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Capítulo 22

—Víctor Ross. —Isabela saca unos papeles que abre sobre la mesa. —Es el seudónimo que Becker Kuman usa en el bajo mundo. Un político de su categoría se vería aplastado si su nombre se mezclara con negocios tan sucios como la prostitución o la trata de personas...

Tomo la foto del hombre sobre la mesa. Es un tipo de unos sesenta años, avejentado, de pelo escaso blanco y complexión robusta.

—...él fue el cliente que Karla golpeó la noche que huyó del club.

—Por eso Hamilton volvió —concluyo—. Un accidente con uno de sus mejores clientes.

—Por eso y algo más...

—Señora —interrumpe la mujer que nos atendió antes—. La chica despertó, busca a la señorita Ema.

—Hazla pasar —le indica Isabela.

—El club está en constante movimiento —continúa diciendo Isabela—. Cada poco tiempo lo mueven para evitar sospechas. Las mujeres que están ahí rara vez son sacadas al casino. Hamilton no mezcla sus negocios excepto por una situación extraordinaria que le asegure varios millones.

—Buenas noches —saluda Karla desde la puerta, e Isabela se levanta y va hasta ella.

—Espero hayas podido descansar —la guía hasta el mueble donde la hace sentar y ella toma lugar a su lado—. Me llamo Isabela, estoy al tanto de todo lo que has pasado y quiero ayudarte. ¿Me lo permitirás?

—¿Por qué? —pregunta Karla buscándome con la mirada—. ¿Por qué hacen esto?

—Porque yo también perdí a alguien que amaba —responde segura, y la respuesta me remueve el estómago recordando a papá.

Karla relata otra vez todo lo que pasó y las lágrimas inundan sus ojos cuando habla de su hermana.

—¿Sabes dónde tendrá lugar la próxima pasarela? —pregunta Isabela.

—¿Pasarela? —inquiero frunciendo el ceño.

—Sí —asiente—. Hamilton no maneja negocios mediocres. Todo lo que hace está meticulosamente cuidado y las mujeres que prostituye no son la excepción. Rafael compra lotes de mujeres que secuestran intentando pasar a los Estados Unidos o algunas que incluso traen engañadas y una vez aquí...

—Rafael... —solloza Karla, pero los ojos le flamean ahora con rabia—. Es él quien se encarga de la 'escuela'. Nos preparan en todos los aspectos que necesita una prostituta de alto nivel, luego viene la pasarela... —la voz se le quiebra—. Mi hermana todavía no ha pasado.

—¿Qué les hacen? —indago con un nudo en la garganta que prácticamente me toponea la voz.

—Las obligan a estar con varios hombres —responde Isabela—. Prueban toda clase de prácticas, juguetes y torturas. Si las resisten, están listas para cumplir las exigencias de cualquier cliente del club.

Las sienes me palpitan con lo que escucho. Diecisiete años, incluso menos, tienen la mayoría de las mujeres que estaban en la lista. El pecho se me aprieta y un ardor se instala en mis pulmones.

—Necesito sacar a mi hermana de ahí —musita Karla llevándose las manos a la cabeza—. Ella no lo resistirá.

Ver a la chica así me parte el corazón, y el instinto me saca de la silla llevándome de rodillas al piso frente a ella.

—La sacaremos, ¿me oíste? —siento los ojos húmedos, pero no quiero llorar—. Confía en lo que te digo, lograremos sacarla de ahí a ella y a todas las demás mujeres.

Los ojos cafés de Isabela me miran expectante, y levanto la barbilla para que sepa que hablo en serio. Necesito que ella también lo crea si pretendemos hacer algo.

—Lo más difícil será dar con el lugar donde se llevará a cabo la pasarela —informa ella—. La información que tengo es que será en tres semanas. Si conseguimos la dirección, se filtrará a una persona específica del FBI en quien confío ciegamente. La pasarela no es solo una selección, también es un espectáculo retorcido para decenas de personas como Becker Kuman, que se esconden en las sombras disfrutando lo más bajo de la condición humana. Un operativo así llenaría de medallas el pecho de cualquier militar.

—Yo sé cómo conseguir la dirección —la idea que se me ocurre es lo peor que podría pensar, pero de momento es lo único que me viene a la mente.

Isabela ladea la cabeza mirándome con recelo, y me pongo de pie caminando en círculos por la habitación, llenando mi pecho de valor para vocalizar la locura que se me ha ocurrido.

—Rafael —apunto—. Hace unos días me insinuó algo sobre ganar más dinero...

—Olvídalo —me interrumpe Isabela poniéndose de pie—. No voy a consentir que te pongas en peligro ni que entres a un lugar así.

—No te estoy pidiendo permiso —la encaro—. Si logro entrar, puedo conseguir la dirección y asegurarme de que su hermana salga sana y salva.

Cojo el auto luego de negarme a quedarme a dormir y manejo acompañada del silencio de la madrugada hasta llegar a mi apartamento. Karla se quedará con Isabela, y eso me tranquiliza porque sé que ahí no le pasará nada. Mi cabeza sigue arrojando una sola solución y acallo la razón que intenta gritarme que es una locura.

Entro al ascensor y presiono el número siete que me lleva hasta arriba. No quiero ni imaginar lo que diría Lorena al respecto, tampoco Claudia o mis amigos si estuvieran enterados de los entresijos oscuros de mi vida. Tiro el uniforme sudado a los pies de la cama y me acuesto a dormir con la mera tanga después de un baño de agua fría.

El teléfono me despierta sonando furioso bajo de la almohada, intensificando el vibrar que reverbera en la cama.

—¿Sí? —contesto adormilada.

—¿Sigues durmiendo? —es Claudia—. Traje desayuno, estoy afuera.

Cuelgo el teléfono y me restriego los ojos buscando espabilarme. Saco una camiseta grande que me paso por la cabeza y bajo a abrir.

—Buenos días —saludo a la rubia de vestido rosado y pelo suelto que sostiene dos Starbucks y una bolsa de papel con donas.

—No es el desayuno de mi hermano, pero... —se encoge de hombros y me aparto dejándola entrar—...vine a ver si te sentías mejor.

—Estoy mejor —le doy un beso en la mejilla y tomo el café que me extiende—. Gracias por siempre estar pendiente de mí.

Mueve la mano quitándole importancia y saca la dona de la bolsa que se lleva a la boca. Mi vida tiene un ochenta por ciento de cosas malas, pero mis amigos son ese veinte por ciento que no deja que me hunda.

—Tengo algo para ti —le doy un sorbo al café y lo dejo en la barra para buscar la foto que tuve lista hace unos días y había olvidado darle—. La hice cuando estuvimos en Punta Cana.

Saco el sobre que guardaba en la estantería y se lo extiendo. Claudia lo coge con los ojos chispeantes de emoción y lo abre con cuidado, descubriendo la foto que la muestra a ella y a Travis abrazados al atardecer en la piscina.

—¡Es preciosa! —exclama levantándose de golpe para abrazarme—. Gracias, Emm. Me encantó. En serio que sí.

—No es nada —sonrío viendo sus ojos achispados y terminamos de desayunar juntas.

Hoy no tengo nada que hacer y necesito despejar toda la tensión que se acumula en mi cuerpo, por lo tanto, no me niego a la tarde de compras que se presenta, pasando la tarjeta por cada datáfono que veo sin responsabilidad ni culpa.

—Pasaremos por el Forum también —informa Claudia—. Necesito un vestido. Pronto mamá dará una fiesta de la galería y no tengo nada que ponerme.

—Está bien —subo el volumen de la música que llena el interior del Audi y acomodo los pies en el asiento, disfrutando el extravagante paisaje que ofrece Las Vegas.

El Forum Shop de Las Vegas es un centro comercial monstruoso lleno de tiendas de lujo conectado al hotel Caesars Palace en la Strip. La estructura dentro está ambientada con un estilo italiano. Escaleras enormes con barandales de cristal conectan los diferentes pisos, pasando entre columnas de mármol crema. Estatuas de mujeres con vestidos romanos sostienen las exquisitas molduras que llegan de balcón a balcón, y en el centro del techo una cúpula redonda de cristal deja entrar la luz natural que se refleja en el piso de agua varios metros debajo.

Entramos al acuario, vimos el espectáculo de luz y sonido de la fuente Atlantis. Comimos sushi y Claudia salió con un vestido espectacular de Prada además de varias compras que se sumaron en el camino.
Hayden no me ha salido de la cabeza, tampoco Karla ni las cosas que conocí anoche, pero necesito un chute de buenas energías si quiero resistir lo que se viene. Abro su chat, hace horas que no se conecta, pero igual le dejo un mensaje.

«Yo:
Jose nos invitó a cenar esta noche.
Debes de estar ocupado, pero estaría bien verte por ahí.
Ayer tuve un día de asco, espero que el tuyo haya ido mejor.
Por suerte, tengo a tu hermana que se ha encargado de animarme.»

No tengo ni idea de qué somos, pero pensar en Hayden despeja mi mente y me hace sentir bien. Tal vez no necesite ponerle nombre para que funcione, aunque la idea de ser presentada como una amiga no me agrada en lo más mínimo.

—Supongo que mi hermano será tu pareja en el concierto. —miro a la rubia que estaciona frente a la verja blanca del patio de los Durán.

—Tú conoces a Hayden mejor que yo. —bloqueo el teléfono al no tener respuesta y lo guardo en el bolso. —No creo que le agrade estar rodeado de adolescentes borrachos brincándole encima.

—Nadie le brincará encima. —sale del carro y yo hago lo mismo. —Reservé entradas VIP, ¿recuerdas? Vamos, será el concierto del siglo. Vendrán más de cinco artistas y DJs importantes.

—Chiquita. —Travis la recibe dándole un beso que me hace girar la vista hacia otro lado y encuentro a Jose a lo lejos atizando carbón en la barbacoa. —Ema, lamento lo de la otra noche. No sabía lo que Randy te había hecho.

—Lamento yo haber arruinado tu cumpleaños. —sonrío vagamente.

—No seas boba. —revuelve mi pelo tirándomelo en la cara. —Gracias a ustedes tuve cumpleaños.

Bajo la cabeza, sé que en parte no es así. El alboroto también alcanzó a su papá que terminó echando a Randy del lugar cuando se enteró. Mi amigo no soporta que Jose se altere bajo ninguna circunstancia y lo comprendo, no podría perdonarme si algo le pasara por mi culpa.

—¿Cómo está el viejito más lindo de todo el universo? —Claudia se le va encima achuchándolo y llenándole la cara de besos.

—Oye niña. —la reprende quitándosela de encima. —No me digas más viejo que yo podría ser tu hermano.

La rubia se echa a reír golpeando el hombro del hombre que ahora ríe también y me abre los brazos recibiéndome con un abrazo.

—Lo siento por lo del otro día. —me dice al oído. —Si no me hubiese acostado, hubiera estado al lado tuyo y ese sinvergüenza no te hubiese hecho nada.

—No fue tu culpa. —niego y trueno un beso sobre la barba canosa. —Además, me dijeron que te alteraste mucho. Deja esas cosas a los demás o organizaremos un complot para secuestrarte en tu casa.

Jose rueda los ojos negando y Travis nos llama desde dentro para que entremos a la mesa.

Noche de comida cubana es lo que toca siempre que venimos a cenar. Cerdo asado, yuca con mojo y algo que ellos llaman chicharrones. Arroz congrí y tostones de plátano verde con ajo. Abrimos tres cervezas para nosotros y una botella de agua para Jose que protesta cuando su hijo se la deja delante.

—No molestes, papá. —lo recrimina su hijo. —Parece que tuvieras cinco años.

—No podemos olvidarnos de vivir, niño. —responde Jose cambiando su agua por el botellín que destapa y se lleva a la boca. —Recuerda que no todos los que están muertos han estado vivos. De esto se trata, de sentarse en una mesa con las personas que quieres y hacer lo que te haga feliz. Si tomarme una cerveza con mis muchachos me hace feliz, pues lo hago, así me aseguro que cuando me toque partir, la cabrona me sorprenda vivo.

—Brindo por eso. —la voz conocida me hace llevar la vista al fondo del comedor donde un hombre de pelo y cazadora de cuero se apoya en el marco de la puerta.

Algo dentro de mi estómago corretea casi causándome vértigo, pero la sensación que me causa verlo acercarse a mí es indescriptible. Tenía razón cuando dije que de esto iba a salir muy jodida.

—Hola. —murmuro bajito cuando se acerca a darme un beso en los labios que recibo gustosa aunque todos se nos queden viendo.

Travis suspira sin creer lo que ve, mientras Claudia y Jose sonríen como dos niños que ven el castillo de Disney por primera vez.

—Podría acostumbrarme a esto. —murmura Claudia en mi oído dándome un codazo.

Hayden se adelanta y choca la mano con su amigo que se levanta a buscarle una cerveza mientras este saluda a su papá.

—Ahora sí estamos todos. —Jose le soba la espalda y lo invita a tomar asiento.

«Estoy contenta de lo que tienes aquí.» Las palabras de Lorena me llenan la cabeza y lo cierto es que sí, yo también estoy contenta por lo que encontré después de creer que ya no me quedaba nada.

—¿Cómo va el bar? —pregunta Hayden a su amigo.

—Mejor imposible. —quita la chapa a la botella de cerveza y se la extiende. —Cada día se hace más caja y los fines de semana son una locura.

—Bien. —desliza la mano por mi muslo y el mero contacto enciende mi cuerpo al barrer.

—Pronto necesitaremos proveedores nuevos si seguimos así. —interfiere Jose. —Los que tenemos casi no nos dan abasto.

—La meta es hacer del Gypsi el bar de moda. —agrega Claudia.

—Brindo por eso. —levanto el botellín, necesito distracción de la mano que siento me quema la piel.

—Por el Gypsi. —las cervezas chocan en el aire al unísono y Travis rebufa cuando ve cómo su padre se empina la cerveza.

Comemos mientras conversamos, y Hayden le explica a Jose todo lo referente al proyecto del hotel en el que trabaja. Verlo hablar es un banquete, todos hacen silencio y le prestan atención sin hacer ningún esfuerzo. Muerdo el último tostón con carne que queda en mi plato mientras escucho decenas de iniciativas para un hotel sostenible y futurista que marque la diferencia en una ciudad atestada de competencia.

—Viniste. —le digo una vez los demás se paran a recoger, dejándonos con disimulo solos.

—De vez en cuando me gusta conceder el honor de mi presencia. —bromea y le palmeo el hombro con la mano que coge, dándole fácil ascenso a mi boca.

—Idiota. —frunzo los labios guardándome la sonrisa que me haría ver como una niña ilusionada porque le cumplieron un deseo.

—¿Qué fue eso de que ayer pasaste un día de asco? —pregunta quitándome el pelo de la cara.

—Estrés. —respondo sin más.

—Sé una forma muy efectiva de deshacernos de eso. —el tono de malicia me hace tragar grueso recordando todo lo de la otra noche.

—¿Te esfuerzas por cumplir mis expectativas? Nunca imaginé que cortejar a alguien fuera contigo. —ladeo la cabeza viendo el azul que me derrite y la hermosa curva que esbozan sus labios.

—Siempre hay una primera vez. Además, soy un hombre capaz de muchas cosas. — ahonda con la mano sobre mi pierna, y los dedos largos juguetean con el dobladillo del vestido, mostrándome que sin mucho esfuerzo pueden llegar a donde quieren. —Incluso cortejar a una rubia huidiza y maleducada como tú.

Las mejillas se me encienden.

—Hora de irse. —avisa Claudia. —Jose tiene que descansar, así que nos marchamos.

Nos despedimos en el umbral de la puerta. Claudia se quedará en el apartamento de Travis, y yo me monto en el auto con Hayden, que toma el camino contrario a mi casa y terminamos adentrándonos en el Strip.
Entramos al ascensor sin desmontar del porche. Nos detenemos en el último piso, bajo del auto y entramos al apartamento que se abre luego de que Hayden pone el código.

La última vez que estuve aquí todo era diferente, y creo que ahora lo percibo todo más enorme de lo que ya recordaba. Lo primero que captan mis ojos es la terraza tras la pared de cristales al otro extremo. Hayden se quita la chaqueta y la deja sobre el sofá del salón. Hago el ademán de salir fuera, pero su mano en mi vientre, tomándome desde atrás, me detiene.

—Yo también tuve un día de mierda. —susurra en mi oído y desliza la mano que levanta mi vestido, colándose en mi entrepierna. —Eché en falta esta pequeña vagina que muero por chupar.

Suficiente. Eso es suficiente para elevar mi temperatura de cero a cien. Camina a mi espalda, impulsándome a seguir, y atravesamos el cristal que separa la terraza mientras su lengua hace estragos en mi cuello. Hay una piscina infinita y por un momento pasa la loca idea por mi mente que Hayden pretende meternos dentro, pero no... ¿o sí? Quita la playera, dejando ver el abdomen marcado, y con un puntapié ágil se descalza, desasiéndose también del pantalón y de los...

Dios. Las bragas se me empapan viendo lo apetecible que se ve este hombre desnudo, sin pudor, agarrando el miembro que acaricia con la mano mientras me atraviesa con la mirada. El tatuaje que le cubre la pierna le da un aire diferente al del magnate hotelero adinerado que deja ver sus carísimos trajes, y creo que esta otra parte me gusta incluso más.

—Nos verán. —advierto, leyendo sus intenciones cuando se acerca.

—Tendremos que dar un buen espectáculo entonces para no decepcionar al público.

El vestido sale volando sobre mi cabeza y los pechos me quedan al aire, solo con la tanga, que no demora en arrancarme también para subirme a horcajadas sobre su cintura. El sexo me chorrea, y en la posición que me coloca es inevitable que no se dé cuenta, puesto que le estoy untando el vientre con mi humedad. Sus manos oprimen los glúteos que nalguea, metiendo la lengua dentro de mi boca mientras baja los escalones de la piscina con la seguridad de no ver donde pisa.

El agua tibia pronto me cubre hasta las caderas, y me dejo llevar disfrutando de las espectaculares vistas que me rodean. Las fuentes del Bellagio se ven desde aquí, la imitación de la torre Eiffel y un montón de edificios residenciales llenos de gente que nos podrían ver con solo salir al balcón. La idea de que eso me excite es retorcida y sucia, pero los picos de mis pechos hacen caso omiso a la moral, volviéndose duros como rocas dentro de la boca que no para de chuparlos.

—¿Qué mierda tienes que me vuelves loco? —me deja caer en el canto de la piscina mientras sus yemas abren mis pliegues, adentrándose en mi estrechez. —¿Te gusta esto, verdad?

—Ujum. —asiento.

Solo puedo pensar en los dedos que frotan mis paredes y en la boca que muerde mis pechos, haciéndome abrir las piernas y balancear las caderas buscando más. El gemido sale violento, dañándome la garganta cuando el lametazo pasa al sexo, que chupa como un degenerado. Enredo los dedos en las hebras oscuras que se pierden entre mis piernas y arqueo la espalda hacia atrás, disfrutando del placer infinito que me brinda su lengua.

—Dios... —mis jugos le bañan la boca, y con una mano me agarra la nuca, obligándome a catar mi propio sabor en un beso profundo y afanado que me deja con los pies en el suelo, recibiendo estocadas certeras mientras me folla de espaldas, de manera salvaje y desenfrenada.

Su mano envuelve mi cuello y con los dedos me endereza el rostro, imponiendo que mire al frente.

—Mira todo lo que tienes delante. —gruñe en mi oído. —Dime lo que quieres, lo que sea. Te lo daré.

Los neones fluorescentes se mezclan y difuminan en mis retinas, confundiendo mi cerebro y el cuerpo que siento cada vez más débil cerca de la caída.

—Olvidar. —cierro los ojos. —Yo tampoco puedo olvidar. Pero ahora, esta es la única medicina capaz de sacarme del hueco.

No me interesa nada más en este momento que no sea sentir el entrar y salir de su falo en mi canal. Solo quiero correrme a los ojos de la ciudad del pecado y olvidarme de todo, porque esto, esto, era lo que necesitaba para borrar mis mierdas y pensar en mí. El choque bajo el agua produce el sonido que me llena los oídos. Estoy follando dentro de una piscina en un rascacielos de Las Vegas y siento que toda la puta ciudad me pertenece.

El orgasmo me llena y el brazo de Hayden es lo que me sostiene cuando las rodillas me flaquean, dejándome deshecha sobre el agua.

—Los demonios no se olvidan. —murmura en mi oído. —Se enfrentan una y otra vez hasta que les perdamos el miedo o hasta que nosotros nos convirtamos en demonios.

El sueño me lleva y siento un olor familiar que me impulsa a abrir ligeramente los ojos. La superficie abullonada de una almohada descansa bajo mi cara y un edredón pesado cubre mi cuerpo todavía desnudo. Hayden está a mi lado y tengo la sensación de que me miraba mientras dormía. El azul de sus ojos me sonríe y doy otro pestañazo largo, captando su mano deslizándose por mi espalda.

—¿Sabías que tienes estrellas en la espalda? —habla bajito, solo para los dos, como si en la habitación hubiese alguien más que podría descubrir un secreto.

—De pequeña les tenía mucha manía. —respondo ahogando el bostezo, cayendo en cuenta de que habla de mis lunares. —Todos se reían de mí, por eso usaba sudadera incluso en verano.

—Todos eran idiotas entonces.

—Lo más probable. —me acurruco dentro del edredón. Quiero abrazarlo, pero no me atrevo a dar el primer paso.

Percibo mi cuerpo liviano y una sensación que me había abandonado ahora vuelve a llenarme el pecho y la cara.

—¿Y esa sonrisa? —desliza los dedos por mi columna, bañando mi ámbar con su azul.

—Me alegro de no haber salido corriendo. —confieso.

—Yo también me alegro.

Estira la mano apagando el interruptor sobre la cama, y la habitación queda en penumbras, pero no echo en falta ninguna luz porque con él estoy segura. Mi espalda choca en su pecho cuando me hace girar y hunde la nariz en mi pelo.

—¿Dormirás aquí? —pregunto, recordando lo que me dijo en el balcón.

—Es mi habitación. —finge la voz soñolienta.

Se hace el silencio y parpadeo, buscando la manera de sacar lo que me presiona el pecho. No puedo quedarme callada cuando miles de preguntas me atascan la garganta.

—¿Hasta dónde llegaremos con esto?

Recibo la respuesta en el mismo tono aburrido.

—Imposible de saber.

—¿Qué pasará si me enamoro de ti?

—Eso no pasará. —sigue hablando con el mismo desgano, y eso me exaspera, quitándome el sueño.

—¿Cómo lo sabes? No es algo que se pueda controlar.

—No pasará porque eres inteligente. —cierra mis labios formando una presilla con el índice y el dedo pulgar. —Ahora calla y duérmete

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Capítulo publicado ❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️  no olviden dejar sus votos y comentarios mis niñas.

Rescatar la pregunta de.... ¿Sabias que tiene estrellas en la espalda? Ayyyyy, te amo cariño todas te amamos jjj.
Nos vemos el domingo bellas, besitos.

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