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CAPITULO 3Despedida


  El agua tibia de la regadera logró relajarme, cosa casi imposible en estos últimos tres meses, ya eran casi las cinco de la tarde cuando llegue a casa, estaba cansado y arrepentido.

Recordar a mi amiga Ruth no ayudaba en nada, le había pedido a gritos a Dios permitirme verla de nuevo para pedirle perdón, extrañaba su dulzura, su delicada figura ingenua, sus débiles brazos intentando zafarse de mi...su perfume...

Y eso se había acabado tras su muerte.

¿Cuándo había comenzado a quererla tanto?

Me odiaba por eso, solo te das cuenta del verdadero valor de las cosas cuando las pierdes.

Pero todo eso cambio hasta ese momento, cuando la vi a ella por primera vez, a esa nueva mujer toda acelerada subir al transporte.

El hombre que fui resurgió en solo unos segundos cuando apareció.

La diferencia de su aspecto no me hizo cambiar el sentimiento que creí muerto hacía ya tres años—hoy se cumplían cuatro—, la verdad me asuste, no sabía exactamente lo que ocurría, esa mujer resultaba idéntica a mi querida amiga y aunque no fuesen las mismas no desaprovecharía esta oportunidad, la quería y hasta ahora me daba cuenta de todo el daño que le ocasioné.

Cuando supe su nombre—acepto que esperaba escuchar la voz de Ruth decirlo, me equivocaba nuevamente—el vestigio de lo que un día fue esa chica no era ni la mitad de esa persona sentada a mi lado.

Tan fría en muchos sentidos...Noatak era distinta, fuerte, hábil, desconfiada, audaz y por último y más importante, ella no sentía ni una gota de atracción hacia mí pude notarlo perfectamente en esos ojos suyos llenos de resentimiento.

Poco a poco me volvía víctima de mi propia imaginación, me quede junto a ella cola esperanza de que un día Ruth emergiera de las entrañas de Noa.

Era un imbécil por querer eso, ambas eran muy distintas en todas las expectativas y yo no era quien para querer cambiarla. Era algo tan repulsivo querer que Noa se fijase en mí como lo hizo ella...

Era un maldito caprichoso, era repudiable.

Caminé hasta la habitación secándome el cabello con una toalla, por eso huía de mí amiga, ella estaría mejor sin mí. No quería arruinar su vida como lo hice con Ruth, me daba pena yo mismo, dando lastima cada vez que se cumplía un año más de la desaparición de ella.

Entré a la habitación con nubes en la cabeza, un traje negro estaba acomodado sobre la cama esperando ser usado, tome la invitación de la mesa de noche para leerla por enésima vez.

Para: Sora Owen

De: Mark Smith

Esta cordialmente invitado a la exposición de arte

en el museo "La Violeta" a celebrar el cuarto año de

la despedida de Ruth Smith.

Cuento con tu presencia esta noche a las 9:00 pm.

P.D.T: Gracias por continuar en la familia.

La dejé en la cama pensativo, esto me hacía sentir extraño como si traicionara una amistad por la misma persona.

Déjate de boberías, me regañe a mí mismo.

Comencé a vestirme lentamente intentando retrasar algo que ya estaba encima, estuve listo en un par de segundos, me dirigí a la sala de estar a buscar un pisa corbata en la gabetera y observé que el teléfono parpadeaba una luz roja—había un mensaje en la grabadora desde la noche anterior—, no quería hablar, ni escuchar a nadie.

Lo revisaría después que llegara.

Aunque una punzada de remordimiento me hizo cambiar de parecer, ¿se trataría de Mark?

Le di un toque al botón esperando escuchar su voz.

::—¿Sabes?, no sé qué es lo que te pasa, aunque ya no quiero ni saberlo...::

La sorpresa me invadió al reconocer a la persona en el altavoz que me había dejado el mensaje, de sobra sabía que no eran buenas noticias.


1

El encargado de los coches se llevó mi auto al aparcamiento, caminé hacia la entrada junto con Taylon que se mostraba un poco inquieto.

El lugar lucia asombroso.

La estancia estaba llena de gente elegante vestida de traje y vestido, respire aliviada al ver mi reflejo en uno de los ventanales de la sala. Llevaba una blusa azul eléctrico cernida al cuerpo junto con unos pantalones de cuero negros bastante elegantes, una boina y una cinta al cuello. Taylon llevaba colgada una hermosa cadena plateada que brillaba hermosamente sobre su pelaje blanco.

Creí no llamar la atención, cosa que no fue así. Apenas si avanzaba ya tenía diez pares de ojos sobre mí, murmuraban cosas lo bastante audibles como para tratarse de un simple e inocente murmullo, intenté ignorarlos mientras intentaba localizar a Mark entre la multitud, pero las cosas que decían llamaron mi atención.

Hablaban sobre la hija de Mark sin quitarme la mirada de encima, como si un muerto se hubiese levantado de su tumba y estuviera caminando entre los vivos justo en aquel lugar.

Por supuesto, yo, era el muerto.

Me dirigí hacia otro salón esperando encontrarlo allí.

Y nada.

Deteniendo mi búsqueda frente a uno de los cuadros pegados a la pared, enmarcado en madera de cedro me quede observándolo—tenía un olor delicioso, fresco como el día en que lo compre.

¿Lo compre? Aquel extraño pensamiento paso tan fugaz por mi cabeza que casi ni le preste atención, fue tan rápido que lo olvide al instante.

Detallé mejor la pintura; lluvia, dos jóvenes de pie, el chico con sombrilla cubría a la chica que parecía sorprendida por aquel hecho. Las pinceladas no eran perfectas si no que tenían un efecto diferente como si observaras a ambas personas a través de un vidrio empañado.

Y entonces un leve mareo me aturdió, creyendo que caería al suelo recargue mi peso contra la pared. Intenté avanzar perdiendo el equilibrio al instante, mis piernas no respondieron y de nuevo volvió el mareo.

—¿Se encuentra bien? —preguntó una voz femenina.

—No —dije llevándome la mano a la boca—, necesito ver...

Las náuseas se apoderaron de mi interrumpiéndome, ¿Qué me había pasado?

Contuve las ganas de vomitar sin mucho éxito.

—¡Por Dios! —exclamó la voz preocupada— ¡necesito ayuda!

Me fui de bruces contra la señora que me sostuvo torpemente.

—¡Ayúdenme! ¡Se ha puesto mal traigan agua!

Varias personas se acercaron corriendo, no pude ver cuantas ya que estaba demasiada mareada como para abrir los ojos o hacer otra cosa que no fuera desmayarme, escuché los ladridos de Taylon apagarse en la lejanía y el sabor amargo del coñac bajando por mi garganta.

Hasta ese instante pude seguir sintiendo algo, fue como si me hubiese desconectado del mundo en un parpadear.

Aunque la cabeza ya no me daba vueltas y me respiración se había acompasado, ahora me encontraba de pie en el interior de una especie de túnel borroso que parecía tener vida propia al moverse como una serpiente.

¿Dónde estarían todas las personas?

Comencé a caminar en el interior durante un largo tiempo sin encontrar el final de aquel lugar por ningún lado hasta que por fin aquel recorrido se detuvo al dar con una salida, caminé fuera en dirección de una chica parada bajo el toldo de una tienda esperando a que dejara de llover.

—¿Podrías decirme que lugar es este? —le pregunté.

No pareció escucharme.

Acercándome más coloqué mi mano sobre su hombro para tomar su atención o eso intente cuando esta atravesó su cuerpo como si fuese transparente .

¡Qué demonios!

No supe si asustarme o creer realmente lo que veía.

—¿Qué está pasando? —le pregunte, a lo cual ella no contestó— ¿Qué lugar es este? —insistí aun sin una respuesta— ¡Dime qué demonios está pasando!

Me desesperé y ella continúo sin escucharme.

Cuando la joven se giró, la sorpresa fue aun peor.

¡Era yo!

Lo más razonable es que estuviera en un tipo de shock, desmayada o me había dado un golpe en la cabeza.

Esperaba reaccionar en cualquier momento, que algo en el exterior de mi mente me sacara de esta ilusión absurda.

Pero lo que vino a continuación empeoro aún más la situación.

Sora, a quien no había visto en meses apareció caminando en mi dirección cargando una sombrilla, ni si quiera me vio cuando cubrió a la que al parecer era yo.

Y de un momento a otro, la imagen de la pintura se clavó en mi cabeza de manera abrupta como un dolor insoportable.

No solo era una simple pintura sino un recuerdo vivo de la primera vez que vi a Sora.

La punzada se intensifico metiéndose por mis oídos como un chirrido estridente que no se detenía, solté un quejido llevándome las manos a la sien, apreté tan fuerte que temí arrancarme la cabeza de encima de los hombros.

Mientras me la presionaba con ambas manos el piso tembló bajo mis pies desapareciendo, comencé a caer sin oportunidad a sostenerme de algo mientras sentía que me succionaban con gran presión al final de aquella caída. Esperé al impacto cubriéndome el rostro con ambas manos al ver que una luz cegadora comenzaba a crecer delante de mí.

De que se trata esto.

Cuando pareció que la luz casi me engullía abrí los ojos con desconfianza, ahora me encontraba en otro lugar muy distinto al anterior. Me hallaba de pie sobre un piso blanco muy pulido y unas paredes completamente pulcras, olía a múltiples medicamentos en el aire que se hacían uno con el del cloro, camine en busca de alguna respuesta por aquel largo pasillo que se fue llenando de enfermeras y pacientes a medida que avanzaba.

Nadie podía verme aún.

Me apoye a una pared intentando mantenerme en pie, me sentía muy débil, el cuerpo me temblaba de frio y se me dificultaba el movimiento, abrí la boca tanto como pude en busca de aire ya que hasta respirar me costaba. Esto parecía tan real que la idea de estar dormida ahora parecía una absurda y molesta broma, cosa que me disgusto.

Tomé un soplo profundo por la nariz enderezándome y dispuesta a averiguar lo que sea que estaba pasando, marché por el pasillo que era sino me equivocaba un hospital en toda regla.

Necesitaba saber qué diablos sucedía.

La gente pasaba a través de mi cuerpo como si yo fuese una estela de humo invisible, sin percatarse si quiera que existía, mientras caminaba intentaba buscarle sentido a lo que sea que estaba ocurriendo a mi alrededor y al dar otro paso el dolor volvió a mi cabeza como una estaca.

Lo soporte un rato más girando en el pasillo hacia la derecha para terminar encontrándome a dos chicas que conversaban apartadas de oídos curiosos. Reconocí a una a pesar de lucir muy diferente, era yo con una hermosa cabellera dorada cayendo tras su espalda y con unos ojos acaramelados llenos de vida.

Ambas jóvenes hablaban en voz baja alejadas de los demás.

—Necesito que aceptes —rogó—, quiero ayudar y lo sabes de sobra.

Apreté los puños, verme rogando a mí misma parecía algo tan patético.

—Quiero que él esté bien nada más —su tristeza era evidente—. Saoirse te agradecería que pudieras hacer algo, por favor acepta mi ayuda eres la única que puede convencerlo.

Sabes muy bien que intento hacer lo mejor por él, no es mi culpa que no acepte —mintió.

Sus envenenados ojos oscuros delataban claramente las verdaderas intenciones que tenía.

La detalle muy bien para que se me quedara grabada en el cerebro, si es que alguna vez la llegase a ver fuera de este sueño irreal. La ronde, la olí, haciendo que una ira inmensa se levantara en mi interior, era tan mala como el bastardo que me aparto de los que tanto me ayudaron cuando estuve perdida.

Entonces me detuve.

La mire a la cara y cada facción de su rostro se endureció como el hierro fundido al verterle agua frente a mis ojos. Lo recordé, recordé todo lo que estaba pasando en esas escenas.

Y recordaba exactamente a esa mujer, una mujer maligna, despiadada y celosa.

—Intenté hacerlo entrar en razón, pero no quiere verte, dice... dice que no aceptara tu ayuda por ningún motivo...

Esa maldita voz manipuladora jamás se me olvidaría.

Solté un grave rugido que llevaba conteniendo en el pecho desde hace mucho, ya no quería seguir escuchando las palabras de aquella maldita mujer.

La odiaba.

Por ella todo lo que tenía se había ido, perdido para siempre.

¡Muerto!

Ella termino con la vida de esa chica, con la vida de Ruth.

Saoirse destruyo las ilusiones de Mark, mi padre, asesinando a su única hija por un simple capricho suyo y obsesivo.

Mark no tenía más que a su hija para ser feliz, era el único recuerdo vivo de su esposa.

Y esa maldita mujer lo destruyo, arrebatándoselo de un solo golpe y dejándolo solo.

La carga de ira que invadía mi cuerpo intentaba encontrar una salida por algún poro de mi piel.

¿Qué vendría ahora?

No quería seguir metida aquí, no quería seguir mirando la vida de esa joven que parecía una total extraña aunque se tratara de mí, pero para mi sorpresa la visión continuó, pero esta vez no fueron mis recuerdos lo que me arrastraron a ver más escenas dolorosas. Algo me arrastro con fuerza hacia la mente de Saoirse.

Un nuevo pasillo se abrió y no tuve opción, entre sin saber lo que me revelaría.

Seguí a Saoirse a casa de los Owen, ella tenía en su poder todas y cada una de las cartas que le envié a mi amigo durante los dos años que estuve fuera, las que nunca llegaron a manos de Sora y de las cuales nunca recibí respuesta y con razón.

Ninguna jamás llegó a su destino.

Saoirse quien se coló sigilosamente a aquella mansión asesinó cruelmente a todos los del servicio, luego fue por los padres de Sora. Ni si quiera tuvieron tiempo de escapar, ella fue más astuta y no permitió que ninguno abandonara la casa por ningún medio posible.

Acorralados en su cuarto y amenazados como si fuesen animales a los que se caza con un rifle, los obligo a cambiarse de ropa por sus antiguos trajes de boda.

La Sra. Owen lloró dolorosamente mientras su vida pendía de un hilo en las garras de una chica dolida y llena de rencor.

—No lastimes a mi hijo —le suplicó entre lágrimas pensando únicamente en él—, no lo lastimes.

La psicópata se le acercó.

—Querida no llore, no sabe cómo me parte el alma ver a mi suegrita tan triste —se sonrió inocente mientras le enjuagaba las lágrimas con el revólver— ¿sabe qué? —dijo emocionada— le diré la sorpresa que les tengo y así se sentirá mejor —aplaudió emocionada como toda una desequilibrada— todo esto que he hecho es simplemente para volver a tener una reunión familiar como solíamos hacerlo antes, ¿lo recuerda? aquellos días en que su hijo me abrazaba y me trataba como a una reina esos días fueron tan maravillosos, ahora todos no reuniremos de nuevo, ¡no cree que es lo más maravilloso del mundo! —le acarició la cara entusiasmada con la idea— allí mis suegros estarán mucho más seguros junto conmigo, estaremos todos juntos, juntos como debió ser desde el principio —su mirada estaba perdida en el espacio cuando lo dijo—, mi Sora, mis suegros y yo, todos juntos para siempre —se pasó la mano por el cabello lleno de sangre haciendo que algunos se le pegaran en la frente— cuando él llegue me lo agradecerá, enterarse de que estoy cuidando a mis suegros le hará feliz y entonces volverá a amarme.

La pobre mujer volvió a gimotear intentando contener el llanto.

—¡Cállese! —alzó la voz la maniática halándola del cabello y perdiendo la repentina tranquilidad que reflejó hace unos segundos atrás —no haga que adelante la ceremonia sin estar presente el novio.

—¡Suéltala! —gritó el Sr. Owen abalanzándose sobre ella al ver que se había descuidado.

Aquella era la oportunidad perfecta para que su esposa escapara.

—¡Corre! —le indicó ferozmente a su señora forcejeando con Saoirse para intentar quitarle el arma, pero antes de que pudiera hacer algo más, se escuchó un disparo y el hombre cayó al suelo de rodillas sangrando por el abdomen.

La lunática lo miro con sus ojos de cazador y levantando el arma le disparo en el centro de la cabeza acabando definitivamente con la vida de Owen.

—¡ Berthold! —gritó su esposa— ¡no! ¡no! ¡Cómo pudiste! —esta vez no hizo esfuerzo para contener las lágrimas— ¡asesina!

Se lanzó sobre el cuerpo inerte de su esposo tomándolo de las manos.

—Lo lamento mucho suegrita, de verdad como lo lamento —dijo agachándose y poniéndose a su lado— su esposo fue un poco desobediente, no tuve opción —se explicó limpiándose la sangre que le salpico en la boca con la muñeca .

—¡Asesina! —la pobre mujer estaba destrozada— maldita asesina eso es lo único que eres.

Saoirse se levantó y camino hasta la cama.

—Ahora resulta que yo soy la mala —rezongó—, cúlpelo a él que no quiso estarse quieto como les ordene —se dejó caer en la cama como si nada—. Vaya que tienen un suave y cómodo lecho, me pregunto cómo se verían ustedes dos juntos tomados de la mano y vestidos con sus trajes de matrimonio.

—Maldita desgraciada —volvió a decir con desprecio ahora abrazada al cuerpo de su marido—pronto iras a la cárcel, no tendrás a mi hijo ni a nadie más, te quedaras sola pudriéndote con las ratas.

Saoirse se levantó y la miro con repulsión.

—Recuerdo que a mi Sora siempre le encanto el arte —dijo ignorando cada una de las palabras de la dama—, le daré un bonito regalo, sí eso hare —sonrió— le llamare, los novios hasta la muerte.

Levanto el arma apuntándola.

—¿Algo que decir suegrita? —esperó, pero no tuvo respuesta— eso pensé, bueno espero que esa imbécil de Ruth llegue pronto, así se dará cuenta de que ninguno de esta familia jamás la quiso y que tampoco la van a querer.

La Sra. Owen abrió los ojos de par en par.

—No te atrevas a hacerle daño a ella también —acarició las manos de la persona a la que tanto amo y besando la frente de su esposo se despidió.

El sonido del disparo cortó el aire de la habitación haciéndome reaccionar.

Nunca pensé lo terrible que ella llegaría a ser, había asesinado a todos, a todos y solo por un simple capricho suyo de quedarse con Sora.

Como puede el egoísmo y la envidia ser tan horrible.

Luego de haber cometido todos esos asesinatos terribles la chica, preparó todo para mí llegada.

Ahora lo sabía.

La vida de Ruth había terminado en las manos de una lunática.

Y esta, inconforme de que el cuerpo no se hubiera chamuscado por completo en el incendio que causo para librarse de la pobre chica, decidió por si misma deshacerse para siempre de Ruth. Por la noche se deslizo al cementerio, llego a su lápida y con sumo cuidado removió la tapa extrayendo así sus restos, arrastrándolos hasta las afueras de la ciudad con la única intención de librarse del paquete en el bosque para siempre, lo más alejado posible.

Allí sin piedad alguna lo tiro contra la tierra bañándola en gasolina.

Nadie jamás se daría cuenta de que en aquella fosa ya no quedaban ni los restos de una chica llamada Ruth.

—Espero disfrutes del fuego tanto como te sea posible querida —y diciendo esto se marchó lanzando un cerillo a su espalda.

La bolsa comenzó arder de inmediato, tape mis ojos queriendo escapar.

Todavía no comprendía como esa alma también era yo, como podría serlo.

¿Cómo?

Quería salir, no quería seguir torturándome de esa manera, necesitaba pensar lejos de allí, meditar todo esto en un lugar alejado sin embargo continúe pegada en aquel sitio sin oportunidad alguna a escapar.

Entonces lo vi, a pesar de que quería apartar la vista de aquella escena macabra lo vi.

El fuego comenzó a introducirse en aquel resto de carne quemada moviéndose de un lado a otro con la fuerza abrasadora que lo caracterizaba, la piel negra y deteriorada de poco a poco empezaba a cobrar vida resurgiendo de entre las llamas que engullían con cada chisporroteo la película de capas expuestas de lo que alguna fue mi hermosa tez.

Mi nuevo cuerpo iniciaba a tomar forma.

Me quedé completamente hipnotizada mientras las lenguas de fuego se iban apagando danzando en al aire y las cenizas se iban durmiendo sobre mí cabello.

Creer lo que veía aun me era imposible, me acerque no muy segura de sí estaría bien hacerlo pero tenía que ver mi cuerpo más cerca y corroborar que todo esto, fuese verdad.

Di un paso hacia adelante con el corazón latiéndome con fuerza, de pronto un repentino mareo me hizo tambalearme a los lados, intente a la desesperada avanzar sabiendo que la visión volviera a desaparecer solo que la imagen frente a mí se volvió difusa y todo se tornó de negro.

No sé cuánto tiempo la oscuridad me mantuvo cautiva entre sus muros, no podía escuchar nada era como si flotase en agua sin ningún rumbo alguno entonces, abrí los ojos en dos lugares al mismo tiempo, en el primero; nada sabía—excluyendo el hecho de mi nombre—, en el segundo; Mark me sostenía entre sus brazos mientras Taylon lamia mi mano.

—Papá —una nostalgia repentina emergió de mi cuerpo cuando dije aquello.

No supe en que momento mis brazos llegaron alrededor de su cuello solo que tenía tantos sentimientos contenidos que no sabía cómo decir y lo única manera que se me ocurrió para expresarlos fue así.

—Tú...tú lo sabías —le reclamé—, que estabas esperando para decírmelo.

Mark me ayudo a levantar, aun no podía mantenerme muy bien en pie así que me sostuvo contra él.

—¿Por qué lo escondiste? ¿por qué no me habías dicho nada durante todo este tiempo? —necesitaba solo una respuesta— ¿Cómo te enteraste?

Esta última pregunta me hizo caer en la cuenta que había un modo de encontrarme, uno que quizás trajera a esos hombres peligrosos de nuevo a mi vida, una pista de la que no me había percatado antes y me costaría mí libertad.

—No quería que pensaras que intentaba convencerte de algo absurdo —dio una orden para que la gente se apartara—, ya te había encontrado, lo demás ya no tenía importancia.

Levante la vista despacio, quería preguntarle tantas cosas que no sabía por dónde comenzar.

—¿Por... como lo supiste? —insistí.

Todo el mundo nos observaba inquietos sin comprender nada.

Y yo solo quería salir de aquí a recuperar tantas cosas con mi padre. Ni siquiera sabía por dónde comenzaría o si creería mis razones cuando me lo preguntase.

Si se enojaría cuando se enterase de todo lo que esos investigadores me hicieron, de lo tanto que vague por las calles o de la vergüenza y humillación que pase al ser despojada de las únicas personas que me quisieron al volver a nacer.

Aunque ahora solo podía pensar en la dicha que sentía de haberme reencontrado con mi padre, alguien que llevaba mi sangre y me amaba.

Solo eso.

No podía explicar que era lo que estaba sintiendo realmente, mientras avanzaba recuperándome de mi debilidad pensaba únicamente en sentarme a hablar con él por mucho rato y preguntarle sobre mi madre y...

Mis pensamientos fueron interrumpidos de un golpe al ver como de pronto Taylon comenzaba a ladrar, su pelambrera se erizo de una forma tan extraña que me atemorizo, una sola vez lo había visto de ese modo y esa vez nada bueno sucedió.

—¿Taylon, que pasa?

El sonido de unos vidrios quebrarse nos sorprendió a todos que miramos en dirección a los cristales de las ventanas que ya venían desplomándose sobre nosotros, me cubrí como mejor pude evitando lastimarme los ojos. Se me hicieron algunos cortes superficiales en la piel que no tardarían en cerrarse en algunos minutos nada de sorprenderse.

Lo que si me puso tensa era que el suelo temblaba horriblemente y esta vez no se trataba de una visión.

Un terremoto.

Pensé, pero los gritos despavoridos de los invitados que se escucharon al otro lado de la sala no eran a causa del miedo por aquel desastre natural.

—¿Qué sucede? —me encontré diciendo bajo una mesa larga donde Mark me sugirió que me resguardara.

—Creo que es un temblor —respondió él tomándome la mano.

—Salgamos de aquí, es peligroso —dije mientras me ponía en pie con su ayuda temiendo otra cosa peor.

Taylon continuaba ladrando y gruñendo sin parar.

Algo no estaba bien, lo podía sentir en mis instintos. Nos dirigimos hasta el portal que separaba la estancia de los invitados de la entrada principal y antes de que pudiéramos cruzar un gran muro de piedra se levantó del suelo arrojando pedazos de loza a todas partes.

Vire en dirección de la siguiente salida que también fue bloqueada seguida de las demás.

Escuche crujir el suelo bajo mis pies que vibraban por alguna extraña fuerza que se agitaba en su interior.

—¡Papa! —exclamé mientras me abalanzaba sobre el para empujarlo tan fuerte que temí haberle hecho daño.

Afiladas rocas puntiagudas rasgaron el suelo donde hace unos segundos estábamos de pie. De no ser por mí, nos hubieran hecho pinchos y aquello no tenía nada de gracioso.

Esto no era obra de la naturaleza.

—Hay que salir de aquí —le urgí a mi padre dispuesta a romper la barrera de piedra a golpes si era necesario.

Hacerlo me delataría frente a la gente y el rumor se correría de inmediato, no hacerlo correspondía a poner en peligro la vida de mi padre y no correría ese riesgo.

Me plante frente aquella impenetrable muralla tomando la decisión, tome aire y concentre la energía en mi mano derecha sintiéndome un poco mareada, aun no me recuperaba por completo.

Cerré mi diestra en puño y me lance directo a la pared soltando un golpe que hizo estruendo al impactar. El polvo volaba en el aire indicándome que logre hacer una abertura por donde salir.

Sonreí aliviada respirando con dificultad, había puesto todo en ese golpe que casi me costaba estar en pie. La gente a mi alrededor que me miraban perpleja dejo a un lado el pánico de hace unos segundos por el temblor y corrió hacia la boca creada en la roca.

Mark asintió con la cabeza entendiendo que debía ir primero, llamo a mi lobo para que lo siga y más atrás iba yo cuidando que no nos tomara desprevenidos cualquier cosa extrañara que saliera al paso. Al cruzar y poner un pie al otro lado, el alivio estuvo a punto de embargarme pero la figura de un hombre aparecer de la nada me detuvo.

—Escapar no es una opción —dijo la voz de aquel ser.

El sujeto iba vestido de manera extraña y con una máscara cubriendo su rostro.

La reacción de mi cuerpo fue salir huyendo, sin embargo, no estaba en buenas condiciones en ese preciso momento.

En esos pocos segundos pasaron varias cosas a la vez; las personas que corrían al otro lado de la abertura del muro intentaban protegerse del techo que se les venía abajo, más allá un grupo grande vestidos igual al tipo parado frente a mí apareció repentinamente atacando y deteniendo a la gente y por último una gigantesca mano como guante se aferró a mi garganta levantándome en vilo.

—Tú vienes con nosotros —su voz trémula y ronca me lleno de pánico.

El aire comenzó a escasear de mis pulmones por la presión que este ejercía con su mano, apreté las mías contra su brazo tratando de contrarrestar su agarre.

¿Quién era él?

No podía verle el rostro, lo que lo hacía aún más tenebroso.

¿Acaso moriría de nuevo?

Intenté zafarme pero solo logre debilitarme, no tenía fuerzas suficientes a pesar de que una parte de mí se negaba en aceptarlo.

En mala hora esos estúpidos recuerdos llegaron a mí.

Definitivamente hasta aquí había llegado. De ser otro momento yo hubiese tenido alguna ventaja, apreté mis propias manos alrededor de su brazo luchando por escapar.

—Ustedes los salvajes sí que son testarudos —apretó más haciéndome boquear en busca de aire—, vamos enséñame de lo que eres capaz.

Estaba demasiado débil por lo que deje de tratar de escapar. De seguro moriría estrangulada y nada podría hacerse. Esos fueron los segundos más largos de mi vida mientras me daba por vencida ante aquel enemigo desconocido.

¡No! No me daría por vencida otra vez.

Trate de levantar mis manos casi entumecidas cuando mis ojos sorprendidos captaron la figura de Mark abalanzándose sobre el hombre y haciéndolo perder su afiance, al aflojarse sus dedos me solté.

Caí al suelo hecha nada, tosiendo desesperada por recuperar el oxígeno. Las manos me temblaban mientras avanzaba a arrastrada por el suelo inhalando o exhalando con fuerza.

Alejándome lo más que pude de las garras de aquel ser me detuve impactada ante la escena que se develo ante mis ojos. Siete cuerpos sin vida yacían sobre pedazos de vidrio con heridas inimaginables.

El temor se clavó en mi pecho al recordar a Mark ayudándome.

Giré en su búsqueda con la sangre tan helada como un témpano de hielo y allí lo encontré, arrodillado metido en una especie de burbuja de aire donde se debatía bruscamente por escapar.

—¡Déjalo! —grité con la voz carrasposa haciéndome volver a toser.

Elevándolo con una enorme ráfaga de viento lo lanzo vilmente contra unas púas hechas con tierra y loza del piso sin ningún remordimiento.

—¡NO!

Pero fue muy tarde para querer hacer algo.

Sus ojos se cerraron al instante en que su cuerpo recibía el impacto.

El tiempo se detuvo en ese breve segundo, no escuchaba nada, no sentía nada, era como si mágicamente una mano enorme me hubiese aislado del mundo en una habitación donde simplemente el deseo de hacer arder en llamas a ese desgraciado, destruyera mi autocontrol, fue entonces cuando me devolvieron a la realidad los gritos de las personas. Ruidos de cosas quebrándose y cayendo con estruendo arropaban la estancia mientras la sangre de mi padre se escurría por las largas y afiladas puntas que lo atravesaron lentamente.

¿Acaso merecía ver a mi padre morir cruelmente?

Acababa de descubrir que tenía una familia y así acababa, sin ni si quiera comenzar.

Por qué...por qué.

—Se trataba de tu padre —la voz imponente del sujeto me hirió como fierro caliente en la piel.

No podía hablar, apretaba los dientes y las manos con deliberada fuerza sintiendo hervir un calor de lava dentro de mi pecho que se extendía rápidamente por el resto del cuerpo como una droga.

El hombre intento acercarse de nuevo solo que esta vez no se lo permití, con ambas manos hacia adelante solté un estallido de fuego que lo hizo retroceder, en su desconcierto tome el valor para ponerme en pie escuchando la renuencia de mis músculos al hacerlo, arrugué la cara al sentir como cada uno de ellos se tensaban por la presión de la energía que trataba de contener.

Llegar hasta el cuerpo de Mark en segundos fue más difícil de lo pensado, dolía todo mi cuerpo y me sentía muy exhausta. Levante la mirada que se quedó fija en el rostro inexpresivo de mi padre, clavado en aquellas estacas de piedra, no podía hacer algo por él, ya no sus ojos se habían sellado y permanecerían así para siempre.

Acaricie la piel de su rostro detenidamente sabiendo que sería el último recuerdo permanente que obtendría de él, entonces en un parpadear, me vi volando por los aires en dirección opuesta a la que estaba hasta detenerme con el choque de una pared tras mi espalda que dejo caer varias pinturas al impactar.

Una nueva ola de energía arremetió en el interior de mis entrañas queriendo escapar

No lograría contenerme por más tiempo, en cualquier momento explotaría y muchas otras personas corrían el riesgo de perder su vida por mi culpa. Reponiéndome del golpe tratando de sentarme o levantarme lo cual fue muy difícil comencé a tener pensamientos contradictorios.

Para que seguir reprimiéndome, si aún había personas que pudiesen salvarse poco me tendrían que importar. Ya no me importaba lo que sucediera con nadie.

Mi padre había muerto, por que ha de importarme gente que ni conocía.

Los gritos de espanto se fueron apagando en la lejanía mientras yo luchaba contra mis propias corrientes intelectuales en si debería o no salvar a alguien.

—Lo siento Mark...lo siento —me encontré diciendo tomándome el pecho con un mano para mitigar el dolor que era no tenerlo más junto a mí.

La sombra del asesino de mi padre se plantó frente a mí dispuesto a exterminarme, esperaba a que el sufriera mucho en cuanto yo llegara a explotar si es que después de eso continuaba con vida.

Me sonreí para mis adentros esperando a que se decidiera en acercarse más pero Taylon, que se había perdido entre la conmoción por alguna razón, se acercaba corriendo en nuestra dirección ladrando y decidido a abalanzarse contra mi atacante.

Le enterró los dientes en el brazo cuando este se defendió, logrando únicamente que de un manotazo el hombre, lo estrellara contra el suelo.

Escuché el sonido de sus huesos fracturarse al impactar y de nuevo ese sentimiento de culpa me invadió.

No.

—¡Taylon!

Sin perder aún más tiempo el hombre me sujeto por la blusa con verdadero enojo, el no poder apreciar su rostro no me daba mucha seguridad sobre lo que podría hacer después ese maldito.

—Suéltame —le rugí tomándole del brazo para apartarlo.

Mi mente solo iba del sujeto a Taylon tirado a un lado como basura gimiendo por el dolor. Debía hacer algo, debía encontrar la forma de salvarlo, se lo prometí una vez y no lo defraudaría.

Apreté con más fuerza haciendo que se le encajaran mis garras a su piel y un pequeño halo de fuego que salió de mi extremidad comenzó a enroscarse a la manga de este serpenteando hacia su pecho.

Cuando la sacudió con la otra mano en un intento por apagarla, se avivó inmediatamente empeorando su situación.

Una combustión súbita.

En buena hora mis estudios hacían de las suyos para darme unos segundos libres.

Me soltó desesperado por quitársela de encima y esta vez cerré mi mano en puño para aumentar la llama y quemarlo. Aquella fue la oportunidad precisa para correr hasta mi amigo sintiendo que los músculos se me prensaban forzosamente haciéndome más lenta a cada paso, debía apresurarme antes de que el fuego me consumiera por completo, ya empezaba a saborear las llamaradas de calor infernales en mi boca que tiraban desenfrenadas en mi interior.

Me detuve de un golpe votando vapor por todas partes ya no podría soportarlo, estallaría en cualquier segundo. Mire a Taylon desgarrada en dolor queriendo llegar hasta él y salvarlo, estire el brazo queriendo alcanzarlo y tocarlo por última vez.

—Por favor —respiraba con dificultad por el ardor en mis pulmones—, no...no te mueras...Taylon—supliqué en una última exhalación.

No quería sentirme culpable, pero le había fallado a mi amigo.

Taylon.

El piso desapareció bajo mi cuerpo en ese momento cuando unas enormes manos me elevaron en el aire para tirarme contra una pared de rocas, lancé una especie de disparo envuelto en un fuego blanquecino que no pude contener, hacia el cuerpo inmóvil de mí inseparable compañero antes de quedar completamente inconsciente.



   Este es un regalo de mi parte, dos capítulos seguidos en una noche. Ya que no tengo mucho de que hablar.

  ¿Qué tienen en su bolsillo en este momento?

   ¿Quién no se esperaba lo que le pasó a Mark?

   Yo no me lo esperaba ;-(

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