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◇You're my love, you're my death


Todo pareció ir en cámara lenta y podía sentir todas las miradas sobre él. Todo volvía a repetirse. Pudo escuchar un pequeño revuelo a su lado, pero él no podía despegar los ojos de las fotos que yacían esparcidas por la mesa de la cafetería. Entonces, como si alguien lo hubiera pellizcado, dio un respingo y sin atreverse a mirar a su alrededor, juntó las fotos con las manos temblorosas y salió corriendo de allí. Sentía el cuerpo arder. Estaba casi seguro de que su cara estaba en llamas.

—¡Wonnie!

Escuchó que alguien lo llamaba, pero se negaba a darle la orden a su cuerpo de detenerse. Debía salir de allí.

Corrió hacia los baños y se encerró en uno de los cubículos para luego acurrucarse sobre el inodoro y abrazarse las piernas. Las lágrimas se escurrían por su cara y no pudo evitar pensar en aquel día en que todo su mundo se vino abajo.

♥︎

[FLASHBACK]

Podía sentir las miradas y escuchar las risas de todo el instituto. Cuando entró al edificio el lunes siguiente a la fiesta, todos hicieron silencio cuando lo vieron entrar. Miró cohibido alrededor sin entender qué estaba pasando hasta que una chico que no conocía de nada se paró frente a él y le dio un puñetazo en la cara.

—¿Cómo pudiste hacerlo? Él era mi novio... —dijo el chico escupiendo a sus pies.

Y entonces todo pareció cobrar vida. Murmullos, insultos, miradas juzgatorias. ¿Qué diablos estaba pasando? Pero no llegó a salir de su asombro por la reciente agresión cuando las vio. Fotos. Él. Desnudo. Con dos chicos. Sehun... y otro chico más. Sus ojos sólo pudieron enfocarse en esas imágenes que parecían estar en todos lados. Pegadas en los pasillos, en los casilleros, incluso algunas personas sostenían copias. Sintió que algo se desinflaba en su interior cuando vio a Sehun doblar por pasillo mientras sostenía una de las fotos en la mano. Estaba riendo junto a un muchacho rubio.

—Wonnie... al fin llegas...

Todo lo que sucedió después había sido una sucesión de hechos que esperaba poder borrar de su cabeza algún día. Toda su vida tal como la había conocido se había derrumbado como un castillo de naipes. En lugar de eso, el instituto se volvió su propio infierno. No podía dar dos pasos sin que alguien lo manoseara o lo insultara. Las autoridades tomaron cartas en el asunto y sus padres fueron citados para hablar de 'la conducta libertina y la poca moral de su hijo'. Lo habían expulsado. Su madre no esperó a poner un pie fuera del lugar cuando lo abofeteó en plena entrada. A la vista de todo el mundo. Su padre había intentado hablar con él, pero su madre, furiosa, se lo impidió. Lo dejaron solo.

—Asco y vergüenza siento en este momento —escupió su madre—, pero si tu piensas que voy a tolerar esa... desviación tuya, estás muy equivocado. Ya mismo me pongo a buscarte una esposa...

Pero como dice el dicho, pueblo chico infierno grande. A la semana ya todos sabían de que el chico Chae era un degenerado y una mala influencia para el resto de los jóvenes del lugar y no dudaron en sentenciarlo a él y a sus padres al ostracismo y por supuesto que ya nadie quería saber nada de él.

Su padre lo había abrazado y le había dicho que todo iba a estar bien, pero luego de eso, su padre enfermó y ya no hubo nadie que lo escuchara o lo acompañara en su soledad. Su madre no volvió a hablarle y entonces supo que no había nada para allí en ese pueblo y una noche agarró su bolso y sus pocos ahorros y salió de allí sin mirar atrás.

Y ahora toda la historia se repetía, pero si antes había dolido la traición de Sehun, ahora sentía que el dolor no lo dejaba respirar. Hoseok había estado jugando con él. Hoseok, su Hoseok. La persona a la que había abierto su mundo y su corazón. Un sollozo de angustia nació de su pecho y explotó con fuerzas rebotando en el cubículo del baño. ¿Cómo iba a seguir después de eso? Ya no tenía fuerzas para enfrentar a todos de nuevo. Había creído que todo había quedado atrás, pero la vida se había encargado de demostrarle que nada bueno esperaba por él. Todos y cada uno a su paso le había enseñado que él no podía esperar felicidad para su vida.

Unos golpecitos en puerta y se limpió las lágrimas de un manotazo.

—Wonnie, abre, por favor...

La voz de Min lo hizo enderezarse y después de tomar aire para calmar el llanto, abrió. Su amigo lo miraba con aquellos ojos que lo hicieron sentirse aún peor.

—Min —dijo.

Su amigo se acercó y lo abrazó.

—No pienses mucho en ello...

HyungWon asintió porque no supo qué más hacer. Necesitaba salir de aquel lugar.
Palmeó la espalda de su amigo y lo alejó de su cuerpo con suavidad.

—Estaré bien... Yo... Necesito pensar...

—¿Quieres que vayamos a tu casa?

Sacudió la cabeza, negándose.

—No, no es necesario. Me gustaría estar solo ahora...

No esperó respuesta de la otra parte y salió del baño, sintiendo todas las miradas en él. Subió a su auto y manejó hacia su apartamento, deseando que su padre estuviera vivo. Extrañaba sus palabras sabias, sus abrazos sin razón. Extrañaba sentirse acompañado.

Cuando entró a la sala, el silencio le dio la bienvenida. Vio el revoltijo de mantas en el piso y se llevó una mano al pecho, frotándose la zona del corazón. Habían hecho el amor en la madrugada en ese lugar.

'Necesito borrar el maldito asco que siento...'

Se dejó caer en el sofá, mirando las mantas en el piso. '...el maldito asco que siento... No soy un maldito puto...'

Hoseok le había mentido, lo había besado sintiendo asco por él, lo había tocado pensando seguramente en alguna mujer... Su celular vibró en su bolsillo. Lo sacó y miró la pantalla a través de las lágrimas.

'Hola, ojitos... Te extraño. ¿Cómo está yendo tu día? Muero por volver a la cama y abrazarte. Iré después del trabajo. Podríamos ordenar pizza... '

Te extraño.

Se quedó mirando el aparato hasta que la pantalla se apagó. Se levantó y caminó hasta su habitación. Sacó una caja de su armario y empezó a tirar las pocas cosas que Hoseok había estado dejando en su apartamento. Un perfume, algunos boxers, playeras que él ya había monopolizado... Las lágrimas salían sin control y aunque trataba de limpiarlas, no podía controlarlas.

No supo en qué momento se quedó dormido sobre el sofá, abrazado a una camisa de Hoseok hasta que el timbre que sonaba a la distancia lo hizo abrir los ojos. Luego de unos segundos enfocó su vista en el reloj de la pared y vio que eran las ocho de la noche.

Se acercó a la puerta arrastrando los pies y abrió. Y su corazón volvió a caer una vez más para estrellarse contra el piso. Hoseok sostenía una flor en la mano y tenía esa sonrisa que le había aflojado las piernas tantas veces. Iluso. Idiota.

—Hola, bomboncito —dijo y dio un paso adelante para tomarlo de la cintura y estamparle un beso.

'Necesito borrar el maldito asco que siento...'

Echó la cabeza hacia atrás y trastabilló golpeando la espalda con la puerta. Hoseok lo miró confundido.

—¿Estás bien, bebé? —Hoseok dio un paso en su dirección, pero se lo impidió apoyándole una mano en su pecho.

—No des un paso más —dijo intentando que la voz no se le quebrara. Caminó hasta el sofá y agarró la caja para luego volver y estampársela contra el pecho—. Ahora vete. No quiero verte nunca más.

Hoseok sacudió la cabeza, dejando caer la caja al piso.

—¿Qué...? ¿Qué estás queriendo decir, amor? No entiendo... —levantó una mano intentando acariciar su mejilla, pero HyungWon apartó la cara, respirando agitado.

—Vete, Hoseok. Por favor.

Escuchó cómo la puerta se cerraba y unas manos lo agarraban por los brazos. Se obligó a levantar la mirada. Hoseok tenía una expresión desolada. O al menos eso intentaba fingir. Pero HyungWon ahora sabía que todo lo que Hoseok había hecho con él era solo actuación. Una muy convincente, por supuesto. Él se había creído todas sus palabras, todos sus besos, todas sus caricias. Intentó vaciar su mente de los recuerdos juntos y enfocarse en no seguir cediendo ante sus propios sentimientos de autosaboteo. Porque quería echarle los brazos al cuello y besarlo hasta quedarse sin aire. Quería que le hiciera el amor, que le dijera todas esas mentiras que le había dicho mientras retozaban entre las sábanas. Un dolor punzante escaló por su pecho y explotó sin que pudiera hacer nada para impedirlo.

—¿Por qué lloras? —Hoseok lo abrazó y aunque intentó alejarse no pudo. Le dolía el pecho demasiado. —¿Qué sucedió, ojitos?

Ojitos. Una palabra y seis letras que Hoseok estaba usando como arma para terminar de asestarle el golpe final. Un sollozo apagado hizo eco en su interior y con las pocas fuerzas que tenía, empujó a Hoseok lejos de su cuerpo.

—Te he dicho que te vayas. No quiero volver a verte...

—Wonnie...

—¡Vete! Ya deja de fingir que te agrado, idiota. Ya puedes ir a reírte de mi con tus amigos. Espero que se hayan divertido a costa mía... Vete, Hoseok. Si todavía te queda un poco de consideración, sal de mi vida.

Hoseok se quedó en silencio. 'Ya puedes ir a reírte de mi con tus amigos'.

Chang. Por supuesto que ese pequeño imbécil tenía algo que ver. Maldita la hora en que se dejó convencer por sus estupideces de adolescente dolido.

—Puedo explicarlo. —Dijo en un intento por aclarar las cosas. Estaba dispuesto a arrastrarse por el perdón de Wonnie.

HyungWon se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y frunció los labios. Tenía los hermosos ojos rojos del llanto. Nunca le iba a perdonar a Chang el haberlo estropeado todo. HyungWon era la persona que más le importaba. La que le había enseñado lo que era el amor. Lo que se sentía estar enamorado y querer dar la vida por otra persona.

—No quiero nada que venga de ti. Por favor, sal de mi casa. No vuelvas a llamarme, ni a buscarme. Por favor, ya me hiciste demasiado daño. Espero que haya servido de algo todo esto y estés contento de que tu plan haya resultado... —caminó hasta la puerta y la abrió.

—Yo te amo, ranita. No estoy orgulloso de lo que hice, pero debes creerme cuando te digo que me enamoré de ti.

HyungWon tragó con fuerza intentando deshacer el nudo que le apretaba la garganta.

—Sal ya mismo... por favor. No lo hagas más difícil. Lograste lo que buscabas, ¿qué más quieres de mí? No tengo nada más que entregarte. Te llevaste todo lo que tenía. Todo.

Hoseok agarró la caja y se acercó con pasos de plomo. No podía dejar que todo terminara así. Amaba a HyungWon. Como nunca había amado a nadie. ¿Cómo iba a permitir que saliera de su vida de esa manera?

—Escucha, bebé...

—¡Cállate! ¡Cierra esa maldita boca! Vete, Hoseok o gritaré.

Hoseok abrió la boca para intentar defenderse y suplicarle aunque sabía no era momento de hacerlo entrar en razón, pero la mirada que le echó lo hizo helarse por dentro. No iba a lograr nada mientras HyungWon estuviera en ese estado.

Arrastró los pies y en el umbral se giró.

—Te amo, bebé...

HyungWon cerró la puerta de un golpe y se dejó caer contra la madera. Esa noche su alegría se fue con Hoseok.

Ya no volvería ser el idiota de antes, el idiota al que todos podían usar a su antojo. Jamás volvería a confiar en nadie ni a abrir su corazón. Porque Hoseok se había encargado de rompérselo en mil pedazos y ya no habría forma de volver a recomponerlo.

Esa noche, todo su mundo se apagó. Y una parte de HyungWon murió.

Nobody Else

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