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Capítulo 22

Me quedo en los jardines contemplando a los grupos entrenar, Angelo está reunido con su tío. Busco algún rostro conocido en medio de todos y no veo ninguno.

—Todos son nuevos —la voz de mujer me tensa. —Gracias.

—No lo hice por ti. —le aclaro sin verla.

—Resulta estúpido tu odio. —comenta en tono de voz divertido —solo porque nuestros jefes eran enemigos.

Se ubica en mi campo de visión, sonríe y acomoda un pesado maletín en sus hombros. No me interesa aclararle que mi antipatía con ella no es por Sergey Vs Chernóbil. Me cago en su maldita enemistad o lo que sea que los llevara a ella.

Llevo mucho tiempo buscando del porqué de mi molestia hacia ella y hallé respuestas. Iroshka fue capaz de entregar la cabeza de su jefe e irse a trabajar sin problemas con el bando contrario.

Desde que entró a las filas de los cincuenta ha buscado sobresalir, pésima para acatar ordenes e insistía en seguir el estilo de Odesa. Siendo Hermes su mejor aliado, cubría sus fallas y las excusaba. No hay competencia dentro del grupo, no buscamos ser mejor que este o aquel.

Trabajamos para ser mejor en conjunto.

—El nombre del jefe fue puesto como sucesor del Boss. Deberíamos empezar a llevarnos bien —miro el cigarro antes de darle una calada —todos sabes que, si eso sucede, quien se queda liderando los cincuenta eres tú.

No me es raro que algo asi suceda, ha obtenido cierto prestigio gracias a la labor realizada. No es fácil liderar un grupo tan grande y ser obedecido, pero el lo logra con facilidad gracias a su carisma.

Dudo que acepte el ofrecimiento, a su mujer no le gustara y esta el detalle de exponer a su hijo a seguir sus pasos. Al día de hoy, Anker desconoce a que se dedica su padre y no parece interesado en saberlo. Lo que resulta un alivio para sus padres.

—Y tu podrías ser la segunda —respondo al fin y ella sonríe con suficiencia y niego — ¿Cuánto crees que duraras para entregarme? ¿Qué tiempo duraste con Jonás? —sigo arremetiendo contra ella —¿Una década, dos? —sigo.

—No se puede hablar de lo que no se conoce...

—Se lo importante —insisto apoyando mi cuerpo en un vehículo —toda tu fortuna fue lograda con él, la gran mayoría obtenida dentro y fuera de la cama.

La sonrisa en sus labios se esfuma y empieza aparecer en la mia. Me explica los motivos por los cuales traicionó a Jonás. Lo hizo por su crueldad con su hija adoptiva y el monstruo en que se convirtió.

—Te pasaste a Moscú ¿Por? —suelto la colilla lejos de mí antes de seguir—nosotros no somos seres de luz, nuestros pecados son tan o más grandes que los de ese miserable.

—Suelen cumplir los códigos...

—El mayor le ha asesinado a dos mujeres a la virgen —interrumpo —también un nieto y no se siente mal por ello —su rostro se oscurece ante mis palabras y decido continuar —lo único que nos diferencia de los tuyos, es que no traicionamos a un compañero. —doy media vuelta abandonando una discusión que no llegara a ningún lado y me detienen sus palabras.

—¿Pensaras lo mismo de ser Jedrek? ¿No traicionarías a tu jefe si sabes que tu esposa o hijos peligran?

—Alessia no es tu hija Iroshka —le recuerdo —solo fue la excusa para entregarlo... conozco a las de tu clase.

Por desgracia.

—Estaré en primera fila el día que te vea romper los códigos por amor —le escucho decir y no me detengo —no voy a juzgarte y te ayudaré a patear traseros. Por qué nadie aprende en piel ajena y solo el que está dentro sabe el dolor que se lleva.

No le respondo y sigo el camino hacia el polígono. Un grupo de chicos me observan caminar en su dirección, en su rostro hay curiosidad, pero también antipatía. Uno de ellos apunta el arma a la diana y dispara, lo hace mirándome a mí, no al objeto.

—Buen tiro—confieso —nada mal, si deseas impresionar a una puta. Una hazaña estúpida si lo haces en medio de fuego cruzado.

—¿Eres de los cincuenta? —afirmo en silencio y tuerce los labios en una mueca divertida —¿Cuál es tu puesto?

—No los hay —confieso y no parece creerme —solo Hermes ostenta uno, todos los demás somos iguales.

—¡Estúpido! —sus compañeros celebrar su osadía y guardo silencio —todos quieren estar allí y resulta que no se puede progresar...

Su sonrisa desaparece en su rostro y en todos los allí presentes, vista al frente y porte erguido. Su jefe debe estar detrás de mi a juzgar por el rumbo de su mirada.

—¡Señor! —corean haciendo una reverencia.

—Tienes razón, es estúpido.

Al girar mi dorso me encuentro al mayor, a su lado se encuentra Andrés Mackenzie. Abandono el rostro colérico de mi exjefe y me centro en el novio de Alexandra Ivannov. Inclina la cabeza al verme e imito el gesto.

—Sígueme. —me ordena —tú también —le dice Mackenzie quien afirma como perro fiel.

Da media vuelta avanzando hacia su hogar, me tomo mi tiempo. Espero que la diferencia entre ellos y yo sea de cientos de metros para hacerlo. Tengo presente mi promesa de no entrar a ese lado del bloque.

—Hermes esta con Alexis —hablo al llegar a la línea imaginaria que la gran mayoría de los cincuenta respeta. —lo que sea tenga que hablar...

Gira lentamente en mi dirección, detrás de él Mackenzie se nota incomodo por lo que está presenciando y mucho mas allá Vladimir ve lo que sucede y se acerca.

—Te saque de prisión, te di una vida — escupe con furia.

No puedo evitar reírme de sus palabras.

—¿Qué hay de Drago o los Vivenko? —pregunto con fingida curiosidad —creí que fueron ellos tres...

—¿Crees que Vivenko haría todo eso por una escoria como tú? — sigue y decido dejar que escupa todo su veneno — no eras más que un maldito muerto de hambre para él y si estás aquí y ostentas tanta valentía es gracias a todo cuanto vez.

—Espero que tenga un punto tras todas esos insultos señor.

—¿Dónde esta Jedrek? —retira el arma de la funda y se queda con ella en las manos. — y no me digas que no lo sabes.

Ese movimiento no es de cuidado, su hijo y los otros diez que llegan con él sí. Mackenzie ha dado varios pasos atrás y se mantiene alerta. Esta cerca de un auto de lujo que mira de vez en vez con anhelo. Su valentía seria motivo de burla para Jaz y al recordarla, me viene a la mente que gustaba de ella en ese tiempo.

—Te lo repetiré una última vez...

— Tomasevic tiene la respuesta a esa pregunta, —da un paso más en mi dirección y continuo sin moverme. —asi la tenga, sabe que no la daré.

—Así que tu vida no te importa —sonríe alzando el arma hasta dejarla en mi frente— Acabo de asesinar a la esposa de mi hijo, la madre de mi nieto —se mofa —¿Consideras que soy un hombre de limites? ¿Qué crees que puedo hacerle a Malla Makri?

Yo solo sé que los míos están llegando a su fin y el anciano esta tirando demasiado de mi paciencia. Su hijo sonríe y Mackenzie ya no me mira con pesar, tal parece que no le agradó saber que ando con Jaz.

—Puede intentarlo —comento en calma soltando los brazos de mi pecho y ese gesto obliga a sus hombres a sacar sus armas —solo recuerde que yo no hice los códigos.

—Escúchame bien...maldito estúpido —habla retirando el seguro y le veo a través del arma que sigue sosteniendo en mi frente —no me hables de códigos, recuerda quien soy y quien los creó.

—Si es asi, debe saber que no se revela la ubicación de un protector —le explico en calma como si fuera un niño de tres años —todo el que paga el precio, esta dentro de las filas y tiene un patrocinador con peso dentro de ella (Creo que Tomasevic lo tiene) —le hago un guiño y me divierte ver su mano temblar ante mi gesto —puede pedir protección y autoexiliarse. Su ubicación nunca debe ser divulgada....

—¡Arrodíllate! —me interrumpe.

—Oblígueme...

No he acabado la palabra cuando presiona el cañón de su arma en mi cabeza una última vez para retirarla y disparar a mi pierna. Inicialmente no hay dolor y solo siento liquido correr por ella. Me cuesta mantenerme en pie y no caer de rodillas, que imagino era lo que buscaba al dispararme. Alzo el mentón y sostengo su mirada empezando a sentir el ardor en mi piel.

—Déjame hacerlo —le pide su hijo.

No lo hará, lo deduzco en su mirada furiosa y en la impotencia por no verme como lo desea. No tiene nada que pueda quitarme que me produzca miedo salvo Jaz y con eso juega su última carta. Sonríe y el dedo índice presiona un poco el gatillo imagino que para darme temor. Hace años ese sentimiento no vive en mí y solo aparece de vez en cuando al saber que Jaz puede resultar herida.

—Recuerda lo fácil que fue para los hombres de Jamin da dañarla y a mí saber que estuvo a punto de hacerlo antes que a ti ¿Ya no eres tan valiente Vivenko?

—No me rete señor Levenev, le aseguro que no le conviene. —hablo en calma soportando las punzadas en mi pierna —No me ponga en una posición en la que deba demostrarle lo oscuro que pueda a llegar a estar mi corazón.

—¿No darás al ubicación? —en respuesta le doy media vuelta empezando mi caminata a la enfermería.

—Puede dispararme por la espalda, hace años usted ha dejado de ser un hombre de honor —comento —solo recuerde que con mi muerte se va la ubicación de Jedrek y la pequeña Alessia —me detengo al sentir su quejido y sonrío pese al insoportable dolor —¿No se lo dije? Es una niña...Felicidades por su segunda nieta señor. Lástima que la primera no pudo conocerla.

Sigo avanzando consciente que no va a dispararme, solo cuando estoy lejos de su vista me detengo y suelto una maldición. Treinta metros, solo debía caminar Treinta putos metros. Por fortuna el doctor está en la entrada fumándose un cigarro y al verme aparecer en el ante jardín suelta el cigarro ayudándome.

No hay preguntas, ni se piden detalles, de este lado de la ley solo se cura y se aseguran de que estés bien para volver a las filas. Mientras me revisan me digo que viviré para el día en que los vea a caer a uno por uno, una quimera si se tiene en cuenta que el hombre es casi un Dios dentro de este mundo.

Media hora después y luego de corroborar que no era de cuidado, el buen doctor hacia la desinfección de mi herida y procedía a cocerla cuando el griego ingresa. Alguien llegó a decirle que a uno de los nuevos erró el tiro y me dio en la pierna.

La mentira me venía bien, no era un hombre de dejar en manos de otros los problemas que podía solucionar. De momento, era mejor que él lo creyera así, también que solo yo sabía la ubicación de Jedrek.

Años después...

Dejé el cigarro para las veces en que estaba lejos de casa, lo hice al descubrir que Jaz le hacía daño. No me lo dijo, lo descubrí cierto día en que la vi con el inhalador en las manos y presioné tanto hasta que no tuvo otra más que confesarlo.

Ese sencillo gesto me hizo dar cuenta de cuanto me quería y todo lo que hacía por mí. Yo hacia muy poco por ella, eran demasiados años navegando juntos sin algo fijo y lo entendí.

Me casaría con Jaz y le daría el puesto que le corresponde y merece. El gran problema seria con el mayor, la poca relación se rompió el día que me disparó. La mía, con Vryzas siguió como si nada.

Jedrek seguía en las sombras y su ubicación no había sido develada, las elecciones cada vez más eran exigidas y eso lo mantiene ocupado. Debería estar preocupado por su silencio y calma, pero no me quitaba el sueño.

En cuanto a mi jefe y amigo en este instante habla con su mujer, estábamos en América. Recibiríamos las indicaciones del trabajo en el aeropuerto, junto con el lugar.

Angelo habla por teléfono con su esposa desde hace varios minutos, aun no llega nadie a recogernos, por lo que nuestro único entretenimiento es verlo.

—Algo no va bien—habla Carlo sentándose a mi lado, le siguen Stan y los demás.

mira a Solo nueve estamos con él, veinte más están en otros sitios y los veinte restantes se quedan en Persépolis. Este ultimo fue escogido por él y de manera minuciosa. Cada año se hacía una rotación y los que sobresalieron en su labor se quedaban en la isla.

Un trabajo más descansado y mejor pago, un incentivo al que todos querían llegar.

—¿Por qué lo dices? —Carlo no le responde a Akim enseguida y se limita a ver en dirección al jefe.

—Ella no ha hecho mas que agobiarlo.

Guardamos silencio viéndolo llegar con rostro preocupado. Fija sus ojos en mí y luego a los demás antes de hablar.

—Debo regresar a casa —nos dice a todos —¿Creen que puedan seguir?

—No hay problema —corean.

—¿Qué sucede?

—Es Aydey, está enferma —me dice y todos sonríen —he estado mucho tiempo por fuera...

—¿Cuánto necesitas? —le interrumpo y suelta el aire.

—Tres meses —miro a los chicos que afirman sin disimular lo que le divierte ver a su jefe doblegarse a su mujer.

Muy común en él...

—Nosotros nos encargamos —le calmo y afirma agradeciéndonos.

Lo observamos dar media vuelta y caminar lejos de nosotros. Nadie dice o hace comentarios, solo hasta que se ubica frente a una chica.

—Ella ha presionado mucho con el retiro —rompe Stan el silencio —creo que acabará cediendo.

—¿Qué opinas tu? —me preguntan.

—¿Estás dispuesto a estar al frente?

—Trabajo es trabajo —respondo indiferente —me da igual donde este, siempre que este con ustedes y no en Moscú.

Sacamos los puños, los estrechamos empezando a bromear cuando regresa con el boleto en manos y sonriente. Jazmín nunca me ha puesto en ese tipo de aprietos, suele ser bastante flexible. Nos damos nuestros espacios cuando estamos trabajando y aprovechamos tiempos libres mutuos para salir juntos.

¿Es posible que no se amor lo nuestro? Me pregunto al verle sentarse y hablar con Stan. ¿Qué es amar exactamente? Ahogar a la pareja hasta hacerla ceder a tus pretensiones dudo que lo sea.

Hola, hola.

A los que leyeron Angelo,

recuerden que luego de estos tres meses

Angelo decide retirarse y

ocurre lo del asalto a su casa.


Mil gracias por tanto y perdonen lo poco.

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