertiginosa y en gran cantidad.

Él se giró hacia ella con una pasión abrasadora y la besó con una entrega apasionada que parecía prender fuego a sus almas. Sus labios se encontraron en un beso largo y ardiente, el mundo a su alrededor se difuminó en la lujuria que los consumía. El agua caliente de la ducha caía sobre sus cuerpos, creaba una cortina de vapor que aumentaba la sensualidad del momento.

Los labios de Asta exploraron los de Noelle con un deseo voraz, y sus lenguas se enredaron en un baile erótico y apasionado. Cada beso era un recordatorio de la promesa de placer que se avecinaba.

Una vez termino aquella relajante y picante ducha, Noelle fue la primera en abandonar el lugar, desnuda se dirigió a la puerta, se posicionó justo en el umbral donde se agacharía revelando su intimidad en todo su esplendor, acompañado de muy sutiles movimientos de cadera, el chico ante ese panorama su deseo de hacer suya a su chica crecían cada vez más y más, su virilidad que permanecía erecta era la prueba irrefutable.

Asta salió a paso lento de la ducha con dirección a la chica que aún se encontraba en posición meneando suavemente sus caderas, su provocativa pose desató una tormenta de deseos en él, llevándolo al borde del autocontrol, pero cuando el chico estaba detrás de ella, está se volteó y con una sonrisa juguetona tomo de la mano a su amado y lo guío devuelta a la cama.

— Siéntate, mi paciente —le dijo con una risilla.

Se sentó, obedeciendo sus indicaciones de su enfermera, mientras la observaba con una mezcla de ansiedad y deseo.

Al joven le resultó imposible no admirar la presencia magnética de Noelle, sus mejillas de porcelana tintadas de carmesí, con su sonrisa radiante y su cabello sin ataduras que caía en cascadas de plata sobre su piel pálida, bañada por la tenue luz crepuscular. El chico se sentía atrapado por su encanto, como hechizado por una sirena.

La chica por su parte no podía dejar de apreciar el bien tonificado cuerpo de su amado con ojos hambrientos. Cada músculo y línea definida de Asta alimentaban su hambre por él cada mirada en su miembro erecto acrecentaba el fuego que ardía en su interior. Sabía que el momento culmen se aproximaba. Lamiendo sus labios se volteó y a paso lento en una suave danza sensual salió de la habitación. Dejando al chico un con un sentimiento de desconcierto y excitación.

Con pasos decididos y un aura de anticipación, Noelle ingresó a la habitación adyacente donde había dejado preparada una sorpresa para su noche íntima. Entre los objetos que había traído estaba una botella rosada con bordados lilas, y en letras delicadas se podía leer "juegos sensuales". Esta cajita guardaba la promesa de aventuras y exploraciones más allá de lo ordinario.

El misterio y la curiosidad se entrelazaban en el ambiente mientras la peliplateada regresaba a la habitación principal, sosteniendo la botella en sus manos. El brillo travieso en sus ojos reflejaba su deseo de llevar su intimidad a un nivel más profundo y emocionante. Asta, sentado en la cama, la observaba con atención, expectante de lo que vendría a continuación.

— Mira — le dijo Noelle

— ¿Qué traes ahí? —preguntó el chico, que sonaba muy excitado, estaba hambriento de la mujer que tenía enfrente.

— ¿Te acuerdas de aquel juego de la botella que jugamos no hace mucho? —inquirió con una dulce voz.

—Si, de hecho, creo que esta abajo.

—Este es diferente —le dijo mientras se mordía su labio inferior.

— Diferente... ¿En qué sentido?

—juguemos —propuso la joven—. Y lo descubriremos.

El chico asintió.

La pareja al desnudo cada uno se sentó en la cama uno a cada extremo con la botella en el centro. Ninguno de ellos podía apartar su mirada deseosa de las partes íntimas del otro. Era como un duelo de miradas lascivas que no cesaba.

La primera en girar la botella fue Noelle dónde se detuvo en ella, se dirigió a la cajita y al sacar el papel decía "Besa su cuello"

Noelle no perdió tiempo en aceptar el reto. Movida por el juego y su propio deseo desenfrenado, se desplazó hacia Asta con una determinación que no admitía negación. 

El cuello, esa zona vulnerable y erógena, se convirtió en el epicentro de la devoción de Noelle. Sus labios encontraron el cuello de él, y su boca experta exploró la piel con besos y mordiscos que provocaron en el chico gemidos y sonidos de placer. Las marcas que dejaba con sus dientes en su piel eran evidencia tangible de su pasión, una marca de posesión que ella dejaba con un orgullo oscuro y emocionante.

Cada movimiento de sus labios y dientes generaba una sinfonía de sensaciones que hicieron que Asta se perdiera en el momento, entregándose al placer que su amada le brindaba sin restricciones. La chica al ver las marcas de sus dientes a ambos lados del cuello de su amado se sentía poderosa, como una fiera que había marcado a su presa, su ego femenino se elevaba más y más al ver la expresión de satisfacción genuina pintada en el rostro de su amado.

Las expresiones de satisfacción que cruzaban el rostro de Asta solo intensificaban la confianza y el empoderamiento de Noelle.

Después de unos minutos de juego y exploración, Noelle se detuvo, dejando su marca en la piel de su amado. La atmósfera estaba cargada de electricidad y deseo compartido, una danza cautivadora de seducción y pasión que habían iniciado. El juego recién comenzaba, y ambos sabían que habría más por descubrir, más por experimentar en esa noche palteada.

— Te toca... —le dijo Noelle para regresar a su posición.

El chico jadeante giraría la botella que lo señaló, extendió su mano a la cajita y saco el papel que decía:

" Beso ardiente"

Aquella instrucción encendió aún más las llamas del deseo entre la joven pareja. Cuando el chico se acercó a ella, no había lugar para la contención ni las inhibiciones. Sus labios se encontraron en un beso apasionado y hambriento, como si estuvieran tratando de expresar todos sus sentimientos y emociones a través de ese contacto íntimo.

Sus cuerpos se abrazaron con fuerza, como si quisieran fusionarse en uno solo. Las manos de Asta se deslizaron por la espalda de Noelle, acariciando su piel, delineando su figura bajando lentamente dejando un sendero ardiente a su paso. Las manos de ella no se quedaron quietas, exploraban cada rincón de su espalda y sus hombros con una urgencia que reflejaba su pasión incontenible.

Sus lenguas danzaron en un vaivén ardiente, explorando, acariciando, buscando el sabor y la esencia del otro. El beso se volvió un torbellino de emociones, una forma de comunicación que trascendía las palabras y transmitía todo lo que sentían el uno por el otro. La intensidad del momento los llevó al límite de su capacidad respiratoria, y cuando finalmente se separaron, el aire entró en sus pulmones con urgencia.

Con respiraciones agitadas y corazones al límite, regresaron a sus posiciones en la cama, la habitación era el testigo silencioso de la pasión. Las miradas que intercambiaron eran un reflejo del deseo y la conexión profunda que compartían. Al momento que ninguno de los dos podría olvidar.

Noelle jadeante giraría la botella donde esta se detuvo en el chico que procedió a sacar otro papelito que decía:

"lame sus pezones"

Al ver el papel, no dudó en obedecer. Se acercó a ella con una sonrisa juguetona, tumbándola suavemente en la cama, inclinándose sobre ella, sus labios se encontraron con el prominente busto, su lengua trazó círculos provocativos alrededor de su pezón, generando un rastro húmedo y cálido que la hizo jadear de placer. El contacto íntimo y sensual lo llevó a intensificar su acción, acompañando los círculos con suaves succiones y delicados mordiscos que arrancaron gemidos y suspiros a la chica.

Los gemidos y suspiros de ella llenaron la habitación mientras Asta continuaba su exploración sensual. Las uñas de la peliplateada clavadas en su espalda eran un testimonio tangible de la intensidad de sus sensaciones. El chico saboreó y acarició cada centímetro de su pecho, alternando entre los pezones, que reaccionaban ante su atención de manera reveladora alzándose al contacto.

El tiempo pareció ralentizarse mientras Asta se entregaba a dar placer a su amada. Cada lamida, cada contacto, estaba cargado de pasión y deseo. Finalmente, se separó de ella, dejándola jadeante y ansiosa por más.

Sus miradas se encontraron la una a la otra, una mirada esmeralda y la otra una fuerte mirada rosácea llenas de deseo y complicidad. A pesar de la intensidad del momento, había una conexión profunda y genuina entre ellos.

Ambos sin decir nada se posicionaron en sus lugares otra vez dónde está ronda fue Asta, que giro la botella y esta se estuvo en Noelle, que procedió a estirar su mano a la cajita para sacar el papel que decía:

"lame sus pezones"

Cuando leyó esa instrucción, sus ojos se abrieron de par en par, y el chico también mostró una sorpresa evidente en su rostro. Noelle, decidida y con una sonrisa pícara en su rostro, se acercó al chico y lo tumbó suavemente en la cama.

Comenzó besando sus pectorales con suavidad, permitiendo que sus labios trazaran caminos de deseo por la piel de su amado. Luego, dirigió su atención al pezón masculino, acatando la instrucción con entusiasmo y lamiendo la zona con una picardía traviesa. Para su sorpresa, el chico comenzó a soltar gemidos placenteros y a estremecerse ligeramente.

Noelle, lejos de detenerse, fue llevada por esos gemidos y reacciones, intensificando su atención en la zona sensible. Su lengua recorrió el pezón del chico con una mezcla de suavidad y pasión, lo succionó y mordisqueó, siguiendo los impulsos del momento. Los gemidos de Asta se intensificaron creando una sinfonía de placer en aquella habitación, y sus manos se aferraron instintivamente a las sábanas.

Cuando Noelle terminó, lo miró con deseo y satisfacción. El chico yacía jadeante, con su pecho subiendo y bajando con rapidez, su expresión ruborizada y su boca abierta demostraba cuánto estaba disfrutando de cada momento.

Aquella imagen tan atractiva para la chica fue suficiente para tirar al suelo la botella y posicionarse justo encima de su amado que lo empezaría a devorar con besos dónde sus lenguas se entrelazaron en un baile rítmico. Sus labios se encontraron en perfecta sincronía. El calor del momento los envolvía, y sus cuerpos ardían con la necesidad de explorarse mutuamente. Noelle comenzó a mover sus caderas hasta la pelvis del chico, donde sentiría su masculinidad rozar su entrada. La chica al notar que el roce entre sus intimidades comenzaba a profundizarse se separó del beso mirando a su amado. Él entendió esa mirada y curvo sus labios asintiéndole a su amada dándole el visto bueno.

La chica dio un respiro y procedió a mover sus caderas hasta alinearlas con el miembro erecto y palpitante del chico. Los fluidos que segregaban de la zona íntima de Noelle sirvieron como lubricante para la masculinidad de Asta que sentía como pequeñas e incesantes gotas caían sobre su virilidad, similar a una llovizna suave y cálida. Una lluvia placentera. La chica comenzó a fusionarse con el cenizo, sintió como la punta ingresaba. Al contacto ella soltó un grito placentero, un sonido que inundo la habitación, el chico no se quedó atrás y acompaño ese sonido placentero con otro. La chica comenzó a mover sus caderas con gracia y deleite, dónde el miembro del chico ingreso completamente fusionándose por completo, de su intimidad comenzó a expulsar pequeñas gotas de sangre que se deslizaban por el miembro del joven, era la prueba tangible de la pérdida de su inocencia.

La chica sintió un dolor punzante, pero en lugar de mostrar debilidad, unió sus labios ferozmente con los del rubio. La idea de entregarse por completo al hombre que amaba superó cualquier molestia efímera. Con movimientos suaves, delicados y elegantes de sus prominentes caderas, el dolor comenzó a disminuir, dejando espacio para una creciente oleada de placer que los empezaba a cubrir por completo.

«Es muy estrecho», pensó el chico que sentía como su miembro era aplastado por las paredes vaginales de Noelle.

El dolor inicial ceso y cedió al basto terreno del placer. Los movimientos de Noelle se tornaron más suaves, más elegantes, y ambos se dejaron llevar por sus instintos. Sus cuerpos se movían en un compás rítmico y frenético, un baile apasionado que los envolvía en una sensación de unión profunda, el miembro del joven entraba y salía frenéticamente en un compás perfecto y visceral.

Los gemidos se entrelazaron en el aire, sus alientos se mezclaban y sus miradas eran imanes que no podían apartarse.

La chispa entre ellos crecía con cada instante, una conexión profunda los unía en ese espacio íntimo. La habitación estaba impregnada de deseos y emociones desbordadas. Y en medio de todo eso, estaban ellos dos, dos almas que se exploraban y se descubrían, dejándose llevar por la marea ardiente de sus instintos.

Cada movimiento, cada gesto y cada mirada eran parte de un ballet erótico que los conducía por esa entrega mutua en aquella noche plateada.

— Te amo —esas palabras se escaparon de sus labios al unísono, sellando su amor en ese momento de conexión física y emocional.

Tras esas palabras dichas al mismo tiempo sin pensarlo se unieron en un beso, está vez más apasionado, más lascivo y ardiente, dónde sus lenguas exploraban en su totalidad el interior de la boca del otro, el chico tomo de las caderas a Noelle y comenzó a mover su pelvis frenéticamente aumentando el ritmo del acto.

Ante ese cambio repentino en el placer para Noelle fue tanto que no soporto más y un grito de placer que abandonó sus labios, marcaron el clímax de su pasión abrasadora. Expulsando su fluido viscoso y transparente en grandes cantidades que desde su intimidad brotaba como una cascada.

Aún fusionados ella cayó rendida sobre su amado. Pocos segundos después, el joven también alcanzó el éxtasis compartiendo el momento con su amada, que acompañó de un gran gemido ronco similar a un gruñido, liberando su semilla en tierras fértiles.

Separaron sus cuerpos luego del momento culmen. Noelle podía sentir su vientre bajo muy caliente, tibio al tacto, debido a los fluidos que yacían en su interior.

Aquella casada viscosa y transparente que brotaba a borbotones de su intimidad, se convirtió en una cascada blanquecina y lechosa que salía lentamente igual en grandes cantidades.

Noelle se encontraba muy agotada tanto que no tardo en conciliar el sueño.

Dos veces llegó al clímax en esa noche donde se entregó en cuerpo y alma a su amado.

El chico a pesar de haber alcanzado el clímax más veces que su chica aún se sentía con energías y ganas de continuar su miembro erecto era prueba de ello.

«¿Qué pasa?, ¿Por qué no baja?».

Con esa interrogante en mente se recostó al lado de Noelle que ya había caído rendida ante el mundo de los sueños, este beso su frente para dejarla descansar, el chico con su inconformidad en su entrepierna le costó consolidar el sueño durmiendo solamente dos horas. Ajeno al día siguiente que sería uno de los peores de su vida. 

Pero esa es otra historia.

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¿Qué les pareció este One-Shot? Es el primero de muchos.

Un abrazo a todos, adiós.

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