29. Una partida entre dos corazones
Septiembre.
—¡Llegamos! —exclamó un alegre Min Yoongi, deteniendo el motor de su camioneta frente a una linda casa blanca. Giró su rostro hasta encontrar el de su copiloto y soltó una leve risita—¡Oh, vamos Taehyung!, si no quitas esa expresión de tu presuntuoso rostro, pensaré que realmente te obligué a venir a mi casa.
Entonces los orbes ofendidos del castaño se giraron para mirarlo y fulminarlo al instante.
Flashback...
—Esta tarde, ¿Quieres ir a jugar videojuegos a mi casa? —preguntó el pálido azabache mientras daba una mordida al hotdog que recién había comprado en uno de los puestos externos al hospital—... No acepto un "No" por respuesta y, antes de que te atrevas a considerarlo, solo quiero recordarte que sé dónde vives y que vi todos los capítulos del programa "Mil maneras de morir", para que lo tomes en cuenta.
—No es justo Hyung, literal me estás amenazando —opinó el castaño que lamía un caramelo.
—No veo por qué no. Siempre te niegas, así que estoy dispuesto a hacer lo que sea, no importa que te lleve arrastrando o dentro de una ambulancia... Esta vez no me dirás que no.
Fin del flashback...
—Si, claro. Omitiendo la parte en que me amenazaste de muerte, tienes toda la razón —el chico rizado se cruzó de brazos.
—Como sea, baja ya. Debemos preparar las cosas.
—¿Preparar las cosas? —y aquella pregunta quedó suspendida en el aire, pues Yoongi ya se había bajado del vehículo y estaba por llegar al pórtico de su casa.
Una vez que ambos estuvieron adentro, el pálido envió a su pequeño amigo a servir unas cuantas bolsas de frituras en un par de tazones que estaban en la alacena de la cocina, mientras este iba al segundo piso para quitarse el uniforme azulado.
Taehyung obedeció al instante y se perdió en sus pensamientos a la par que sus manos buscaban las frituras.
Aquella no era la primera vez que el joven castaño visitaba la casa de su amigo, si acaso había ido un par de veces desde que ambos se conocieron. Sin embargo, el sitio era uno de los pocos lugares que de verdad le agradaban en todo Seúl. Era hogareño, bastante cálido y con todas las comodidades que un ser humano promedio desearía tener. Debía admitirlo, vivir así era uno de sus más grandes sueños, por ende, admiraba a su felino amigo.
No obstante, el sonido del timbre hizo que sus pensamientos fueran interrumpidos. Se preguntó si Yoongi esperaba a alguien más y, simplemente, dejó de hacer sus actividades para dirigirse a abrir la puerta.
La risa del traumatólogo le sorprendió al instante, no sabía que sería una reunión de tres. O cuatro. Pensó en cuánto se topó con los rostros de sus dos colegas. Por una parte, el simpático Kim Seokjin, quién, por morir a carcajadas, estaba a punto de dejar caer la torre de pizzas que llevaba en sus manos, y por otra, Jung Hoseok, retorciéndose extrañamente a un lado del más grande.
—¡Hazte a un lado Taehyung!, ¡Necesito ir al baño! —exclamó el joven sonrisas, empujando al menor y echándose a correr al fondo de la linda casa minina.
—¡Eso te sucede por ser un ladrón de sodas! —gritó el mayor a la nada y Taehyung soltó una risita. Ya era bien sabido que ese par siempre se divertía.
Sin más, ayudó al mayor de sus Hyungs a ingresar a la casa del azabache. Una vez que pusieron las pizzas en la barra de la cocina, se decidió por preguntarle al otro el motivo de la reunión, pero antes de poder siquiera abrir la boca, el timbre de aquella casa sonó por segunda vez y no le quedó más remedio que aproximarse a abrir nuevamente, en esta ocasión, sorprendiéndose más de lo esperado.
—Hola —saludó Park Jimin en un inentendible susurro y le hizo señas de que se hiciera a un lado.
—¿Ya casi llegamos? —aquella voz encendió los sentidos de Taehyung al instante y no tardó más que un par de milésimas de segundo en fijar su mirada en el pequeño Jeon Jungkook, que caminaba a paso lento, pues llevaba puesta una venda en los ojos y solo se dejaba guiar por el emblemático Kim Namjoon, quien lo sostenía fervientemente.
—Falta lo mismo para llegar que hace dos segundos que preguntaste —le respondió Namjoon con algo de gracia.
—Lo siento Hyung. Es que esto se está volviendo desesperante y, a decir verdad, le tengo miedo a Jimin Hyung, a veces sus ideas son muy descabelladas.
Para ese punto, el rostro de Kim Taehyung denotaba la gran duda en la que se encontraba. No sabía lo que sucedía, todos estaban actuando demasiado extraño. Además, no podía evitar quedarse mirando como dirigían a Jeon Jungkook hasta el centro de la sala y lo sentaban en uno de los sofás del sitio.
Sin embargo, todo tuvo sentido cuando el joven rubio sacó de la nevera un pastel de chocolate que lucía delicioso y lo posó en la mesita que estaba frente al atleta pelinegro.
Jeon Jungkook se sentía bastante ansioso, y no era para menos, desde que lo sacaron de su casa le habían vendado los ojos y no tenía idea de dónde se encontraba. De pronto, todo se había puesto en silencio y la sensación exasperante incrementaba. Sabía que era su cumpleaños, pero no era para tanto.
Y antes de que intentara huir, Kim Namjoon desató la venda que tenía en sus ojos, provocando que lo primero que viera Jungkook fuera aquel hermoso rostro de piel aterciopelada. Se preguntó si era un sueño o si estaba teniendo alucinaciones, por tal hecho se talló los ojos, pero al abrirlos nuevamente, siguió mirando al castañito que le regresaba una alegre expresión.
—¡Sorpresa! —gritó Jimin y a Jungkook no le quedó nada más que salir de aquella ensoñación y recaer en lo que era su entorno.
Tenía un pastel frente a sí, estaba rodeado por seis chicos con un extraño gorrito de fiesta y lo más impactante seguía siendo la presencia del chico de sus sueños.
—¿Qué es todo esto? —preguntó sintiendo como una sonrisa de conejo se iba agrandando poco a poco sobre su rostro.
—¡Feliz cumpleaños Jungkookie! —exclamó nuevamente Jimin y se lanzó a abrazar al más joven del grupo.
—Quisimos reunirnos para pasar un buen rato contigo. Tal vez no ha sido el mejor año ni esta es la mejor fiesta, pero estamos felices de poder estar aquí y esperamos que disfrutes de la tarde de videojuegos que hemos organizado en tu honor —aclaró Kim Namjoon y Jungkook asintió agradecido.
Al instante, comenzaron a cantar la típica canción de "Feliz cumpleaños" y le dieron un momento a Jungkook para que pidiera un deseo antes de soplar las velitas. Luego partieron el pastel y comenzaron a devorar las pizzas.
Entre chistes malos, anécdotas graciosas y sodas de sabores variados, los siete chicos no habían parado de pasar un buen rato. Para este punto, ya habían comprendido que se llevaban demasiado bien como para poner punto final a las primeras reuniones que hacían.
—¡Vamos Yoon! —animó Jimin al chico que le gustaba, pues en ese momento se encontraba compitiendo contra el festejado, quien no dejaba de apretar los botones de los controles del XBox, donde trataba de rostizar al personaje de Min Yoongi—. Tienes que ganarle a Jungkook, aposté 10 billetes por ti.
—¡Hey!, ¡Eso no es justo! —recriminó Jungkook sin dejar de mirar la pantalla.
—Es verdad, no es justo —complementó Kim Taehyung—. Por eso aposté 10 billetes a Jungkook. ¡Tienes que ganar, Koo!, ¡Confío en ti!
Y ante lo anterior, los sentidos de Jeon Jungkook se enternecieron. No lo podía evitar, Taehyung le acababa de poner un apodo tan hermoso, que estaba dispuesto a tatuarlo en su brazo derecho.
Es que no había ser humano más lindo, inteligente y tierno a la vez. Necesitaba desmesuradamente a Kim Taehyung en su vida, deseaba con toda su alma poder estar a su lado siempre, porque de verdad sabía cómo acelerar su corazón.
TaeTae, lindura... También confío en ti.
Fue lo que pensó y ganó aquella batalla contra Min Yoongi, provocando que Park Jimin soltara un par de alaridos y Kim Taehyung llenara la habitación con vítores emocionados.
Siguieron compitiendo entre ellos, el Golden Maknae le dedicó a su fisioterapeuta el mismo apoyo que había recibido y fue increíble cuando le ganó al rubio. Estaban demasiado emocionados y comenzaban a hacer bromas mencionando que habían nacido para hacer un equipo, hasta que ambos quedaron como finalistas y ahora debían enfrentarse.
Jungkook miró a Taehyung, luego al control que tenía en sus manos, al televisor, a la consola y volvió a Taehyung, esta vez, recibiendo una sonrisa cuadrada y juguetona, que definió la postura en la que ambos estaban.
—Voy a ganar —aseguró el castaño.
—No lo creo —contestó el pelinegro, guiñandole un ojo a la par.
—Ya veremos.
—¿Cómo va a terminar esto? —preguntó Namjoon y Seokjin soltó una carcajada.
—Creo que iré por más palomitas.
Y así comenzó aquella partida, ambos chicos se aferraban a sus controles y trataban de ser lo más precisos posibles en sus movimientos. Los ajenos a la batalla, miraban anonadados como estaban llenando los marcadores y, de vez en cuando, repartían consejos algo exaltados.
Taehyung estaba emocionado, esa adrenalina le estaba quitando el estrés. Deseaba ganarle a Jungkook con unas ganas inmensas y ni siquiera conocía la razón, solo quería hacerlo. Así que debía ser la mejor jugada de su vida.
Por otra parte, Jungkook se contagiaba de la energía del muchacho lindo de al lado. Le parecía tierno el momento, pues ambos se desafiaban y buscaban la victoria. Estaba claro que no podían existir dos ganadores, aunque la realidad fuera distinta y lo demás ya estuviera escrito.
Un Taehyung ensimismado, de pronto pegaba gritos, algunos saltos y dos que tres maldiciones. No podía creer que iba ganando, los dedos ya le dolían y faltaba muy poco para la victoria. Pero para su mala suerte, cierto par de jovenzuelos a su costado, comenzaron una conversación algo "interesante".
—¿Estás triste por tus 10 billetes? —le preguntó Min Yoongi a Park Jimin, quién asintió con sinceridad—... Siento haber perdido. Prometo que te recompensaré —y tras decir aquello, dejó un beso tronado en la mejilla del muchacho sentado a su derecha, causando que Jimin se sonrojara de inmediato y que escondiera su rostro tras el cojín que desde hacía un rato tenía en sus manos.
¿Aquello... qué había sido?... ¿Acaso Yoongi andaba por la vida dejando besos en la mejilla de la gente?... No, eso no era posible. Es decir, Yoongi prefiere tener su espacio. Pero, esa manera de acercarse, hablarle y mirar al rubio... Yoongi siempre ha tenido una personalidad fuerte, jamás lo había visto ser tan... dulce.
Esto... obviamente, lo hizo sentir muy fuera de contexto. En definitiva, no sabía lo que sucedía, pero de algo sí estaba seguro: lo anterior daba la impresión de que ambos jóvenes no eran unos simples amigos.
—¡Gané! —la voz de Jungkook llegó hasta sus oídos, penetrando profundamente en su mente y haciéndole saber que era un simple tonto.
Volvió su vista hasta sus manos y observó que sus dedos no apretaban más botones.
¿En qué momento había dejado de participar en el juego?, ¿Tan raro le resultaba ver qué un hombre dejara un beso en la mejilla de otro?, ¿Por ello había perdido contra su paciente?... De verdad que no podía ser más estúpido. Pecaba de distraído.
Golpeó su frente y no le quedó más que aceptar que Jungkook le había ganado... Al parecer, la noche iba a ser algo larga.
Pero tan pronto como había imaginado lo anterior, las horas pasaron volando. En breve llegaron las 11 de la noche y todos aceptaron que debían retirarse, pues al día siguiente debían trabajar.
Ayudaron de a poco a recoger la casa de Min Yoongi y tomaron sus cosas para irse, excepto Taehyung, él tomaría un taxi más tarde.
Todo iba bien, pero algo dentro del castaño le hizo sentir que no podía dejar pasar ese día con tal simpleza, así que, antes de que Jungkook subiera a uno de sus tantos vehículos, salió corriendo de la casa de Yoongi.
—¡Jungkook! —exclamó haciendo que el más joven se girara extrañado, pues ya se habían despedido.
—¿Qué sucede? —preguntó y como respuesta recibió que el cuerpo de Kim Taehyung se estrellara contra el suyo en un magnífico y apapachador abrazo.
—¡Feliz cumpleaños! —le dijo con ternura al oído, mientras dejaba que su mano derecha se perdiera acariciando el cabello de la nuca pelinegra, provocando que la piel del menor se erizara en cuestión de segundos.
En realidad, Jeon no supo cómo reaccionar, estaba verdaderamente sorprendido, hundiéndose en un shock emocional. Pero, lentamente, subió sus manos hasta enredar el cuerpo de su fisioterapeuta y permitir que la vida misma los uniera sin ninguna otra opción.
—Taehyung —murmuró Jungkook anonadado al sentir la respiración del mayor en la curva de su cuello.
—Espero que el día de hoy lo hayas disfrutado. Deseo que puedas cumplir todas tus metas y que seas muy feliz siempre... Te aprecio mucho Koo, lo digo en serio —confesó por último, aferrándose con fuerza al cuerpo del atleta, pensando en lo mucho que el joven le importaba.
—Gracias TaeTae, yo también te... aprecio... mucho.
Y con esas palabras, marcaron el comienzo de una historia que debía escribirse desde el inicio de los tiempos, pues ambos, definitivamente, estaban destinados a suceder, tal como lo han hecho las estaciones del año a lo largo de su existencia.
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