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44. Soy feliz a tu lado

Enero.

Jungkook aparcó fuera de la casa de Taehyung. Se sentía nervioso, estaba a punto de tener otra cita con el chico que, inconscientemente, le robaba suspiros reiterados.

Limpió un pequeño sudor que inundó las palmas de sus manos y soltó una risita por lo tonto que se sentía, ni cuando participó en las más grandes competencias de atletismo había sufrido de hiperhidrosis palmar. Se dio un golpe en la mejilla pensando en que era el peor momento para ponerse en ese plan, pues ya había alguien que le sostenía las manos y su sudor no ayudaba en lo absoluto.

Sacó su móvil de su bolsillo y entró al chat del castaño.

Jungkook

"Estoy afuera, ¿Ya estás listo?".

Preguntó y su corazón latió con fuerza cuando el mayor miró su mensaje de inmediato.

Taehyung

"Yep. Te veo en un minuto".

Sonrió, bloqueó su móvil y se miró en el espejo retrovisor. Esperaba poder verse radiante, sin la intención de opacar a su castañito.

Estoy saliendo con Taehyung, no puedo creerlo.

Pensó, imaginando dentro de su mente a millones de Jungkooks miniaturas festejando emocionados ante el suceso. Sin embargo, quiso gritar aquel sentimiento de emoción, cuando la puerta del copiloto se abrió, dándole paso al hombre más hermoso que sus ojos habían visto.

—Buena noche, joven Jeon —saludó el castaño, una vez que estuvo acomodado sobre el asiento del copiloto.

—Buena noche, joven Kim —contestó Jungkook, conteniendo una risita, mientras llevaba su mano derecha hasta la izquierda de Taehyung; la tomó y la acercó hasta sus labios para besar sus delgados nudillos—. Luce increíble esta noche.

—¿Cómo osa decir tal barbaridad si ni siquiera me ha visto? —soltó el ajeno, haciendo alusión al ambiente nocturno que los rodeaba—. Igual le tomaré el cumplido, no pretendo decepcionar a semejante caballero, pues su armadura me resulta reluciente. Además, ha tenido el valor de acudir a salvarme del malvado dragón en el momento preciso, admiro su valentía. Y su corcel es lindo, debo decir.

La carcajada de Jeon Jungkook no se hizo esperar, le resultaron peculiarmente graciosas aquellas palabras implementadas por el castaño. No podía con tanta inteligencia y admiraba la manera en que solía destacar su acompañante. Simplemente, alucinaba ante su presencia y le fascinaba en el habla, aunque se tratara del peor chiste del mundo.

—Taehyung, me has hecho la noche con eso. Puedes volver a tu casa, hemos terminado por hoy.

—Yo no me bajo de aquí hasta que no me des un buen beso, lo tengo bien merecido. Hoy atendí a una ancianita bastante sarcástica. No preguntes, casi me golpea con su sombrilla.

—Oh, TaeTae tuvo un día difícil —expresó Jungkook, observando como Taehyung formaba un tierno puchero con sus labios, así que no le quedó más que tomar las mejillas del castaño entre sus manos y acercar su rostro al del mayor para apreciar con detenimiento aquella belleza inigualable. Le encantaba, le encantaba como nada más en la vida—. Prometo hacer mejorar tu noche. Mi objetivo es que vayas a dormir con una sonrisa —y tras decir lo anterior, dejó un beso tronado en el puchero del rizado.

—Ya ha mejorado bastante —contestó Taehyung, sintiendo su corazón derretirse ante el anterior acontecimiento.

Si alguna vez, en el pasado, alguien le hubiera dicho que conocería a Jungkook y que su mente explotaría de emoción al tenerlo cerca, seguramente le hubiera sugerido que asistiera al psicólogo. Porque sí, era una verdadera locura, estaba comenzando a sentirse como si hubiera ganado el mejor premio del mundo, pues estaba conociendo al que parecía ser un príncipe, dispuesto a hacer de su historia un magnífico cuento de hadas.

Después de unos minutos, Jungkook se acomodó en el estacionamiento del centro comercial. Ambos chicos bajaron de la camioneta y caminaron por las calles del estacionamiento hasta poder subir a la acera del sitio. Los ojos de Taehyung se perdían entre los ventanales y aparadores de las tiendas de marcas reconocidas, mientras Jungkook sentía que, en su estómago, revoloteaban miles de mariposas: contentas de poder pasar tiempo con el mayor.

Entraron al cine, prestando excesiva atención a la cartelera programada para esa noche.

—Spiderman ¿Sí?, Spiderman —pidió Kim Taehyung tomando el brazo de Jeon Jungkook, cual niño que ruega a su madre por un nuevo juguete.

—¿Superhéroes, palomitas y el niño que me gusta?, Jamás le diría que no a esa combinación — una sonrisa tímida y un leve rubor de mejillas: hicieron presencia en el rostro del castaño; aquella declaración hizo añicos su conciencia—. Vamos ya.

Una vez que compraron los boletos y los bocadillos que degustarían durante la función, entraron a la sala donde se transmitiría la película que antes eligieron. El recinto aún no estaba tan oscuro y quizá unas diez personas ya estaban distribuidas en todo el sitio. Taehyung guió a Jungkook escaleras arriba, hasta llegar a la fila más alta; buscó sus asientos y se dispusieron a descansar sobre ellos, mientras los anuncios promocionales comenzaban.

—¿Y cómo te fue hoy? —preguntó Taehyung para rellenar el silencio en el que se habían hundido.

—Creo que bien, no hice mucho, solo estuve en la pista practicando y ayudé a Jimin a mejorar su ritmo respecto al tiempo. ¡Oh!, También asistí al GYM por la mañana, debo recuperar mi condición cuanto antes.

—Estoy de acuerdo, sé que se aproximan fechas importantes. Lo mejor es que te esfuerces, pero no demasiado, recuerda que todo lleva su proceso y no quiero que te lastimes —habló llevando una palomita a su boca—. Pensándolo bien, debes esforzarte, esos músculos no se mantendrán solos, te hacen ver muy sexy —concluyó, sin dejar de ver la pantalla gigante que iluminaba tenuemente su rostro, mientras Jeon Jungkook se estremecía sobremanera por la reciente declaración. Era increíble, casi como un sueño, que Kim Taehyung pudiera decir aquello y hacerlo sentir tan entusiasmado con tan solo demostrar su lado travieso.

Entonces no dudó y buscó la mano del castaño, que en ese momento se encontraba dentro de la caja de las palomitas, la tomó con ternura y entrelazó sus dedos uno a uno, hasta tener un agarre firme, y a la par delicado, sobre aquella piel canela que lo hacía temblar.

—No temo lastimarme debido a que el mejor fisioterapeuta del mundo está aquí, conmigo; y, en el otro sentido, prometo esforzarme para poder gustarte tanto como tú me encantas —y la mirada del castaño se quedó anonadada ante aquel ser humano que parecía un ángel caído del cielo.

—Kookie —murmuró Taehyung, provocando que dentro de Jungkook aparecieran millones de fuegos artificiales. Esa manera cariñosa de nombrarlo, le hizo deleitarse en un instante—... Tú ya me encantas —confesó y, sosteniendo una emocionada sonrisa, se acercó hasta dejar un tierno beso en la mejilla de un Jungkook tan pasmado, que permanecía inmóvil por la sorpresa—, pero no creas que por eso no te voy a cobrar las sesiones —Taehyung soltó una risita ante su propio chiste. No obstante, al ver el rostro absorto de su acompañante, se debatió entre sacar una fotografía de aquel hombre que le robó la cordura o aprovechar el momento. Pero sus deseos internos ganaron la batalla y, con su mano libre, tomó una palomita, llevándola hasta los labios del menor—. Abre boca — indicó y Jungkook salió del trance emocional que lo sometía y solo acató la orden de su mayor, quién dejó la palomita dentro de sus fauces—. Mastica — susurró y cuando supo que el pelinegro había tragado aquella fritura, simplemente sonrió—... Perfecto. Ahora ven, me gusta el sabor a mantequilla —y dicho lo anterior, capturó los labios de un atleta que aún no reaccionaba, pues si era sincero, estaba realmente maravillado con el hermoso y tierno prospecto que tenía a su lado.

Taehyung no era más que una extraordinaria realidad. Su realidad.

El tiempo avanzó a la par de la película y, la quizá futura pareja, solo se dejó llevar por la situación. Mientras Kim Taehyung se emocionaba incesantemente ante la trama del filme que disfrutaban, Jeon Jungkook se dedicaba a admirar la interesante personalidad del chico al que le sostenía la mano.

Aquello terminó cerca de las once de la noche y ambos chicos salieron del cine para continuar caminando por los pasillos del centro comercial, aun con sus manos entrelazadas.

—¿Tienes prisa, Jungkook? —preguntó el fisioterapeuta, escudándose en su bebida, al notar como el Golden Maknae caminaba más rápido de lo normal y casi comenzaba a arrastrarlo entre los elegantes establecimientos.

—Taehyung, ¿Puedes esperarme en la entrada? —contestó con otra pregunta, provocando que el castaño le viese extrañado.

Después de unos segundos, asintió sin decir nada, soltó la mano del pelinegro y se alejó a un paso lento, intentando no pensar en la extraña actitud que de pronto apareció en el ajeno. Salió del centro comercial y se sentó en una de las bancas que adornaban el lugar. Cruzado de brazos y aun sosteniendo la pajilla entre sus labios, le dio un sorbo a su refresco, decidiendo concentrar sus pensamientos en contar los autos que pasaban frente a la acera y salían del estacionamiento.

Tal vez se aburrió y quiso descansar un poco de ti. Ugh Taehyung, puedes llegar a ser muy meloso si te lo propones, ¿Eh?

Terminarás asfixiándolo y se irá.

¡Oh, Dios!, si se va, ¿Cómo rayos vas a seguir con tu vida después de haber tomado tantas decisiones enloquecidas?

Seokjin Hyung dirá que te lo advirtió.

Pasaron quizá 10 minutos más y el castaño aceptó que estaba preocupado. Miró su celular, quería llamarlo y tuvo que debatirse por un par de segundos, pero cuando tomaba aquella desesperada decisión, se vio interrumpido por una figura conocida que se acercaba hasta él.

—Perdón por tardar tanto —soltó Jungkook en cuanto estuvo de frente al castaño y Taehyung levantó su mirada esperando no demostrar la angustia que sentía en su pecho.

—¿Todo bien?

—Más que eso —contestó y le extendió una linda bolsa de regalo—. Para ti.

—¿Qué es esto? —inquirió Taehyung, levantándose dudoso, sin despegar la vista del menor.

—Averígualo por ti mismo.

Una sonrisa armoniosa apareció en los labios del más joven y Taehyung tomó la bolsa, aún sumergido en la duda. Observó a Jungkook y este asintió, pidiéndole con la mirada que abriese aquel pequeño bolsillo.

Taehyung miró el contenido y luego llevó su mano a su boca. Sonrió extasiado. Sus ojos viajaron hasta Jungkook y nuevamente observó la linda boina y bonita bufanda que se encontraban dentro de la bolsa.

—Esto es...

—Vi como observaste el conjunto cuando llegamos. Sé que te quedará de maravilla.

—Pero... Jungkook, yo no tengo nada para darte. Además, esto es muy caro, no puedo aceptarlo.

—Taehyung, no hice esto para ponerte incómodo. Simplemente, quiero darte todo lo que esté en mis manos. No te estoy pidiendo nada a cambio, solo quiero tenerte cerca, porque de verdad me pones eufórico, me sudan las manos y me derrito al mirarte. Además, no aceptaré que lo devuelvas, fue bastante difícil convencer a la encargada de la tienda de que me lo vendiera, pues ya había cerrado. Tómalo como tu regalo de cumpleaños. Ese día no quisiste que te diera nada... Tú me haces feliz y con eso es más que suficiente.

—Koo.

—Tae.

—Gracias —soltó, sintiendo sus ojos húmedos—, significa mucho para mí. Me encanta, me fascina un montón. Espero poder devolverte el gesto.

—No hace falta, solo dame un abrazo.

—Ven aquí.

[...]

Jimin tocó el timbre de la casa de Yoongi y, sin esperar a que el joven le abriera, digitó la contraseña en la cerradura, adentrándose, sin permiso, al hogar del chico felino, quien ya bajaba las escaleras para atender la puerta sin dilación.

—¡Gatito! —exclamó alegre y la mirada de Yoongi se iluminó.

—¡Jimin! —dijo como si fuera un saludo—, ¿Qué te trae por aquí?, Creí que nos reuniríamos hasta mañana.

—Lo sé, lo sé, pero tenía hambre y pensé: Yoongi Hyung también debe tener; es humano, aunque no lo parezca —añadió y Min rio—. Por ende, se me ocurrió que podíamos comer juntos.

—¿Comer juntos? —cuestionó, analizando sus opciones. Era eso o ramen—. Me parece bien. Iré a ponerme algo decente y salimos a pasear.

—No —le detuvo—, puedes quedarte en pijama, prepararé Kimbap.

—¿Tú? —preguntó sorprendido y luego rezó para que Jimin no se tomara a mal el tono con el que había salido esa pregunta.

—Sip, traje todo lo necesario.

—¿Desde cuándo te gusta cocinar?

—Desde que dijiste que mi ramen es rico —confesó y comenzó a internarse en el sitio, llegando hasta la cocina y siendo seguido por Min Yoongi.

—Bueno, es que lo es —aseguró y Park Jimin le sonrió en grande—. ¿Puedo ayudarte a cocinar, muñeco?

—No hace falta, debes estar ocupado.

—No es así, solo veía un partido de fútbol. Nada interesante, como todos los sábados.

—¿Seguro?

—Seguro.

—Bueno, entonces lávate las manos y pon a hervir el arroz.

Tras asentir, cada uno comenzó a realizar sus actividades y, en menos de tres minutos, Yoongi ya había hecho lo que Jimin le pidió, dando la pauta para sentirse libre de ir a molestar a su niñito rubio. Lo observó, poniéndose a su costado y percatándose de que el menor picaba la zanahoria y el rábano encurtido. Lo observó por un momento y un golpe de pensamientos atacaron a su mente. Entonces, no pudo resistirse y abrazó por la espalda al rubio, recargando su mentón en su hombro.

De inmediato, Jimin se tensó. El rojo en sus mejillas subió como la marea y agradeció a todos los dioses del universo que Min Yoongi no pudiera ver directamente su rostro cachetón, pues ya se estaría burlando de su poco aguante. Le fue casi imposible, pero pudo actuar como si no sucediera nada.

—¿Tu semana fue buena? —le preguntó el mayor y la vibración de su grave voz en su oído, le aceleró el corazón en demasía.

—En efecto —contestó y tomó una bocanada exagerada de oxígeno—. Me gusta que Jungkook esté de vuelta en la pista al cien por ciento. Es bueno que todo vuelva a la normalidad.

—Tienes razón. Me alegra mucho que las cosas tomen su sitio.

—Gracias, a mí también —puntualizó—. ¿Tú qué hiciste?

—Nada fuera de lo normal. Sólo me burlé de Taehyung toda la semana.

—Yoon, eres un mal amigo.

—Claro que no, solo hice lo que fue mejor para mí. Como siempre me lo decías cuando éramos jóvenes: Busqué mi felicidad.

—Gatito malo — expresó mientras negaba.

—Di lo que quieras, al fin de cuentas, tus manitas no dejan de ser hermosas —confesó y dejó un beso tronado en el cuello de Jimin, provocando que el chico pegara un salto desprevenido y, a la par, hiciera que el cuchillo dejara un corte sobre la piel de su dedo índice.

—¡Ouch! —clamó ante el dolor.

—¡Jimin!

—Yoongi, lo siento... Yo... yo... limpiaré —mencionó, refiriéndose a las gotitas de sangre que lograron caer en la cubierta de los gabinetes bajos y en el piso que antes era reluciente.

—¡Minnie, qué tontería! —le dijo, retirando el cuchillo de su otra mano y sosteniendo la que ahora estaba herida—, Esto ha sido mi culpa. Lo siento mucho, pequeñito. Debemos ir al hospital.

—No —soltó—. No, por favor. No hace falta.

—Pero estás sangrando.

—Yoongi...

—Jimin...

—No —sostuvo el menor.

—Dios —musitó, sin tener otra opción—. Entonces, iré por el botiquín.

Minutos más tarde, ambos jóvenes se encontraban en la sala de estar, sumidos en un silencio que destacaba por su presencia. Parecía que era el momento más serio de sus vidas, o al menos para el azabache, quien le prestaba excesiva atención a la mano vendada de Jimin, mientras el último, evitaba soltar grititos gustosos por sentir los cariñosos cuidados de su Hyung.

—Lo siento, Minnie.

—Hyung...

—Lamento mucho haberte herido.

—Yoongi...

—Lamento cada vez que lo he hecho: ahora, en nuestra adolescencia, hace un año: siempre. Tu llanto... tu dolor, también me duele. He sido el culpable en cada ocasión y no sabes cuanto me arrepiento. Tú eres quien menos se merece sufrir en este mundo, eres como un ángel. Yo no soy una buena persona, te hago mucho daño.

—No Yoon, no...

Interrumpió, sintiendo como en su garganta se creaba un nudo—. Jimin, es la verdad.

—¿Y eso qué? —preguntó de pronto—. Observa más allá de todo. Eres tú el que siempre termina curándome. Eres mi analgésico. No iría a ningún otro lado nunca.

—No es sano, muñequito: que termines lastimado siempre.

—Pero de eso trata la vida —indicó y su mano sana viajó hasta la de Yoongi—. No te preocupes —acarició y una pequeña lágrima salió de los orbes del azabache, sin embargo, se encargó de limpiarla al instante—. Me hace feliz el tenerte a mi lado —confesó y se levantó de la mesita de centro, para subirse a horcajadas sobre las piernas de Yoongi y abrazarlo con fuerza.

Aunque la vida lo maltratara por el resto de sus días, todo estaría bien. Al final, esos fuertes brazos le rodearían la cintura con amor y eso era lo único que le importaba.

Min Yoongi era su razón de vivir, su motivo para soportar las mil y una tormentas que lo azotaban a diario. Min Yoongi era su principio, su final y su felicidad.

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