Capítulo 3
Capitulo con contenido sensible...
Meses después...
Mi vida cambió tras las muerte de los Vivenko. En algunos el cambio sería bueno, en otros malo. ¿En cuanto a mí? Aprendí a recibir de la vida lo malo y a disfrutar en las pocas veces que me enviaba algo bueno.
Las investigaciones de la muerte del viejo Noah y Yokra giraban a venganzas entre grupos. Eso le daba el poder a Sergey de devolver con la misma moneda y a mí, de hacerme a un lado. Dolía cada vez menos su ausencia y me place saber que sus asesinos pagaron en nuestra ley.
Me quedaron sus enseñanzas, aquello que hoy me mantiene en este lugar. Todo cuanto soy hoy día y lo aprendido tendrá siempre el estandarte de Noah Vivenko como protagonistas.
Sepultar a los Vivenko y con ellos las ganas de formar una familia. Las tinieblas eran mi sitio adecuado, tomar lo que quería, ajustar cuentas, asesinar traidores y cobrar faltas. El pago es en especies, con sus vidas, casi todo el tiempo. Dependiendo la falla así será su muerte, degollado, a bala o decapitado. Empecé a hacerlo bajo el mando de Ivannov, de vez en cuando lo hacía para Sergey, pero dado los problemas que seguía teniendo con sus hijos Alexis sugirió que mejor trabajará con él.
El bunker recibió a dos nuevos integrantes, ambos sobrinos de William. Una chica procedente de América, hija de ivanna y nieta del anciano que llegaba a estudiar medicina. Alta, rubia, de ojos grises, que despertaba en todos las peores fantasías. Alexandra O'hurn, era su nombre, su peor pecado era ser hermosa y menor de edad todo al tiempo.
De Grecia había llegado un sobrino de William, una bestia de más de dos metros, ojos y cabellos cobrizos. Solía entrenar solo y mostrando su dorso desnudo. Stan aseguraba que era gay, pues según su teoría ningún hombre mostraba su cuerpo para impresionar a otros hombres.
Las risas y comentarios de todos aumentaron con el tiempo. Era chef y se estaba especializando, lo hacía en las noches; durante el día era el chófer de Alexandra. La chica era su sombra y andaba con él a todas partes.
Solemos tomar un café y compartir algunos minutos antes de partir. Yo acabo de llegar de viaje y ellos recibe turno. Aún hago de Centinela dentro del bloque, solo cuando no hay alguna "misión". Ivannov me envía a cobrar faltas en otros lugares.
En este instante observamos a la pareja salir del lugar tomados de la mano. Él rígido como un tronco y sin ver a nadie; ella sonríe como si el que la llevara de la mano fuera el mismo rey.
—A él le gusta —comenta Carlo y Nikolái niega. —le atrae. —insiste.
Le doy una calada al cigarro y un sorbo al café contemplando a la pareja partir. Del otro lado del bloque una figura en traje militar hace lo mismo. Jedrek el mayor de todos los hijos del mayor mira en dirección al auto.
—Lo que ama es la atención que ella le brinda.
La voz Nikolái y me trae de vuelta a su discusión y al regresar la mirada, ya el chico se ha ido. Tiene el comportamiento extraño, el ego elevado y aquel aire superioridad que suelen tener los militares. "La virgen" suelen decirle mis compañeros.
—Una princesa como ella es el sueño de cualquier bastardo. —se mofa Estanislav, calzándose las armas dispuesto a trabajar.
—El tipo es de buena familia —reconozco —¿Qué? —pregunto ante sus rostros molesto — Es raro y todo lo que digan, pero en media Grecia hay hoteles y restaurantes que llevan su apellido.
—¿Qué hace en medio de delincuentes? —insiste Nikolái.
—Pregúntale —sonríe y yo me encojo de hombros —a mí me da igual si coge o se deja coger. Es su gusto, su culo y sus pleitos.
Las risas de mis compañeros son estruendosas y todos nos alejamos del muro en el que estamos apoyados. Solo yo voy a descansar, los demás empiezan turnos en quince minutos.
Me alejo del grupo dirigiéndome a la moto la enciendo y estoy por arrancar cuando una mano se apoya encima de mía. Estanislav, retira las llaves de la moto y las guarda en su puño.
—¿Qué tienes? —le reto al ver su rostro preocupado.
—Tengo un invitado en casa. —comenta. —tiene trece años, se paciente...
Bajo las piernas y me apoyo en el suelo al tiempo que cruzo mis brazos en espera de una explicación. Es un chico sin hogar del que se hizo amigo. Lo conoce desde que tiene ocho y le sigue a todos lados desde entonces.
—No podemos salvar a todos Stan....
—No quiere vivir más en las calles. —me interrumpe —tú y yo sabemos que es todo lo que se requiere para lograrlo.
Suspiro molesto pensando en los pro y contras de tener un crio en casa. Las autoridades no harán nada por él y en los orfanatos corre peor peligro que en las calles.
—¿Le dejaste comida? —pregunto al fin sonríe.
—Sabía que podía contar contigo, en cuanto tenga oportunidad hablo con Nikolái.
—Que no de problemas, no seremos niñera —le advierto y asegura eso no pasará.
Es mientras encuentra un sitio en el que dejarlo o le pague a alguien que le cuide. No me detengo a pensar en lo raro de ese comentario, Stan no suele ser tan "Amable".
—Necesito tu moto esta noche ¿Puedes irte en mi auto? —afirmo sin hacer preguntas y me lanza las llaves del vehículo alejándose.
Cinco minutos después abandono el lugar y me dirijo a casa. En lo único que pensaba era en dormir, llevaba dos días sin hacerlo y estaba de mal humor.
Stan, Nikolái y yo compartimos no solo vivienda. Los tres somos huérfanos, con una niñez en la que predominaron los maltratos y abusos; aunque ninguno hable de eso.
Me detengo a pocos pasos de la casa y compro el desayuno para el chico. Al llegar a casa me encuentro con dos hombres rondando el lugar. Al verme, fingen buscar algo y se alejan a pasos rápidos. Me quedo viendo el lugar por el que se han ido y miro la puerta cerrada. Por alguna razón, asocio a los dos desconocidos con el nuevo miembro del grupo y decido enfrentarlo.
Dentro del apartamento todo está en silencio, el orden de las cosas ha sido cambiado. La ausencia de las acostumbradas latas de cerveza, refresco o cajas de pizza resulta extraña. El desorden es el común denominador en nuestro nido y nadie se ocupa de limpiar nada.
El sitio es pequeño, tres habitaciones, para un solo baño, cocina y sala comedor. La calefacción no existe y el lujo menos, no nos pagan lo suficiente para ambas cosas. contamos todo lo que esencial para vivir.
La experiencia en mi trabajo me dice aquel silencio es señal de peligro. Dejo la bolsa con el desayuno en la mesa de la sala y camino al cuarto de Stan. Si es su amigo, es el único lugar de la casa en que se le permitió dormir.
Escucho el agua caer y me relajo, "por lo menos es aseado escucho el sollozo tan agudo que achina mi piel. Los siguientes pasos lo hago lento y me detengo al pie de la puerta. Es posible reconocer el dolor que estoy escuchando, lo asocio al mío y eso me lleva a una época que no deseo recordar.
—¿Necesitas algo? —empiezo y el sollozo se detiene.
—Stan me dijo que podía quedarme...
La voz es de un chico muy joven, hace un gran esfuerzo para que salga normal. Solloza una vez más y estiro la mano en el picaporte. Me detengo al reconocer que no es adecuado. Si es lo que sospecho lo último que se quiere es que otro hombre te vea desnudo.
Eso seria doble abuso.
—Me lo ha advertido. Vivo aquí niño ...
Retrocedo sobre mis pies y miro a mi alrededor. Salvo las cosas de Stan, no hay nada más "—Es huérfano Noah, solo eres dueño de lo que traes puesto".
—Mi nombre es Akim...—Su voz sale en un lamento y aprieto las manos con fuerza
—¿Qué te sucedió Akim?
—Nada —responde con voz cada vez más débil.
Un día crees que has superado lo mierda que ha sido el destino contigo y te topas con esto. Cierro los ojos girando mi cabeza en círculos buscando hallar el control de la situación.
No lo asustes...
—Te traje comida, la dejaré en la cocina. —Las tripas llenas siempre son un buen gancho para caerles bien.
No hay respuesta y tampoco esperaba que las diera. En este instante tus actos son mecánicos y el terror te invade. Regreso a la pequeña sala y el orden tiene una tonalidad distinta para mí.
Su lamento, los hombre que creí estaban dispuestos a entrar, quizás estaban saliendo. Las cosas en lugares equivocados y tanto orden, me dirijo a la cocina en donde una bolsa negra está en un rincón. No es el sitio de la basura y esas bolsas no están en casa para llenarlas de basura. Lo normal es que lleven restos humanos que hay que incineran y dudo que esos dos sean tan imbéciles para traer "trabajo" a casa.
Tomo unos guantes de la cocina observando la bolsa negra que está cuidadosamente atada. La rasgo cuando mi paciencia acaba y me topo con varias cosas. Latas, cajas de comida, ropa en jirones, un pantalón gris y una camisa blanca. Un preservativo en el fondo hace hervir mi sangre y pregunto a los pasos que se detienen detrás de mí
—¿Puedes reconocerlo? — al girar lo encuentro.
En vaqueros, descalzo y sin camisa, delgado un chico que aparenta siete años y con delgadez de cinco, me observa. Akim tiene rasgos asiáticos, su cabello negro largo cae en sus hombros. Tiene facciones de niña, quizás por su extrema desnutrición y ese maldito cabello largo.
Completan la imagen que causa horror en mí, ojos negros como la noche que en este instante me miran con terror, miedo y tristeza.
—Soy Noah —le digo levantándome y retrocede con temor —si vas a vivir aquí, debes tener en cuenta unas cuantas cosas. —hablo con impaciencia, por el miedo y por los malnacidos que usaron la casa para esto...
—Stan me advirtió, si usted no me quería, tenía que irme...
—Guardar silencio cuando un adulto hablar es una de ellas —le reprendo sacando una bolsa de los cajones y arrodillándome de nuevo en la basura.
Una vez todo esta guardado retiro los guantes y los lanzo a la cesta. Voy por la bolsa de comida, la dejo cerca de él y me dirijo a mi habitación. Se que no me pierde de vista, el miedo sigue allí y el dolor también, por eso no ha podido sentarse.
Suspiro pesado al sentir su presencia detrás de mi y sigo rebuscando dentro de mis cosas. La última vez que la usé fue con una puta a la que se quejó que la había "dañado." Solían aplaudir nuestro miembro para ganar dinero extra, le compré la crema que me lanzó a la cara y que no me importó traer conmigo.
"Para eventos futuros"
—Se solo el apodo, pero se dónde encontrarlo —lo miro por encima de mi hombro y afirmo.
—Come y vístete... —le pido —daremos un paseo. ¿Stan lo sabe? —afirma y miro el cajón. —¿Cuándo fue?
—Unos minutos menos y... —Calla y eso me hace cerrar los ojos.
Si Stan no me hubiera detenido o hubiera pasado directo a casa sin pasar por comida. Como me hubiera divertido con ellos al pillarlos a punto.
Al encontrar lo que busco lo tomo en mis manos y se lo lanzo. Fue un movimiento rápido, que debió acabar con la crema en el suelo o estrellada en su cuerpo. Él logró atraparla y supo adivinar mis movimientos.
—Frótalo esto donde tengas dolor, sin importar la zona...
Baja el rostro observando la pieza, su barbilla tiembla leve y sus ojos vuelven a cristalizarse. No alcanzo a comprender lo que susurra una y otra vez. Estoy por acercarme, pero es más rápido que yo y retrocede.
—No soy marica... no quiero su ayuda... no soy marica...
—¡Basta! —le reprendo y salta dando un paso atrás —no me digas lo que es obvio...
Mi comentario le calma y lo veo acercarse a la comida en silencio. El tiempo que él use para comer y vestirse yo lo empleo en planear lo que haré.
****
Entro al auto y lo encuentro abrazado así mismo y meciendo su cuerpo. Gira su rostro en mi dirección y le muestro la foto que he tomado antes que fueran devorados por las ratas.
—¿Son ellos? —guarda silencio viéndome a los ojos antes de afirmar despacio. —Ya no están. —comento guardando el auto —no serán un problema y me aseguraré de que esto no vuelva a sucederte.
La última vez que los dejé en esa bodega, estaba desnudos, atados de piernas y manos al tiempo. Su entrepierna sangraba y en cada uno de sus orificios estaba incrustado un objeto filoso. Las ratas se acercarían donde huelen la sangre, esa idea me hace sonreír y a él verme con curiosidad.
—Regla número dos —le digo alzando dos dedos — Somos lo más parecido a una familia y nos protegemos entre todos. Esto que sucedió quedara entre los tres y no se volverá a hablar de ello si es tu deseo.
—¿Cómo debo pagarle? —pregunta viéndome de reojo y niego.
—Me divertí mucho haciendo esto —confieso y sonríe por primera vez.
—¿Puedo ir con Stan? Él me dijo que iría por ellos —no hago comentarios al respecto o preguntas que causaran dolor.
—Guarda silencio y mantente cerca —le pido y afirma con sus ojos iluminados —no toques nada y no hables con nadie. —le advierto. —¿Entendiste?
—Fuerte y claro.
Pasa sus manos por su larga melena y la recoge en una coleta. Ingreso la llave en la ranura y enciendo el auto, sin saber dejar de pensar que un crio es de mala suerte. Las mujeres y niños causan muchos problemas en nuestro entorno.
Eran casi las doce cuando cruzo el bloque, el chico asomaba su cabeza y sonreía extasiado. A su edad yo estaba recibiendo clases de Noah y Misha empezaba a rondarme.
—¿Puedo entrenar?
—NO —respondo tajante —eres menor de edad, no te dejaran acercarte a ellos... tampoco lo querrías —mi comentario lo hace entender y baja los hombros entrando su cabeza.
—Lo que necesites saber, se que Stan te ayudará.
—¿Tú crees?
—Estoy convencido de ello.
Río internamente imaginando su rostro cuando le acosen con preguntas. En ultimas, es a él a quien le toca hacer de nana, es su amigo y no el mio.
Al primero que encontramos al salir del auto es Nikolái, que no parece sorprendido por lo que ve.
—Akim —le llama y el chico le busca con la mirada —¿Qué te dije de esa melena?
—Que me darías para cortármela —le reta.
Al parecer, soy el único que faltaba por conocerle a juzgar por como se lleva con Nikolái a quien golpea en los pectorales y este finge esquivarlos. La risa del chico cambia en medio de juegos y por un instante mi mirada y la de Nikolái se cruza.
Sus ojos se adquieren un brillo que reconozco y afirmo sonriente al pasar el dedo índice por mi cuello. Segundos después regresa a los juegos con el chico y entro en búsqueda de Stan. Lo encuentro custodiando la puerta de la sala de juntas, se detiene al verme y me espera en silencio.
—¿Por qué no me lo dijiste? —reclamo al llegar hasta donde él.
—Me encargaré de ellos —comenta con rostro férreo —no dejan de acosarlo y siempre ha podido huir...
—Hoy no pudo —le interrumpo.
—Lo dejé en casa, le advertí que no saliera —insiste y guardo silencio enfrentando su mirada llena de odio —hijos de puta... quédate aquí.
Apoyo una mano en su pecho y se sacude con violencia. Saco el móvil y le muestro el video sin sonido que reproduce con una sonrisa en los labios.
—¿El tío William?
La voz que ruje nos hace alejar uno del otro y vemos entrar por la puerta principal al griego. Detrás viene su sombra abrazando el morral en su pecho y bastante asustada.
—Esta en una reunión —le advierte Stan apoyando su mano en sus hombros al ver que esta por abrir la puerta.
El peso de ambos hace caer la puerta y ambos caen al suelo. La reacción es tan rápida que nada puedo hacer por impedirlo. La sorpresa por la interrupción es evidente, pero pasa a segundo plano cuando esa bestia golpea a Stan una y otra vez impidiendo levantarse.
Intento detenerlo o acabará matándolo, pero ni tres hombres lo hacen posibles. Sus golpes son con furia y me recuerdan a los depredadores cuando tienen a su presa en sus garras. Apoyo mis manos en su cuello y presiono con fuerza hasta que logra soltarlo.
William se ha levantado bastante enojado y esta por hablar cuando la voz del hombre le interrumpe.
—Eros fue asaltado ... mi hermano está muriendo. —le grita a su tío cuando cayendo de rodillas.
No escucho lo que sigue, me limito a acercarme a Stan y ver que tan delicado es su estado. El alivio de saber que vive es evidente, pero no puedo levantarlo o darle ayuda hasta que no me den la orden de hacerlo.
Es la primera vez que me toca hacer esto por alguien que considero mi hermano. Si alguien le pide asesinarlo en este instante, tal como es costumbre, no se que sucedería.
Es posible que lo haga, aunque luego vacíe el cargador contra todos los asistentes.
—¡Retírenlo! —ordena el jefe de la zona central y no espero que lo repitan.
—¿Qué cojones...?
—Después te explico —le digo a Nikolái —Akim, abre la puerta...
El griego se había ganado un enemigo o tres, porque dudaba que Akim o Nikolái no quisieran ajustar cuentas con él más adelante.
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