Capítulo 15
La publicidad que Claudia pagó no pudo dar mejores frutos. El local está cerrado por capacidad cuando llego y, si no fuera porque el muchacho de la puerta me vio en la tarde, no logro entrar.
Pido permiso por aquí y por allá y avanzo con dificultad, llevándome uno que otro pisotón de la gente. El bar está atestado, pero diviso una cabellera rubia nórdica cerca de la máquina de café detrás del bar.
—Un americano bien cargado, señorita. —le digo en broma.
Sus ojos azules centellan y dibuja una bonita sonrisa antes de unírseme y darme un beso emocionada.
—Funcionó. —me dice al oído—. No cabe una sola persona más. Travis no se lo puede creer y José no cabe de la alegría.
Hago una seña saludando al rubio que no para de servir cervezas en el dispensador. Con el dorso de la mano se limpia el sudor de la frente y le hace un gesto al muchacho para que lo releve antes de venir hacia nosotras.
—Felicidades. —le palmeo el hombro y abro la cartera para entregarle el PenDrive con el trabajo listo—. Puse todo mi esfuerzo ahí, así que no acepto quejas.
—Eres la mejor. —se ríe y me estruja el hombro—. Sé que será espectacular. No pude haber buscado mejor fotógrafo.
El muchacho de la barra lo llama para que vuelva porque no da abasto con los pedidos, y Travis le dice que enseguida va.
—Vayan a divertirse, amor. —toma a su novia por la cintura y le da un beso—. Tengo que seguir trabajando.
Claudia enreda los dedos en los rizos dorados apartándoselos de los ojos.
—Te amo y tienes que saber que tu novia está muy orgullosa de ti.
Sus ojos se vuelven acuosos y tiro de su brazo antes de que empiece a llorar. El tratamiento que José necesita es costoso y él se niega a que Claudia o su familia lo paguen. Por eso, Travis y mi amiga llevan meses apostándolo todo para que este proyecto salga bien y reunir el dinero.
La vocalista de la banda inicia una perfecta imitación de 🎶 Unstoppable 🎶 de Sia y todos frente al escenario enloquecen.
🎶 I put my armor on, show you how strong how I am. I put my armor on, I'll show you how strong how I am. I'm Unstoppable. I'm a Porsche with no brakes. I'm invincible. Yeah, I win every single game 🎶
—Cuidado. —exclama Claudia tarde, porque un trago se derrama encima mío dejándome hecha un asco.
El chico de pelo café no sabe dónde meterse y saca una servilleta con la que trata de limpiarme la bebida.
—Discúlpame por favor. —restriega el papel avergonzado, pero la mancha no sale de la blusa blanca—. Buscaba a alguien y no me percaté de que estabas delante.
—Tranquilo. —le quito la servilleta, que solo arruina más mi blusa, y él me mira sin saber qué hacer—. No pasa nada, con un poco de agua se arregla.
Claudia lo mira de mala gana y le pido que espere ahí un momento para ir al baño; si lo enjuago a tiempo, tal vez tenga arreglo.
Los letreros de neón están por todas partes y los baños no son la excepción. No puedo evitar reír con la frase sobre la puerta de hombres: "No eres bombero pero tienes manguera, así que apunta bien." ;Solo Travis es capaz de poner algo así en un baño.
La mancha marrón de café no sale por más agua que le echo.
<¿Quién demonios toma café en medio de una discoteca?>
Desisto con media blusa ya empapada y trato de secarla con la máquina que hace más ruido que otra cosa.
No veo a mi amiga donde la dejé y doy la vuelta caminando hacia la barra, que ahora está más despejada. El ambiente está cargado y todo el mundo se ha trasladado a bailar frente al escenario con la versión rápida de 🎶 Vive la vida de Coldplay. 🎶
—Permiso. —pido y termino de atravesar el gentío.
Una espalda ancha dentro de una camiseta gris se roba el protagonismo desde este ángulo. —¿Es?— El estómago me cosquillea igual que siempre cuando lo veo, y me reprocho por tener tan poco temple. Pero mis demandas cesan cuando el aroma de su loción se vuelve notorio al acercarme.
Necesito averiguar qué perfume usa para vandalizar cada tienda hasta que no quede un solo frasco. "Maldito petulante", debería ser ilegal ir drogando a la gente por ahí.
—Te vi, no estoy ciego, ella te... —Travis le deja un vaso delante y su expresión se descompone cuando me ve, callándose de golpe.
Se carraspea la garganta mirando hacia mí, haciendo que Hayden voltee a verme.
—Los carteles del baño. —señalo con una media sonrisa, porque es lo primero que se me ocurre—. El que ideó las frases debería darle un aumento.
—Lo tendré en cuenta. —se rasca el cuello con una sonrisa incómoda que salta de mí hasta su amigo que se bebe el trago de un golpe—. Enseguida estoy con ustedes...
Se va al otro extremo a atender unas muchachas y, sin más remedio, saco una banqueta de la barra y me siento.
—Hola. —saludo por educación.
—La blusa. —enarca una ceja—. ¿Qué te pasó?
—Alguien derramó café sobre mí.
—¿Café? —repite, desconcertado, seguramente preguntándose lo mismo que yo hace un rato.
—Todos tenemos hábitos extraños. —me encojo de hombros, restándole importancia mientras sigo con la vista las manos ágiles de Travis que preparan un Bloody Mary para la muchacha que espera.
—¿Cuál es el tuyo? ¿Salir corriendo en medio de una conversación?
—No sé de qué hablas. —tuerzo los ojos con fastidio.
—¡Sí lo sabes! —la voz rasgada me hace contraer las piernas.
Su faceta mandona me afloja la saliva, pero lo que me dijo en la terraza sigue latente en mi memoria y, por orgullo, no me permito flaquear.
—A la próxima te pido que me lleves y no salgo corriendo. —ironizo, acordándome de la rubia en su carro—. Siempre y cuando el asiento del copiloto no esté ocupado, claro. Dejar a otra de tus "amiguitas" tirada para llevarme ya daría mucho que pensar.
Hayden se frota la mandíbula con esa maldita sonrisa que parece haberse cocido a la boca y yo le sonrío de vuelta con la misma hipocresía. Porque no... no me da gracia. Me molesta y me hace hervir la sangre.
—¿Estás celosa, rubia?
—Ni en tus sueños, ovejita. —enfatizo la última palabra con sorna y su cara cambia a una mueca de asco.
—¿Ronda de chupitos? —interrumpe Claudia levantando una botella de tequila que nos deja delante—. Hay que celebrar, la noche todavía es larga.
Se agacha y saca tres vasos de debajo de la barra. Irónicamente, el recuerdo del avión me viene a la cabeza, la primera de las dos únicas veces que hemos logrado llevar la fiesta en paz, donde tomamos de una botella como esta.
—No deberías beber. —murmura en mi oído mientras la rubia sirve—. Si terminas en mi cama esta vez, te aseguro que no podrás caminar en una semana. Y revisa tu blusa... el aire está fuerte, pero no creo que sea lo que te pone así.
Bajo la mirada por inercia y, a la velocidad de la luz, despego la tela húmeda que marca los picos erectos de mis pezones. El pudor me pinta de rojo la cara, las mejillas me arden y las bragas se me encharcan cuando, al levantar la vista, veo sus ojos oscurecidos como los de un cazador hambriento.
—Cretino. —mascullo entre dientes.
—Estoy disfrutando mucho esto. —se humedece los labios y el mero acto me vuelve un flan.
Travis termina los tragos del último cliente y vuelve con nosotros. La banda empieza a tocar nuevamente, esta vez una de Billie Eilish, y Claudia levanta el caballito lleno en el aire.
—Por el nuevo Gypsi —anuncia eufórica.
—Por el nuevo Gypsi —repetimos los tres al unísono, chocando los vasos en el aire. Me lo llevo a la boca y el líquido caliente baja quemándome el paladar, al tiempo que sacudo la cabeza dispersando el desagradable sabor.
Siento el sonido seco de los vasos contra la madera y un leve mareo por haberme tomado el trago de golpe.
—¡Aquí estás! —exclama una voz que no conozco en mi dirección.
Volteo a ver. Es el muchacho castaño que echó a perder mi blusa. Sonríe mostrando una amplia dentadura blanquecina y labios un poco cuarteados.
—De nuevo lamento lo de tu blusa. Me presento. —extiende la mano—. Me llamo Patrick. Estaré algunas noches en la ciudad. ¿Me permites invitarte algo?... por las molestias.
Acepto sonriente y volteo a ver al hombre con mirada asesina que me aniquila desde un costado. —Si él juega conmigo, yo también lo haré con él.
Patrick pide los tragos al compañero de Travis y se acerca a nosotros. —Es guapo. —No lo suficiente para competir con Hayden, pero algo es algo.
—¿El del café, en serio? —dice burlesco dirigiéndose a mí.
—Ey, tío. Era para un amigo que se pasó de tragos. —trata de excusarse Patrick, pero Hayden lo ignora olímpicamente.
—Puedes hacerlo mejor que esto, rubia. —señala al chico con la cabeza—. Inténtalo.
—Idiota. —logro decir, aniquilandolo con la mirada.
—Cuidado con esa boquita, que tus faltas de respeto pueden salirte caras.
Me colma la paciencia; no puedo evitar llenarme de ira por sus insolencias. ¿Con qué derecho se cree que puede molestarme cada vez que le parezca? Apoyo un pie y me inclino hacia adelante, quedando a centímetros de su rostro, consciente de las miradas puestas en mí.
—Vete al infierno.
—Me iré. —ríe con descaro—. Pero te llevaré a ti conmigo.
La expresión atónita de la pareja al costado detrás de la barra me hace volver a la realidad. Sacudo la cabeza asimilando tamaña desfachatez y volteo a ver al muchacho a mi lado, que contempla enmudecido la escena.
—No le hagas caso. —le digo a Patrick—. Es el borracho petulante de turno que no falta en ningún bar.
Me aclaro la garganta y me pongo de pie, tomando mi bolso. Eso estuvo fuera de lugar por ambas partes y estoy segura de que les dio que pensar a mis amigos, cosa que no quiero, así que prefiero alejarme para difuminar cualquier idea.
—Vamos, bailemos un rato. —tomo el trago que Patrick me ofrece, intimidada por la mirada azul lacerante que le taladra la cara, y lo saco de ahí.
—Oye, no quiero causarte problemas. —se rasca la cabeza, analizando la situación—. Si es tu novio, yo...
—No lo es. —lo corto—. No es nada mío, solo quería molestar.
—Bien. —ríe vivaz—. Bueno, creo que todavía no me has dicho tu nombre.
—Emma. Me llamó Emma.
—Precioso, aunque no más que tú.
Sonrío para no hacerle el feo, pero lo cierto es que... vamos, ese piropo tan malo ya está más que visto.
—Chicos, ella es Emma. —me presenta a sus amigos—. La responsable de que el café de Bryan no llegara a la mesa.
Saludo a todos y dejo el trago en la mesa. Una muchacha de pelo corto se me acerca adulando mi falda y seguimos la conversación bastante rápido, bromeando sobre el tal Bryan que dormita en su puesto.
—¿Y tú eres de aquí? —pregunta Patrick.
—No. —niego con la cabeza—. Nací en Nueva York, pero me mudé hace unos ocho meses a la ciudad.
—Qué bien. —se empina el vaso con hielo y un líquido marrón—. Vivir aquí debe ser una pasada. Texas es más aburrido.
—No te creas, a veces es agobiante... —me corto cuando tiran de mi brazo.
—¿Qué fue eso? —Claudia se cruza de brazos frente a mí y me disculpo con Patrick, tomando un poco de distancia con ella—. No sigan negándolo, por favor, hasta un niño se daría cuenta.
—No niego nada.
—Sí lo haces. La tensión entre ustedes es algo que no se puede disimular. —achica los ojos, analizando mi reacción.
—Te lo imaginas. —sigo mi papel, aunque sé que no tiene sentido.
La rubia resopla con fastidio y veo la excusa perfecta para cerrar el tema cuando empiezan a cantar su canción preferida.
—Ven. —la tomo de la mano—. Vamos a bailar conmigo.
La arrastro hasta donde estaba antes con los amigos de Patrick, que recién había conocido, y me engancho de sus hombros, arremolinándola con el movimiento que ella sigue divertida. Travis trabaja y no pienso pasar la noche con el petulante creído, así que planeo mantenerla aquí conmigo hasta que nos vayamos.
Veo a José a lo lejos, que al fin terminó con los proveedores y pudo bajar. Agito la mano saludándolo y él ríe frotándose el estómago cuando me ve saltando y cantando con su niña al lado.
—Emma. —me llama Patrick acercándose a mi oído para hablarme—. Oye, no sé si lo has notado, pero si no lo has hecho, quería decirte que me gustas.
Tú a mí no. —es lo primero que me pasa por la mente, pero me detengo viendo la oportunidad perfecta para acabar con mi calvario. Por un beso es que no me puedo sacar a Hayden de la cabeza y otro beso será la solución, así que no lo detengo cuando veo sus labios venir hacia los míos y...
1...2...3. Mal, no siento nada. No me causa nada, ni chispa, ni cosquillas, mucho menos ese fuego en mi interior que me consumió en la playa.
La mirada de la rubia a mi lado me juzga en silencio y no quiero, pero no puedo evitar levantar la vista hacia el hombre parado al lado de José que me ve como si me quisiera matar.
—Emm. —murmura Patrick incomodo por mi estado de shock. —Disculpa si me pasé es solo que...
—No pasa nada. —lo interrumpo. —pero no lo vuelvas a hacer por favor, no quiero que confundamos las cosas.
Asiente y el estomago se me encoge cuando mi mirada traidora se pega a la espalda del sujeto que se marcha como un diablo del lugar.
—Eso de un clavo saca otro clavo, siempre sale mal. —Claudia enarca una ceja. —di lo que quieras pero sé lo que vi en la barra.
Acallo mis palabras y finjo que no ha pasado nada en lo que queda de noche. Hayden no volvió y la idea de que se fue por ahí con otra me molesta más de lo que debería.
El local se comienza a vaciar cerca de las cinco de la madrugada. Patrick se ofrece a llevarme a mi casa a modo de disculpas, tanto por el beso como por el café y la verdad no inquiero nada porque me da igual.
Los chicos de la banda comienzan a recoger los instrumentos y me siento con Claudia y José mientras Travis hace inventario.
—Si seguimos así pronto tendremos el dinero del tratamiento papá. —dice el rubio contando las botellas. —Nunca habíamos hecho tanta caja como hoy.
El celeste de mi amiga brilla humedecido cuando salta a abrazar al hombre mayor a su lado.
—Si no fueras tan terco y hubieses aceptado lo que queríamos darte desde un principio estuvieras hace rato con el tratamiento y no nos tuvieras así de preocupados. — solloza.
—Ya hablamos de eso niña. —le acaricia la cabeza y le da un beso en la coronilla. —No quiero que tu ni tu hermano paguen nada. Mírame estoy bien, alguna que otra arruga mas pero son achaques de la edad.
Ríe limpiándole las lágrimas que le caen en las mejillas a la niña que continua abrazándolo. Mientras, yo sigo absorta en mis pensamientos enmarañados que cada vez gritan más fuerte que lo que siento por Hayden no fue cosa de un beso.
—Vete de verdad. —le pido al muchacho a mi lado. —No quiero demorarte por gusto, no sé a qué hora salga de aquí y alguien más puede acompañarme, además vivo cerca.
Sus ojos enrojecidos por el sueño me miran dudosos pero termina aceptando regalándome una bocanada de aire.
—Bien. —se pone de pie y yo hago lo mismo para acompañarlo.
—Ahora vuelvo. —anuncio al resto. —voy a acompañar a Patrick fuera que ya se va.
Las luces alrededor del bar continúan apagadas y solo los colores de los neones esclarecen el camino hasta la salida.
—Desde aquí ya puedo solo. —bromea recostándose a la pared delante de la puerta de la salida. — ¿Me prestas tu celular? Prometo no echar a correr.
Dudo, sobre el para que lo quiere pero termino extendiendo el aparato que él coge sonriente y teclea algo.
—Mi número. —me lo devuelve con los ojos brillantes. —estaré algunos días más por aquí y me encantaría verte.
—Patrick yo...
—Sin presiones. —me corta. —solo llámame si quieres, estaré disponible. En cuanto a lo del beso.....
Dejo de escuchar lo que habla cuando un aura pesada carga el ambiente. Siento un torso grande justo detrás de mi espalda y ese maldito olor que me nubla el sentidos. La expresión descompuesta de Patrick y el gesto en que tensa los hombros me aseguran que no me lo estoy imaginando y en verdad está aquí.
—El bar cerró, café. —dice en un tono brusco. —Hora de irse a casa.
—Disculpa tío, pero... —balbucea Patrick. — ¿Se te ha perdido algo?
—A mí no. A ti, la puerta. —señala con la cabeza. —Ahora vete.
Me aprieto el puente de la nariz cerrando los ojos para pasar el mal momento.
—Vale. —Patrick levanta las manos rindiéndose. —Ya entendí, es tu chica.
Un escalofrió me recorre cuando se va dejándonos a solas. Hayden sigue parado a mi espalda, siento sus respiraciones pesadas en la nuca y me doy la vuelta obligándome a mantenerle la mirada.
— ¿A qué vino eso? —pregunto cruzándome de brazos ladeando la cabeza.
— ¿Acostumbras a besar a desconocidos?
— ¿Planeas martirizarme hasta la muerte? —contraataco.
— ¿Vamos a seguir haciéndonos preguntas? O vamos a hablar. —me humedezco los labios de forma involuntaria cosa que no le pasa desapercibido y hace que me sienta más nerviosa.
Puedo sentir mi corazón golpeando debajo de la tela blanca y rezo porque el alocado sonido no llegue hasta sus oídos. De pronto no sé porque espero que se arrepienta de haber llamado error a lo que pasó pero mi yo coherente sabe que en realidad eso fue. Lo que pasó en la playa es el error que me seduce, haciéndome salivar por la persona incorrecta. Por qué él y no un muchacho tranquilo, agradable y decente, de los que te llevan flores y no te causan problemas.
Soy tan tonta que justo me tengo que prender de la irreverencia, de la ironía, de esos ojos malditos y una boca ávida de cuanto espécimen femenino se le cruce por delante.
—No tenemos nada que hablar. —niego segura recordándome cada bandera roja sobre su cabeza.
—Si lo tenemos. —tensa la mandíbula mirándome desde su altura. —Recoge tus cosas, te llevaré a casa.
—Ni lo sueñes. —niego espantada y esquivo su brazo antes de que me atrape para salir corriendo lejos de él.
Todos ya recogen listos para marcharse cuando regreso a la barra. Hayden sale detrás de mí y voy a por mí bolsa todavía temblando para irme de aquí.
—Emm. —Claudia me alcanza colgándose de mi brazo. — ¿Sabes que te quiero verdad?
— ¿Que quieres? —pongo los ojos en blanco previendo por donde viene.
—Travis me pidió que me quedara esta noche con él. —murmura como si pidiera disculpas. —Mi hermano puede llevarte ¡pero prométeme que no te molestas conmigo porfis!
Bien. Que oportuno, mi "ni lo sueñes" yéndose a la mierda en tres, dos, uno...
—Emma. —grita Hayden al otro lado de la calle. —Sube ya que no tengo toda la noche.
Claudia me mira con ojos de carnero degollado haciendo un puchero que relaja cuando suelto el aire y me doy la vuelta con fastidio camino al auto gris donde me espera su hermano.
—Ponto el cinturón. —me ordena cerrando la puerta del auto.
El auto arranca tomando velocidad rápidamente y tengo que sujetarme cuando el impulso me balancea. Miro de soslayo al hombre en el asiento del lado que no separa los ojos de la carretera y mantiene una mano sobre el timón con demasiada fuerza diría por lo blanquinoso de sus nudillos. Tomo aire y devuelvo la vista a los paisajes aledaños que suelo caminar de vez en cuanto y dejo que mis cavilaciones ocupen el poco tiempo que queda de camino.
—Llegamos. —estaciona algunos metros delante frente al Toyota azul de mi vecino de abajo.
—Gracias por traerme. —desabrocho el cinturón sin voltear a verlo y antes de poner un pie en la calle ya Hayden apagó el auto y salió de él.
Sé que no se detendrá aquí y el confirmarlo con el sonido de sus pasos a mi espalda mientras entro al edificio me afloja las rodillas. Harry sale del cuarto de la depuradora arrastrando dos cubos de basura y queda de piedra cuando me ve, abre y cierra varias veces la boca tratando de decir algo pero no inmuta palabra solo frunce cada vez más el ceño mirando a la persona de aspecto imponente que viene conmigo.
—Buenos días. —tomo la iniciativa tratando de hacerlo reaccionar.
Hayden no dice nada. Sigue de pie a mi lado con las manos en los bolsillos del pantalón y expresión inexorable ¿En serio me va a seguir hasta arriba? Que pregunta más estúpida, claro que lo va a hacer.
—Emma. —me mira detalladamente como si investigara algo. — ¿Todo está bien?
Asiento y me irgo de la impresión al sentir la palma inesperada de Hayden en mi espalda.
—Vamos.
Su mano me impulsa a seguir y no protesto por no levantar sospechas en Harry que continua con la mirada entornada detallando al fornido hombre que camina conmigo al elevador.
—No hace falta que me acompañes hasta la puerta. —mascullo una vez pulso el botón.
—¿Comienzas tu o prefieres que sea yo? —Me ignora. Volteo a mirarlo pero no digo nada, más que nada porque no sé qué decir, las puertas se abren y entro. —Bien lo hago yo.
Da un paso dentro y las puertas se cierran cuando presiono el número siete.
—Esto es acoso ¿lo sabes? —digo con la vista al frente. —La verdad no sé qué esperas que diga.
Me siento diminuta a su lado, se ve tan jodidamente sexy con toda esa aura sofisticada e irresistible que siempre lo acompaña que no mirarlo es toda una labor, sobre todo teniendo en cuenta que en el escaso metro cuadrado que compartimos no respiro aire, lo respiro a él y eso hace que mi cabeza se nuble.
—No pienso jugar al gato y al ratón contigo. —las puertas se abren, y sale detrás de mí.
Mi cartera cae al suelo cuando su mano toma mi cintura acorralándome contra la pared. Un escalofrió me recorre y paso saliva con el corazón bombeando a mil dentro de mi pecho.
—Lo diré una sola vez. —advierte súbito. —No puedo quitarme de la cabeza lo que pasó en la playa y sé que tu tampoco...
Soba mis labios con el pulgar en tanto su mirada se enturbia siguiendo el movimiento de mi boca.
—...no somos niños para seguir con estos jueguitos absurdos. —su mano entra por mi blusa bordeando mi abdomen mientras la otra se enreda en mi pelo poniéndome a escasos centímetros de la boca que me muero por besar.
—Para... —advierto con el último aliento que me queda.
—Tú lo quieres tanto o más que yo. —susurra, su voz rozando mis labios. —deja ya de negártelo.
—Mentira... —paso saliva, la voz me tiembla.
—¿Mentira?
Asiento y no llego a formular respuesta alguna cuando...
Toma mi boca, engulléndome en un torbellino de deseo que hace temblar mis piernas. El sabor de su saliva explota en mi paladar, activando todas mis terminaciones nerviosas como fuegos artificiales. Enredo las manos alrededor de su cuello y dejo que profundice, que chupe todo lo que encuentre a su paso. Mis gemidos mueren dentro de su garganta, sin poder controlarlos, mientras él amasa mis pechos con manos que parecen hechas a medida para ello. Su turgente erección se refrota en mi abdomen, y su lengua abandona la mía para lamer la piel sensible de mi cuello, haciéndome humedecer con descargas que nunca había experimentado.
No fue el sentirme sola y haberlo besado lo que me atrapó; fue él. El muchacho de la discoteca no me movió un solo pelo, mientras que Hayden causa terremotos en mi interior, besándome como alguien muerto de sed que encuentra agua en medio del desierto.
—Última vez que haces lo que hiciste hoy —gruñe, furioso, cuando me suelta—. Esa boca no besa a nadie más hasta que no solucionemos esto. Hazte un favor y no intentes negarlo otra vez.
Desliza la mano por la parte interna de mis muslos, y trago grueso al borde de un paro cardiaco cuando se detiene a dos centímetros de tocar mi sexo.
—...si meto los dedos aquí, apuesto a que podría bebérmelos cuando los saque.
—No hagas esto —murmuro, aplacando los espasmos que me impulsan a meterlo dentro, arrancarle la ropa y olvidarme de todo.
—Quedarse con las ganas es un asco, te lo aseguro. —toma mi cara obligándome a mirarlo.
—No quiero nada confuso en mi vida Hayden y tú eres eso en su máxima expresión.
—No sé que estas pensando, pero bórralo de tu cabeza ya. No te obligues a vivir a medias, la vida vale la pena y el riesgo. Solo déjate llevar.
Acaricia mis mejillas enrojecidas y se queda apoyando su frente en la mía hasta que nuestras respiraciones vuelven a la normalidad.
—Tengo que entrar —digo, y la voz me sale casi como un susurro, perdiéndose en el espacio que nos separa.
Me suelta. Asiente y se acomoda la erección dentro del pantalón, que miro de reojo antes de voltear la cara, mordiéndome el labio.
—Buenas noches, rubia.
—Buenas noches, idiota —respondo.
Sus labios se curvan en una sonrisa que imita la mía, y las puertas del elevador se cierran, dejándome con la impresión de lo perfecta que se vería esa boca en una de mis fotografías, enmarcada y a todo color.
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Holi bellas; capítulo algo extenso, pero creo que valió la pena 😏 ¿O no? Jjjj
No olviden dejar sus votos y comentarios mis niñas, eso ayuda a que la historia llegues a más lectoras como tú 😌
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