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♡I'm done with having dreams


—Te has vuelto aburrido.

La muchacha, harta por la falta de interés del hombre que la había llamado, tomó sus cosas y salió del departamento dando un portazo. Hoseok echó la cabeza hacia atrás tanteando con una mano el sillón en busca del control remoto. El sonido de los programas de alguna manera calmaban su ansiedad. Le molestaba el silencio e intentaba llenarlo con música o con la televisión. Le ahorraba tener que quedarse solo con sus pensamientos. Y eso no le convenía a nadie. Mucho menos a él. Nada bueno resultaba de sus meditaciones.

La puerta se abrió y escuchó que su amigo se quejaba.

—Limpia tu mierda, este lugar ya apesta.

HyunWoo abrió la ventana para ventilar el apartamento y se cruzó de brazos.

—¿Planeas seguir mucho tiempo más viviendo así?

Hoseok rodó los ojos y suspiró.

—Ya deja de molestar. No eres mi madre.

—¿Eso quieres? Bien, la llamaré. De todas maneras ya estoy harto de ti.

Hoseok pensó que bromeaba hasta que escuchó a su amigo hablar realmente por teléfono.

—Hola, señora Shin, soy HyunWoo, el compañero de apartamento de Hoseok...

Saltó del sofá y le quitó el aparato de la mano.

—No es nada, mamá. No te preocupes... ¡No! No es necesario que vengas...

Un rato después enfrentó a su amigo.

—¿Te volviste loco? Sabes que esa mujer me hará la vida imposible.

HyunWoo ladeó ligeramente la cabeza y le echó una mirada de absoluta incredulidad.

—Vaya, ¿y tu realmentes piensas que vivir contigo es un lecho de rosas?

Hoseok sacudió la mano y abrió la heladera para sacar una cerveza.

—Ya deja de exagerar.

—¿Exagerar? Hace más de dos años que estás así. ¡Supéralo de una buena vez!

—No te pases de la raya —le advirtió a su amigo—.  Sabes que él no tiene nada que ver conmigo.

—¿No? ¿Crees que no sé que te duermes abrazado a su foto, idiota? ¿Que no sé que aún sigues llorándole?

Hoseok vació la lata de cerveza y la aplastó entre sus dedos.

—Cierra la boca. No sabes lo que dices...

Salió de la cocina empujándolo y se encerró en su habitación. Miró alrededor y se agarró la cabeza. Todo lucía como la mierda. Había ropa tirada por todos lados, botellas vacías y colillas de cigarrillos hasta en la cama. Sabía que su amigo tenía razón, pero también sabía que no era fácil para él ver más allá de su dolor. Porque eso era lo que sentía. Dolor. Uno lacerante e interminable. Y sí, se dormía abrazando su foto. Y también lloraba en medio de sus delirios de alcohol. Lo extrañaba. Extrañaba su olor, sus besos, incluso extrañaba sus espantosas pantuflas de tortuga con cuernos. Era patético. Llorando por una persona que había desaparecido. Había agotado todos sus recursos y lo había buscado hasta por debajo de las piedras. Pero parecía que a HyungWon se lo había tragado la tierra. Arrastró los pies hasta su cama y movió la almohada. Ahí estaba la dichosa foto. HyungWon sonreía con los dedos en V. Había imprimido esa foto unas semanas después de no tener noticias suyas en un desesperado intento de recuperarlo. Había estado al borde de la desesperación y, aunque nunca se rindió en su búsqueda, pronto se dio cuenta que si HyungWon no aparecía era porque no quería ser encontrado. No perdía las esperanzas. El tiempo le había demostrado que HyungWon era su persona. El hombre con el que quería estar. Y aunque todos los días salía a recorrer las calles en su búsqueda, cada día que pasaba era un paso más lejos de él. Le dio un beso a la foto y susurró un 'Perdóname, ranita' y la guardó en su mochila.

Estuvo todo el día haciendo limpieza, lavó ropa y trapeó los pisos. Para el final de la tarde había casi ocho bolsas grandes llena de basura. Luego fue a su habitación, sacó algunas prendas de abrigo, algunas prendas frescas y las metió en un bolso de viaje. Abrió su mesa de luz y sacó un libro. El libro que HyungWon le había dado la noche que habían compartido un café antes de que todo se fuera a la mierda. Pasó los dedos sobre el lomo del libro y luego también lo guardó. Echó una mirada más y salió. Garabateó una nota para su amigo y salió del apartamento.

Se subió a su moto y partió sin rumbo fijo. Tenía que ponerle un fin a su historia. Y olvidarse de Wonnie.

Hoseok se tumbó de espaldas y miró el cielo azul. Era un día precioso de fines Marzo y el clima era muy agradable. Movió los brazos tocando la hierba fresca y sonrió pensando en lo mucho que le hubiera gustado a Wonnie estar ahí. Recordaba cómo se le iluminaban esos ojazos hermosos cuando veía una florería. Su corazón dio un pequeño sobresalto y se incorporó hasta quedarse sentado. Había tenido una sensación rara. Miró alrededor, pero solo vio una vieja camioneta que se alejaba por la carretera levantando una nube de polvo. Se encogió de hombros y se volvió a recostar. Cuando abrió los ojos, la tarde ya había caído y estaba empezando a refrescar. Debía buscar un lugar para dormir. Se subió a la moto y arrancó hasta el pueblo más cercano. Durante los meses que estuvo viajando, había recorrido numerosos pueblitos. Todos muy bonitos y pintorescos. Comía en alguna posada y a veces donde lo sorprendía la noche. Tenía algunos ahorros y Nunu le iba girando pequeñas cantidades de acuerdo a dónde se encontraba. Era algo que siempre había disfrutado hacer. Agarrar su moto y viajar a donde lo llevara el viento. Encontró un pueblito que le pareció bastante atractivo y luego de preguntar a algunos lugareños, le indicaron dónde podía pasar la noche.

El lugar era bastante decente y cuando salió a la mañana siguiente decidió recorrerlo un poco y ver si podía desayunar algo ya que no había cenado y su estómago ya rugía.

Entró un tiendita que tenía unas mesitas amarillas en la puerta y le pidió el desayuno que figuraba en grandes letras rojas en el cartel de la entrada.

—¿Ha probado la leche de fresas antes, joven? —le preguntó una anciana que vestía un hermoso delantal con motivos frutales.

Hoseok negó con la cabeza. Sus hábitos alimenticios siempre habían sido un desastre y Nunu tampoco se las apañaba en la cocina por lo que sobrevivían a base de pizza y bocadillos de la tienda de conveniencia.

—Oh, le encantará.

Y la anciana había tenido razón. El batido era delicioso y el pastel que le había servido sabía a gloria.

—Estas fresas son muy dulces —dijo soboreando los pedazos de la fruta de su vaso de vidrio— ¿las venden por aquí? Me gustaría comprar algunas para el camino.

La mujer agarró un folleto y se lo entregó.

—Son fresas de Nonsan. Las mejores de todo Corea —le informó la mujer— en una semanas será el festival de la fresa. Si no tiene mucho qué hacer, debería darse una vuelta. Es maravilloso y podrá encontrar muchas cosas deliciosas allí.

—Nonsan —repitió Hoseok leyendo el folleto. Hubiera sido lindo ir, pero no había chances de esperar una semana. Debía seguir camino.

Pagó el desayuno y la mujer le envolvió un poco más de pastel y le obsequió una botella de batido.

—Disfrute su viaje, joven.

Hoseok saludó con la mano y partió. Estuvo un rato largo viajando a velocidad moderada y disfrutando del paisaje cuando la moto comenzó a hacer un ruido extraño.

—No, no puedes fallarme ahora, princesa... —dijo angustiado. Si la moto decidía morir ahora en medio de la nada, no sabría qué iba a hacer.

Anduvo unos kilómetros más y cuando sintió que la moto ya no daba para más, se orilló en la carretera y se bajó a revisarla. Sacó una caja de herramientas y se dispuso a reparar el problema.

Luego de algunas maldiciones y manchones de aceite en su ropa y rostro, Hoseok se levantó abatido y con el peor humor, empezó a caminar arrastrando la moto.

Una hora después y casi sin aire, Hoseok llegó a Nonsan.

Nobody Else

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