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◇They say your head could be your prison


—No hay forma de que yo use eso. No. Y no insistas.

HyungWon se dio la vuelta y se dirigió a su jardín. Hwi lo siguió quejándose en voz alta.

—No estarás solo en esto —dijo sentándose en un costado y tocando una rosa con el dedo— yo también estaré vestido así. Y algunos jóvenes más.

HyungWon frunció el ceño intentando ignorar a su amigo. Pero las súplicas se extendieron por otros quince minutos y HyungWon casi le hace comer una maceta.

—Bien, bien. Lo haré. Pero cierra la boca...

Hwi se abalanzó contra su espalda y lo abrazó.

—Eres el mejor. Un poco gruñón, pero el mejor amigo del mundo.

HyungWon chasqueó la lengua cuando su amigo lo besó en las mejillas y se sacudió para quitárselo de encima.

—Eres la garrapata más molesta del mundo —dijo estirando una mano para hacerle cosquillas a su amigo que se retorció y cayó al piso— ahora ve a preparar una limonada, está haciendo calor.

—Siempre te quejas del calor y sigues abajo del sol. ¿Quién te entiende?

HyungWon agarró un puñado de tierra y lo aventó hacia atrás. Hwi entró a la casa entre risas. Ahora que vivía solo de nuevo, estaba de mejor humor y podía dedicarse a las cosas que le gustaban sin tener que pedir permiso para ello. De todas maneras iba todas las semanas a visitar a la señora Kim y tomar el té con ella. Su madre siempre había sido una figura distante y poco cariñosa y HyungWon no se dio cuenta de todo lo que le había faltado a su vida hasta que convivió con la familia de Hwi. Todos eran muy cariñosos entre ellos y cuando él estaba por la casa, las muestras de afecto se extendían a él también. La señora Kim lo mimaba —tal vez en exceso— y por momentos lo descolocaba con abrazos espontáneos y mimos. No le costó mucho acostumbrarse al cariño ajeno porque aunque intentara mostrarse serio y falto de emociones, lo cierto era que HyungWon era de corazón débil. A veces se encontraba volviendo a sus viejos hábitos de leer novelas románticas hasta que se percataba de que sus emociones estaban a punto de aflorar y cerraba el libro de un golpe y se ponía a hacer cosas para olvidar el desliz. Había desistido de tener una televisión porque pensaba que estaba más tranquilo así y de paso evitar ver películas románticas. Porque eso era algo que hacía con él. Y no podía permitirse seguir manteniéndolo en su vida a fuerza de recuerdos.

El festival de las fresas se hacía todos los años en Nonsan. Y todo el pueblo se vestía de rojo. Los locales estaban decorados con adornos rojos, había globos en forma de fresa por todos lados, los puestos del mercado lucían guirnaldas y todo era una fiesta. Al ser el pueblo muy famoso por sus fresas dulces, los habitantes lucían orgullosos distintos adornos en sus ropas. Los ancianos usaban un distintivo en sus ropas con la forma de la fruta, los niños en sus juguetes, las niñas en sus cabellos... Nonsan se preparaba para una fiesta.

Wonnie estaba maravillado con el entusiasmo de la gente. Todos parecían más alegres y hasta trabajaban con más energía. Había grupos de niñas practicando una canción para el festival y niños repartiendo canastitas repletas de fresas a los locales.

—Esto es para usted, señor Wonnie —un niño de unos seis años y corte de pelo en forma de honguito le dio una canastita con fruta. Wonnie sonrió y se agachó para quedar a su altura.

—Muchas gracias, Binnie. ¿Quieres una galleta? La señora Kim las horneó esta mañana.

Al niño se le iluminaron los ojitos y estiró las manos regordetas. HyungWon lo despeinó con la mano y le dio dos galletas de chocolate que el niño devoró en cuestión de segundos.

Se había despertado de buen humor y ese día vendió muchos libros. Todo era perfecto. Su nueva vida se encaminaba maravillosamente bien.

Hoseok asintió de mal humor. El hombre se limpiaba las manos de aceite y levantó una ceja mirando la moto.

—¿Tiene alguien que pueda mandarle un repuesto?

—Si, pero no sé si el taller de mi amigo lo tendrá... —se rascó la cabeza pensando en qué hacer. Sin la moto no iba a irse a ningún lado, pero quedarse en ese pueblo tampoco estaba en sus planes—. Llamaré a ver qué me dice.ñ

Se alejó con el celular en la mano y llamó a HyunWoo.

—Amigo, tuve un problema... —le contó lo que le había pasado y su amigo le dio la noticia que menos esperaba—. ¿Una semana? ¿No puedes conseguir el repuesto en otra parte? Llama a Jung Ki. Dile que es urgente...

—Señor... —Hoseok bajó la mirada y vio a un niño pequeño que le sonreía—. Espera un momento, Nunu... —alejó el aparato de su oreja e inclinó el cuerpo—. ¿Y tú qué? ¿Estás perdido?

El niño se rio y le mostró la canastita de fresas. Hoseok negó con la cabeza.

—No, te agradezco, pero no tengo dinero.

Volvió a colocar el teléfono en su oreja cuando sintió otro tirón en su ropa. Tomó aire armándose de paciencia y sacó algunas monedas para dárselas al niño.

— Toma, ahora vete que estoy ocupado... —volvió al teléfono— No, no es nada. Un niño explorador quería venderme unas fresas.

—No soy niño explorador. Soy Binnie —dijo el niño molesto.

Hoseok le sonrió y rodó los ojos.

—Ok, Binnie. Ya puedes irte...

—Binnie, deja de molestar al muchacho —dijo el dueño del taller— ven aquí y muéstrame qué traes ahí...

El niño le sacó la lengua a Hoseok y este hizo lo mismo. Luego el niño salió corriendo hacia el interior del taller.

—Estos mocosos maleducados... —murmuró por lo bajo—. Bien, sí. Mándalo cuando lo tengas. Intenta agilizar las cosas...

Su día iba empeorando gradualmente. ¿Qué iba a hacer una semana entera en ese lugar? Por empezar buscar un lugar dónde vivir. Guardó el teléfono en su bolsillo y volvió al taller. El hombre estaba jugando con el niño explorador y ambos lo miraron cuando se acercó.

—Bien, no lo tendrá hasta dentro de una semana. ¿Sabe de algún lugar donde pueda hospedarme?

El hombre entró a la que Hoseok supuso era su oficina y esperó. Mientras el niño lo miraba enojado cruzado de brazos.

—Oye, Minnie...

—¡Mi nombre es Binnie!

Hoseok entrecerró los ojos.

—Si, como sea, ¿me das una fresa?

—Me dijiste que no querías.

Hoseok chasqueó la lengua.

—Pues cambié de opinión. Ahora quiero.

—Entonces cómprate —le espetó el niño.

—Mocoso del demo... —Hoseok se calló apenas vio al dueño del taller aparecer por la puerta.

—Aquí tiene la dirección, señor Shin. Diga que va de mi parte, seguramente le harán un descuento.

Hoseok le agradeció y agarró sus cosas para marcharse.

—¡Oiga, no se olvide las fresas! —dijo el hombre. Hoseok se giró y agarró la canastita que el hombre le ofrecía.

—¡Hey —el niño se paró a su lado, indignadísimo— no son para él!

—Binnie, no seas maleducado. Recuerda lo que dice la señora Kang.

—Siempre hay que ser amable con los forasteros... —dijo el niño mirando a Hoseok con el ceño fruncido.

Hoseok sonrió maliciosamente y le agarró un moflete al niño.

—Pero que cosita más educada eres. Gracias por las fresas, Minnie.

—¡Que me llamo Binnie!

Hoseok se metió una fresa en la boca y salió del taller riendo.

La posada en cuestión era una construcción de piedra pintada de un amarillo patito espantoso. Hoseok miró el cartel. El palacio de YiRen.

—Pues ha de ser una reina muy mala... pff, menudo palacio —dijo resignado. Empujó la puerta y entró.

—Sólo serán unos minutos, la señora Song pidió cuatro cajones y no puedo descargarlos solo...

HyungWon le abrió la puerta a su amigo invitándolo a salir.

—No, ya te acompañé esta mañana. Te recuerdo que estoy trabajando, Hwi. No puedo salir cuando a ti se te ocurre. Anda, vete. Pídele ayuda a MinGyu. Tiene buenos brazos.

—Y un carácter del demonio. Casi parecido al tuyo —dijo su amigo fingiendo enojo.

—Pues mejor para ti. ¡Suerte!

Cerró la puerta y sonrió cuando vio a Gyu pegando la nariz al vidrio.

Hoseok estuvo un rato esperando y estuvo a punto de irse cuando una mujer hizo acto de presencia por una puerta detrás del mostrador. Hoseok debía admitir que la mujer se veía bastante bien. Cabello rojizo, ojos grandes y labios generosos.

—Buenas tardes, joven... ¿En qué puedo ayudarlo?

—Bueno, el señor Choi, el del taller me mandó a esta dirección. Necesito una habitación.

La mujer revisó el tablero de llaves y sacó una. Luego imprimió una planilla y la dejó frente a Hoseok junto a una lapicera.

—Llene esa forma, por favor.

La campaña de la puerta tintineó y la señora sonrió al recién llegado.

—Ya te estabas tardando, cielo. Deja los cajones en la cocina...

Hoseok siguió completando sus datos y no se dio cuenta cuando la mujer regresó a su lugar. Hizo una seña hacia la puerta y agitó la mano.

—Ten cuidado en el camino, cielo...

Hoseok entonces se giró y la lapicera cayó de su manos. Espalda ancha, alto, cintura pequeña y piernas largas. No podía ser él... Cuando reaccionó corrió hacia la puerta, pero la camioneta ya se había ido. Se quedó un rato mirando hacia la calle y luego entró.

—El hombre que acaba de irse...

La mujer solo murmuró un 'aha' y siguió leyendo la planilla.

—Trabaja en el mercado de Jungang-Ro —dijo la mujer—. Parece que todo está en orden señor. Aquí tiene su llave. Puede pagar mañana en el desayuno.

Le dio la llave y Hoseok subió a la que sería su habitación. Todavía seguía pensando en ese muchacho. ¿Podría ser...? Se sentó en la cama, ansioso. No iba a poder dormir en paz hasta no encontrar a ese muchacho.

Sacó la foto de su mochila y pasó un dedo sobre la mejilla de papel.

—¿Eras tú, ranita?

Nobody Else

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