60. Te quiero a ti - Parte II
Marzo.
El tiempo pasó y, con él, la pareja fue disfrutando de su noche. Todo era muy lindo: los besos tiernos y los apapachos dulces llenaban la atmósfera a su alrededor. Momentos más mágicos no podían existir y, es que, con la simple conexión entre sus miradas, provocaban que sus corazones se aceleraran a ritmos indefinibles, mientras que, miles de cosquillas, les recorrían el cuerpo entero.
—¿En qué piensas? —preguntó Taehyung, mientras jugaba con la mano que sostenía del pelinegro. Ambos estaban acostados sobre el pasto, observando la noche abierta sobre sus rostros.
—En que la noche está muy oscura —pronunció, reflexivo—. Las nubes son ásperas y no podemos ver tu constelación favorita.
Y una risita salió de los labios de Taehyung, luego soltó un suspiro y se levantó un poco, girándose y subiéndose al cuerpo de su novio—. Koo —susurró, dejando un beso en la frente del chico, dedicándose a observar, con detalle, las atractivas facciones teñidas en la piel blanca—... Centaurus dejó de ser mi constelación favorita cuando, esa noche, probé tus preciosos labios —confesó y su mano izquierda viajó hasta acariciar la suave mejilla de Jungkook—... tú, mi amor, brillas más que todas las estrellas del firmamento juntas.
Fue tan divina la sonrisa que se dibujó en los belfos de Jungkook, que Taehyung se congeló en el acto. No había nada más hermoso que esos sabrosos labios estirándose así, aunado a los dos hoyuelitos marcados en cada mejilla del joven, junto con un par de dientitos de conejo maravillosos. Sí, todo valía la pena si esa era la hermosa sonrisa que lo iba a recibir en casa, después de una larga jornada de trabajo. Definitivamente, la necesitaba en su vida para poder seguir respirando.
—Tae —murmuró el menor, sintiendo que el alma se le iba con cada parpadear que Taehyung ejercía; los ojos negros lo estaban mirando encantados, con un brillo hilarante y llamativo: tan expresivo, que le hacía experimentar millones de sensaciones preciosas.
Entonces, no hubo nada más que decir, ambos sabían que era real y que era perfecto... que era de ellos.
No obstante, cuando comenzaron a acercarse para sellar la hermosa sensación con el contacto de sus labios, una gota de agua fría cayó en la frente de Jungkook, sobresaltando a ambos jóvenes, y haciéndolos pegar un brinquito.
Pese a que su precioso momento fue arruinado, Taehyung comenzó a reír por los ojos bizcos y la mueca irrumpida que puso su novio; empero, antes de que Jungkook riera también, el agua empezó a caer hilarante y un diluvio estridente se hizo presente en la ciudad de Seúl.
Jungkook reaccionó de inmediato, tomando a su Taehyung risueño hasta refugiarlo bajo el frondoso árbol, acomodándolo contra el tronco y cubriéndolo de la intemperie, tratando de evitar que el uniforme azul se mojara dramático y su chico tuviera que pasar por un resfriado sin fundamento.
El agua cayó por montones, ruidosa: como si nunca antes hubiera llovido en la Tierra, mojando el césped a su alrededor y haciendo que el fresco de la noche aumentara de manera afortunada; o al menos así lo describió Taehyung, pues Jungkook se apegó a su cuerpo exageradamente, ofreciéndose como fuente de calor, asfixiándolo pero regalándole una tensión inigualable, una que le recorría la anatomía entera; y Taehyung sí que gustaba de aprovechar sus oportunidades, sería un bobo si no lo hiciera, por eso, dejó que el joven lo retuviera con precisión, cuidando de su persona como si fuera un pequeño bebé.
Soltó una risita enamorada, dejando caer su frente en uno de los hombros de Jungkook; y fue entonces que, el mencionado, viró a buscarlo, dejándose de preocupar por la tormenta que se deshacía tras ellos e, inmediatamente, incomodándose al notar la forma en que se estaba restregando en su Kim Taehyung. Así que enrojeció de la pena, viendo las mejillas calientitas de su novio sonriente, y fue esa expresión de alegría, mezclada con un rubor incalculable, los que le hicieron reaccionar y alejarse un poco.
Taehyung pudo haber hecho un puchero y decirle a Jungkook que lo volviera a tomar así: posesivo y dramático, pero en vez de ello, sus manos fueron hasta la espalda baja de su novio y, de un movimiento, lo volvieron a acercar, haciendo que sus pechos chocaran y denotando lo necesitado que se encontraba de su hombre.
Sin embargo, no pudo resistir la mirada sorprendida del pelinegro ante la reciente acción, así que solo volvió a apoyar su frente en el hombro del muchacho que abrazaba.
—¿Tae?
—Koo —musitó, casi como un ruego avergonzado y el menor quiso retorcerse ante la sensación que le recorrió la piel. Su tierno bebé, era una máquina imparable de ideas descabelladas: tener ese contacto extravagante, por ejemplo. Sin embargo, era tiempo de aceptar que, tarde o temprano, aquello terminaría provocando una explosión dentro de sí.
En ese momento, quería hacer y decir un montón de cosas, sobre todo cuando la carita de Taehyung se alzó y buscó sus ojos, sintiéndose más tranquilo. Su belleza siempre había sido un problema, pero que la combinara con su sonrisa linda y sus ojos coquetos, resultaba imperdonable para su acelerado corazón.
Taehyung le robó un beso casto, alzándose un poquito y alejándose emocionado. Parecía un pequeño niño de cuatro años, que roba besitos traviesos a su compañerito de clases.
Sus miradas volvieron a conectarse y fue entonces que Jungkook sintió que el alma se saldría de su pecho.
Kim Taehyung era su todo.
—Amor, tus ojos son los más bonitos del mundo —confesó y la sonrisa apenada de Taehyung, creció sin reprimirse. Adoraba a Jungkook y debía admitir que le fascinaba escucharlo decir cosas lindas sobre él—. Amo cada uno de tus besitos —soltó, apreciándolo con un cariño extraordinario: estaba terriblemente flechado—. Tu naricita es la más perfecta del planeta —y su mano firme viajó hasta acariciar una mano de Taehyung—. Esta venita de aquí, me encanta —dijo al tocarle—. Tus manos suavecitas, son mi delirio. El lunarcito en tu nariz es precioso —entonces, la entrelazó—. Tus dedos largos son adecuados para los míos. Tus rulitos locos, me llenan el corazón.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó el mayor al reír, cada vez más enamorado, y la otra mano de Jungkook fue a acariciar su mejilla.
—Quiero hacerte ver lo hermoso que eres ante mis ojos, para que puedas quererte más.
—Jungkook...
—Me encanta tu carita divina. Adoro la manera en que tú cinturita se adhiere a mis manos. Hueles tan rico, que me matas de dulzura. Tu espalda me parece tan exquisita, que adoraría poder acariciarla completa alguna vez. Me gustan tus labios hermosos y esa preciosa sonrisa cuadrada, la cual es incomparable. Eres tan perfecto, que no entiendo cómo es posible que exista alguien como tú. Tu forma de pensar, tu inteligencia, tu caminar; cada rasgo en tu persona es tan especial, que me muero ante la excelencia de tu ser; incluso tu altura me conmueve. Esa voz gruesa y dulce, la manera en que te acurrucas entre las almohadas o en mi pecho, el ceño fruncido que de pronto haces al dormir, tus pequeñas manías caóticas, los ruiditos de bebé que haces, tus balbuceos inentendibles, tu sentido del humor y tu bonita risa; tu forma de sonrojarte, tu actitud burlona, tu ternura inmensa, la manera en que te preocupas, lo pequeñitos que se hacen tus ojos cuando sonríes, tu mirada fulminante cuando te enojas... no hay nada que no adore de ti. Me gustas tanto, completito, absoluto, todo tú —concluyó y los ojos de Taehyung ya estaban, nuevamente, cristalizados. No podía evitarlo, es que Jungkook lo conmovía tanto, que hacía trizas su corazón y sus sentimientos, sin detenerse siquiera un poco—. Eres lo más maravilloso que mis ojos han visto: tan bonito, tan perfecto, tan especial, tan Kim Taehyung.
Y la sonrisa cuadrada no podía resplandecer más. Taehyung quería morirse, la sensación que le recorría el cuerpo era inefable, indescriptible y efusivamente magnífica; no tenía idea de lo que le sucedía, pero entendía que estaba completamente enamorado de Jeon Jungkook, de ese chico preciosamente atractivo, cursi, romántico e inusual: el que siempre había querido tener.
No existían palabras que le permitieran expresar lo que sentía, así que, ante la mirada amielada que lo observaba con afecto, solo pudo acercarse hasta acortar la distancia entre sus labios, pegándolos, en un piquito, con los posteriores, cerrando sus ojos y soltando el par de lágrimas emocionales que antes se habían acumulado.
El Golden Maknae entendió, así que contestó al besito de igual manera, parando sus labios en ese toque fino que le ofreció Taehyung, manteniéndose unido a la atadura que anhelaba, por los siglos de los siglos, efectuar. Iba a tronar el beso y separarse para poder abrazar a su niño, una vez que le limpiara las lágrimas, pero Taehyung fue más rápido y su mano libre se posó en su nuca, sosteniéndola con empeño y haciendo que sus bocas se relajaran aún unidas.
Fue entonces que se pegó, como sanguijuela, al labio superior de su chico, comenzando a succionarlo en pequeños trocitos de amor. Parecía un pequeño bebé adherido a su deliciosa mamila y Jungkook no podía con tanta dulzura, así que su boca se entreabrió y Taehyung tuvo más acceso, tomando un poquito más de la piel y acrecentando la presión en sus succiones. El pelinegro se estremeció y terminó dándole un ligero apretón a la mano entrelazada para luego soltarla con delicadeza, llevando sus manos hasta sostener los costados de la mandíbula de Taehyung, ejerciendo un toque más preciso, más necesitado y profundo que ningún otro. En seguida, se puso a succionar el labio inferior de Taehyung, disfrutando del ruidito que este emitió en cuanto se vio correspondido.
Por ende, las manos de Taehyung viajaron hasta la cintura del menor, pegándolo a él con más anhelo, con más ganas de fundirse en su cuerpo. El oxígeno se le terminó y eso hizo que detuviera sus succiones, dedicándose, mejor, a sentir las aspiraciones de su novio. Le gustaba la manera en que lo hacía vibrar, sentía que Jungkook, con cada libación, le exigía ser suyo, quedarse cerca, dejarse amar.
Y fue la manera en que Jungkook giró su rostro la que hizo a Taehyung querer deshacerse, suspirar de amor y desear sentir esas ricas succiones por la eternidad. Sin embargo, abrió sus ojos de golpe, sintiendo su corazón errático ante el pensamiento pecaminoso que tuvo; para ser honesto, no existía universo en el que no terminara así: imaginando cosas que no debía, pues, es que... si Jungkook chupaba así de sus labios, ¿Cómo succionaría otras cosas?
Se enrojeció y sintió que el calor que le daba el pelinegro era demasiado, no obstante, derretirse no era una opción, no cuando estaba por aceptar que era un malpensado pecador; pero sus ojos se toparon con la expresión de Jungkook, quien estaba realmente entregado, concentrado en su labor de hacer sentir a su novio, mariposas en el estómago.
Quiso chillar de la alegría, nunca había sentido nada más lindo, nunca había visto a alguien, desvivirse así por él, entonces se derritió hasta el piso y, cuando el pelinegro se separó para ahora tomar su lengua, tuvo que detenerlo jadeante, sin saber por qué le estaba faltando el aliento, si ya tenía un buen rato que lo había recuperado.
—Jungkook —le dijo, viendo los ojos que se abrieron por sentir la pausa de Taehyung, entonces, este dio una respiración profunda e intentó expresar lo que necesitaba—, te quiero —pronunció y Jungkook le sonrió.
Sabían que se querían, pero les gustaba repetirlo.
—Te quiero también, bebé —admitió con seguridad y quería disponerse a besarlo, pero este se lo detuvo otra vez, negando y conservando esa mano sobre su pecho.
—No, escúchame... yo —balbuceó, sin poder concentrarse a la perfección—... tú ... eres lo mejor de mi vida —fue lo que mencionó y Jungkook volvió a sonreír. Claro que comprendía eso, sentía lo mismo hacia el castaño—. Te quiero en serio, te quiero como jamás he querido a nadie —arguyó y, entonces, el pelinegro borró su sonrisa, notando cuan circunspecto hablaba Taehyung—... Cuando me ahogaba en la oscuridad, tú me rescataste y me diste tu luz: eres mi salvación. No hay palabras que describan esto que siento... yo... te quiero tanto —dijo y su expresión denotó que estaba por soltarse a llorar—... y me quiero a mí —terminó murmurando y sus manos buscaron las del atleta, entrelazándolas de inmediato, empezando a morirse de la desesperación, de las ganas que tenía por expresarse y ser entendido—... Acepto lo que somos: te acepto a ti, me acepto a mí: así, completitos, con todos nuestros defectos y virtudes —y los ojos de Jungkook pasaron de estar absortos a volverse aguados, un pequeño nudo en su garganta apareció y quiso contenerse de llorar frente a su bebé, pero las lágrimas salieron sin permiso—. Nunca había estado más feliz hasta que me dejé enredar por tus brazos.
—Tae —musitó sin aliento, pero el mayor no le permitió continuar; tenía un montón de cosas por aclarar.
—No me importa nada. No me importa que la gente hable, que nadie más nos acepte, que nos miren raro. No me importa que el mundo nos quiera separar o que tu mamá decida que no debemos estar juntos: si tú me quieres, yo lo tengo todo —confesó—... y quiero estar contigo por el resto de mi vida —respiró, reprimiendo un sollozo que se volvió en un par de lágrimas—... Soy pansexual, y no espero a nadie más que a ti... Te adoro, te quiero con toda mi alma, solo eres tú. Estás en mis pensamientos día y noche, eres la causa de mi alegría, me elevas hasta el cielo con solo acariciarme y no puedo imaginar nada más que sentirme cuidado por ti hasta que me muera. Eres lo que siempre he querido, eres mi principio y mi final, eres mi todo: la causa de mi existir. Vine al mundo para quererte, para tomarte de la mano y acompañarte, para estar contigo; daría mi vida entera por ti —terminó por decir y su voz tembló—... Estoy dispuesto a luchar mil y una guerras si es tu mano la que me sostiene... Ahora, solo... quisiera saber... qué es lo que tú quieres.
—Taehyung —balbuceó el ajeno y más lágrimas hicieron arribo—, te quiero a ti, te quiero para siempre —soltó—. No hay nada que no haría por ti, eres mi razón, mi locura, mi felicidad... Quiero abrazarte y no soltarte jamás, quiero tenerte conmigo —enseguida, comenzó a asentir—... Me quedaré siempre, hasta que seamos viejos, hasta que mi último respiro llegue y mi tiempo en este mundo termine e, incluso, después, te voy a buscar en mis siguientes vidas, no me detendré hasta volver a besarte con dulzura y escuchar tus lindos suspiros—. Eres lo único que quiero, eres mi amor y mi refugio, eres mi vida, mi alimento, mi sueño —se detuvo y apretó con más fuerza las manos de Kim Taehyung—... Caray, es que estoy tan enamorado de ti. Me fascinas, me llenas, quiero pasar el resto de mi vida contigo: cuidarte, acariciarte, protegerte... todo.
—Jungkook —nombró, y el mencionado sollozó audiblemente—, te prometo que no volveré a caer, no volveré a dudar, no volveré a huir... Eres mi único objetivo y voy a vivir por ti.
—Oh, Taehyung —articuló—... Te quiero.
—Te quiero —contestó y sus labios terminaron por buscar los de Jungkook, mismos que acataron igual y permitieron una unión descontrolada.
Se aferraron, besándose con toda la sensibilidad que había faltado en situaciones anteriores, devorándose la boca y el alma entera. Acariciando, desesperados, no solo sus comisuras, sino también sus corazones.
Era un delicioso sabor a amor, quizá un poco salado por las lágrimas, pero tan perfecto como lo que acababan de decirse.
Porque sí, lo anterior fue más que una declaración de amor vívido: establecieron que iban a estar juntos por la eternidad, que se besarían, que se abrazarían; que iban a quererse tanto, que tarde o temprano el amor se desbordaría excesivo, quitándoles la respiración, convirtiéndolos en uno mismo, haciéndolos adorarse hasta la muerte... y así sería.
Taehyung jadeó, sintiendo la lengua de Jungkook nadar boca adentro, quererle comer completo: adoraba eso, adoraba sentirse reclamado. El olor a nuez se convertía en su vicio, no podía pensar en otra cosa más que en devolver, cada movimiento, hacia quien lo estaba tomando.
Los ojos de ambos estaban cerrados con fuerza y, ahora, las manos de Jungkook abrazaban a Taehyung por la espalda alta, mientras el mayor arrugaba la playera del mencionado entre sus puños.
No había nada más hermoso e importante que ellos. No había nada más especial que su sentir. Incluso la noche lo sabía, y lo demostraba al derramar sus lágrimas alegres en función de empapar el mundo de divinidad y cariño.
Sí, estaba oscuro, había rayos recorriendo, de vez en cuando, el cielo entero; las nubes esponjosas eran de color negro y cualquiera pensaría que noche más tenebrosa no podía existir, pero Taehyung y Jungkook veían las cosas diferentes, ellos estaban felices, acurrucados en los brazos correctos, saboreando su amor en esa locura refrescante, compartiendo su vida en cada dulce desliz.
Estaban completamente enamorados.
Desgraciadamente, el aire se tenía que agotar y su separación actuó inminente; de todos modos, se sonrieron y se abrazaron con fuerza, sintiendo el palpitar de sus corazones, como la cosa más viva y fantástica del planeta entero.
Entonces, al volver a reparar en el entorno que los rodeaba, Taehyung sonrió, soltándose de Jungkook y corriendo con seguridad a la lluvia, comenzando a dar vueltas como un pequeño niño feliz, que ha descubierto como es el enamorarse por primera vez.
—Taehyung, ¿Qué haces?, Te resfriarás.
—Jungkook, esto se siente tan bien —confesó, riendo emocionado, dejando que su rostro y su cabello, se humedecieran de una manera incontrolable, mientras alzaba las manos, empapándolas de agua por montones—. Jamás me había sentido tan libre, tan capaz, tan feliz —giró una vez más, cerrando los ojos, satisfecho—. Esto es vida.
—Bebé —susurró Jungkook a su espalda, atrapándolo y enredando sus manos en la cintura delgada; estaba muy contento de ver a Taehyung así de feliz.
—Oye, ¿Qué haces?, Te enfermarás —reclamó, girándose entre los brazos. El agua les mojaba completamente, sin dejar un solo centímetro en sequedad—. Yo puedo enfermarme, tú tienes una competencia pronto.
—No importa —soltó y tronó sus labios sobre los de su empapado Taehyung—, solo quiero disfrutar de este momento contigo —arguyó y la sonrisa de Taehyung volvió a aparecer—. Me encanta esta libertad... Me encanta que podamos ser nosotros. Te quiero.
—Te quiero —contestó Taehyung y unió su frente con la de su novio, disfrutando de una tranquilidad tan armoniosa como ninguna otra—... ¿Kookie quiere jugar con TaeTae? —preguntó luego, poniendo un pucherito tierno.
—Kookie quiere lo que TaeTae quiere —y dicho lo anterior, soltó a su chico para dejarlo tomar ventaja.
—¡Atrápame, si puedes! —gritó Taehyung, travieso, alejándose lo suficiente, viendo la sonrisa que se dibujó en los labios de su lindo conejo; pero no entendió que esa era una sonrisa astuta, hasta que este tomó la posición que siempre utilizaba para lanzarse a correr. Entonces, Taehyung se asustó y giró para reclamar —. ¡Koo!, ¡No!, ¡Eso es hacer trampa!
—¡Más vale que corras lejos, bebé! —exclamó, divertido—... ¡Si te atrapo, recibirás un ataque de cosquillas!
—¡No!, ¡Mejor quiero besos!, ¡Muchos besos!
—¡Se trata de castigar, no de premiar!
—¡Cómo sea, solo ven y prémiame, Kookie!
Adoraban los momentos así, donde todo era paz, alegría y cariño. Lo único que les importaba era jugar, los dos juntos, bajo la lluvia.
En definitiva, Taehyung era la vida de Jungkook y, este, no viviría la misma si no estaba a su lado; agraciadamente, sucedía igual en viceversa, siendo Taehyung el que se sentía bendecido por tener un novio tan especial: uno al que quería inmensamente y con el que, seguro, pasaría el resto de su eternidad.
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