33. Me gustas
Octubre.
Jeon Jungkook observó la hora en su celular y dejó caer su rostro contra el volante de su camioneta. El simple hecho de pensar, le dolía por montones.
Soltó un fuerte resoplido y quiso gritar, pero al final solo tensó cada uno de sus músculos, con el fin de contener sus sentimientos abatidos.
Taehyung... Él... él era la razón de sus más grandes sueños e ilusiones.
Durante la noche anterior no había podido dormir y, hasta ese segundo, se había mantenido pensando en el chico de los rulos despeinados y sonrisa cuadrada, mismo que lo había mimado como nunca nadie más.
—Seguro no lo recuerda —susurró y alzó la vista, topándose con el jardín del hospital cubierto de tonalidades moradas, rojizas y naranjas. Ya era tarde, quizá se trataba de la última cita que tenía agendada el castaño—. No debe recordarlo —dijo y llevó una mano hasta sus labios, soltando un suspiro mortificado.
¿Por qué hiciste eso Taehyung?, ¿Por qué me miraste de esa manera tan linda y te dispusiste a besarme como si nada más importara?... ¿No ves que esto es difícil para mí?
La verdadera pregunta es: ¿Por qué no te detuve?...
Todo es mi culpa.
Ahora, aunque no quiera, estoy muy emocionado. Mi cuerpo anhela sentir tu calor, tu suavidad y tu cariño.
¿Por qué hiciste eso?
Estabas muy ebrio, no eras capaz de controlar tus acciones; yo debí controlarlas. Pero, a pesar de que me repito lo anterior a cada segundo, solo vuelvo a recordar tus bonitos ojitos mirándome encantados...
Los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, ¿No?
Tú, anoche, fuiste ambos.
Parecía que no me estabas mintiendo. Querías experimentar lo mismo que yo, te sentías atraído, fascinado.
Me necesitabas cerca. Necesitabas sentir mi calidez, mi respiración, mi tacto; de otra manera, nada hubiera ocurrido.
Estoy en lo correcto, ¿Verdad?
Tú... tienes sentimientos por mí.
—Ojalá lo recuerdes —susurró, tomando su mochila del asiento trasero y bajando de la camioneta con precipitación incluida.
Caminó rápidamente en dirección a las puertas de medicina física. Parecía que avanzaba como si lo estuvieran persiguiendo. Eso, hasta cierto punto, le lastimaba un poco en su rodilla, pero si se detenía, si miraba hacia atrás o si avanzaba con lentitud, lo único que iba lograr era arrepentirse y escapar del lugar. A esas alturas, lo menos que le importaba era perder su cita.
Tenía miedo, mucho... No conocía cómo iba a reaccionar el fisioterapeuta ante su presencia, no sabía lo duro que sería el momento, si el castaño no se atrevería a mirarlo o si, simplemente, no deseaba atenderlo. En serio que tenía miedo.
Cuando menos acordó, ya estaba frente al consultorio de Taehyung, llamando a la puerta, aún repleto de determinación.
—Todo va a estar bien, todo va a estar bien, todo va a estar bien —se repitió cientos de veces, pero en cuanto el fisioterapeuta le abrió, toda su seguridad cayó por la borda.
El chico de piel canela le sonrió en grande y Jeon Jungkook solo pudo estremecerse sobre su sitio. La primera prueba había sido superada, al menos, ya sabía que Taehyung no lo iba a evitar.
Eso le alegró los sentidos e hizo que soltara un suspiro de alivio, pero, conforme los minutos pasaron y la sesión fisioterapéutica avanzó, se dio cuenta de que Taehyung no demostraba sentir la misma emoción que había dentro de su pecho, por haber compartido sus primeras caricias y certeros sentimientos bajo las estrellas. Tal vez, el joven castaño, estaba evitando ponerse a pensar en eso (al contrario de él, que ni siquiera el sueño lo había vencido); posiblemente, se encontraba molesto y por eso no quería ni mencionarlo; quizá le incomodaba el tema o, sencillamente, había olvidado todo.
Una vez que Taehyung terminó de revisar su articulación y comenzó a digitar un par de cosas en su computadora de escritorio, Jungkook lo pensó con seriedad y se armó de tanto valor que, por un instante, creyó que su cabeza estallaría.
Necesitaba ser fuerte, no era momento para ponerse a llorar. Debía enfrentarlo todo ahora, si no, después, quien sabe lo que le sucedería.
—Taehyung, anoche...
—¡Ah!, ¡Sí!, Sobre eso, Jungkook —interrumpió el joven de inmediato y Jungkook sintió la necesidad de salir corriendo—... Papá dijo que me llevaste a casa cuando ya era muy tarde. Mencionó que te había indicado donde era mi habitación y tuviste que acomodarme en mi cama... En serio, lamento mucho todas las molestias, también espero que Kim Chulmoo no haya sido grosero contigo... Perdón por haberte arrastrado hasta ese punto.
El rostro del pelinegro denotó su real desconcierto, pero, después de un segundo, pudo soltar un resoplido de sosiego, pues había pensado que Taehyung le diría otra cosa: quizá, algo relacionado con no tocar el tema.
—No te preocupes Taehyung, todo estuvo bien... El señor Kim no me dijo nada, solo se mantuvo muy serio. Eso me dio un poco de miedo, si te soy sincero —dijo y ambos soltaron una risita—... Es verdad. Fue fácil dar con tu casa, es justo como la describiste; también te acomodé en tu cama... Tú habitación es muy interesante, tienes demasiados libros —y después de haber mencionado eso, pudo ver como Taehyung le dirigía una mirada de extrañeza—... No es como si hubiera husmeado entre tus cosas, solo... es algo que no podía pasar desapercibido. Lo siento.
El fisioterapeuta soltó una carcajada—. Está bien, Jungkook. Muchas gracias por todo.
—No es nada, sabes que cuentas conmigo. Estaré siempre que lo necesites —y ante la sonrisa del castaño, el atleta entendió que incluso, con la mirada, le estaba agradeciendo.
—Yo también estaré —dijo, antes de volver a mirar al monitor.
Pasaron un par de minutos en los que el uniformado siguió tecleando lo más rápido posible, mientras el deportista se hundía cada vez más en sus miedos.
—Entonces, sobre —soltó sin siquiera meditarlo—... lo de anoche...
—¿Lo de anoche? —cuestionó el mayor, sin retirar la vista de su actual actividad.
—Sí, ya sabes... Lo que ocurrió en el parque.
—¿El parque? —preguntó, al fin levantando la mirada hasta encontrar al pelinegro —... ¿El parque que está cerca de mi casa?, ¿Estuvimos ahí? —Jungkook asintió.
—¿No lo recuerdas? —cuestionó, sintiendo sus ilusiones resbalar como agua entre sus dedos.
—Bueno... Mmh, lo siento... Es que no soy mucho de beber alcohol y cuando lo hago sobremanera me pongo muy mal y me olvido de las cosas. Dime qué no hice algo tonto.
—No... No, claro que no —arguyó—. Es solo que —entonces, sin terminar su oración, tomó su mochila y comenzó a buscar entre sus cosas, mientras se iba poniendo de pie. Luego, sacó una loción y se la entregó a Taehyung, dejando al joven demasiado desconcertado—... Tengo que irme, olvidé que vería a mi entrenador —y tras decir eso, retiró su silla y se alejó en dirección a la puerta.
—Espera, Jungkook... ¿Qué es esto? —el pelinegro se detuvo, aun cuando ya tenía su mano sobre la perilla.
—Es una loción —contestó, casi sin querer.
—¿Una loción?
—Sí —dijo, sin siquiera voltear hacia el mayor—, dijiste que... te gustaba mi... olor a nuez —confesó, cerrando sus ojos y apretándolos con fuerza.
—¿Tu... olor a nuez? —preguntó un confundido Taehyung, pero, de pronto, el sonido provocado por su silla giratoria hizo que Jungkook volteara hacia al chico y lo encontrara de pie, observando a la nada y cubriéndose la boca. Tal parecía que sus recuerdos habían llegado en un fuerte golpe de realidad—... ¿Qué?
El atleta le dio la espalda nuevamente—. No te preocupes, sabía que lo ibas a olvidar... Está bien. No pasa nada, creo que es mejor así.
—No, Jungkook —susurró Taehyung—, no entiendes... Es que tú y yo... tú y yo —y luego ya estaba a su lado, viendo el perfil de un Jungkook que solo podía mirar hacia su mano que envolvía la perilla—... Dime qué fue un sueño.
—No sé a qué te refieres Taehyung... Tengo que irme —indicó girando la perilla.
—Jungkook... Espera —le detuvo, poniendo su mano sobre la del joven que comenzaba a sudar—... Dime qué lo sucedido fue un sueño... Por favor.
—De verdad, no sé de qué hablas. Tengo prisa.
—Jungkook —susurró—... Por favor.
Entonces, el menor volteó a mirarle, notando al instante la angustia que había en su rostro. Se sintió muy mal, jamás debió haber mencionado nada, era mejor que el asunto quedara en el olvido; de cualquier manera, no había mucho que hacer ante el tema. Pero luego, cuando el agarre del castaño se hizo un poco más firme sobre su piel, supo que ya nada importaba. Ya había llegado hasta ese punto, nunca más podría retroceder; ninguno podría olvidar lo sucedido. Por ende, decidió mandar todo al carajo. Dejó caer su mochila al piso y, de un momento a otro, tomó la cintura de Taehyung con fuerza, apegándolo a la suya.
Los ojos del mayor se abrieron como platos, denotando que el susto estaba latente.
—Lamento decirte que no fue un sueño, pequeño bebé —pero ante esa manera en que lo llamó Jungkook, el pánico de su cuerpo creció en demasía—... Y sé que no está bien, pero yo... necesito hacerte recordar.
Y antes de que pudiera reaccionar, los labios de Jungkook ya estaban presionando sobre los suyos, dejándole una sensación tan cálida que sus sentidos se echaron a volar como si fuesen mariposas. Ese estaba siendo el toque más tibio y lleno de sentimientos que nunca pensó existir. Pero esas palomillas explotaron cuando se dio cuenta de lo que estaba permitiendo y, simplemente, se sacó de golpe, dejando al menor con un pequeño dolor en el pecho.
Sus miradas se cruzaron y, cuando Jungkook notó que Taehyung iba a salir de entre sus brazos, meramente afianzó su agarre y encaminó hasta a la pared, al joven que lo observaba tembloroso. Parecía estar aterrorizado. Su mirada recorría cada una de las facciones de Jungkook, mientras sentía que poco a poco se hacía más pequeñito.
Estaba acorralado, sí, pero eso fue más evidente cuando Jungkook posó una de sus manos sobre su espalda baja y la otra fue a dar hasta su mejilla izquierda, acunándola como si fuera lo más preciado que existía en el planeta.
—Jungkook...
—Taehyung, tu adoras ver las constelaciones. El cielo nocturno es lo más hermoso que hay para tus ojos. Pero, en realidad, ningún cuerpo celeste, diamante, cetro, corona, ni el mismísimo trono de Zeus, podrán brillar más que tu sola existencia. Eres lo más deslumbrante, magnífico, bello y perfecto que he visto en toda mi vida —confesó—. Para mis ojos, tú eres lo más precioso del universo entero.
—Koo... —soltó Taehyung, como si estuviera a punto de llorar; no sabía si era porque no pudo evitar sentirse conmovido o porque la situación en verdad le causaba mucho miedo. Solo quería llorar a todo pulmón, sin detenerse a pensar en nada más.
—Tae...
Tras murmurar lo anterior, aquella pequeña distancia, perteneciente a ambos rostros, logró acortarse de una vez por todas. Los labios de Jungkook atraparon a los de Taehyung sin ningún previo aviso. Este último estaba decidido a desistir, pero Jungkook estipuló que no renunciaría a sus deseos, así que se aferró, con fuerza, a la cintura del castaño, estableciendo y dejando claro que no lo soltaría hasta que cediera.
Y no pasó mucho tiempo cuando Taehyung aceptó. Los labios del atleta ya habían humedecido sus comisuras, por lo tanto, el castaño, solo tuvo que entender los suaves movimientos que dejaba Jungkook sobre su boca estática, para luego comenzar a ser partícipe del bonito vaivén que el otro le estaba regalando.
Se dejó llevar. Tenía miedo, ardía en nerviosismo, pero lo hizo y no supo por qué. Un impulso dentro de él le obligó a doblegarse. Entonces, sus bocas ya estaban ancladas y quedó sumergido en aquella temible sincronía que era irremediable descartar. Subió sus brazos hasta el cuello del pelinegro y lo abrazó con fuerza.
Jungkook sonrió entre el beso, siendo consciente de lo que acababa de lograr, mientras que Taehyung solo intentaba ignorar sus pensamientos y concentrarse en el joven que permanecía entre sus brazos.
El calor comenzaba a subir a la par que la velocidad en sus movimientos, las respiraciones de ambos chocaban con fuerza en la piel del contrario y el sonido de sus labios deslizantes inundaba la habitación solitaria.
Sin duda, era un momento especial, ninguno de los dos tenía idea de cuánto deseaban lo que estaba ocurriendo, de cuánto necesitaban tenerse cerca, de cuánto anhelaban escuchar el latir de sus corazones tan sincronizados como nunca antes.
La falta de oxígeno les obligó a detenerse y a separar sus rostros lentamente. Se miraron sin sostener ninguna expresión, parecía que hablaban sobre lo que sentían con tan solo observar los orbes del otro, pero Taehyung no pudo soportar los ojos amielados del azabache inspeccionándole, así que escondió su rostro en el cuello de éste y se limitó a intentar bloquear todo lo que pensaba, desde su ética profesional hasta el porqué de sus acciones repentinas.
Y entonces, ocurrió. Jungkook inhaló demasiado oxígeno y decidió soltar lo que su mente y corazón contenían desde algunos meses atrás—. Me gustas, Taehyung. No puedo seguir guardándolo. No puedo seguir ocultando lo que siento y, sinceramente, no quiero, porque en serio me gustas. Ya no sé qué hacer, mis sentimientos crecen cada vez más y cuando estoy contigo no puedo evitar querer abrazarte con fuerza. Me gustas... mucho.
El castaño no dijo nada, por dentro todo su mundo se estaba desmoronando en pedazos, seguía sintiendo ganas de llorar, las lágrimas amenazaban con salir con cada milisegundo que pasaba. Temblaba, sentía que si soltaba a Jungkook caería al piso sin compasión, pero era lo que tenía que hacer. Reunió las pocas fuerzas que aún le quedaban y se alejó del pelinegro sin ponerse a pensar en lo fácil que fue deshacerse de su agarre. Tomó su abrigo del perchero y, sin siquiera mirar al menor, salió de la habitación, dejando a éste con una explosión de emociones intensas y el corazón dolido.
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