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Capítulo 28

Tengo una mata de pelo rubio por toda la cara cuando despierto. Bajo de la cama tratando de no levantar a Claudia, que sigue rendida a mi lado, y voy hasta la cocina por un café. Me siento mejor en comparación con lo mal que estaba ayer, pero el aspecto de mi cara grita todo lo contrario cuando veo el reflejo en el espejo del salón. Tengo los ojos muy rojos e hinchados, además de unas ojeras oscuras que me hacen parecer un mapache.

Metí la cápsula en la cafetera y... el timbre estridente que tiene predeterminado Lorena hace todo lo posible por reventarme el oído.

—Desde ayer llevo tratando de hablar contigo y, señorita, no te has dignado a responderme las llamadas.

Su cara enojada aparece al otro lado de la línea, y acerco el teléfono a mi rostro, lista para usar mi excusa favorita.

—Estaba con migraña. —abro los ojos enrojecidos a la cámara. —¿Ves?

—Está bien. —rebufa. —Te la dejo pasar. ¿Ya estás mejor?

—Un poco. —saco la taza con mi americano doble de la cafetera y me la llevo a la boca, haciendo una mueca por la temperatura. —Entonces... ¿qué querías decirme ayer?

—¡Ah, sí! —su rostro se ilumina al recordar. —¡Tu foto está por todos lados! Los encabezados son lo mejor.

El café se me atraganta y varias gotas se me salen por la nariz de la impresión.

—¿Qué foto? —abro el portátil rápidamente y Lorena suelta una carcajada.

—Saliste preciosa, no te preocupes. —le hago una mueca. Está claro que a ella le hace más gracia que a mí que me estén poniendo a parir. —Aunque no entres a Twitter. No sé qué clase de trauma tiene la gente ahí para tener tanta mierda dentro.

"Casa fortuna de alto rango."
"Hayden Miller y su nueva novia a la que nadie conoce"
"¿El cazador terminó cazado?"
"La desconocida y joven fotógrafa que cautivó al soltero más codiciado de Las Vegas."

Esos son solo algunos de los muchos titulares debajo de la foto que nos tomaron a Hayden y a mí en la fiesta.

—...felicidades por la exposición, por cierto. Todos dicen que tus fotografías arrasaron. Esa es mi chica, estoy orgullosa, debo confesarlo, ladilla.

—Buenos días. —Claudia baja bostezando. —¿Qué hay de desayunar?

Giro la pantalla del computador para mostrarle uno de los artículos.

—¿Sabías de esto?

Se lleva la mano a los ojos, restregándolos, y asiente despreocupada mientras saca una de las sillas del desayunador y se sienta.

—Oh, vaya, buenos días a ti también, no sabía que estabas ahí. —saluda a Lorena y me quita la computadora para buscar algo. —Claro que lo sabía, la foto está por todas partes. Incluso... Anja, aquí está. Alguien te abrió una página de fans.

Deslizo la página de arriba abajo con los ojos cuadrando. Estar expuesta de esta manera no es para nada bueno. A la mierda lo que quieran pensar de mí, pero esto... no puede ser.

—Es el furor del momento. —explica Claudia. —No te preocupes, pronto se les pasará.

Eso espero. Desayunar escuchando cuentos sobre lo que la horripilante hermana de Lion es capaz de hacer es mi idea de una conversación con amigas, lo más aburrida y normal del mundo.

Claudia no se ha movido de frente al televisor y, como siempre, yo soy quien tiene que limpiar el reguero que se arma. Aprovecho los cinco minutos sola para enviarle un mensaje a Isabela diciéndole que todo salió bien y no descuelgo la llamada que me entra al instante de que el texto se marca como visto.
Termino de dejar las últimas cosas en el lavaplatos para fregarlas, solo Dios sabe cuándo, y voy hasta el sofá donde Claudia, con el teléfono en la mano, busca apagar el sentimiento que desconozco dentro de mi pecho.

« Yo: Buenos días.»

Juego con las costuras del almohadón mientras veo los puntos suspensivos que aparecen y desaparecen bajo su nombre, diciéndome que está escribiendo, y solo el sonido de la notificación ya me saca una sonrisa.

« Hayden:
Buenos días, rubia.
Sigo sin entender el motivo por el cual no amaneces hoy desnuda en mi cama.»

« Yo:
Necesitaba terminar el informe de la editorial y necesitaba estar concentrada para hacerlo bien.»

La garganta se me aprieta cuando tengo que mentir, pero eso es mejor que explicar que estoy trabajando en un casino.

« Hayden:
No me parece motivo suficiente.»

« Yo:
Ahora que lo pienso, a mí tampoco.
¿Sería demasiado decirte que te extraño?»

Envió el mensaje dejándome llevar por lo que me corroe y me remuevo ansiosa viendo que la respuesta no llega.

—¿Qué haces? —pregunta Claudia y niego, devolviendo mi atención al móvil. —¿Oíste lo que te acabo de decir?

—Ujum. —mentira, no oí nada, estaba ocupada con...

« Hayden:
Mandaré a alguien a recogerte.»

« Yo:
No puedo, planes con tu hermana.»

Tecleo la respuesta enojada y apago el móvil. Qué clase de ego hay que manejar para no poder aceptar que también me extraña.

—...puedes ir a vestirte, por favor. —frunce los labios pintados de rosado formando una fina línea. —Aunque no me quieras contar por qué estabas así anoche, planeo sacar toda esa energía negativa de tu cuerpo. No me lo hagas más difícil y ¡mueve el culo a vestirte!

Hago caso a mi amiga y subo a la habitación, eligiendo algo cómodo mientras ella espera. Salimos en su auto hasta el spa y allí pasamos las siguientes tres horas, pasando de albercas frías a baños de lodo y de vuelta al agua, ahora caliente.

—Me suenan las tripas. —dice Claudia frotándose el estómago. —Iré a por el muchacho para que nos traiga algo de comer.

Accedo con un leve movimiento de cabeza y desato el nudo en el sujetador para subirme a la camilla nuevamente, donde proceden a hacerme un masaje con piedras calientes.

—¿Se siente cómoda, señorita? —pregunta el chico.

Levanto el pulgar en gesto afirmativo y mantengo los ojos cerrados con la cabeza metida en el hueco de la camilla. Nunca he sentido el cuerpo tan relajado como ahora; el masajista encaja los dedos en los costados de mi espalda, aplicando la fuerza necesaria para...

Siento como alguien se aclara la garganta y las manos se me despegan instantáneamente, como si mi cuerpo les hubiera pasado corriente.

—¿Todo bi... —no termino la pregunta cuando levanto la cabeza y veo a la persona parada frente a mí, que me desata el pulso.

Va vestido informal, los pantalones cortos dejan ver el tatuaje que le cubre la pierna y la tela del pulóver marca cada músculo del torso de una manera que me hace salivar al instante, pero no. Bajo la cabeza de nuevo hasta mi lugar como si no me importara y...

—Puedes seguir. —le hablo al masajista. —No pares ahora que estaba en el mejor momento.

—¡Fuera! —ordena Hayden en un tono agrio, y el muchacho no duda en salir, a juzgar por lo rápido que siento el clip de la puerta. —¡No me digas que follarte al masajista es una de tus fantasías! ¿Te gusta ir por ahí enseñando las tetas?

Apoyo los brazos en la camilla, levantándome, y me siento frente a él, dejando los pechos al aire.

—De hecho, sí. —ladeo la cabeza y su mirada me aniquila—. Para mi mala suerte, el chico es gay; no sabe apreciar esta obra de arte.

Bamboleo las tetas y el azul irradia veneno sobre mí. Estoy jugando con fuego, lo sé. Pero esto no funcionará si soy la única que se lanza.

Mandaré alguien a recogerte. Repito su respuesta en una voz irritante dentro de mi cabeza, y el genio se me descompone. Ni que fuera un paquete.

—No te tires al agua, porque la piscina está honda y te puedes ahogar. —advierte, avanzando hasta detenerse a un palmo de mí—. Te aseguro que no ganarás si entramos a este juego.

Me agarra de la nuca y me planta un beso ansioso que, por más que quiero rebatir, no logro cortar. Me vuelvo un charco bajo su boca y su lengua, que me saborea cada centímetro llena de maldad.

—¿Qué haces aquí? —jadeo cuando me suelta.

Un simple beso de Hayden es capaz de ponerme a lanzar cohetes y hacer que me olvide de todo.

—¿Sabes que tu deber es decirme todo lo que te pasa? —junta el entrecejo y lo miro confusa—. ¿Por qué demonios tiene que decirme Claudia que te encontró anoche llorando en tu apartamento y yo estoy ajeno a eso?

—No...

—No quiero mentiras. —advierte—. ¿Qué pasó?

Me encojo de hombros y alguien da dos toques en la puerta. Me cubro con la toalla por instinto y...

—¿Puedo pasar? —pregunta su hermana.

—Sí.

—No. —decimos a la par, cosa que ella pasa por alto y abre la puerta llevándose las manos a la cintura.

—Si te cuento que estaba preocupada, no es para que vengas y me eches para adelante como un carrito de helado. —rebate enfadada—. ¿No conoces el concepto de "discretamente"?

Dibuja unas falsas comillas en el aire y me aprieto el puente de la nariz, incómoda. Su hermano la ignora y se agacha a recoger el sujetador que lancé al piso hace un rato.

—Vístete. —me lo pasa—. Te espero en el lobby para irnos a casa y, hasta que no tenga la verdad, no saldrás de aquí.

Sale estrellando la puerta y Claudia se me acerca sin saber qué expresión elegir para su rostro.

—Lo siento mucho. —musita—. Entiéndeme, estaba preocupada y no querías decirme. Nunca te había visto llorar así y, por un momento, pensé que él te había hecho algo.

—Tranquila. —termino de subir el vestido y le doy un abrazo con un beso en la mejilla—. No pienso hacerte sentir mal solo por preocuparte por mí. Sé por qué lo hiciste y sería loca si me molestara contigo.

Hayden levanta la vista del celular cuando me ve y se pone de pie como un resorte, guiándome fuera con la mano en la espalda. Abre la puerta de la camioneta, que no reconozco como suya hasta ese momento, y subo sin rechistar. Él no dice nada y, de pronto, me siento como una niña regañada.

—¿Combinas los autos con los outfits?
Lanzo la pregunta tratando de alivianar el ambiente, pero consigo todo lo contrario.

—No estoy para chistes.

El auto arranca y me hundo dentro del asiento, pasándome el cinturón. Trato de buscar en mi mente una buena excusa para la ola de preguntas que se me avecina y no encuentro ninguna.

—No entiendo por qué estás tan molesto. —niego, evitando mirarlo.

—Porque tenemos una relación. —el corazón se me dispara—. Espero no tener que enterarme por otros cuando mi novia se sienta mal.

—No pienso llamarte cada vez que me tropece con el meñique del pie, Hayden. — bromeo y me mira... mejor que no califique la forma en la que me mira.

Vale, ya lo capté. No está para bromas. ¿Sabes eso que dicen?... que cuando no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada. Exacto. No vuelvo a abrir la boca durante todo el camino hasta que subimos al penthouse. Hayden se saca la camiseta con una mano y la deja sobre el mueble del salón, adelantándose hasta la cocina.

—Por la noche cenaremos en mi casa y luego está el estúpido concierto de Claudia. — dice mientras saca cosas de la nevera—. Tienes hasta esa hora para contarme lo que te pasó o no saldremos de aquí, ni tú ni yo. Si quieres hacer las cosas por las malas, así será.

—No sabía que se ganaba tanto dinero por no hacer nada. —pongo los ojos en blanco y saco la silla donde me siento mientras lo observo—. ¿Consigues todo este tiempo libre a base de explotar a tus empleados?

No obtengo respuesta y me achanto en la silla viéndolo cocinar. Espectáculo que merece, sin duda, cada uno de los segundos que dura y ojalá durase el doble.

—¿Te ayudo? —me ofrezco—. Creo recordar que la última vez no hubo accidentes.

—Boté una sartén quemada esa última vez. —me recuerda y sonrío inocente.

—Eso no fue solo mi culpa. —respondo con zalamería y me paro rodeándolo con los brazos por la cintura—. Vamos, ¿no te es suficiente con saber que me haces muy feliz?

—No. —responde seco.

—No quiero pelear contigo. —beso su espalda y deslizo las yemas captando cómo se eriza su piel, pero Hayden no se inmuta.

—Ya sabes cómo evitarlo. —me quita las manos y se va a meter algo en una bandeja al horno.

Bien, me doy por vencida. Me meto a la biblioteca por la siguiente media hora mientras Hayden tiene una reunión en su estudio por videollamada, en la que claramente, por el tono, se nota que las temperaturas están caldeadas y algo no va bien.

Voy por la mitad de «La piedra filosofal» y lo marco con una hoja en blanco, llevándomelo hasta la mesilla del dormitorio. El horno suena y voy hasta la cocina, pasando todo a fuentes que organizo en la mesa de la terraza con una botella de vino que descorcho.

—Ya está servida la comida. —aviso desde el umbral de la puerta del estudio.

Todo está lleno de papeles y carpetas, no luce organizado como siempre. Hay una laptop y la computadora también está encendida recibiendo llamadas por Zoom que Hayden rechaza, para levantarse hasta donde estoy.

—¿Problemas? —entrelazo mis dedos con los suyos caminando fuera y Hayden asiente.

—El proyecto del hotel se fue de presupuesto. —explica—. Necesitamos un nuevo inversor o habrá que rediseñar todo y perderemos millones de dólares.

—Lo solucionarás.

—Trabajo en eso. —tira de la silla para que me siente y toma lugar a mi lado.

Hoy no es que tenga mucho apetito; corto el filete y me lo llevo a la boca con un pedazo de calabaza antes de dedicarme a jugar con mi comida, removiéndola con el tenedor. Hayden se lleva la copa de vino a la boca y el movimiento me hace reaccionar intentando comer más, pero no puedo.

—No has comido nada. —acusa.

—Me siento mal del estómago.

—¿Quieres un médico? —sacudo la cabeza y lleno el vaso con la botella de agua frente a mí.
Mentirle a Hayden me forma un nudo en el estómago. Siento que cualquier cosa que le diga no será lo suficientemente buena y terminará descubriéndome, pero tampoco quiero que estemos molestos. Así que suelto lo único que medianamente creo que puede convencerlo.

—Extraño Nueva York, mi casa, la vida que tenía y la gente que me rodeaba desde que tengo memoria. —confieso, sin ser del todo mentira—. Extraño a mis padres, los necesito. De vez en cuando me permito un descanso, y Claudia llegó en uno de esos momentos de debilidad, en los que siento que nada tiene sentido.

Hayden dejó de comer y me observa con atención, analizando lo que digo con las manos cruzadas bajo el mentón.

—Verte preocupado por mí no es algo que me resulte fácil de asimilar. Por otra parte, soy muy mala hablando sobre las cosas que me pasan. Llevo mucho tiempo guardando todo para mí y...

Muevo la vista hacia el otro lado cuando la siento borrosa. Hayden corre su silla hacia atrás y se palmea el regazo para que me siente.

—Ven aquí.

No lo dudo ni un segundo. Me levanto y me acomodo en sus piernas, pasando los muslos sobre los reposabrazos. Hundo la cara en la curvatura de su cuello y la posición hace que mi nariz se impregne con su perfume.
¿Debería sentirme rara? Tal vez, pero esa no es la sensación que la situación me provoca. Hayden me hace sentir segura, calmada y en paz. Me devuelve a casa, a los recuerdos bonitos, y apaga el interruptor de las pesadillas que no solo me atormentan dormida.

—Tengo todo el tiempo del mundo disponible para escuchar cualquier cosa que quieras decir. —dice, pasándome el pelo por detrás de la oreja—. El ámbar en tus ojos se vuelve opaco cuando no estás siendo sincera. Eso lo aprendí desde la primera vez que amaneciste aquí. Curiosamente...

El cuerpo se me tensa cuando desliza la punta de los dedos por la herida que apenas se ve en mi espalda.

—...tu forma de moverte, de actuar y hasta de hablar no se compaginan con la Ema que vive en su pequeña caja de fósforos, como tú la llamas. No tengo prisas, pero sí quiero saber cómo una niña rica terminó sola en medio de Las Vegas.

Río y meto la mano por debajo del pulóver, deslizándola por un costado hasta su espalda.

—Parece el título de alguna película de los noventa. —bromeo y Hayden medio sonríe.

—¿Tengo razón? —arquea una ceja y bajo la mirada al suelo.

—Puede. —toqueteo mis uñas—. Me asusta que seas tan observador, o tal vez yo no sea tan misteriosa como creía.

Apaga el comienzo de una sonrisa con un beso que me deja sin aire, frotándome como una gata sobre sus piernas. El toque de su lengua electrifica mi cuerpo y lo corto cuando las marcas en mi trasero vienen a mi cabeza. Hayden no las puede ver y no puedo evitar la aflicción que me causa el recuerdo.

—Cuéntame algo. —le pido buscando bajar la temperatura.

—No duermo con nadie porque me parece algo demasiado personal para hacerlo con cualquiera. El sexo es fácil de encontrar; la complicidad de cerrar los ojos al lado de alguien, bajar la guardia y aun así dormir tranquilo, es otra cosa. —pestañeo varias veces asimilando lo que dice y...

—Pero siempre duermes conmigo.

—Lo dicho. —asiente—. Demasiado personal.

La punta de su nariz recorre mi mandíbula con un movimiento delicado, y no sé qué me pasa hoy que tengo las emociones a flor de piel, algo que no le pasa desapercibido.

—Dime dónde te duele, mi niña. —murmura tocando la cicatriz—. Y levantaré muros tan altos alrededor, que ni el mismísimo diablo será capaz de tumbar.

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Capítulo publicado mis niñas. Cuéntenme si les gustós y que tal les está pareciendo la novela hasta ahora, se aceptan quejas y su sugerencias jjjjj besitos..... no olviden dejar sus votos amores. ❤️❤️❤️❤️

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