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Capítulo 39

Anker Vryzas había dejado el rostro redondo e infantil para dar paso a un adolescente. Y qué adolescente. Llegó con su padre a Moscú con motivo de las votaciones y ante su negativa de irse a San Juan o a Atenas, su padre no tuvo de otra más que traerlo a él.

Según sus propias palabras, su lugar estaba al lado de su padre, del que no iba a separarse. Se llevaba bien con la mujer y, en resumen, su trato era cordial, pero notaba ciertos celos cuando la veía con su padre. No sucedía lo mismo al estar sola, con el chico o con otra persona.

Veinte minutos atrás, se había ido en búsqueda de refrescos. Por más que le dije no quería nada, aseguró debía hidratarme. Conocedora del carácter imponente de su padre, me rendí a sus exigencias y en este instante observo su figura acercarse.

Promedia los 1,70 m con solo doce años, señal que alcanzará la estatura de su padre. Cabello castaño claro y ojos celestes. Anker ha heredado rasgos físicos de sus padres, logrando en él un chico bastante hermoso. Me cuesta ubicarlo como el niño de cinco años con el que solía jugar en Persépolis

—¿Qué tal te fue en tu asalto a la cocina? —sonríe ante mi pregunta y palmeo la parte libre de la banca que ocupa de manera veloz.

—Traje varias cosas que me dijeron, podrías comer —señala las latas y sonríe —esto es mi cuota.

Revuelvo su cabello bastante largo para mi gusto y lo sacude con una sonrisa. Trae en sus manos dos latas de refresco y los bolsillos de su abrigo repletos de diversos paquetes. Almendras, frituras, frutos secos, salen de sus bolsillos como si fuera un mago en medio de un espectáculo.

—Con las almendras tendré suficiente —me burlo tomando el pequeño empaque y niega divertido.

—Alexandra me lo advirtió, pero debes tomar refresco o abré perdido una apuesta.

Hago un gran esfuerzo para devolverle la sonrisa, agradeciéndole que su presencia mitigue mi miedo por no saber de Noah y de Terek. Abre una lata y me es imposible decirle que no, cuando su rostro lleva tanta felicidad.

En pocas ocasiones alguien se ha alegrado tanto de verme como Anker. Saltó hacia mí sin importar las protestas de su padre, por mi estado y llenó mi rostro de besos. Estoy convencida, mi presencia lo remonta a una época feliz y es el principal motivo por el que no se ha despegado de mí.

—¿Hay alguna novedad? —me animo a preguntar y afirma dándole un trago a su bebida.

¿Qué pensaría su madre si lo viera? Estaría tan orgulloso de él, como lo está su padre. No importa en donde esté, o con quien hable, no pierde de vista a su hijo y en las veces que no está (como ahora), un hombre se encarga de cuidar de él.

—Papá dice que Sergey oculta algo —le da un segundo sorbo a la lata de refresco y mira el horizonte. —ya sabía del secuestro y ninguno se lo dijo.

Su vista de perfil es muy parecida a su padre, el gesto de apretar los labios y cejas es identifico. Anker es una versión de Ángelo, con rasgos más suaves y sin el toque diabólico. Una versión mejorada de los Vryzas, hasta en eso Anker les ganó a sus primos.

Una razón de más para que sus tíos le tengan fastidio.

—¿Te lo dijo?

Que Angelo comparta algo de esa naturaleza con su hijo sería un acto irresponsable. No va de ninguna manera con el padre que conozco. Niega, asegurando que lo escuchó sin querer cuando pasaba a la cocina. Intercambiaba información con William y un hombre que no conoce. Dice con orgullo conocer a todos los que han pasado por los cincuenta y este hombre no es uno de ellos.

—¿Lo has llamado? —señala el móvil que no suelto desde que supe lo que ocurría y niego mientras mis manos tiemblan —¿Por qué?

—Mi llamada puede distraerle o alertar su presencia.

Mi sollozo se convierte en lamento y la mano que sostiene la lata amenaza con soltarla. Estoy por apoyar la otra cuando siento la suya sobre la mía. Ese gesto tan sencillo y la sonrisa en su rostro me inyectan tranquilidad.

—El desconocido asegura que estará de regreso pronto... es bueno. Que no hay manera que el viejo o los demás estén con Vladímir —guarda silencio un instante —creo que ese fue el nombre.

—¿Conociste a Vladímir? —niega un instante, parece pensar un poco y el movimiento de cabeza es más fuerte.

—¿Quién es?

—Vladímir Levenev, hijo del Mayor. El que dicen creían muerto, pero no es así.

—Como Kai Kanoe —responde pensativo perdiéndose en sus pensamientos, cuando me ve de nuevo la sonrisa se ha esfumado—Está muerto —asegura y me sorprende su seguridad.

—Acabas de decir que no lo conoces...

—Eso decían allá dentro —insiste —que estaba muerto y alguien más estaba haciendo esto. Vendrá con el abuelo y nos iremos todos.

—Me gustaría tener tu fe. —sonríe alzando una ceja y viéndome tomar el refresco.

—Gané cien dólares.

—Que debes compartir conmigo….

—Es justo —vuelve a reír y esta vez le sigo.

No se quedó a escuchar lo demás, le bastó con saber que Noah regresaría. Al preguntarle por qué está tan seguro de que nos iremos a América sonríe. Su padre y el abuelo de Noah han estado en contacto.

—Está vendiendo todo, dicen que Odesa es un campo minado —reflexiona en esas palabras y luego niega confundido —papá me dijo  sobre que era una guerra y amenazaba a Ucrania —se encoge de hombros —algo así.

El señor Terek, se irá con todo el personal que vive en la mansión. Me entero de esa manera que la mayoría son hijos o familiares del ama de llaves. Además, Ángelo ha logrado una excelente relación con su hijo. Una batalla que ganó al hombre que intentó destruirlo a través de quienes amaba.

—Va a casarse con Alexandra.

Mi móvil cae de mis manos cayendo al césped y se agacha a recogerlo. Lo limpia con su pantalón y empieza a ver las Imágenes. La gran mayoría de ellas son de las reuniones con las chicas del museo. Casi todas divertidas no hay una sola en que no salgan haciendo gestos raros.

—¿No te gusta la idea? —se encoge de hombros y suspira.

—Se olvidó de ella, mucho antes de mamá morir, él le tenía reemplazo...

—Cariño... —su dolor es evidente.

Mi temor al pasar mi brazo por sus hombros era ser rechazada. Lo deseché cuando se pegó a mí con fiereza. Era más alto que yo, pero seguía siendo un niño indefenso al que le pedían olvidar todo y seguir adelante sin su madre.

Fácil de decir, difícil de realizar.

Sobre todo, cuando tienes doce años y diez de ellos con recuerdos de ella. No dudo de que su padre esté haciendo un gran esfuerzo y se nota con solo verlo, pero Anker necesita de ayuda profesional. Una persona que le guie con el duelo y le enseñe el camino a seguir sin ella.

—Me gustaría poder ayudarte, quitar el dolor de alguna manera. —logro decir con el nudo en mis entrañas. —Lo lamento cariño…

—Mamá cometió errores y no fue perfecta… Pero es mi mamá y lo será siempre.

—¡Claro que sí! —masajeo su espalda para suavizar sus hombros rígidos—papá también hizo daño y mucho peor, incluso que cualquiera. —paso saliva alejándome de él antes de seguir, sus ojos están vidriosos, pero no hay rastros de llanto. Sí, es hijo de Angelo. —Puedes buscar “Los Kelly, la familia del terror, escocesa.” —suspiro mientras él ve algo en la pantalla de mi móvil. —me debato siempre entre el odio que proyecta, por el daño causado y el amor que debo tenerle.

—Me pasa igual... 

Con la enorme diferencia que papá nunca fue ni la mitad de bueno conmigo como lo fue Aydey con él. Tiene todo el derecho de querer preservar su imagen e imagino su padre lo entiende. Es posible que la tal Alexandra, también, tampoco voy a juzgarla sin conocerla.

—No me ha forzado a aceptarla y ella me ha ayudado con lo de mamá —sonríe como si recordara y saca del cuello un collar con un camafeo —me lo dio en mi cumpleaños, también muchas fotos de mamá que consiguió en Estambul —afirmo en silencio tomando la pieza en mis manos y viendo que de un lado es ella, en la otra está con él. —Siento que traiciono a mamá si la acepto como esposa de papá.

Suelto la prenda y la vuelvo a ocultar. Él regresa su vista a curiosear mi móvil, de vez en cuando sonríe y me muestra alguna foto divertida. Hay fotos de Christian que me han enviado y a quien le presento, bajo la promesa de ir a Edimburgo con su padre y hacerlo en persona.

—Nunca fui consiente en que eran más que amigos y todo sucedió en mis narices.

Me muestra la imagen que ha estado viendo en el móvil y me reprendo por no haberla eliminado. La que tomé en la cafetería, el día en que se supo de la muerte de su padre. Aydey me había comentado que se reunió con él para darle los detalles de las clases y horarios. Intento calmar el ambiente al repetir lo que me dijo en esa oportunidad, pero parece tener una respuesta a todo.

—No. Eso lo hicieron conmigo en la Persépolis y días antes del abuelo morir —contradice —el día en que el abuelo murió recibió una llamada y luego dijo que iría al salón, pero que no quería a los chicos porque la asfixiaba… se escapó —finaliza.

—Puedes borrarla si deseas —le pido —no necesitas de esos recuerdos, son los buenos los que cuentan.

—Es lo mismo que dice Alexandra —confiesa —que no debo juzgar al ser humano, sino recordar a la madre que fue. ¿Crees que papá piense lo mismo?

—Tu padre te ama y hará cualquier cosa para verte feliz —sonríe afirmando, entregándome el móvil. —Si el muerto fuera tu padre y estuvieras con ella, ¿Qué crees que te diría?

Su rostro se oscurece, él parece librar una batalla silenciosa que sólo entiendo cuando empieza a hablar. 

—No me llamaría Anker, mi apellido no sería Vryzas y no pudiera ver a mi familia o a ustedes—pasa saliva y suspira fuerte —¿Crees que papá lo supiera?

—¿Por qué no me preguntas? —señaló detrás de él.

Ángelo habla con Sergey a pocos pasos de nosotros, sonríe al ver que su hijo avanza hacia él y le abre los brazos. Un tercer hombre se encuentra en las sombras de la entrada de la mansión, vestido de negro, detrás de él la silueta de Alexandra se asoma saliendo de la casa.

Al verle al hombre en traje negro, imagino es el que Anker aseguraba no conocer, quien estaba reunido con su padre y el tío William. Alexandra, pasa por el lado del desconocido quien se encuentra al teléfono, la mujer pasa por el trío a los que saluda, le sonríe a Anker enviándole besos y sigue directo a mí.

Un movimiento en el bloque del lado de los Levenev me distrae. Un hombre cruza la línea imaginaria y me incorporo, es como estar viendo un fantasma. Su mirada cruza la mía y hay odio en ellos.

Su cabello está cubierto de una espesa capa blanca. Piel bronceada y hasta la misma sonrisa, que no me brinda a mí, sino a Anker. Pero la similitud entre ese hombre y Alfonso es tan grande que llega a marear.

Ver el rostro envejecido de quien estuvo a punto de destruir tu vida no es fácil. No porque aún conserve sentimientos hacia él, es más por todo el daño que él, papá y sus secuaces causaron. El cúmulo de recuerdos que creíste haber superado y descubres que no solo no es así y que sólo de logra superar  cuando te enfrentas a ellos.

Por cuestiones de segundos me he distraído con él, hasta que la figura en las sombras sale a la luz y lo reconozco. Lo que sigue es registrado por mi cerebro en cámara lenta. Jedrek baja los escalones sacando el arma debajo de su brazo izquierdo. Angelo y Sergey lanzan una maldición seguida de una orden que no alcanzo a entender. Segundos después mi cuerpo es derribado de costado. El ruido de varios disparos se cruza con mis gritos de dolor al sentir sobre mí el líquido caliente en mi vientre y una sensación de abandono me envuelven.

Noah.

Yo debería estar cuidando a mi mujer y a mi hijo, en lugar de perseguir a traidores. Supongo que verme a través de sus ojos dolidos, me afectó o ser papá me ha vuelto un completo imbécil. Cuando alcanzo el tejado y el ático y se vislumbra, maldigo la hora en que quise buscar mi pasado, cuando decidí no traer arma, usar ropa distinguida y hasta regresar a Moscú.

—Menuda mierda… todo porque querías casarte.

Mi móvil vibra en el bolsillo y vuelto a maldecir, esta vez por haberlo encendido. Pero debía enviarle un mensaje a Jedrek. Sabía que se quedaba en Moscú, estaba convencido de que su padre no se quedaría de brazos cruzados tras la decisión de las votaciones.

¿Qué creen? No estaba del todo equivocado.

Si fuera el hombre inteligente que todos le crearían, aceptaría el puente que le proporcionó Tomasevic. Era quizás la mejor forma de acercarse a Jedrek, darle la libertad y no buscarle. Tal parecer que no lo era. El mensaje fue escrito de forma rápida e intenté fuera lo más simple posible.

"Los hombres de Sousa y tu padre se llevaron a Terek. Los voy siguiendo"

El auto se adentró a un territorio bastante peligroso cuyo recuerdo de Stalin aún estaban latentes en todos los rincones. El mensaje de vuelta no se hizo esperar, Jedrek llegó a casa por una llamada recibida. Allí encontró a Jazmín, que había sido llevada al fuerte y estaba protegida.

Jocelyn estaba desaparecida, se había escapado de casa llevándose varias armas de la caja de seguridad de su padre. Se creía que había sido secuestrada, Ilya y Pavel corrieron la misma suerte. Todos señalaban a Vladímir como culpable, al parecer su madre había pagado para salvarlo y se mantenía en contacto con él.

Algo imposible, yo mismo me aseguré por diversas fuentes que ese hijo de puta estuviera muerto. En los terrenos de Payman había un antiguo compañero que me entregó las pruebas de su muerte. Conocía a quienes hicieron de verdugo y ellos corroboraron la información.

Si la vieja pagó o no por salvarlo, no lo sabía, lo que si podría asegurar es que estaba muerto. Después de Kanoe, quise estar seguro de que el que debía morir, pasara al más allá, así tuviera que ayudarle.

En las siguientes horas y antes de recibir el mensaje fue siguiendo al auto, con un taxista bastante cobarde y malhumorado. Compartía mensajes solo con Jedrek, el móvil perdía señal en algunos lugares y lo retomaba minutos después. Aquello hacía imposible hablar con alguien más y dado que el hombre sabía los detalles, seguí hablando solo con él.

Sobre cómo llegué a esta situación o el por qué lo hago, no lo tengo claro. Es probable que me dejara llevar por la curiosidad de ver a los hombres llevarse Terek o una manera de retribuirle el cariño que le ha brindado a mi familia.

Por lo que fuera, en este instante, me encuentro cruzando el tejado de una vieja fábrica que amenaza con caerse por cada paso que doy. La confianza de saber Jaz estaba con los chicos me animó a seguir. Lamenté no haber traído mis armas, aunque traje las del anciano e indefenso, nunca estaba.

La emoción de esta aventura causa en mi interior más adrenalina de lo normal. Es posible que sea la certeza de ser una de las últimas o la última.

—¡Llámalo! —el grito de un hombre hace eco en todo el lugar y sigo la voz al entrar por el ático. 

—Ya lo hice, nos pidió esperar—responde una segunda.

Llego a la puerta del ático y observo el camino de descenso. Los innumerables obstáculos harían imposible pasar desapercibido y los zapatos harían ruidos.

¿Por qué usé unos malditos zapatos de cuero y tacón? ¿Dónde quedó el sentido común, el amor a la comodidad y sencillez? Me pregunto una vez más, al tiempo que la tercera maldición sale de mis pensamientos. Zapatillas sin tacones eran las perfectas, pasaría desapercibido y no causaría ampollas que desde ya empiezo a sentir.

Como si usar zapatos de lujo no fuera suficiente, fui a la dichosa reunión en traje y corbata. Todo por seguir los consejos del viejo Terek, quien insistió en que debía cruzar por última vez el búnker como un Tarasov y no como un ladrón.

—Causará distracción y saldría. —sigo escuchando —Hermes y sus desdichados no deberían estar allí, fue una sorpresa.

Mientras escucho a esos infelices comentar su mala suerte. Yo, sigo teniendo un pequeño inconveniente. No tengo idea cuántos hay, donde están y cómo pasar ese pasillo sin hacer ruido.

Cuando algo roza mi tobillo y un par de dientes muerden esa parte de mi anatomía, mi instinto me mete en problemas. Disparo a la rata que ha querido sea su almuerzo y el caos empieza.

Solo tengo un par de segundos para hacerme a un plan, ¡vamos!  que toda mi maldita vida ha sido tropezando hijos de puta y esta vez no era la excepción. Solo espero que el viejo esté vivo y que ese disparo que escuché haya sido a los Levenev.

Jazmín no me perdonará si llego a casa sin el abuelo de nuestros hijos.

—¿Contamos elefantes? —le digo a la figura que se asoma en las escaleras. —te advierto que soy malo con el canto. —sonrío.

—Es el nieto —grita a alguien y segundos después su cuerpo cae hacia atrás producto de la bala que ha perforado su cabeza.

—¿Cómo decía la canción Terek? —pregunto —la de los elefantes holgazanes y la telaraña con superfuerza. Una canción estúpida…

—¿En serio quieres hablar de eso ahora muchacho?

Enarco una ceja, por lo menos está vivo. Estoy en mitad del pasillo, pero sigo sin saber qué hay debajo, el lamento del viejo me dice que está herido.

—Necesito concentrarme… —le digo —y de un abuelo para mis hijos.

—Vete al infierno Vivenko —grita una voz que imagino debo conocer, pero que mi memoria no reconoce.

—He estado allí, pero fui expulsado.

—Tres elefantes se columpiaban sobre la tela de una araña —empieza a cantar el viejo —me encanta sur América ¿Te apetece?

—Como veían que resistía fueron a llamar a dos elefantes. —le sigo y escucho su risa tenue. —Europa es un buen lugar para vivir.

—Sin dudas… —guarda silencio —¿Has escuchado el cuento de las dos orugas?

—No, pero algo me dice que lo conoceré hoy.

—Quieren callarse —grita una voz —¡Hazlos callar!

—Está agonizando —le responde un compañero —míralo como un acto de bondad.

Detengo mis pasos al escuchar que agoniza y un sudor frío recorre mi cuerpo. ¿Era Tarasov parte de aquellas cosas que la vida me daba solo para que viera lo bien que se siente? Guardo el arma en mi pretina, un instante me deshago de la corbata, saco y hago lo mismo con los tacones de los zapatos.

—¿Estás allí?

—Espero ese cuento—mi voz es opaca al decir eso y empuño las manos.

—Dos orugas caminaban por las viejas ramas de una planta de tomate —empieza y miro a mi alrededor con una sonrisa —cuatro ramas secas y dos verdes. Esas dos últimas era el recuerdo de lo que alguna vez fue. Dos apuntaban al sur, las verdes cada una al este y norte, la del oeste había secado y caído.

Que el lugar fuera una vieja fábrica de conservas de salsa de tomate, no era casualidad. Sonrío sin evitar admirar al viejo zorro por dar tantas pistas sin levantar sospechas. Empiezo a orientarme con base en su relato y doy los primeros pasos.

—Una de ellas, estaba apostada en una de las ramas, la que apuntaba al norte. En la cima divisó una pequeña mariposa monarca y sintió envidia de sus alas coloridas. ¿Por qué no podemos tener alas? Le preguntó a su compañera. Porque somos gusanos y nuestro destino es arrastrarnos. Le responde la otra. Aquella respuesta no dejó convencida a la oruga y decida a hallar la respuesta, empezó el doloroso ascenso para hacerle la pregunta a la mariposa.

—Jamás he escuchado ese cuento…

—¿Quieres callarte?

La protesta es en coro y niego divertido. La voz del viejo es calmada, con el tono de voz perfecto. En algunas ocasiones es como si estuviera recitando algún conjuro y de ser así, el hechizo empieza a dar resultados.

—Se llamará Terek —le digo al verle callado. —mi hijo…

—Lo sé —responde —segundos después su compañera, decidió siguirle, había sido contagiada de la curiosidad. Cada arrastre y ascenso, era más doloroso que animaba a la primera a seguir avanzando. “Si duele tanto es porque vale la pena”. Pensaba. A la segunda el dolor empezaba a asustarle, sobre todo cuando se vio que su compañera parecía quemarse por los rayos del sol. Asustada decidió devolverse y esperar por su compañera en la sombra. “traerá el secreto y volaremos juntas”

Calla de manera abrupta y aguardo casi en la mitad del pasillo ¿Debo seguir? Pienso viendo en todas las direcciones y saco el arma. 

—¿Qué sucedió?

—No puedes dejar la historia así. 

Las preguntas y quejas las aprovecho para avanzar a  mitad de las escaleras. El viejo está apoyado en un muro, con el hombro sangrante, al costado izquierdo esta Jocelyn inconsciente y amarrada de pies y manos.

—Su compañera nunca bajó —les dice alzando el rostro hacia mí y me sonríe —contempló lo que ella creyó era su muerte, la lloró y lamentó su curiosidad por ser quien no era. Decida a no correr la misma suerte, descendió al césped… una vez allí, presenció el milagro. El capullo se rompió y su compañera salió de allí, con unas pequeñas alas…

—¿Y luego?

—La oruga convertida en mariposa voló y la segunda fue devorada por una gallina hambrienta. Estaba tan concentrada observando a su amiga y su magnificencia que no se dio cuenta que un animal acechaba…

Lo que sigue lo siento como si tuviera dieciocho años, cuando decidido crucé el orfanato y aceché a Misha. Aquel instante en que salté a su cuello y de un tajó corte su garganta. Había durado días afilándola, limpiándola, soñando con ese instante.

No era un sacerdote, tampoco vengaba la muerte de la que creí mi madre o la inocencia de mis compañeros. Aun así, cada bala que disparaba se sentía como matar a Misha Vovk, una y otra vez.

En algún punto de todo, uno de esos infelices dispara a un costado y la explosión que sigue me lanza hacia atrás. El sitio es viejo, un 50% en madera que amenaza con llegar al viejo y a la chica.

—¿Tu nombre? —le pregunto al cuerpo agonizante del desdichado que desató el infierno. 

—Vete a la mierda.

—João —responde el anciano con voz entrecortada —¿Es importante eso?

—Lo es —le digo llegando hasta él ignorando más ráfagas de fuego que llegan por instantes a mi—Me gustó la historia —le digo tras asegurarme que todos estén muertos e intentando cargarlo, pero me lo impide.

—Tengo muchas —sonríe y observo sus dientes ensangrentados —lamento no poder contarlas todas, el tiempo es corto.

—No puedes morir —le digo apretando su mano —necesito que alguien me enseñe a ser humano, padre y buen esposo…

—No puedo enseñarte lo que ya sabes, hijo —sonríe —sácala a ella primero —señala a la chica —yo no tengo oportunidad, ella tiene mucho por vivir.

—No esperes que te obedezca —le advierto y se nota molesto por mi desobediencia. 

—No podré vivir sabiendo que le arrebaté…

—Nada —le interrumpo tomándolo en brazos —ella se lo buscó al creer que hablaba con un hermano que nunca le dio la cara.

—Yo la saco a ella —habla una voz detrás de mí y que al verle el rostro descubro no lo he visto en la vida o eso creo, porque tiene algo familiar —ha pasado mucho tiempo —me dice tomando a la chica en brazos mientras yo hago lo propio con el anciano. —la última vez llevabas esposas y maldecías el cadáver de Misha.

Sonríe y es esa sonrisa cuando pasa por mi lado con su ropa blanca ennegrecida por el humo del incendio la que  si lo recuerdo. El viejo se ha desmayado y juntos salimos a las afueras del lugar, en donde un auto negro bastante lujoso esta parqueado. 

Carlo…

Mil gracias por llegar hasta este lugar y por amar esta historia. Debo decirles que ella y Angelo es de mis preferidas. Les agradezco, cada voto, estrella y compartir. Soy un escritor amateur y estoy en constante aprendizaje, sé que no soy la mejor, pero hago mi mejor esfuerzo. Se les agradece la paciencia que tienen con esta humilde servidora.

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