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Capítulo 29


Los hermanos Vryzas le han proporcionado ropa, atención y toda la comodidad a Aydey ¿Harían lo mismo de saber lo que pretendía? Es posible que Demitrius fuera el único en reaccionar con ella de forma negativa. Los demás solo soportaban a su hermano menor, a quien no le perdonaban lo que decidió hacer con su vida.

En mi reloj marca las cinco de la mañana, cuando la veo salir a hurtadillas. No ha tenido tiempo de hablar con su amante, los Vryzas se desvivieron en atenciones y hasta hace una hora todos estaban a su alrededor escuchando sus penas.

Era una maldita perra astuta a quien le han cortado las alas.

La dama fue sincera al decir que quería alejarse de Hermes y todo cuando nos rodeaba. Al creer no encontrar eco en su pedido, buscó por otro lado. Perdiendo todo lo que había logrado con su esposo, incluido a su hijo.

Tengo el asiento de la silla hacia atrás, por lo que ella no logra verme cuando fija sus ojos en mi auto. Sostiene en sus manos un móvil que se ilumina en varias ocasiones y al que ve de manera nerviosa. Sigo sus pasos desde que levanta la llamada, hasta cuando rodea la mansión rumbo al jardín, perdiéndose entre las sombras.

En silencio, el único amigo que no traiciona avanzo detrás de ella sin que note de mi asecho. La mansión Vryzas está en lo alto de una colina, al pie del mar y rodeaba de murallas. El jardín está ubicado en la parte norte, el típico jardín. Un par de árboles que dan sombra, diversos juegos infantiles, sillas de jardín, piscinas y muchas flores.

Aydey está apoyada en uno de los árboles, de frente a la mansión. Llora y gesticula a la persona del otro lado al que no nombra. En base a sus respuestas imagino la plática que tiene con quien imagino es Kanoe. Le pide salir del lugar, él se encargará de sacar a Anker, ella le recuerda que conoce sus métodos y teme que el pequeño salga herido.

La oscuridad que nos rodea le impide a ella saber quién está a su alrededor. Se sobresalta, sale de las sombras, oculta y repite. Conocer tu propia oscuridad y saber manejarla, es el mejor método para lidiar con la de otros. Por eso supe que no era sincera, no culpo a Angelo en no verlo, las personas luchan a diario por parecer buenos y lo logran con éxito.

—Se que es tu hijo, también es mio al igual que Anker... ¡Maldita sea! —solloza bajando el móvil y limpiando sus lágrimas con fuerza, cuando retoma la llamada esta más calmada. — Iré a la isla... él viene en camino...

Regreso sobre mis pies, he escuchado suficiente. Saco un cigarro y contemplo el amanecer, hasta en eso los Vryzas son dichosos. La balanza se inclina de un lado dando a un puñado de todo y a unos cuantos solo miseria.

—¿No puede dormir? —le pregunto a la mujer detrás de mí.

—¿Puedo hacerle compañía? —habla en un hilo de voz.

—Si no le importa compartir espacio con este mortal. —respondo lanzando el cigarro al piso y apagándolo con el talón —¿Descansó?

La pregunta original sería ¿Has podido dormir a sabiendas de todo el dolor que has causado? pero sigo creyendo que no me compete esas acusaciones. Acomoda la americana cubriendo su cuello con ella y saca de su interior un pañuelo con el que limpia sus lágrimas.

—No he podido hacerlo desde que esta pesadilla empezó —empieza —No la odiaba, tampoco a ti...era algo totalmente distinto.

Ingreso ambas manos en los bolsillos de mi chaqueta ahogando las ganas de burlarme de su comentario. Ella puede estar diciendo la verdad. Sin embargo, sé que si hay odio entre los dos. Las razones por las que hemos logrado mantenerlo oculto lo desconozco.

—Me molestaba el apego de Ángelo con ese niño, el cariño hacia su tía... Le dio su apellido, un empleo, le proporcionó una vida. —solloza y guardo silencio—tú la llevaste a la ciudad, le enseñas a protegerse, a nosotros nos encerró en esa isla.

Ella ha olvidado todo lo que su esposo hizo por ella, aun a sabiendas que había causado daño a Marcela Demir, la prometida de Tomasevic. La liberó de un mal esposo, la protegió en esta casa en lo que duró el juicio en su contra y le proporcionó los mejores abogados. Solo porque le dijo que Anker era su hijo, algo que pudo decirlo solo para que le ayudaran.

—Cada persona tiene una forma distinta de proteger o de amar. Va ligada directamente a la vida que hemos llevado. —me ánimo a decir y ella se burla de mi comentario. —fue su manera de amar y usted podía salir de Atenas las veces que quisiera —le recuerdo y afirma —secuestrada no estaba...

—Tienes una respuesta a todo... —apoya el pañuelo en su nariz y veo que hasta en ese gesto se ve elegante —Ángelo también ha tenido una vida dura.

—En medio de lujos y compró una empresa que usted supervisaba y a la que según creo... visitó en estos últimos meses y sin decirle. —su rostro palidece y le sonrió —pero, ese no es el punto. — sigo— desde temprana edad la vida me enseñó que no importa en donde me oculte. El mal siempre nos alcanza, golpea y destruye. Me siento más cómodo enseñándole a ella a defenderse que ocultándola al mundo. Lo hago porque conozco a Jazmín y se de lo que es capaz, Angelo la conocía también y por eso la dejó en la isla.

—¿Qué intentas insinuar? —me mira molesta y sostengo su mirada.

—Sabe de lo que hablo.

—No tuvo problemas en irse a Israel con una rubia, bailar con ella, reír...mientras yo estaba secuestrada —llora —no te molestes en negarlo, sus hermanos me lo dijeron hace unas horas.

El móvil suena y lo veo un instante, respondo el mensaje empezando a caminar rumbo al puerto. En la parte alta de la mansión, puede verse el camino que conduce a ella, a lo lejos empieza a vislumbrarse un auto.

—Se llama Alexandra O'hurn Ivannov, sobrina de William Ivannov, antes Vryzas. Su tío le pidió acercarla a Londres a su prometido.

Sigo siendo el menos indicado para disipar sus dudas, pero necesito distraerme y eliminar las ganas de acabar con ella. No puedo hacerlo, Aydey es quien hará salir a Kanoe de las sombras, lo hará por su hijo.

—No la conozco...

—Se la presentaría en su cumpleaños. No quiso desviarse del camino y no asistir a su cumpleaños. —finalizo viendo cómo el punto rojo que distingue al auto se hace cada vez más claro.

—¿Hubieras disparado? —su extraña pregunta me hace verla directo a los ojos y sostiene mi mirada —por la recompensa que me han puesto. Demitrius me lo dijo...

—No traicionamos a los nuestros —le aclaro y la duda cruza sus ojos — nunca nos consideró parte de su familia... Pero si era parte de la nuestra. Aydey es el 51 y Anker el 52. Cualquiera de nosotros daría la vida por usted, veinte de ellos lo demostraron.

Detengo mis pasos cuando el auto cruza las rejas y se detiene debajo de las palmeras, de su interior sale Angelo y Sasha. La sonrisa en el rostro de la sobrina de William contrasta con el semblante sombrío de su acompañante.

Aydey corre hacia su esposo quien la espera en silencio y con el cuerpo tenso. El cuadro seria perfecto, si no se supiera todo lo que es capaz de hacer. Abrazada a él y sin soltarse narra lo sucedido, siendo su embarazo el detalle que resalta más.

Alexandra sonríe haciéndose a un lado y cruzada de brazos. No parece afectada al verlos abrazarse, todo lo contrario. Ella sonríe mientras mese su cuerpo adelante y atrás en un vaivén bastante relajado. Hasta este evento, nunca tuve la oportunidad de hablarle. Era accesible, pero el temor y respeto a su abuelo nos hacía mantenernos al margen.

La pareja entra a la casa tardan varios minutos allí, tiempo después Aydey sale rumbo al puerto y Ángelo avanza en mi dirección. Me pide los pormenores del encuentro y su estado. Alexandra se ha quedado cerca de las escaleras viendo el mar.

—¿Cómo le dirás que te hiciste esa cirugía? —me atrevo a preguntar y esa pregunta llama su atención —es algo que debieron discutir ...

—¿Te escuchas? —pregunta en un susurro —ella tuvo amante, se embarazó y ¿Resulta que yo tuve la culpa por hacerme una vasectomía?

—No me refiero a eso y lo sabes.

—Es mi maldito cuerpo Noah, este que he tatuado sin dar explicaciones a nadie —explota —ella se cuidaba, al asegurar que no quería otro niño sufriendo lo mismo que Anker. Pensé que la cirugía le daría calma, los métodos fallan —suelto el aire y abro las manos sin saber que otra cosa decir. —¿Tienes algo más que decirme?

—Hablaba con él hace unos minutos, discutía por su estadía aquí —le digo sin dar mayores detalles.

No es necesario que alimente a la bestia que ha crecido en su interior. Afirma sin hacer comentarios viendo a la mujer llegar al puerto. De espaldas a nosotros haciendo imposible saber qué hace con sus manos, pero me hago una idea.

—Los chicos están en Moscú.

—Necesito que pases a recoger a Axel y Alana Ruso —me pide ignorando lo que he dicho. — se llevarán a Anker.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo estás?

—Somos hombres libres —Comenta con la vista fija en el yate —cualquiera que desee hacerlo de los que quedaron también. Fue el pago por el daño ocasionado...

—¿Asi no más? —afirma viéndome y una sonrisa marcada se derrota se asoma en sus ojos. —¿No harán nada? —niega y maldigo internamente —Esto no lo hizo ese maldito come gusanos solo...

Saca un sobre de su gabardina que deja en mis manos, apoya la libre encima de ella y me ve directo a los ojos. No me gusta el semblante que veo, no tengo claro lo que planea, pero recuerdo lo afectado que estaba tras la muerte de su madre.

Y él no tuvo la culpa de que esa asquerosa muriera.

Aquel gesto de sus manos sobre las mías las siento como despedida. Sin embargo, no estoy dispuesto a dejar que se rinda tan fácil, tiene mucho por vivir y demostrar a quien sea está detrás de Kanoe.

Suelta mis manos y me pide abrirlo, algo que hago sin mucha emoción. No hay nada allí que pueda darme la paz que deseo o que me regrese a mis hermanos. En su interior descubro varios documentos de una cuenta en el exterior con una cifra nunca vista.

—Tu dirás...

Sin saber que es todo esto lo guardo en espera de información.

—Es el porcentaje que nos correspondía por el trabajo a Tanned Duncan y una bonificación que extendió los seudo Ángeles y Mackay por buenos servicios —explica y golpea el sobre con el dedo índice —es dinero legal, puedes comprar la casa que quieres para ella, montar un negocio, viajar, tener hijos —se detiene y niega derrotado—... Lamento mucho no cumplir la promesa de encontrar a tu familia...

Guardo silencio viendo el sobre y corroborando que es una despedida. Que Axel venga por su ahijado no es buena señal y todo él es una bomba de tiempo. Me pide acercarlo a la isla y no decirle a nadie en donde estará. En silencio y buscando una solución me dirijo al auto, saco de la guantera un arma y la oculto en la pretina de mi pantalón.

—Noah—me llama la Alexandra al pasar por su lado. —Escuché que va al aeropuerto, ¿Podría llevarme?

—Deje pasar el día de hoy —le pido y me ve sorprendida.

—Quería acompañarlo hasta que ella pareciera —sonríe viendo al puerto —ya ocurrió... y tengo planes...

—Ellos van a necesitar de usted —insisto sigue sin poder entender— si le molesta estar aquí... La paso a un hotel.

Sus ojos azules e tornan al tiempo que sus labios se aprietan al verme. Mi mirada le ruega que acepte sin hacer comentarios, su rostro viaja a la pareja que entra en el yate y luego a mí.

—¿Tan importante es?

—No lo pediría si no lo fuera. —ante mi respuesta se queda viéndome un instante antes de afirmar —él no tiene por qué saber que tuvimos esta conversación.

—Puedo quedarme un día más... Solo un día —le agradezco inclinando la cabeza y empezando el descenso al puerto.

Es todo lo que necesito...

Cuarenta y ocho horas después...

Kanoe hirió a Angelo y asesinó a su esposa, segundos antes que una bala destruyera su repugnante cerebro. Ese era la declaración y me até a ella. Con Angelo en cuidados intensivos y dos muertos, todos los ojos cayeron sobre mí.

A última hora decidí regresarme y pedir a los Vryzas encargarse de los rusos. La derrota vista en los ojos del griego no me gustaba y tuve razón. Llegué en el momento justo en que Aydey y Angelo se desangraban. Me ocupé de quien merecía mi lealtad y en este instante desconozco, si pude salvarla o no.

La sentencia impuesta por su acto era la muerte y fue efectuada. Llamé a Demitrius y le di la ubicación, até al griego y pedí no soltarlo hasta que no se tuviera la certeza iba a vivir.

Él haría lo mismo por mí en caso de caer en la debilidad del suicidio.

Un día en el hospital y otra en la estación eran más que suficientes para mí. El oficial que ha escuchado mi declaración mira el documento y luego a mí.

Quien se ata a las garras de la mentira, debe ante todo tener buena memoria, necesitaría de ella. La buena fortuna quiso que mi mayor virtud fuera esa, tuve que emplearla para narrar los detalles de lo sucedido en Persépolis.

—¿Algo más que decir? —pregunta el oficial.

—No y si no le molesta me gustaría irme —le digo mirando la hora.

—No puede salir del país...

Escucho su repertorio en silencio calzándome la chaqueta y viendo el móvil. Desde hace treinta horas esta apagado y puedo imaginar a Jaz tirándose de los cabellos enojada por no saber de mí.

—Gracias por su información.

No me molesto en responder y salgo de su oficina sin hacer más comentarios. Angelo era dueño de una colección bastante grande de armas, dagas y cuchillos. Varios de ellos fueron reportados como desaparecidos. La que Kanoe usó ese día hizo parte de las robadas y la que asesinó a Aydey también.

Nadie tendría que saber lo contrario.

Ya en la salida observo la pequeña llovizna que cubre la ciudad y decido hacer el camino a pie. Alzo el cuello e ingreso las manos en la americana. No he dado un paso cuando noto a la mujer en vestido rosa, cabello suelto y rostro lleno de llanto mira ansiosa viendo a la entrada.

Se limpia las lágrimas con violencia dando muestras con ese gesto de rabia y dolor. Permanezco estático hasta que su mirada cae sobre mí, por un instante no hace pie por moverse y me ve como si quien estuviera al frente fuera un fantasma.

En Atenas todos saben que hubo dos muertos y un sobreviviente, los Vryzas han ocultado todos los detalles. La policía ha seguido la misma línea para no dañar la investigación. Una vez pasa el shock corre en mi dirección en medio de lágrimas y se lanza a mis brazos.

—Te he buscado en todos lados, los hospitales y morgues —solloza con su rostro en mi cuello en donde deja besos —Van, me dijo que viniera a la estación...

—Creíste que era un fantasma —me mofo de ella.

Varias personas sonríen al pasar por nuestro lado, tiene las piernas cruzadas en mi cintura y manos en mi cuello cual chiquilla asustada. No es necesario que me diga porque se vino antes de tiempo, me hago una idea, puedo esperar a que esté preparada para hablarlo.

—Soy el fantasmas que tienen sexo con chicas que me contaste...

Aleja el rostro de mi cuello y me mira sin entender, nariz roja, pestañas mojadas y su cabello rubio empapado por la llovizna. Dentro de poco ambos estaremos si no nos movemos.

—De los que tienen sexo cuando duermen —explico.

—Incubo —corrige —y te dije que no era ningún fantasma, es un demonio...

—Es lo que soy... un demonio.

Sonrío y entorna los ojos molesta, limpio el ultimo rastro de llanto empezando a avanzar.

—¿Cómo esta? —pregunta al fin y sé que se refiera al griego.

—Estará bien. Por lo menos, eso espero

—Tenías razón ¿Me perdonas? —me pregunta y espera por respuesta.

—¿Te sientes bien? —respondo preocupado y afirma —Entonces... no hay nada que perdonar. Tendré que irme, aquí ya no es seguro.

—Tenemos —me corrige y ante mi semblante serio pregunta —¿Qué sucede?

—¿Aun quieres casarte? —junta las cejas y decido ser más explícito —Estoy desempleado...—por un instante largo se queda viendo mi rostro, hasta que abre los ojos sorprendida. —Soy un hombre libre.

Eso me libera de la pena que me aquejaba al no darle a Jaz la vida que merece. Sigo conservando la certeza de ser insignificante y ella merece más. Como si supiera mis dudas me abraza fuerte y permanece conmigo abrazada.

—Tal vez no lo tengamos todo, pero juntos poseemos todo lo que necesitamos —me dice.

—Gracias por atraparme y no soltarme Jaz —la hago verme y sonríe feliz —te quiero...

—Tardaste mucho en entenderlo Vivenko...

Perdón si sienten que me extendí, pero

No se volverá a hablar más sobre esta época en las demás historias

Era necesario dejar algunos cosas claras antes de seguir adelante.

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Mil gracias, me siento honrada por tan hermoso detalle.

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