39. Soñaremos juntos
Diciembre.
Ambos jóvenes, se encontraban en uno de los sitios más aclamados del estadio de los Jeon: la sección VIP. Básicamente, era una habitación aislada, con un ventanal de cristal que dejaba a la vista la pista de carreras. El castaño lo asoció perfectamente con una sala de cine, pues a su espalda, se alzaban unas cinco hileras de asientos plegables y, aún más atrás, había un espacio bastante amplio, con unas diez mesitas redondas de bancos altos. Era obvio, solo personas acaudaladas podían entrar ahí, todo a su alrededor era muy lujoso.
—¿Qué estás mirando? —preguntó Jungkook, acercándose al joven que llevaba unos cinco minutos parado frente al ventanal y mantenía sus manos adheridas al helado vidrio. Respiró con profundidad y, con algo de nervios, se animó a colocar su mentón en el hombro del chico castaño, esperando que este no se sintiera incómodo ni lo rechazara en el acto.
Todo estuvo bien, pues Taehyung soltó un suspiro—. Nada en especial —comentó y, lentamente, hizo que su mejilla buscara calor en la de Jeon Jungkook, pegando sus cachetes con la mayor tranquilidad del mundo. Entonces, el Golden Maknae, supo que estaba bien si lo abrazaba por la cintura con ligereza—. Tu madre debe estar preocupada.
—Ella sabe que vine aquí, entenderá.
—¿En serio no hay recepción para llamadas? —cuestionó, girando su rostro levemente para observar el lindo perfil del blanquecino atleta.
—La tormenta de nieve ha bloqueado la mayoría de los servicios. No puedo comunicarme con nadie —pronunció, regresándole la mirada a Taehyung. Sus ojos se encontraron y, de inmediato, el fisioterapeuta se sonrojó, desviando ligeramente sus orbes hasta perderlos en la basta nieve, que llevaba media hora cayendo brutalmente—. Taehyung —le llamó y los luceros oscuros volvieron a buscar los mieles—, lamento mucho que estemos atrapados aquí. Seguro tu padre...
—En casa no hay nadie esperándome —soltó—. Puedo pasar la noche aquí sin problema alguno —trató de hablar lo más natural posible, pero Jungkook no pudo evitar sentir pena al respecto.
Kim Taehyung estaba solo, esa era la única realidad, ¿Cómo era que, a pesar de todo, podía seguir adelante con su vida?
—¿Tienes frío? —inquirió el pelinegro, y Taehyung, algo desconcertado por el cambio drástico de tema, terminó asintiendo.
Enseguida, Jungkook lo dejó de abrazar, para tomar entre sus manos las dos delgadas de Taehyung y llevarlas hasta sus labios, donde comenzó a exhalar su cálido aliento, en razón de darle calor al jovencito de los rizos peculiares.
Kim Taehyung sonrió en grande, viendo cómo, con gentileza, Jungkook sostenía sus manos y soplaba delicadamente con todo el afán que había en su alma. Aquello, fue lo más dulce que nadie nunca había hecho por él y, por ello, sentía que su corazón empezaba a derretirse ante el cariño.
Pero luego, y después de brindar el aliento que creyó suficiente, Jungkook dejó un par de besos tibios en sus nudillos enrojecidos y, con una pequeña sonrisa, separó ambas manos para guardarlas en los bolsillos de su propio abrigo, asegurándose de que éstas se mantendrían cálidas.
Entonces, el conmovido castaño, solo pudo lanzarse sobre el cuerpo de Jungkook para robarle un suave beso fugaz de los labios, y después esconder su rostro ruborizado en su firme pecho; acurrucándose con sutileza en el cuerpo ajeno y logrando que Jungkook lo abrazara con afecto.
—Koo, ¿Dónde estuviste toda mi vida? —musitó Taehyung entre la tela.
—Creo que la pregunta correcta sería: ¿Dónde vamos a estar por el resto de nuestras vidas?
Aunque lo anterior propuesto llevaba un lindo significado, una punzada adolorida recorrió el pecho de Kim Taehyung. Levantó su rostro y, recordando el motivo de su reunión con Jeon Jungkook, su cuerpo entero comenzó a temblar frente a los ojos amielados.
—¿Te —balbuceó—... te irás?
De inmediato, Jungkook afianzó su agarre alrededor del cuerpo del fisioterapeuta, temiendo que este pudiera desmoronarse por completo. Taehyung podía parecer un hombre fuerte, decidido y repleto de seguridad, pero en sus ojos oscuros se veía claramente, como en el fondo era frágil y vulnerable, tanto, que era imposible no preocuparse por su estabilidad física y emocional.
—¿Qué opinas tú? —cuestionó—, ¿Debería hacerlo?
Entonces Taehyung sonrió con tristeza—. Mi opinión no te beneficia, Jungkook.
—¿Por... por qué?
—Porque elegiré ser egoísta. Yo no quiero que te vayas, no quiero estar lejos de ti —explicó—. Sin embargo, el decírtelo, te pone entre la espada y la pared, pues, tú debes continuar con tu vida y yo solo actúo como tu limitante. Ahora que serás dado de alta, tienes muchas cosas que hacer: debes entrenar rigurosamente y cumplir con tu agenda ya programada. No obstante, yo quiero pasar tiempo contigo... todo lo posible... Si te vas lejos... jamás podré... estar contigo.
—Taehyung...
—Por favor, no tomes en cuenta lo que acabo de decir. Es lo que pienso, pero no es bueno para ti. Tú debes seguir adelante sin importar nada más, se trata de cumplir tu sueño. Yo comprendo y me hace feliz saber que estás buscando tu éxito.
—Tae...
—Pero para alcanzarlo, solo debes ver por ti.
—¿Y sí quiero ver por los dos? —preguntó y luego su rostro se llenó de seriedad—... Taehyung, ¿Qué es lo que tú quieres tener conmigo?
Entonces, la habitación medio oscurecida, se sumió en un silencio desafiante, uno en el que Taehyung, a pesar de encontrarse en el lugar más cálido de todo Corea del Sur, por tratarse de los brazos de Jungkook, experimentó un intenso escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—Yo... —murmuró a la par que bajaba la mirada, pues los ojos mieles lo inspeccionaban de una manera diferente—... Yo...
—Tienes novia, Taehyung —el pelinegro sonó decepcionado.
—No —musitó el otro, sacando sus manos de los bolsillos de Jungkook, acunando las mejillas de este y buscando sus orbes algo desesperado—... No tengo —le aclaró, viendo como el rostro del menor se iluminaba ante la respuesta que ahora se convertía en más dudas—. Misuk y yo terminamos hace varias semanas, ya no tenemos nada que ver.
—¿Ha... hablas en serio?
—Si, muy en serio.
—¿Entonces? —cuestionó Jungkook, dando a entender que deseaba tener una respuesta a su pregunta principal.
—Yo... quiero estar contigo —soltó—... Quiero ser quién te apoye día con día, quiero celebrar tus triunfos y alegrías, pero también, deseo ser tu hombro cuando necesites llorar... Quiero que tengamos una relación linda y estable.
—Oh, Taehyung, a mí, nada me haría más feliz que tener una relación contigo, te lo juro, pero... ¿Tú... estás realmente seguro?
—¿Por qué... me preguntas eso? —Jungkook retiró las manos cálidas de Taehyung de su rostro, para entrelazarlas con las suyas.
—Porque... no quiero que tengamos un final triste —indicó, dejando unas tiernas caricias, con sus dedos pulgares, en la piel suave del chico.
—No tiene por qué ser así...
—Lo sé, pero me refiero a que... Sí las relaciones heterosexuales son difíciles, las homosexuales traen consigo aún más obstáculos. No me gustaría que nos comencemos a tomar cariño y, de pronto, algo que nos llegue a herir, suceda. Tú vales mucho para mí, no quiero que...
—Koo —le interrumpió el castaño—... Comprendo completamente lo que tratas de decirme —tomó una bocanada de oxígeno—... No te lo voy a negar, tengo miedo. Me aterra la decisión que tomé cuando quise venir aquí, pero ésta es mi realidad... Tú eres mi realidad... Por ende, quiero luchar por ti. Voy a poner todo de mi parte, te lo aseguro, haré lo que sea... Soy consciente de que esto es nuevo para mí, de que no sé cómo avanzará mi vida y de que nada va a ser sencillo; pero quiero enfrentarlo, porque se trata de ti... Eres todo lo que siempre he querido, Jungkook. Eres lo que necesito.
Entonces, Jungkook dejó descansar las manos del ajeno sobre su pecho, y se permitió avanzar lentamente hasta pegar su frente con la de Kim Taehyung, enredando, por tercera vez, sus manos a la cintura del otro cuerpo. Ambos cerraron los ojos, disfrutando del silencio que abundaba a su alrededor, tal vez para analizar lo que debían hacer, o quizá, sólo para gozar que al fin podían estar así de cerca.
—Taehyung, ¿Me dejarás cuidarte? —le cuestionó Jungkook en un susurro y el castaño frunció su ceño contra el de Jungkook.
—¿Quieres cuidarme?
—Si, como a un bebé —entonces, Taehyung se alejó un poco de Jungkook para poder verlo a los ojos.
—¿Por qué como a un bebé?... Yo soy más grande que tú.
—Lo sé, pero yo quiero que seas mi bebé —aclaró el pelinegro—. Quiero que conmigo te sientas libre de hacer lo que gustes, que dejes de cargar con problemas y goces de la vida a tu manera, que seas tú mismo y busques tu felicidad sin importar lo que suceda. Quiero ser tu lugar seguro; el sitio a donde siempre puedas regresar y tranquilizar tu corazón asustado. Quiero cuidar de ti.
—Jungkook —pronunció, mientras sus ojos negros veían brillar, bajo el blanco de los copos de nieve que caían en la pista de carreras, a los orbes mieles de Jeon Jungkook—. Quiero ser tu bebé —susurró y entonces Jungkook sonrió en grande.
—Creo que debo hacer un par de llamadas a Nueva York. Notificaré que me quedaré en Corea.
En seguida, el pecho de Taehyung palpitó frenéticamente y solo pudo sonreír repleto de felicidad. Nunca se había sentido así, tan afortunado ni bendecido.
Por un instante temió, ¿Podía ser posible que le estuvieran sucediendo cosas tan increíbles?. Su vida no era así, él siempre era perseguido por desgracias y malos ratos.
A lo mejor, después de haber pasado por tanto, se merecía haber encontrado a la persona de sus sueños. Y comprobó eso cuando los labios de Jeon Jungkook le sorprendieron, adhiriéndose a los suyos como si se trataran de un imán.
Se mantuvieron así por un momento, estáticos, dándose un lindo pico placentero, pero luego Taehyung decidió que necesitaba más y, por ello, se atrevió tomar uno de los labios de Jungkook entre los suyos, para así, volverse a besar, como hacía una hora lo habían hecho; dejando sus corazones en cada desliz y compartiendo un aura de felicidad maravillosa.
Si, ahora todo estaba bien.
—Tae —Jungkook detuvo, drásticamente, al fisioterapeuta; separándose tan solo unos tres centímetros—. En el móvil, ¿Puedo registrarte con un corazoncito al final de tu nombre?
Por consiguiente, el castaño soltó una carcajada—. ¡Jungkook! —exclamó—. ¡Qué cosas dices!
—No te rías, es pregunta seria —indicó el pelinegro y Taehyung solo volvió a reír.
—Lo siento —musitó, tratando de tranquilizarse—. Puedes hacerlo... Puedes hacer todo lo que tú quieras, menos alejarte de mí, eso está prohibido.
—Ni siquiera lo pienses, me costó muchísimo poder gustarte. Ni loco me quedo sin ti.
—Jungkook, eres muy lindo —pronunció Taehyung.
—Tú eres hermoso, Taehyung —entonces, se ruborizó por completo—. Me gustas —y su corazón se derritió.
¿Podía existir una confesión más especial?
No, definitivamente no.
Decirse aquello no era la gran cosa, pues en realidad, existen adjetivos más impresionantes; pero, para Taehyung y Jungkook, quienes recién habían establecido lo que esperaban el uno del otro, repetir un simple "Me gustas" estaba por encima de todas las confesiones de amor en el mundo.
Lo sentían, lo sentían enteramente, lo sentían en cada latir de sus corazones. Se gustaban, se gustaban mucho.
El poder de atracción que había entre sus personas, solo hacía que sus ojos brillaran ilusionados. No podían pedir más. Estaban felices de haberse encontrado.
—Me gustas —confirmó Taehyung y ambas sonrisas se ensancharon.
—Sé que da miedo, sé que parece muy complicado, pero te prometo que no te abandonaré en ningún momento.
—Lo sé, Jungkook. Todo va a estar bien, vamos a ser felices.
—Vamos a ser felices —repitió Jungkook con seguridad y eso hizo que Taehyung soltará un suspiro aliviado.
Entonces volvieron a besarse con lentitud, para después concluir en que debían intentar dormir. Y acomodándose en los asientos de la primera fila frente al ventanal, se acurrucaron con mucho cariño, viendo cómo la nieve no dejaba de caer debajo de las nubes sombrías; dispuestos a cerrar los ojos, siendo conscientes de que tendrían dulces sueños.
[...]
Para Min Yoongi, levantarse de su cama jamás había sido una opción: no mientras la noche fuera tan fría. Desgraciadamente, ni siquiera podía conciliar el sueño.
Si no fuera porque Park Jimin se encontraba más que dormido en el piso de abajo, seguro ya estaría yendo por su quinto sueño de la noche.
Soltó un resoplo y se quitó los edredones de encima, solo para asomarse por la ventana y comprobar que, efectivamente, seguía nevando, y quizá un poco más fuerte, que cuando le prohibió, a Park Jimin, ir en busca de algún taxi.
¿Por qué, el rubio cachetón, le tenía que preocupar tanto?
Es decir, dormir en el sofá no tenía nada de malo; aparte, estaba cubierto con el mejor edredón que había en su casa, seguro estaba soñando con los angelitos. Sí, seguro que sí.
Y tras convencerse de ello, volvió a meterse entre sus sábanas para intentar dormir nuevamente; pero se golpeó la frente con una almohada cuando aceptó la realidad, no había forma de que durmiera. Quizá si bajaba y comprobaba que Jimin estaba bien, podría reposar de inmediato.
Entonces volvió a levantarse y salió rápidamente de su habitación, para luego disminuir su velocidad y bajar las escaleras lo más silencioso posible. No quería molestar al pequeño.
Cual gato sigiloso, se acercó hasta el sofá grande de su sala, percatándose, gracias a la tenue luz que entraba por la ventana, que el rubio se encontraba cómodamente pernoctando con Yeontan acurrucado en su pecho.
Soltó un suspiro y se dio un golpe en la mejilla, decidiendo que necesitaba ir al psicólogo.
Ahora sí, podía ir a dormir sin ningún problema. Sin embargo, se quedó más tiempo del necesario, observando esa relajada expresión que mantenía el rostro de Jimin.
Sus gruesos labios estaban levemente abiertos y su pequeña nariz resonaba con tranquilidad.
Min Yoongi, no tuvo más que sonreír, cuando notó que sus pestañas eran más largas de lo que se percibía cuando los bonitos ojos estaban abiertos. Jamás había visto tanta belleza en una persona.
En definitiva, Park Jimin era obra de los mismísimos ángeles.
Concluyó y se debatió entre seguir ahí, admirando al pequeño niño, o ir a meterse entre sus cobijas. No obstante, el frío que estaba haciendo, comenzaba a hacer tiritar su cuerpo, así que no le quedó otra opción que regresar a su habitación, dejando su corazón en la planta baja de su hogar.
Una vez recostado, se removió entre sus edredones, obligándose a cerrar los ojos para convencer a su cerebro de que era hora de dormir. Pero solo un par de minutos pasaron, para que su tranquilidad fuera perturbada por un jovencito, que se había adentrado a su habitación sin hacer ruido.
—Yoongi —le susurró el rubio en el oído, haciéndole pegar un salto por el susto; mismo que lo obligó a sentarse de un tirón.
—Jimin —dijo el azabache llevándose una mano hasta el pecho, para tranquilizar su aura recién alterada—. ¿Qué... qué sucede? —cuestionó, dándose cuenta de que el más joven, estaba enredado en el edredón que le había prestado horas antes, y de que llevaba a Yeontan cargado entre sus delgados brazos.
—¿Puedo dormir aquí? —preguntó y Yoongi abrió los ojos como platos por la sorpresa—. Tengo mucho frío —aclaró para luego hacer un lindo puchero. Entonces, la mente de Min Yoongi no pudo resistir tanta dulzura.
—Claro —fue lo que dijo, recorriéndose para dejarle la mitad de su cama a Park Jimin.
—Gracias —murmuró el menor, para meterse sin demora entre los edredones de Min Yoongi, y aprovechar para cobijar también al pequeño Yeontan.
Ambos se mantuvieron observando el techo por un momento, sumidos en un silencio muy extraño. Eso, hasta que Yoongi se percató de que el rubio estaba temblando, aún después de llevar unos minutos con tres edredones encima.
—¿Sigues teniendo frío? —le cuestionó, volteando su rostro hasta observar el perfil de Jimin.
—No es eso... Siempre me ha costado tomar calor y no dejo de temblar hasta que eso sucede. Siento molestar al respecto.
—No molestas —le dijo el azabache de inmediato—, ¿Crees que... sí me acerco un poco...?
—¿Me abrazas? —cuestionó de pronto, interrumpiendo al, ahora asombrado, Min Yoongi, quien no pudo evitar sentir que sus mejillas se calentaron. Se quedó en silencio por unos segundos, tratando de decidir si era bueno proceder de esa manera; pero mientras eso sucedía, la mente del otro comenzaba a carcomerle—. O mejor no —soltó el rubio sintiéndose avergonzado y girándose completamente hasta darle la espalda al chico de rasgos felinos.
Nunca había sido más estúpido; Sí Min Yoongi no le hablaba por la mañana, no tendría derecho de reclamarle. Las cosas no se hacen así.
Pero, justo cuando comenzaba a insultarse mentalmente por su arrepentimiento, un brazo firme le rodeó por la cintura con ligereza y, casi de inmediato, sintió el pecho de Min Yoongi reposar en su espalda, a la par que su cálida respiración le rozaba el cuello.
En seguida, pudo imaginar que tenía la cara más roja que cualquier tomate en existencia, pues sentía que la piel le ardía como en ningún otro momento.
—Me avisas cuando ya no tengas frío —le comentó el chico y Jimin solo pudo asentir, pues pensaba que, si intentaba hablar, solo saldrían gritos eufóricos de su garganta—. Te quedaste dormido a media película... y eso que tú la escogiste —se burló—. Sin embargo, terminé de verla solo para arruinarte el final.
—Yoongi, no te atrevas...
—Fue muy tonto, los productores pudieron haber hecho algo mejor.
—Yoon, no...
—Él elige morirse...
—¡Yoonnie! —gritó Jimin, girándose bajo el brazo que ya lo retenía y quedando de frente a Min Yoongi; llevando rápidamente sus manos hasta cubrirle la boca. No obstante, las retiró ofendido, pues el mayor dejó una lamida en ellas.
—... y todo termina con ella en París —continuó diciendo y Jimin intentó volver a detener a Yoongi, pero este fue más astuto y clavó su rostro en el cuello del pequeño, dejándolo completamente inmovilizado y asustado; haciéndolo sentir que le daría un paro al corazón—... vistiendo unas medias de abejita —soltó, rozando sus labios con la piel ya erizada del rubio—, mientras que lee una carta que el egoísta del protagonista le dejó, donde le dice que "viva bien".
—Yoon —musitó Jimin sin aliento alguno, denotando que se encontraba pasmado; completamente perdido.
Sin duda, tener el rostro de Min Yoongi en la curva de su cuello, sin efectuar movimiento alguno, más que percibir la vibración de su gruesa voz, era algo que resultaba más tortuoso que ninguna otra cosa en el mundo; sólo podía cerrar sus ojos con fuerza y estirar su cuello todo lo posible, para darle más acceso al joven pelinegro esperando, inconscientemente, que éste se atreviera a besarle.
—Ten bonita noche Minnie —y tras susurrarle eso, se tentó el corazón, dejando un tibio besito en aquella zona del cuello de Jimin que lo deseaba con ansias; provocando que el menor volviera a sus cinco sentidos y notara como tenía sus pequeñas manitas, hechas puño y aferradas a la camisa negra del ajeno.
Y justo cuando Jimin, más avergonzado que nunca por su clara falta de control, decidió que regresaría a dormir a la sala, Min Yoongi pasó su otro brazo por debajo del cuerpo del chico, solo para tomarlo con ambos y acercarlo con firmeza a su pecho, dándole todo el calor posible, que simples edredones jamás lograrían.
Ninguno dijo nada más.
Después de un rato, simplemente, se quedaron dormidos con una sonrisa en el rostro: uno por haber podido darle calor al ajeno y, el otro, por tener el privilegio de dormir escuchando el corazón de su Hyung.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro