Epílogo
Meses después
Noah
Los meses que siguieron a nuestra boda, fueron ajetreados, de grandes cambios y experiencias nuevas.
Salir de Moscú para siempre no fue doloroso, aunque si lleno de incertidumbre. Todo lo que vendría era nuevo para mí, no tanto para Jazmín. Estar en la sociedad y ser uno más de tantos, estaba lleno de pánico.
Aprendí que aquello que llaman normal y correcto, no lo era tanto. En el mundo que viví de los 20 a hasta los 38 se podía ser sincero, en este era necesario mentir para lograr encajar.
De todas maneras, me mantuve tan ocupado que el tiempo que tenía para preocuparme por ello, era poco. Comprar casa, amoblarla, el cuarto, el bebé y los detalles de su habitación resultaron más agotadores que cualquier trabajo realizado hasta ahora. Congeniar con Terek y acostumbrarme a tenerlo en mi vida no contribuyó en nada.
Aunque confieso que sus consejos eran buenos y sus discusiones divertidas.
—Solo faltan instalar las cámaras —me dice viendo la habitación con ojos críticos —¿Escogiste alguna de la lista?
La habitación, muebles y decorado eran en blanco con azul, por consejo de Terek e impuesto por mi esposa. Cajones blancos con adornos azules o viceversa cubrían las cuatro paredes de la enorme habitación.
En todos hay ropa para mil bebes.
Una cuna que no le servirá más que para un año, pero que el vejestorio insistió la quería. Innumerables juguetes de todos los tamaños, formas y colores en las cuatro esquinas.
Niego confundido por el uso excesivo de tanto dinero. Yo solía jugar con frascos plásticos partidos a la mitad. Le ataba al pico un hilo o pita y lo arrastraba por el agua fingiendo era un barco de juguete. Mi hijo tendría una versión del Titanic de unos cincuenta centímetros, autos de lujos en felpa y metal, osos, cojines de innumerables formas, etc.
—No. —respondo retrocediendo.
No puedo entender por qué esto es necesario e insisto en que él debe tener parte de lo que a mí me tocó vivir.
—¿Tienes algo mejor? —la pregunta no parece una crítica, aunque yo la vea como tal.
—Stan y los chicos me dieron el folleto de la suya —le digo y no tengo planeado dar más detalles, lo que parece molestarle y a mí no importarme.
En eso se nos va la vida, discutir y sopórtanos unos a otro.
—Como quieras —responde saliendo de la habitación —estaré con Jazmín en el centro comercial, por si deseas llegar.
Le sigo al darme cuenta de lo que eso significa y lo veo acercarse a las escaleras. Puedo entender que la llegada de su bisnieto esté llena de felicidad y hasta que desee darle todo lo que no pudo darle a su hija.
Pero se está excediendo.
—¿No consideras la posibilidad de detenerte? —me quejo viendo la montaña de juguetes, pero soy ignorado —deberías hacer uso de ese dinero de manera correcta y donarlo a cualquier orfanato.
—¿Y vivir de ti? —me pregunta al pie de las escaleras indignado —de un dinero sucio...
—¿El tuyo es legal? —me mofo.
Enarco una ceja y él alza el mentón, sus cejas se juntan y golpea el bastón en el suelo. He encontrado cierta satisfacción en reñirle un poco extraña, es un buen contrincante y aunque la mayor parte del tiempo está molesto por algo que hago o digo.
Lo cierto es que rara vez pierde los estribos.
—¿Lo dudas? —niega indignado mientras mira hacia el primer piso.
—Terek tiene suficientes juguetes —comento en voz baja —Jaz no te lo dirá para no herirte, pero es demasiado y debes parar.
Me siento como si él fuera mi hijo adolescente al que estoy intentando corregir algún vicio. Esa comparación me hace reír y a él verme con intriga.
—Estamos haciendo los trámites para la repatriación de los cuerpos de tu madre y abuela. —su confesión me deja sin palabras y no espera respuesta empezando a descender —Sergey ha decidido hacer un acto humano y ha dado a mis abogados los detalles de la tumba de tu madre, pero imagino a ti eso no te importa.
El decrépito viejo sabía como golpear fuerte solo con unas cuantas palabras. Me quedo con la bilis subiendo la garganta y las ganas de que ruede por las escaleras me resulta atractiva.
¿En qué cojones pensaba cuando quise saber la verdad?
No hace más que pervertir a mi mujer y darle cosas a mi hijo, desde ya me veo riñendo con él porque lo va a echar a perder. La voz de Jaz en la entrada diciendo que me envía la dirección me saca de mi letargo.
—Me saludas a Stan y no demores.
Avanzo hacia las escaleras y la encuentro en la puerta de salida con una sonrisa. Viste un vestido rosa y sus mejillas están rojas, el cabello atado en la cabeza de cualquier manera y varios mechones caen en varias partes de su rostro.
—No deberías salir —le advierto —el ginecólogo dijo que estábamos en los días ...
—No vamos a demorar —me calma y señala a hurtadillas detrás de ella —necesita respirar y tú también —me lanza besos que finjo agarrar y bajo las escaleras —después que de a luz te toca a ti hacer esas caminatas con él.
—Ni lo digas...
Mi protesta la hace reír y lo último que veo es sus ojos brillantes despedirse de mí. Recojo las llaves del auto y el móvil en la entrada saliendo detrás de ellos. Al pie del auto permanezco hasta que el auto en que van se pierde en la distancia.
—Gracias por hacerlo feliz —me dice la voz de el ama de llaves y sigo viendo la calle desierta.
—No hacemos más que discutir...
—Y eso le hace sentir vivo —la risa de la mujer me hace verla y la encuentro cerca de mí —Tus discusiones lo alejan de la depresión.
—No necesita abogados, él se defiende solo —comento avanzando al auto.
—No lo hago solo por él —su voz interrumpe mi avance y empuño la llave del auto en mis manos —lo hago por ambos. Ambos se necesitan...
No le respondo y entro al auto piso el acelerador alejándome de ella ¿Qué puede enseñarme? Hasta el día de hoy las calles me dieron las mejores lecciones.
El ruido del móvil me obliga a detener el auto a un par de cuadras de la casa de Stan. El número que refleja la pantalla no es conocido y me quedo absorto en la pantalla hasta que algo a varios metros llama mi atención. Se trata de una pareja cruzando la calle, el hombre lleva a la mujer por el brazo, y la chica da la sensación de ir llorando.
—Noah —digo al levantar descubriendo que el hombre es conocido y la chica se nota forzada en seguirle.
—Soy Danko —saluda la voz del otro lado.
Suspiro aliviado alejándome de Stan, la chica de cabello rubio a la que lleva a rastras a su casa. La parte sensata del Stan que conozco me dice que no es capaz de hacer un acto de esa naturaleza. El lado oscuro que fue su vida me pide salir del auto y ver que todo esté bien.
—¿Sigues huyendo? —pregunto con cautela instalando los manos libres y guardando el móvil en mi bolsillo —tengo un lugar al que puedes...
—No es necesario —sonríe ante el suspiro de aliviado —tu abuelo llamó a su majestad, aunque él insiste en que nunca fue necesario. Me buscaba por dejarle el trabajo tirado...
Salgo del auto dispuesto a hacer el resto del camino a pie, de esa manera Stan no notará mi llegada. Saco del bolsillo de mi americana, la llave de la parte trasera de su casa y la rodeo.
—¿Nadie se lo soportó? —mi compañero de litera ríe, pero no respondo al tiempo que yo salto la verja de la vecina de Stan —Es mejor malo conocido que bueno por conocer.
—Creo que fue más lo segundo...
—Encontrar empleados fieles resulta una odisea.
—¿Experiencia?
—Cultura general —respondo y ya he llegado frente a la puerta, pero no escucho gritos.
¿Es correcto entrar? Quizás sean de esas parejas con juego de roles...
—Pero no has llamado para eso —me animo a decir.
—En realidad, quería invitarte a mi hogar... sé que estás buscando un sitio para pasar un año sabático —empieza a decirme —mis padres quieren tener una atención y su majestad...
—¿Te pido un favor?
—El que desees...
—¿Podrías llamarle por su nombre cuando estés conmigo? —la risa detrás de la línea es interrumpida por el grito de una mujer —debo colgar, prometo pensarlo...
No espero respuesta e ingreso a la casa desde la cocina. Me guio solo por el llanto de la mujer, la voz de Stan no se escucha. Saco el arma de mi bolsillo y retiro el seguro mientras cruzo el comedor.
Me quedo en pie en el arco que divide al comedor de la sala. La chica está en pie de espaldas a mí y Stan tiene en sus manos una serpiente que mueve a la mujer mientras esta sonríe.
—¡Usted la trajo! Es su maldita culpa si se muere...
—La única que murió fue la pobre pitón en las garras de esa apestosa —le grita —les dije Ático no...
—¿Qué mierdas haces con una serpiente en el ático?
Controla plagas, respondo retrocediendo sobre mis pies y negando divertido. No me detengo ni siquiera cuando se le acusa a Stan de tener la prisionera, o cuando él le dice que huyó despavorida cuando vio a la serpiente.
Me bastó verlos a los dos para saber que allí hay algo. Me importa muy poco como inició, mi único interés es como acabará.
—¿Hijo? —la voz del viejo es casi un lamento —Es hora... te envié la ubicación, no tardes.
****
No hay una manera de definir lo que siento al tenerlo en brazos, a su pequeño cuerpo retorcerse y su piel tan frágil. Un capítulo en mi vida al que no tengo idea como definir y el que recibí en brazos sin saber qué hacer. Si Tengo que darle un nombre le llamaría felicidad y paz, porque es lo que su presencia causa en mí.
El ruido de su llanto en el monitor me hace apagarlo antes de que Jazmín se despierte. Avanzo a pasos rápidos y al llegar a los pasillos encuentro a Terek en la puerta con otro monitor en sus manos. Sonríe al ver el mío y se cruza de brazos.
—¿Harás práctica ahora sí? —su pregunta es un reto y yo soy un hombre que sé aceptarlos todos.
Sin embargo, con mi hijo es distinto.
—Puedo intentarlo —respondo avanzando hacia la habitación.
Terek lleva un mes y diez días con nosotros, ha logrado lo que muchos no han podido. Unirme a su abuelo, encontré que Josephine tenía razón y que había muchas cosas que aprender de él.
Lo encuentro con el rostro rojo, manos empuñadas y llorando. Lo tomo en brazos y apoyo su cuerpo en mi pecho. Recordando lo que suele decirme sobre su llanto.
—En el mejor de los escenarios es apetito —se burla de mí y sonrío —aún no has cambiado tu primer pañal.
—No deseo empezar hoy...
—Eso no depende de ti. —afirmo en silencio viendo como sigue incómodo y sintiendo el olor putrefacto.
—¿Has pensado en lo de los Moskal? —pregunto avanzando hacia la mesa en donde Jaz suele hacer esto.
—No soy yo el que tiene la última palabra...
Guardo silencio dando media vuelta con el niño en brazos y miro a la mujer de mis sueños en la puerta. Cabello revuelto, sombras en sus ojos y bastante delgada porque nuestro hijo salió igual de glotón de su padre.
— No mentí cuando el incendio —me animo a decir y ella sonríe susurrando un te amo —puedo ser muchas cosas ... Menos un buen padre. Mi hijo necesita de una familia, mi mujer del padre que nunca tuvo y yo...
No puedo decirlo, por más que me esfuerce me es imposible. Tantos años conmigo como única compañía y la idea fija que no tenía a nadie a mi lado. Tenerlo en mi vida resulta imposible de creer.
—Algún día me iré, todos nos iremos —me dice como si supiera mi temor e indicándome dejar al niño en la mesa —esta vez soy yo el asistente...
Siento los pasos de ella detrás y hasta su mirada fija en los dos. Me cuesta algunas cosas, sobre todo cuando se trata de limpiar esa apestosa pasta amarillenta y pestilente. Al final vale la pena, cuando se queda quieto en mis brazos y cierra los ojos.
—¿Cuándo nos iremos? —la pregunta de Jaz es dirigida a él y guarda un instante viendo al niño.
—Los restos llegarán en una semana —paso saliva al ver su rostro cristalizarse.
—¿Quieres ayuda con la ceremonia? —pregunto y la sorpresa es evidente.
Hasta el día de hoy, no he tenido interés en los detalles de donde o como encontraron sus restos. No porque no me duela o me resulte indiferente los restos de las personas que traerán hasta acá. Es que no hay como describir lo que siento cuando mencionan a Irina Tarasov o lo que mi corazón percibe al ver su imagen.
—Dame tiempo —le digo —denme tiempo —recalco viéndolos a ambos —esto no es fácil para mí...
—Lo sabemos —responde ella apoyando una mano en la espalda de nuestro hijo. —No están solo Noah... ya no lo estás.
¿Por cuánto tiempo? Ni siquiera sé si estoy preparado para todo esto o si merezco tanta felicidad. Me despierto continuamente con el terror de que sea un sueño y en algún instante todo se esfumará.
—Nunca más —me recalca Terek e imagino se basó al ver mi rostro lleno de agonía —de los recuerdos también pueden llenarse el alma y los miedos solo puedes superarlos tú. Allí no podemos llegar nosotros, ni una treintena de hijos logrará ayudarte.
—Con uno es suficiente —Jaz luce asustada al decirlo y Terek sonríe atrayéndola hacia él.
Tengo todo lo que necesito para empezar a superarlos. Es todo lo que pienso al ver a mi hijo, mi mujer y mi abuelo. Ya había aceptado en la cabeza que era mi abuelo, faltaba decirlo en voz alta. Pero, para eso, hacía falta un poco más de tiempo.
Tres cosas mías por primera vez.
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