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CAPÍTULO 6-1


1

   Empaqué mis cosas sola y en silencio, aunque Ayame permaneció insistiéndome un buen rato para ayudarme, me negué mil veces, quería tener mi mente fuera de cualquier conversación y que mejor trabajo que empacar para distraerse un rato.

   Era gracioso, después de que no quería hacerlo.

   Taylon continuaba molesto conmigo cuando fui a buscarlo al establo, seguía quejándose por haberlo dejado, reprochándome una y otra vez que fue peligroso ir con los humanos sin su protección, estaba tan acostumbrado a que hiciéramos todo juntos que se sintió desplazado, lo ignoré luego de que se tornase estresante, ser la única capaz de escucharlo a veces resultaba un castigo.

   Pero gracias al tiempo que pasaba con él aprendí a bloquear completamente mis pensamientos, logrando así descansar mi cabeza del bullicio que Taylon desataba.

   El cielo de la tarde bañaba de naranja la ciudad, caminaba sin dirección alguna esperando a que esto lidiara con lo sucedido esta mañana, la voz de Sora continuaba resonando en mi cabeza y al parecer no pensaba abandonarme el resto de la tarde.

   Mi corazón de vez en cuando daba enormes latidos y era casi imposible detenerlos.

   Basta Noa ya es suficiente puedes superar esto, solo tienes que mentalizarte en el viaje y olvidarte de lo menos importante.

   Es decir, Sora.

   Imagine su rostro un segundo y de nuevo comenzó a desbocarse mi corazón.

   ¡Maldición!

   Esperaba fervorosamente convencerme de olvidarlo.

   Salude algunas personas en el camino que a diferencia de los humanos o Dark Soul como los llamaban aquí eran más amables.

   Había estado dando vueltas desde temprano por las callejuelas que no me di cuenta que anochecía, apresure el paso esperando no llegar tarde a cenar cuando una fuerte brisa me azoto y la bufanda atada a mi garganta se deslizo en dirección contraria, en un abrir y cerrar de ojos ya volaba por los aires sin intenciones de aterrizar, pegué una carrerilla para seguirla con la esperanza de que cayera en algún momento.

   Y así fue, poco a poco fue descendiendo hasta posarse en las manos de alguien situado a unos metros frente a mí, mire con verdadero desagrado al percatarme de quien se trataba.

  Kiba aferraba la bufanda con sus enormes manos de bestia sin expresión alguna.

   Llegué hasta él y se la arranque de un jalón, volviéndola a poner en su sitio retome la marcha.

   — ¿Tienes mucha prisa? —dijo con voz aburrida.

   Lo ignoré sabiamente, no caería en sus niñerías.

   —Estaba pensando...

   — ¡Wao que sorpresa! —lo corté—hasta que por fin aprendes a utilizar tu materia gris.

   Ignoró mi comentario alcanzándome sin dificultad.

   —Me preguntaba sí no estabas demasiado apurada, aunque ya veo que lo estás—levanto las cejas—de igual modo cualquier cosa que tengas que hacer ahora lo postergarás—exigió descaradamente—vendrás a cenar conmigo fuera del palacio.

   Me detuve en seco, lo mire de par en par completamente impactada, casi me sangraron los oídos.

   ¿Qué acaba de decir este idiota?

   Por unos segundos tuve la leve impresión de no estar despierta.

   —Oye Kiba sí estás haciendo esto para provocarme—moví la cabeza a los lados—será mejor que regreses por donde viniste—me di la vuelta indignada.

   Nada más esto me faltaba un idiota caprichoso. Lo bueno de su aparición fue que me saco de la cabeza a Sora haciéndome calmar de los nervios.

   —Esa no es mi intención—dijo sincero—pero sí eso te molesta entonces no veo por qué no puedo continuar insistiendo—se burló.

   —Lárgate—bramé entre dientes—no me obligues a partirte esa linda cara, princesa—luego agregué—de nuevo.

   Acortó la distancia que nos separaba con sus enormes pisadas de ogro y me tomo del brazo sin ninguna delicadeza haciéndome girar.

   Era la segunda vez que esos ojos llenos de furia me miraban de esa manera.

   —Al parecer a alguien no le gusta recordar su lastimosa derrota—lo enfrenté.

   Él levanto una ceja y apretó la mandíbula intentando soportar esas ardientes y verdaderas palabras.

   —Me permito explicar señorita Noatak que esa no fue la respuesta que le diste al Dark Soul ese del café, esta mañana—escupió aquello como si de algo asqueroso se tratara.

   En ese momento experimente dos cosas, miedo y rabia, miedo de que Kiba avisara a los superiores haciendo que me suspendieran y rabia porque había estado siguiéndome todo el día y en ningún instante note su espantosa presencia.

   — ¿Estabas espiándome? —ahora que lo decía en voz alta sonaba aun peor.

   Tanya me había dado permiso de ir a la tumba sin compañía y este imbécil tuvo el descaro de seguirme.

   —Yo lo llamaría acompañar o quizás escoltar, pero no espiar—se cruzó de brazos como si eso lo explicara todo—que esperabas que hiciera, no puedo permitir que te alejes de ese modo atrayendo a los Namboku hacia acá y mucho menos por esos caprichitos imbéciles tuyos que te dan de repente.

   ¡Arráncale los ojos Noa!, grito un ser pequeñito a mi mente.

   Evitar imaginármelo con mis garras sobre su yugular fue imposible.

   Idiota.

   Un día de estos lo destriparía sin piedad alguna.

   —Golpes son los que te daré yo como sigas de fisgón, tu no entiendes nada—solté a pesar de que él pudiera tener la razón—te soporto aquí porque no me queda de otra, te entrometes en mis asuntos lo sigo soportando, me molestas todo el tiempo lo acepto pero que te metas en mi vida, eso Kiba—hice un sonido con la lengua—está fuera de tu área de inspección.

   Las chispas comenzaron a correr por mi cuerpo, podía saborear el humo de las brasas en mi boca preparadas a saltar, él sonrió satisfecho al lograr su acometido y no se asustó en absoluto con mi actitud.

   —Sí quieres ve y corre como una vieja chismosa a decirle al consejo mi falta que sé muy bien que te mueres de ganas—mi respiración se aceleraba—pero no te metas en mi vida y mucho menos te acerques a Sora—resoplé indignada—te arrancare la garganta con mis propias manos sí me entero de que lo has vuelto hacer.

   La sola idea de imaginar que se le acercaba a Sora me hacía estallar.

   Esta vez su rostro se tensó sorprendido de mi reacción.

   —No sé porque armas tanto alboroto ¿pero tan creída eres? —soltó como si le valiera lo mismo que un montón de mierda en el camino—no estoy interesado en lo más mínimo en buscar al consejo ni a ese asqueroso humano—sus frases parecían látigos envenenados—y la verdad siento mucho que pienses que tu lastimosa vida me interesa algo—extendió los brazos a los lados—solo quiero la seguridad de los míos así que deja de decir estupideces como esas y no vuelvas a hablar con ese asqueroso humano, así de fácil.

   Aquellas palabras me dolieron más de lo que pensaba, eran como un balde de agua fría en la cara.

   Solté un golpe que fue directo a su estúpido rostro el cual esquivo sin dificultad alguna y era eso lo que esperaba que hiciera, ya lo conocía, luego le di una patada tan fuerte como para sacarle el aire.

   Sí que tenía el estómago duro. Me tomó de la pierna y de inmediato me dio una vuelta en el aire, antes de caer me apoye sobre las manos reponiéndome, solo que Kiba ya me esperaba de pie y me asesto un golpe en la mandíbula.

   Era de esperarse que ambos actuáramos así, ninguno se llevaba bien con respecto al otro y jamás congeniaríamos.

   Allí frente a todo el mundo, nos batimos en un combate sangriento que de seguro se extendería hasta el amanecer.

   Ninguno cedería ante el otro. Éramos un par de orgullosos y nadie cambiaría eso.

Media hora más tarde

   En la sala de revisiones Ayame nos atendía junto con otras dos sanadoras que no paraban de remojar trapos en agua para quitarnos la sangre seca de las heridas y aplicarnos tónico—luego, que difícilmente los guardias nos separaron de una pelea atómica fuimos arrastrados a este lugar.

   Hice un gesto de dolor cuando una me colocó tónico en la cara.

   Tenía la cara deshecha por la paliza, el cabello hecho un desastre, el ojo me palpitaba poderosamente y un labio partido—que sentía que en cualquier momento se me caería un pedazo al suelo—pero nada como verle la cara a Kiba y darse cuenta que se encontraba en peor estado que yo, retuve las ganas de reírme al verle las enormes heridas en los brazos, cara y espalda—se podían apreciar a través de su túnica rasgada—la cual le había arrancado—de verdad parecía que un animal salvaje lo había atacado.

   Toda su ropa se había quedado hecha jirones en el pavimento.

   El me miró de la misma forma en que se mira a un chicle pegado a un zapato girándose hacia el otro lado.

   —No sé cómo pueden estar haciendo espectáculos como estos en la calle—rezongó Ayame muy molesta, cerrando con puntos la herida lacerada que el príncipe tenía en la espalda—debería darte vergüenza Kiba, eres un príncipe y un príncipe no anda por ahí comportándose como un asesino a sueldo golpeando mujeres tienes suerte de que la gente te respete y haya crido que sufriste una insubordinación.

   Él se limitó a gruñir en respuesta sin prestarle atención.

   Realmente se merecía ser regañado por Ayame.

   Miré mis nudillos abiertos y luego observe mejor a mi enemigo en potencia repasando su dorso ahora desnudo y de complexión fuerte y gloriosa, su piel bronceada por el sol era hermosa y sus brazos enérgicos llenos de músculo me dieron a entender que haber peleado con él no había sido tarea fácil tal cual parecía.

   ¿Cuánta fuerza tenía yo entonces?

   Solo imaginar el daño que Kiba podría hacerle a cualquier otra persona me daba ganas de correr aterrorizada.

   Pero a pesar de toda esa fachada temible era bastante atractivo, no me había dado cuenta antes, será porque lo odiaba y toda la cosa.

   —Imagino que no estarás pensando en atacarlo de nuevo—habló Ayame al darse cuenta que lo observaba muy detenidamente seguramente elevando plegarias para que no nos enzarzáramos en otra lucha.

   Miré al otro lado fingiendo aburrimiento.

   —Me has descubierto—respondí sonriendo—solo me lamentaba que no haya podido agotar toda la sangre de su cuerpo hasta dejarlo seco.

   —Solo inténtalo—se defendió Kiba dándose la vuelta para quedar frente a mí—te podría sacar todo el aire de los pulmones con un dedo si quisiera.

   —Eso quería escuchar—lo enfrente y él sonrió perversamente.

  Hice ademán de levantarme, pero la sanadora me retuvo asustada de que otro combate se batiera ahí mismo.

   —Pueden alguna vez en sus vidas comportarse seriamente—sentenció Ayame con fuerza mirándonos como el mismísimo demonio, ambos volvimos a nuestra posición obedeciendo.

   La princesa continuó con su trabajo bastante irritada, su mano reposaba sobre la herida de su hermano que al mismo tiempo servía para frenarlo y por alguna razón la vi un poco sorprendida.

  —Noa porque mejor no te vas, te encuentras en mejor condición y no puedo estar curándolos a cada rato que quieran andar dándose golpes como animales salvajes, también tengo cosas que hacer sabes.

   —No te preocupes, esta será la última vez—me puse en pie—mañana estaré lejos.

   Salí de la habitación un poco indignada, nunca discutía con Ayame, pero con el genio como lo tenía podía esperar cualquier cosa.

   Me encerré en el cuarto dispuesta a descansar, no iría a la cena de despedida ya me escurriría a la cocina más tarde a buscar comida, Tanya había mencionado que mi presencia era de suma importancia, siempre buscando la manera de engañarme. Asistir suponía aceptar sus regaños y yo no los asumiría por culpa de su hijo.

   Cerré los ojos intentando no pensar en el hambre que tenía hasta que logre conciliar el sueño, la pelea me dejo tan agotada que ni si quiera me di cuenta cuando me dormí.

2

   Tomé los guantes de la mesita de noche me los puse y ajuste bien para que no se me resbalaran de las manos, abrí la puerta cerrando de un golpe mientras me lanzaba por el pasillo con prisa trenzándome el cabello. Apenas eran las nueve de la mañana, y ya nos esperaba un viaje largo y agitado hasta la otra ciudad.

   Fui en busca de Taylon al establo para luego dirigirnos al puerto escoltados por los guardias—tanta atención me producía migraña—la reina siempre insistía en este tipo de protocolos fastidiosos.

   Ayame no me hablo en todo el camino a pesar de que cabalgaba a su lado

   ¿Seguiría enojada por lo de anoche?

   Cuando por fin llegamos al puerto tuve que aceptar que me sorprendía ver tanta gente reunida a las afueras de la enorme embarcación que nos esperaba para ser tan temprano, solté un silbido de admiración.

   Si que era gigante. Nunca antes vi algo tan asombroso.

   Mi estómago se removió emocionado.

   Apenas puse los pies en el suelo cuando todos los guardias, saltaron sobre mí montura a ayudar con el equipaje.

   —Estoy bien, oye suelta eso yo lo llevo... te dije que soltaras eso no me escuchaste—le arranque una maleta, pero otro ya iba por la siguiente—espera no es necesario, suéltala.

   Pero fue imposible nadie me escucho.

   —Deja de poner tantos pretextos muchacha—Tanya puso una mano sobre mi hombro—continúen por favor.

   Me alejo a regañadientes mientras caminábamos en dirección del buque.

   —Tienes que dejar de ser tan obstinada ellos solo intentan ayudarte—dijo en un intento por convencerme—sé que tu vida ha sido muy dura, todos alguna vez pasamos por esas situaciones—no me la imaginaba ni un segundo a ella, en mi situación—pero de vez en cuando es bueno recibir ayuda—eso tampoco me convencería.

   »—Escucha, por años hemos sido una nación unida capaces de enfrentar las adversidades, se de antemano que no es fácil confiar en las personas porque no lo es y menos cuando te han lastimado, pero tener amigos o una familia a pesar de que sean pocos tiene sus ventajas Noatak y espero que te des cuenta de eso.

   Me sonrió.

   —Tanya de verdad te agradezco lo que has hecho por mí, serviría en tu corte para siempre aunque no me lo pidieras, lo que soy ahora te lo debo a ti—le asegure siendo lo bastante sincera—solo que a veces exageras un tanto las cosas—mis ojos se desviaron hacía el equipaje que miles de guardias desmontaban de Taylon quien estaba sentado sobre sus patas traseras—no quiero parecer que dependo de las personas, he vivido haciendo todo por mi propia cuenta y estoy consciente de que sí algo llegase a ocurrir...

   —No pienses en cosas que aún no han pasado—me interrumpió—sé que en ocasiones exagero, pero tengo mis razones para hacerlo—y yo quería conocerlas—eres un excelente guardián, estoy segura que enfrentarías cualquier problema que se te presente, hasta ahora lo has hecho bien y sé que estas destinada para algo grande—sonrió—solo que debes ser más amable con la gente.

   —Soy amable—me defendí alzando un poco la voz y ella me lanzo una mirada irónica—bueno estaba bien no tan amable—corregí.

   Ayame se acercó en ese momento tomando la atención de su madre, esta se despidió recordando repentinamente que tenía algo que resolver en otro lado.

   Nos quedamos solas y supuse que eso tenía pensado.

   —Lamento haberme comportado groseramente contigo anoche—agachó la cabeza en disculpa.

   —Ayame no tienes nada de que disculparte, tienes razón no debería tener ese tipo de comportamientos en público—acepté—es solo que aún me es difícil controlarme, con los humanos nunca tuve que luchar para protegerme ni mucho menos atacar a nadie, claro, había gente bastante irritante, pero eso es distinto.

   Se rio de mi comentario.

   —Es la verdad, no sentía estas cosas y tu hermano—me abrace fingiendo que me daba un escalofrío— bueno ya sabes, el saca lo peor de mí.

   En parte tenía razón.

   —Sí, lo se Kiba suele ser un poco mandón e irritante que lo tiraniza todo—sonrió—no quería que te sintieras mal, estos últimos días he estado molesta conmigo misma—hizo una pausa controlándose—no quiero que te marches, sé que no estas viajando al otro lado del mundo, ni que jamás volveré a verte, pero...me sentiré sola, ya sé que estaré ocupada con los asuntos de la realeza y eso será aburrido estando sola.

   Y yo podía comprenderla, era en la forma en que me sentía hace un año cuando tomé la decisión de abandonar a Sora para siempre.

   Comenzar de nuevo sola.

   —Podrás visitarme cuando quieras—la animé tomando sus manos—escuché que la reina tiene un enorme palacio en Natsuki.

   — ¡Claro! —Exclamó dándose un golpe en la cabeza—lo había olvidado—que fácil resultaba hacerla feliz—intentaré convencer a mamá de que traslade su trabajo, así podré quedarme el tiempo que desee—sonrió—no sé cómo se me paso por alto esa detalle.

   —Es más que claro, tú no eres la ingeniosa Noatak—me burlé.

   Comenzamos a reír hasta que el sonido de la embarcación nos avisó la hora de marcharse.

   Ayame me miro con tristeza, luego me dio un gran abrazo que no me esperaba. Estaba casi segura de haber visto lágrimas en sus ojos.

   —Eres tan tontita Ayame—dije devolviéndole el abrazo.

   —Y tu una gran idiota malagradecida—su voz se quebró, lo sabía.

   Se apartó de mí.

   —Espero tengas un viaje tranquilo—limpio su rostro.

   —Eso espero, nunca he subido a un barco he escuchado que produce muchas nauseas.

   —Tienes un estómago fuerte dudo mucho que te moleste el bamboleo del mar—en ese momento su expresión cambio a una más seria—prométeme que te mantendrás lejos de problemas.

   —Sí te refieres a ese problema—levante los hombros imitando a Kiba—creo que estaré bien, igual no te prometo nada—el rostro de Ayame cambio como si ocultara algo—a menos que haya algo que no sepa y me haga meterme en problemas.

   — ¡No! —se apresuró a decir—no, no claro que no—corrigió—será mejor que subas no querrás perderte la sorp...la cena que servirán en el banquete.

   La mire mejor, conocía esa mirada Ayame no era buena mintiendo, así como yo.

   Lo deje pasar, la verdad no tenía importancia, este momento no podía ser mejor, Kiba no estaba y eso me bastaba para ser feliz.

   Muy feliz.

   Las dejé a ambas en el puerto—a la reina y a su hija—viéndome marchar, no me aparte del barandal hasta que sus siluetas solo fueron un borrón en la lejanía.

   Bien Noa es hora de echarle un vistazo al lugar. Hace mucho que no veía a tanta gente reunida en un mismo sitio, salude a algunos que ya conocía aliviada de no ser la única extraña, la mayoría se encontraba con sus tutores—nadie me había mencionada nada sobre un tutor, quizás Tanya seria la mía y por ser la reina se le permitiría estar lejos—en el buque se encontraban guardianes de otras ciudades, venían viajando desde hace semanas pues se encontraban más alejados de nuestra ciudad.

   El viaje desde Heian solo duraría un día completo por lo que estaríamos en puerto muy pronto, hice el último recorrido en las cabinas inferiores cerciorándome de que Taylon se encontraba en buenas condiciones sanitarias.

   Refunfuñó por el encierro.

   Después de hacer que se calmara subí al camarote dispuesta a seguir leyendo Legiones de un capitán y terminar de estudiarme el mapa de la nueva ciudad, tenía por costumbre memorizar cualquier lugar al que fuera.

   Revisé el número de mi cuarto con cuidado de no equivocarme, Pasillo fuego: Habitación n° 346. Casi imposible que un buque poseyera tanta capacidad de trasportar a miles de personas, llegué hasta la puerta de mi cuarto con una sonrisa que desapareció al percibir un particular olor nauseabundo navegando en el aire, metí la llave en el cerrojo encontrándolo abierto.

   Respiré profundo pensando bien lo que haría.

  Lleve mi mano hasta el cuchillo recién afilado, que brillo cuando apenas la rozo un haz de luz, de una patada empuje la puerta para luego recibir la desagradable mirada de sorpresa de esos ojos gatunos que no soportaba.

   — ¿Kiba?



    Hooola, feliz tarde lectores, creo que el capítulo esta largo pero, me dio mucha flojera separarlo y bueno eso....

   Sera que les molesto que apereciera este Gran sujeto aquí en la habitación de nuestra guardián, díganme si la historia va muy aprisa o se pone monótona en algún momento la verdad espero que me critiquen pero no para hacerme llorar, soy muy sentimental ;-( naaaah tanto no.

   Me despido, que tenga linda tarde y se porten bien en casita.

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