
CAPÍTULO 7 Discordia
Cerré la puerta de golpe embargada de una extraña sensación, no decidía entre sí sentir rabia, enojo, molestia o simplemente salir de ahí e ignorar todas las palabras que se agitaban dentro de mi cabeza y que sabía que comenzaría a decir sin ninguna amabilidad.
Como podría comenzar algo en buen pie sí él seguía entrometiéndose en todo lo que hacía, un gruñido escapo de mi garganta sin previo aviso, una señal instintiva que salía de mi cada que se me presentaba algo desagradable.
Las comisuras de su boca se curvaron hacia arriba, todo lo que a mí me molestaba a él le reventaba de alegría.
—Tengo trabajo para ti—estaba acomodado en la silla junto al escritorio.
Toqueteando y seduciendo mis cosas con sus manos callosas.
— ¿Qué haces aquí?
—Quiero que revises unos mapas y me digas que opinión tienes con respecto a unas desapariciones—me ignoró.
— ¿Qué demonios haces aquí? —repetí.
—Imagino que ya estás bien instalada y lista—continúo ignorándome.
—Quieres que te responda como debe ser o debo enviarte a algún lugar en especial que ya creo que conoces bien.
Apreté las manos en un puño.
Di las gracias al Dios del árbol por no prometerle nada a Ayame, pero ahora que la recordaba ya entendía a lo que mi amiga se refería cuando estábamos despidiéndonos en el muelle. Ella planeo esto, maldición por qué. Sabía de sobra que odiaba a Kiba, porque tenía que torturarme entonces.
—Vaya me sorprendes, es la primera vez que dialogas conmigo antes de saltarme encima como toda una salvaje—se levantó—hasta pareces una dama.
Bien, tú te lo buscaste.
—Espero que sepas nadar.
Y me fui encima de él.
Esta vez me atajó con ambas manos, no sin antes ser arrastrado atrás por el impulso que llevaba, sus pies se enredaron con la silla donde hace un momento estaba sentado y cayó al suelo de espaldas aproveche que no podría defenderse bien y comenzamos a forcejear con gran fuerza haciendo que metiera su cara debajo de la cama al arrastrarnos por el suelo.
Lo mire un momento percatando que aún tenía algunos moretones del día anterior.
Sí le daba otros recuerdos más de estos seguro se enojaría.
Hagámoslo enojar entonces, me ánimo mi mente maliciosamente.
A diferencia de él yo ya estaba completamente repuesta, ni una marca, así que sí pensaba dejarme un recuerdo estaba equivocado.
— ¡Deberías ser un poco más delicada! —dijo asomando al fin su cara, evito uno de mis golpes para después clavar la palma de su mano en la boca de mi estómago.
En cuestiones de segundos, sentí como el aire escapo por completo de mis pulmones lo que el aprovecho para apretarme el cuello con su potente mano.
Maldito.
En un parpadear, me elevó por el aire para lanzarme en la cama y colocarse sobre mí, pesaba toneladas y no se molestó en ser un poco amable y alejarse cuando comencé a sacudirme intentando quitármelo de encima.
Su mano ya no me sujetaba el cuello duramente.
— ¡Sí no quieres que te arranque la piel! —dije mirándolo directo a los ojos— ¡quítate de encima!
—Eso quisiera verlo—se reclinó aún más acercando su rostro a mi oído—inténtalo, salvaje.
Su aliento rozo mi piel mientras sus ojos ambarinos brillaron como dos faros de luz llenos de satisfacción.
La cama crujió cuando cambio su posición, zafarme no era el problema ahora sí no otro muy diferente que me sacudió el cuerpo.
¡Estamos en una cama los dos!
Tenerlo allí encima de mí hacía volar mi imaginación a otras dimensiones de las cuales no tenía conocimiento ni experiencia, esta sería la primera vez que estaba tan cerca de un hombre de manera diferente que la sola idea me avergonzaba.
Las únicas veces que tenía contacto físico con hombres, era cuando luchaba y esto ya no sería luchar.
Y la situación no era cómoda en absoluto.
Y no sé en qué momento paso, pero él se me quedo mirando fijamente deteniendo su tarea de hacerme daño como si hubiese percatado mi repentino pensamiento por lo que soltó su agarre de mi cuello con cuidado.
Mi corazón dio un salto extraño.
Estábamos a solas, la puerta cerrada y sobre una cama, que ideas no podrían pasar por su cabeza sucia de no ser porque yo prefería tener a mil escorpiones durmiendo bajo mi almohada que a él de compañía.
Podía escuchar su respiración, sus latidos y podría jurar que él también pensaba lo mismo, una sola vez me había detenido a admíralo solo una y en un momento fugaz.
¿Entonces qué era lo que estaba ocurriendo conmigo?
Reacciona Noa, estás hablando de Kiba, comenzó a colarse como un rayito de luz por una hendija mi razonable conciencia.
Ya no quería golpearlo, pero tampoco quería seguir allí bajo su peso de ballena mirándolo embobada como una idiota y pensando cosas sin sentido, saqué fuerzas y lo empuje.
Me alejé a prisa buscando espacio personal. Estaba respirando con dificultad y por supuesto él lo notaria si no me daba prisa en calmarme. No le dejaría el camino fácil de que usara eso en mí contra más adelante.
—Acabas de salvar tu vida—le espeté de salida.
Luché contra las ganas de mirar atrás, la cara me ardía al igual que unas cuantas partes de mi cuerpo que no sabía que reaccionaban a ciertas cosas inusuales, necesitaba distraerme antes de que quisiera volver por su cabeza y tirarla al mar.
O por otra cosa.
Sacudí la cabeza disipando cualquier idea descabellada de ella.
.........................................................................................................
Estuve un rato recostada en la barandilla del navío intentando concentrarme en las pequeñas olas que rompía sus bordes sumergidos en el agua, permanecí clavada allí alrededor de dos horas quizás menos, la verdad era que no tenía el valor de regresar a mi habitación y encontrármelo de nuevo.
Qué vergüenza.
Aquello fue una sensación distinta, peligrosa, no me pasaba lo mismo cuando estaba cerca de Sora, sentía como los pelos se me ponían de punta al recordarlo, solté un suspiro largo sabiendo que debía olvidar lo sucedido y ya.
Cerré los ojos buscando calmarme.
Eso no solo había sido una sensación sí no algo incómodo, algo muy incómodo que no me permitiría volver a experimentar jamás.
—No estarás pensando en vomitar—dijo una voz a mis espaldas que no conocí.
Me di vuelta observando detalladamente al chico que apareció, abrí las aletas de mi nariz aspirando el aire con cautela.
De inmediato mi mente me llevo a esa noche, la noche cuando dormía en el sofá de mi antigua casa y desperté repentinamente al escuchar un ruido.
Ese olor dije para mí, lo conocía, continúe olfateando el aire segura de que este hombre se había metido a mi vivienda usando lo que una vez Yeigüa llamo sello inmortal.
—Un movimiento en falso y te juro que de tu boca no saldrá jamás una palabra—la hojilla de mi cuchillo desenvainado relució bajo la garganta del sujeto.
Ni si quiera supe cómo me moví tan rápido.
— ¡Oye! ¡Oye! Tranquila—no se movió.
— ¿Qué estabas haciendo en mi casa? ¿Qué demonios estabas buscando?
No respondió al instante, su respiración era acompasada y sus latidos tranquilos.
—No voy hacerte nada—aseguro sin intentar moverse—aunque en realidad debería preguntarme más bien si tú no me harás nada a mí—no dio muestras de miedo—vaya, ahora sí le doy crédito al maestro Yeigüa sobre lo que dijo de ti—mencionó con sumo cuidado de que la hojilla no lo rozara al hablar.
Lo solté apenas escuche el nombre del maestro, Yeigüa no era un guardián que cualquiera conoce y se toma la sutileza de nombrarlo con demasiada familiaridad, lo estudie bien para saber a quién me enfrentaba.
Brazos fuertes, hombros anchos, alto y mirada tranquila un guardián tierra sin duda alguna.
—Deja de mirarme así siento que me desnudas—se tapó con los brazos fingiendo desnudez—no tienes por qué preocuparte Noatak.
Sabía de mí y yo de él nada—chasquee la lengua—lo mismo de siempre.
—Y yo creo que tú, sí tienes que preocuparte—lo amenacé sospechando—comienza hablar.
Lo apresure, ya me molestaba que todo fuera siempre un misterio.
—Sí que eres directa—se acercó al barandal apoyándose.
—Por alguna razón estas aquí ¿no? Así que solo di lo que sabes y lárgate.
No estaba de humor para bromas.
—Bien, tú ganas—tomo aire—y sí, si estuve en tu casa buscando información—se alarmó cuando lo miré con cara de pocos amigos—órdenes del consejo—se encogió de hombros—. Encontré unos cuantos papeles tuyos amontonados por ahí en un rincón y...bueno les di una ojeadita, entonces descubrí que... bueno supe que eras de los nuestros—explicó—y no un guardián común como esos corrientes que ves a menudo—sonreí por el sarcasmo—sino un guardián de nuestra clase, de mi clase—aclaró muy orgulloso.
Cada vez que sonreía unos enormes caninos se asomaban amenazadoramente. Me alegraba saber no ser la única con esta fisionomía amenazante pero que en los hombres era más marcado.
—Envié la información apenas toque la ciudad—por fin alguien comenzaba a decirme cosas de interés, me acerque para escuchar mejor—, sabíamos que un grupo de los Namboku estaban en busca de algo entre los Dark Soul, muchos de los nuestros desaparecieron en sus manos así que nos pusimos a trabajar—apretó la mandíbula molesto— ¿recuerdas ese día cuando chocaste conmigo? —hice memoria—ese día fue de suerte...
—Espera—lo interrumpí— ¿los Namboku sabían de mí antes que todos ustedes?
Enterarme no ayudo mucho, ellos andaban en mi búsqueda mucho antes que los guardianes buenos. La imagen de Mark cubierto de sangre cruzo por mi cabeza.
Tanya nunca dijo nada sobre esto, nunca.
Un sentimiento de traición comenzó a consumir la poca confianza depositada en ella.
Acaso nadie podía ser sincero conmigo una vez en su vida.
¿Sería mucho pedir Ghillie Dhu que me dijeran la verdad solo una vez? ¿es mucho pedir?
— ¿La reina lo sabía? —pregunté para terminar de asegurarme.
—Por supuesto, ella dio la orden al consejo—la puñalada de traición se clavó directo a mi espina dorsal.
Mantén la calma, mantén la calma, no puedes estar enfureciéndote cada vez que quieras. Estas en un barco rodeada de gente inocente y no tienen que pagar por los errores del palacio.
Hasta convencerme a mí misma resultaba una proeza.
— ¿Te envió Yeigüa a darme esta información? —pregunté después de un rato de meditar.
¿Cuantos más sabrían de esto? ¿Acaso, Mayuri, Ayame...quizás hasta Kiba?
Aunque este último no lo creí cómplice de este juego de mentiras, había dejado muy en claro que no lo importaba ni un ápice nada concerniente a mi vida.
¿En que estaban pensando cuando decidieron que no debía saber?
Por mi culpa Mark estaba muerto, mucha gente también pereció y yo solo había huido.
Cobarde, solo una maldita cobarde lo hacía.
—No—fue su respuesta—a decir verdad, yo no debería estar diciéndote nada, se me dio una orden directa de no ponerte al tanto de los detalles.
— ¿Entonces por qué lo has hecho?
—Y porque no—respondió al instante—no es justo que te oculten la verdad—su voz reflejo una pequeña gota de indignación—sé que se siente no saber nada cuando miles de cosas han pasado.
Se enderezó haciendo que los músculos de sus brazos se tensaran.
— ¿Y qué te hace pensar que te he creído? —no le quite la mirada de encima comprobando que no mentía.
—Eso ya es tu asunto, yo cumplí con decírtelo—dio un bostezo.
La idea de que este chico podría estar engañándome palpitaba detrás de mis orejas—pues había sido capaz de meterse a mi casa a hurtadillas—que otra cosa no haría con la misma facilidad, pero a pesar de que podía estar engañándome no lo aparentaba además su olor me lo aseguro, él era como yo, un sobreviviente de las garras de malas personas.
Esperó por mi respuesta.
— ¿Hay algo más que deba saber?
— ¿Es una broma? tengo una enorme lista esperando por ti—metió sus manos en el abrigo fingiendo buscarla.
Sí, este es era el humor de un guardián tierra.
Abrió la boca para continuar, pero sus ojos se abrieron de par en par sorprendidos. Seguí la dirección de su mirada, arruinándome por completo el día. Encontrar el rostro sin expresión de Kiba, descompuso el poco ánimo recuperado hace unos segundos.
—Príncipe—saludó haciendo una reverencia—no contaba con su presencia en este viaje.
—Ni yo—escupí—pero como bien sabes nada puede ser perfecto en esta vida.
Mi nuevo amigo se me quedo mirando con expresión alterada, yo no me inmute—sí conociera realmente al príncipe como yo no le estaría hablando ni la mitad de respetuoso como ahora.
—He venido a representar a un nuevo guardián—me señaló con ademan desinteresado.
—Por desgracia—exclamé poniendo el mayor desagrado posible.
Kiba me dio un empujón haciendo que me alejara de mi compañero.
—Ven conmigo necesito que...
—Sí, sí vámonos—lo corté—hasta el banquete ¿joven...como debería llamarte?
—Akira—completo sonriendo—Akira Okamoto para servirte—y me guiño un ojo.
Su tono empalagoso me saco una sonrisa, lo que hizo molestar a Kiba, eso, me hizo relajar.
—Hasta el banquete entonces Akira—le contesté levantándole ambas cejas.
Ghillie Dhu: Nombre supremo por el cual se conoce el Dios árbol entre sus guardianes, es quien los ha creado y otorgado los dones de usar elementos de la naturaleza. También es conocido por diferentes nombres como Dios del árbol, árbol de los elementos, Dios elemental, árbol de las almas.
Ustedes que harían con respecto a las preguntas que se hizo esta protagonista :¿aprender a controlarme o dejar de utilizar mi poder?
¿Que decidirían ustedes?, espero sus respuestas sinceras.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro