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Corrías desesperado, no sabías que buscabas, o quizá sí, encontraste aquella muerte puntiaguda.
La introduciste en tus venas tan visibles por tu piel tan tersa y blanca.
Estás volando ¿No Noah?
Has caído en las drogas de nuevo
¿no es verdad?
Es tú manera de evitar el dolor, ¿tan grande es el vacío que deseas olvidar?
Tus ojos se vuelven fríos y tu sonrisa maquiavélica aparece.
—Bienvenida a mi infierno.
Me dices para cerrar los ojos.
¿Noah qué has hecho?
Noah, ya no puedes oírme.
Mierda Noah.
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