El encuentro final.
Al cabo de un tiempo. José Julián tuvo la impresión que se encontraba perdido. No sabía cómo, pero sintió una extraña sensación que le ahogaba el pecho. Trato de no hacérselo notar a su amigo, pero este lo sabía aun sin decir nada.
-¿Sucede algo?
-Nada. No te preocupes. Sigamos.
Pero la sensación de angustia siguió creciendo en el joven. Algo parecía mal en aquel camino. Pese a la brillante luna. Por un momento sintió que no conocía aquel paraje. Sintió el viento en su rostro, pero lo extraño era que las matas no se movían. Estaban tan quietas que parecían de piedra. El silencio era peor. Hacía rato que los grillos no emitían su melodía nocturna; tampoco los cocuyos iluminaba la sabana. Todo estaba tan quieto que no se atrevía a romper el silencio por temor. Observó a su amigo que parecía tan sereno. Lo miró a detalle y su palidez contrastaba con aquel lugar sombrío. Ahora si estaba asustado, pues aquello lo hizo sentir solo y a merced de la noche...
De repente escuchó aquel sonido que tanto conocían pero que solo unos pocos habían tenido la fortuna de sobrevivir para contar la historia. Lo volvió a escuchar en la lejanía de los esteros. No había duda. Era él: el silbido mortal del silbón...
-¡Malaya sea mi suerte! -susurro para sí mismo.
Al terminar de pronunciar aquellas palabras. Fue arrojado de caballo que corrió veloz hasta perderse en el camino. Aturdido y lastimado con la caída, José Julián trató de alertar a su amigo. Pero para aumentar su desgracia no lo pudo encontrar.
-¡Nacho! -gritó con desesperación-. ¡Nacho! Por dios amigo ¿Donde estás?
Nadie respondió. Solo el eco de su voz se oía resonar en la oscuridad.
De nuevo un silbido se dejó oír congelando las piernas de José Julián. Un golpe lo arrojó de nuevo a la tierra. Comenzó a decir las plagarias que Rosa Cavalca le había enseñado desde niño.
En medio de la noche. Un gruñido se escuchó. Un gruñido que reconoció en el acto y trajo a su memoria sus peores pesadillas de niño. Dirigió su aterrada mirada a unos matorrales de la orilla del camino y vio aquellos maléficos ojos rojos que tanto terror le habían causado en Cataluña.
Trató de huir y un nuevo silbido en la distancia lo arropó acompañado de sendos golpes en todo el cuerpo.
-¡Dejalo en paz! -escuchó una voz gutural que provenía de los matorrales-. ¡Su alma me pertenece!
-De ninguna manera -respondió el Silbón-, él es mio.
Una cruenta batalla dio inicio entre aquel espanto largurucho y el perro demoníaco sediento de sangre. Se escuchaba los lamentos de los huesos dentro del saco. El perro lanzaba mordiscos, pero dada la velocidad espectral del Silbón solo lograba que no se acercara a lastimar a José Julián que incrédulos aún trataba de entender lo que sucedía. Volvió de nuevo a tratar de huir. Pero fue detenido por la fuerza descomunal del perro. Este se montó sobre su cuerpo y le advirtió:
-No te muevas o te destrozo aquí mismo.
No estando convencido. Mordió la pierna de joven llanero que de inmediato empapó de sangre el jean que llevaba puesto y lo dejó inconsciente.
Mientras el Silbón seguía emitiendo su aterrador silbido el perro del averno continuaba tratando de ahuyentar a su enemigo.
-No entiendo -lanzo el Silbón en busca de una explicación-. Vienes aquí e invades mi territorio, ¿qué busca en mis dominios? ¿Por qué te interesa este mortal?
-No es de tu incumbencia -gruñó el perro vampiro.
-Entonces lo destrozaré y solo sus huesos te dejaré -amenazó el Silbón.
-¡Espera! -pidió el endemoniado can-. Es que llevo años esperando para poder tener su preciada alma. Y no me iré hasta conseguirla. Llevate a otro. Eres el señor de aquí. Yo solo deseo a este mortal. Está marcado desde hace tiempo.
Así siguieron en un enfrentamiento interminable entre silbido y aullidos entre huesos y gruñidos. Hasta que un grupo de pobladores acompañado de la anciana Rosa Cavalca se aproximó en auxilio de José Julián que seguía perdiendo sangre aún inconsciente. Rosa que había notado la malignidad de su acompañante. Se dirigió a las haciendas más cercanas y reunió a los hombre para ayudar a su joven amigo.
Al llegar. Fueron atacados por el Silbón y el perro que se habían aliado para darle muerte a los intrusos. Con cada silbido lograba aturdirlos, en tanto que el perro los destrozaba sin piedad succionando cada gota de sangre de sus cuerpos. Sin embargo, la anciana logró lanzar un conjuro para evitar la matanza. Al cabo de unos minutos, había logrado aplacar a los demonios. Aunque muchas vidas se perdieron inevitablemente. En eso José Julián recobró el sentido.
-¡Ayudenme! -suplicó con desesperación. Su mirada perdida hacía pensar que había perdido la razón -. ¡Ayudenme por amor a Dios! Mi amigo se ha perdido... El Silbón ... El perro... Todo fue verdad ... Sus ojos... Sus ojos rojos...
- ¡Calma, hijo! -lo consoló la anciana-. Todo ha terminado... Estarás bien.
De inmediato lo mandó a subir a una las camionetas que allí se encontraban. Pero José Julián seguía al pendiente de su amigo.
-No era tú amigo -refirió con frialdad-. Era un demonio conocido como Dip o perro vampiro. Este tipo de demonios son de origen español. De seguro estaba aquí por invitación tuya...
- No puede ser, Rosa... Es imposible. Lo conocí siendo un niño... Me salvo la vida de un... No entiendo... ¿Que pasó? No comprendo...
La anciana trató de aclarar sus dudas al explicarle que quién creyó su amigo solo había tomado la apariencia humana para poder acercarse a él. Sólo se había atrevido a abandonar su hogar para obtener su alma. Le dijo que tal vez al ser un niño no quiso lastimarlo, pero eso cambió al José Julián volverse un adulto. Así que lo marcó.
Al estar más tranquilo. Se dejó llevar al hospital más cerca. Ya en camino con los sobrevivientes entre los que contaban también los heridos. Rosa aún no estaba tranquila. Sabía que el joven continuaba en peligro. Así que se despojó del crucifijo de su pecho, pero lamentablemente era demasiado tarde. El diP de nuevo con la apariencia de Nacho y mostrando sus afilados colmillos. Tomó el cuerpo de su presa malherida y bajo la mirada aterrada de los presentes lo arrancó de los brazos de la anciana.
Solo un alarido se dejó escuchar en la oscuridad ya a punto de amanecer.
José Julián había desaparecido en cuerpo y alma. Siempre le había pertenecido desde aquella noche en Cataluña cuando lo salvó de ser devorado por otro dip. De repente se escuchó la risa maligna de Nacho.
-¡Siempre fue mio!
En tanto el Silbón recogía los huesos de sus víctimas llenando el saco en una noche de brujas bien productiva para seguir siendo el espectro dominante en tierras de los llanos venezolanos. Y para concluir la infernal noche se alejó despidiendose con su peculiar silbido entre los esteros.
Fin
Nota de autor:
Este relato ha sido creado para participar en el desafío "Horror y Sangre" de los perfiles @TerrorES @FantasíaES .
Para la creación utilicé una de las leyendas más resaltantes en nuestro país y que es el alma del folklor en las tierras llaneras del Estado Portuguesa: El Silbón. Además utilice una de las criaturas de la noche conocidos por su sed de sangre como lo son los vampiros, escogí al Dips que son perros infernales de origen español en Cataluña, para atraer a sus víctimas simulan cojera. También succionan la sangre del ganado.
Espero sea de su agrado.
Atte.
Cristy Lovera
Espero sea de su agrado.
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