Antes del amanecer.
El maldito cielo se caía a pedazo aquella noche, lo recuerdo muy bien porque era 31 de octubre y en el hato vecino había fiesta de gala. Los truenos y relámpagos daban el preámbulo de una noche infernal. Como todos sabemos, Portuguesa es tan bella como misteriosa. En sus tierras cohabitan espantos y fantasmas que te harían helar la sangre convirtiéndose en un excelente manjar para alimentar a las criaturas de la noche. Nosotros, los pobladores conocemos de sobra los aparatos que por aquí abundan. Cada uno de nuestros antepasados ha ido tejiendo en sus relatos, los diversos enfrentamientos que han tenido con el señor de los infierno y sus esclavos malditos.
-Caray, José Julian -dijo con fastidio, Nacho, joven español, además escritor indy-. Así crees que me harás pasar la noche amigo. No sea majadero. Como escritor, te aseguro amigo que tengo más estilo -su carcajadas resonó con estridencia que hasta los caballos se inquietaron en las caballerizas.
El joven llanero le tocó el hombro a su incrédulo amigo y continuó:
-Lo que voy a contarte amigo es muy cierto. No te burles. Mira que desde Juan Hilario hasta Esteban Mijares. Han quedado testimonio de sus encuentros con el mal. Solo escucha los diversos corridos o pasajes que se recitan en noches de espantos. Tal vez para ti sean cuentos de caminos, pero para nosotros es un medio de propagar la voz de la conciencia y así impedir que el maligno consiga mas víctimas.
-No amigo -expreso-, no vine de tan lejos a escuchar malos cuentos. De verdad, disculpame. Sabes que te aprecio mucho,pero vine a disfrutar de las fiestas por estos lares folklóricos. No intentes dejarme aquí. Además... Que fantasma ni que ocho lunas lo que quiero es rumba como dicen ustedes por aquí.
José julián no logró convencer a su amigo de escuchar su historia. Este como mucho otros se encontraba bajo el influjo misterioso del llano adentro que los empuja a divertirse sin tener en cuenta lo que pueda suceder entre aquellos seres que habitan en la oscuridad. Se conocieron en España. De eso hace ya bastante tiempo. Por eso fue una sorpresa para Jose Julián tener noticias de su amigo y que este decidiera repentinamente ir a visitarlo.
-Esta bien, compadre -dijo-. Iremos a la fiesta del Hato Mastranto. Te aseguro que lo pasarás requeté bien. Solo no olvides. Hoy es día de las brujas, además te encuentras en los parajes del espanto más temidos por esta llanura como lo es: El Silbón. Así que si escuchas de cerca su infernal silbido, buscaremos donde ocultarnos, pero... Pero si ese silbido nos sopla la nuca... ¡Que Dios nos agarre confesao! De solo pensarlo se me arruga el cuero...
El español se encogió de hombros.
-Si no topamos con el Silbón, te juró que mi sola presencia lo espantará. ¿Acaso has olvidado cómo nos conocimos?
Él asintió con la cabeza y abriendo los ojos de par en par.
-Aun me produce pesadillas, de no haber sido por ti. Ese perro endemoniado me hubiese mandado al otro lado...
En aquella época, José Julián tenía nueve años. Había estado pasando una temporada con unos tíos en Cataluña, España. Una noche se había salido sin que nadie lo notará de la casa. Creyó ver por la ventana un perro que cojeaba y aullaba de desesperación. Su intensión fue prestarle ayuda. Cuando estuvo cerca de repente todo cambio terroríficamente, se hizo más grande con cada paso que daba, su pelaje parecía unas enormes púas. Tenía los ojos como si fuese fuego a punto de devorarlo vivo. Trató de pedir ayudó, pero el demoníaco animal se abalanzó a su frágil humanidad. Fue cuando apareció Nacho y con una cuántas pedradas hizo retroceder al perro y el pobre José Julián cayó perdiendo la conciencia. Desde entonces se hicieron amigos. Aunque nunca comprendió porqué él no vio los ojos de candela del perro. Sus tios se lo atribuyeron a delirios por la fiebre alta que presentaba cuando fue encontrado.
****
Ya eran casi las diez de la noche. José Julián y su enigmático amigo emprendieron camino hacía la fiesta. Tendría que recorrer un largo trecho por aquellos paisajes oscuro. El joven llanero no quiso seguir importunando a su invitado y pensó que lo mejor sería averiguar el motivo de su repentina visita.
-Te digo algo, amigo... Fue una sorpresa para mi tener noticias tuya luego de tanto tiempo. Confieso que nunca creí verte de nuevo.
Sin voltear a verlo. El español sonrió complacido.
-Veo que tienes muy mala memoria -su expresión fue serena-. ¿Has olvidado tu invitación? -miró de reojo a su amigo que parecía confundido y continuó-: Por el brillo de tus ojos veo que si. Recuerdo que luego de aquel incidente con el perro. Me hiciste una invitación a que viniera a conocer la hacienda de tus padres. También recuerdo que te dije que cuando la hacienda fuera de tu propiedad podía con sumo placer aceptar tu invitación. ¡Que mala memoria tienes! -volvió a reír. Si algo recordaba José Julián de su peculiar amigo, era aquella risa tan contagiante como sombría.
-Sinceramente lo había olvidado. Solo era un chamito...-atinó a decir para no darle largas-. Lo importante es que estas aquí. Y esta noche disfrutaras lo que significa una fiesta en el llano. Espero que tengas resistencia etílica porque la necesitaras.
-¡Vale hombre¡ -dijo-. Vengo del viejo mundo y resistencia es lo que me sobra. Tú muestrame y yo te sigo, llanero.
Ya había cabalgado unos cuanto kilómetros. Ambos reían recordando sus travesuras de niños en Madrid. Aunque José Julián al cumplir trece años dejó de ir a visitar a sus tíos, siempre recordaba a su amigo español. Luego al cumplir su mayoría de edad se vio forzado por el destino a tomar las riendas en la administración de lo que ahora es su mayor posesión. Una herencia temprana a causa de la trágica muerte de sus padres.
Como adivinando su silencio.
-¡Siento mucho el fallecimiento de tus padres!
-No te preocupes. Ya lo he superado.
-Eso puedo notarlo. La hacienda se ve próspera y tu eres todo un exitoso productor agropecuario. Tus padres estarían muy orgulloso.
-Gracias. Tuve mucha ayuda por parte de la gente de mi padre. Incluso aun algunos de ellos siguen conmigo.
Mientras seguían conversando se toparon por el camino a algunos músicos y otras personas que cabalgaban o transitaban en vehículos rústico. A su paso la gente se detenía a su para saludarlo y continuaba, entre ellas Rosa Cavalca, una matrona tan sabia como supersticiosa.
-Joven José -dijo en un tono de reproche-. Bien sabe usted que a toda fiesta no se puede ir.
-No empiece, vieja -expresó-. Solo llevo a mi amigo a divertirse. Dame tu bendición y quedate tranquila.
-Que el santísimo sacramento del altar y la corte celestial te protejan y te libren del acecho del maligno -le hizo la señal de la cruz en la frente y en el pecho-. Que santa Barbara y Maria Lionza sean tus guardianas y el espíritu santo te revista con su escudo poderoso...
Dicho esto la anciana Rosa Cavalca lo vio alejarse...
-Folklórica la viejita ¿no? -refirió el español.
-Siempre es así. Aquí la respetamos mucho. Es como la guía espiritual de por estas tierra... No le hagas caso a su mala cara, es un pan de Dios. Otro día te la presento mejor.
Él no opinó nada. Solo volteó para verla.
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