Con veinte años cumplidos saldría de prisión. Había entrado con las manos vacías y solo la ropa que llevaba puesta el día que asesiné a Misha. Al salir, lo hice con una morral, ropa, zapatos, rubros y la dirección a la que acudir.
Allí me darían los detalles de mi labor.
Drago había logrado sacarme gracias a una falla en mi arresto. ¿Razón? fui ingresado a una prisión de adultos cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. Eso y los cargos que salieron con la muerte del bastardo lo hicieron posible.
—Te espero dentro de un mes —me dice el guardia a la salida al entregarme el morral que ha revisado.
No hago comentarios, recibo el morral sin perderlo de vista. Tres años en prisión me enseñaron que estos miserables eran más peligrosos que los mismos internos. Golpea a su compañero y sonríen señalándome.
—La princesa se ha enojado—comenta el otro —veinte años viendo pasar ángeles nos ha brindado cierta experiencia.
—Sabemos conocer a un inquilino —sonríe.
—Como digan —les digo dando media vuelta.
Al pasar la última reja les doy el frente y les muestro el dedo medio sonriente. Aprendí mucho dentro de este lugar, más que en las calles. La más importante de todas es que no volveré a pisar una de ellas.
Me voy a asegurar que asi sea.
—¿Petrovich? —pregunta una voz.
Doy media vuelta hacia la desierta calle y un chico casi de mi edad esta frente a una motocicleta. En jeans gastados, remera negra, botas.
—Noah —pregunto en respuesta y sonríe.
—Soy Egor, tu guía. —me lanza otro morral que atrapo en el aire y luego un casco gris —te llevaré al examen.
Me dejo guiar a ciegas y sin miedo, muy a pesar de que debería tenerlo. Desconozco en que me ocuparé y si van a pagarme o darme solo comida o techo por eso. Debí preguntarlo antes de aceptar, pero mi deseo de salir de prisión era más fuerte que llenar tripas.
Dado que era poco común que tuviera algo que comer, no lo vi importante. Ahora por fuera y respirando aire puro, pensaba distinto. Es la primera vez que me monto en una moto, ver todo pasar frente a tus ojos tan aprisa era emocionante. La sensación de libertad que sentías encima de ese objeto metálico era indescriptible.
Debe ser aún mejor que estar en primera fila y si me la paga es buena compraré una motocicleta. Aquel pensamiento me saca una sonrisa "Comprar" era la primera vez que aquella palabra salía en algún pensamiento mío. Si quería algo siempre pensaba en "Robar".
El motorizado es experto, no es que yo sepa de motos, pero el tipo evade a carros y transeúntes con audacia. No tiene problemas en pasar a la zona peatonal y esquivar a pequeños comerciantes. Algunos se aturden y dudan en correr izquierda o derecha mientras nos ven horrorizados.
—En una hora estoy aquí ... ¡Perras! —les grita al pasar de nuevo a las vías —protejo esta zona. —me explica y su voz se la lleva el viento —Hay demasiadas ratas y cucarachas, que exterminar en estas calles.
De apoco las edificaciones empiezan a perder color y empiezan a oscurecerse. Los peatones dejan los trajes y pasan a vestir harapos, en esta zona evaden las motos con destreza. Damos la sensación de ser invisibles, los rostros pálidos de mujeres semidesnudas en las esquinas me causan curiosidad. Jamás había visto a tantos como yo en tan poco tiempo.
—Es aquí —señala deteniendo el vehículo —pregunta por Danko.
Arranca antes de haberme bajado del todo y ríe a carcajadas al notar que casi logra hacerme caer. Contemplo su humanidad perderse en dirección contraria a nuestra llegada no sin antes escuchar lo que me dice.
—¡Novatos!
El sitio no corresponde con la dirección que Drago me dio y decido corroborarlo. Saco de mi bolsillo trasero el trozo de papel, la leo y vuelvo mis ojos en la bodega frente a mí.
—No es aquí —murmuro viendo a mi alrededor.
Él no me habló que alguien me recogería a la salida, por eso me dio dinero. Contrariado y sin saber que hacer miro la nota varias veces. Decido acudir al sitio que me han pedido y regreso por el camino.
Media hora después de caminar encuentro los primeros taxis, pero ninguno se detiene. Maldiciendo mi mala suerte saco un billete y decido parar el próximo mostrando uno.
—No será una moto, compraré un puto auto —escupo enfadado.
El truco del billete funciona a la primera, el vehículo huele a mierda, sudor y a hierba, nada que no esté acostumbrado. Le entrego la nota al viejo chofer que fuma un cigarro mientras me ve por el retrovisor.
—¿Seguro que quieres ir a este lugar?
Lo ignoro viendo las calles concurridas, maldice entre dientes hablando sobre la juventud y los modales. Me centro en el chico que me trajo a este zona de Moscú. Egor, dijo era su nombre y debía preguntar por Danko.
El taxi se adentra en una zona totalmente opuesta y el aire que se respira es distinto. Conozco este sitio, lo solía frecuentar para visitar al viejo Noah y a su esposa Yokra. Mi corazón late a toda velocidad a medida que el auto empieza a disminuir la velocidad y la pequeña panadería es cada vez más visible.
En la puerta, con el gorro de siempre, delantal y sus enormes bigotes el viejo Noah parece esperar alguien. Sus ojos negros se detienen en el taxi que empieza a parquear y yo descubro que han pasado muchos años desde la última vez lo vi.
—¿Dónde mierdas estabas? —me dice al verme descender —se supone que deberías estar aquí desde hace una hora.
—Me perdí —le miento y entorna los ojos al ver lo que traigo en mis hombros
—¿Qué traes en esa mochila? —pregunta.
Como si nunca la hubiera visto miro el objeto que el chico me entrego. La abro en espera que encuentre en su interior algo que me diga quien es el causante de haberme enviado a otro sitio diferente.
—Me la encontré...
—¿Cuándo te perdiste? —afirmo y el frunce las cejas —entra...Yokra te está esperando.
Su local no le han pasado los años, aunque ahora lo veo más pequeño que antes o soy yo quien ha crecido. Me cuenta que Yokra vio mi foto en la prensa y supo que estaba en prisión. El viejo fue compañero de Drago en sus primeros pasos y le pidió un compañero en común que hablara con él para protegerme.
—Les dije eras mi hijo—sonríe pasando una mano por mis hombres y abrazándome —¿Te trataron bien?
Detallo su rostro en espera de hallar algo que pueda alertarme. Lo único que veo es al viejo que me enseñó todo lo que necesitaba para sobrevivir en las calles. Hasta se tomó el tiempo de que aprendiera dos idiomas distintos al ruso.
Según él, los Turistas daban más dinero que los lugareños. Gracias a sus enseñanzas pude vengar la muerte de la mujer que me trajo al mundo y a todos los demás niños. Entiendo el inglés y el japones, gracias a él, se leer y escribir con fluidez el ruso.
Me enseñaba algunas veces delante de sus hombres, quienes veían con sorpresa que aprendía rápido y a la primera. Tengo buena puntería en las pocas veces que me prestó su arma y escaló bien los muros.
Sería un buen soldado para él...
—¿Por qué me sacaste? —le enfrento —¿Me darás empleo o es uno de tus trucos? —insisto al ver que guarda silencio mientras sonríe.
Los pasos detrás de nosotros me obligan a alejarme de su rostro y contemplo a la mujer frente a mí. Yokra no ha envejecido nada, tiene la misa sonrisa que recuerdo y esa sensación en mis viseras tan placenteras al verla en su rostro.
—Yo le pedí que lo hiciera —responde apretando el delantal contra sus manso y su barbilla tiembla al decirlo. —No trabajaras con nosotros, porque eso te impediría vivir aquí —sigue y miro a su esposo en espera de más detalles.
—Trabajaras con el mayor —frunzo las cejas al no entender y sonríe —en el bunker te lo mostré una vez.
La mansión que parecía dos enormes bloques de concreto, abro los ojos al entender lo que eso significa y la pareja sonríe. Me explican que me sacaron de prisión gracias el nuevo mayor, quien pidió a cambio que prestara mis servicios en el bloque norte.
—Tu jefe se llama Alexis Ivannov, —me indica y afirmo guardando silencio —no hallarás un mejor maestro que él, aprende todo lo que esté dispuesto a enseñarte.
—¿Dónde viviré? —les pregunto y responde al unísono.
—¡Aquí!
Mi trabajo inicial es solo centinela, antes de tomar posesión, debo demostrar que soy eficaz para el puesto. El mayor cree que en verdad soy hijo de la pareja a quien el sacerdote se robó bajo engaños.
Un año después
Observo el grupo que entrena frente a mí y suspiro pesado. El trabajo es adecuado para alguien como yo y las exigencias no son muchas. Mantenerse lejos de la torre este y en lo posible no cruzarse con los Levenev.
Los Levenev, eran los hijos del mayor (dueño de todo a nuestro alrededor) chicos problemáticos y amantes de humillar a sus subordinados. Su comportamiento era de príncipes, pero la culpa recaía en su padre que los trataba como tal y obligaba a todos a arrodillarse ante ellos.
Hasta hoy, con el único de ellos que he tenido enfrentamientos es con Vladimir, el segundo, a sus otros hermanos los he visto de lejos, el mayor era militar y rara vez estaba en casa. Mi trabajo es con el viejo Alexis, que suele ser celoso con los hombres a su servicio, eso no evita que el chico cruce de este lado y provoque.
Estanislav, Nikolái y yo hacíamos parte de los que él llamaba su corte. Los tres éramos los únicos que entrabamos a la torre. Ser buenos en lo que hacíamos, no hacer comentarios y cumplir con las órdenes dadas, nos dio ese privilegio.
De este lado vivía solo Alexis, de vez en cuando sus hijos William e Ivanna llegaban de visita con su familia o él viajaba a América a verlos. En la primera la casa se llenaba de chicos de todas las edades y alegraban al anciano, en la segunda la casa estaba a nuestra merced.
Mis horarios cruzados me hicieron imposible vivir con los Vivenko, pero iba a verlos todos los fines de semana o pasaba los días de descanso en su casa. Compartía apartamento con Nikolái y Estanislav, dos únicos dos amigos que había hecho en el lugar.
Sí, los apellidos que me había dado Drago en prisión eran los de Noah y Yokra. No niego que los primeros meses fue complicado tener una familia, pero de apoco me acostumbré. Gracias a la pareja tengo todo lo que jamás creí tener.
—¿Qué turno tienes?
—Nocturno —respondo a Estanislav, recibiendo el café que me brinda —espero no lo hicieras tu.
Sonríe sentándose en la silla libre y señala a un costado de la mansión. Varios vehículos se detienen al costado derecho, el viejo Alexis sale del interior de su bloque con los brazos abiertos. William y su esposa Verónica salen del interior del primer vehículo, le siguen sus tres hijos.
—No son vacaciones. —recuerda Stan.
—Ni navidad—le sigue Nikolái.
Que se sienta a su derecha y los tres observamos a la familia. El equipaje es distinto, una enorme cantidad de maletas de diversos tamaños salen de los vehículos restantes.
—¡Ayudemos! —hablamos los tres al tiempo.
—Bien por el anciano, al fin dejó de estar solo —comenta Nikolái con una media sonrisa.
Al parecer, William Ivannov y su familia había tomado la decisión de vivir en Moscú. Cada uno toma dos maletas y las dejamos en los sitios que nos ordena. La labor dura media hora y al acabar es hora de recibir turno y los chicos de entregar.
—¿Vamos por unas? —pregunta Stan.
—¿Putas o reputas?
—Deberían descansar —les abierto —mañana tenemos trabajo.
Me ignoran, al dúo se le une Carlo y Vladimir que salen en el momento. Cualquiera diría que mañana no tienen ocupaciones que hacer, pienso sonriente avanzando a la zona de los casilleros.
Tres hombres salen apresurados del salón y bajan el rostro al verme. Algo muy común en ese sitio, pero cuando dos más hacen lo mismo y se escucha un estruendo apresuro el paso. Mi casillero está abierto y todo mis cosas dispersas en el suelo.
Un chico de quince años que conozco muy bien sostiene en las manos mis documento. El registro que robé en el orfanato está en su interior y por alguna razón me molesta que él o su padre lo tomen.
—Este perro no tiene padres —me señala. —y sé que hay un documento que lo prueba. Nos mintió para entrar al lugar, asesinó a un sacerdote y la sentencia es la muerte.
Alexis y todos los de este lado sabían mi procedencia, no es algo que he negado. Mi mayor orgullo no puede esconderse, asesinar al hombre que dañó a tantos.
—¡Aléjate! —le ordeno sacando el arma de mi pretina.
Estamos solos los tres en ese lugar, no hay nadie que pueda librarlos en caso de que me enloquezca y decida acabar con sus miserables vidas. El viejo desenfunda el arma, pero dudo que sea tan rápido como yo y sonrío sin verle. En el tiempo que sacó su 9mm yo hubiera asesinado a su bastardo tres veces.
—Ten cuidado con lo que haces —me alerta su padre al notar mi decisión —estas frente a tu futuro jefe.
—Suelta mis cosas —insisto viéndolo a los ojos y noto el miedo en ellos —cuando seas un hombre puedes tener el valor de enfrentarme —sonrío —no antes.
—Te di una orden...
—Y yo otra —respondo seguro —aléjate de mis cosas. —retiro el seguro y suelta los documentos lentamente dando un paso atrás. —Buen chico.
—¿Tienes idea de lo que acabas de hacer? —pregunta y afirmo.
—Enseñarle a su hijo a respetar la propiedad privada. —no despego los ojos del mocoso que parece a punto de hacerse en los pantalones.
—¿No eres hijo de Noah y Yokra? —me pregunta —te ayudé a salir de prisión, te di un empleo solo porque creí eran tus padres.
—No he mentido sobre quien soy. —respondo sin guardar el arma que aun apunta a su hijo — Asesiné a Misha Vovk, por violar a mi madre una niña de catorce años, él un sacerdote que tenía a cargo un orfanato. Soy el resultado de esa violación —le miro antes finalizar y su rostro palidece —señor.
El cuerpo del mayor se tensa y los nudillos de la mano que sostiene el arma se tornan blancos. Le da la orden a su hijo de irse, pero no se aleja. Ambos parecen asustados por lo que acaban de escuchar o es la decisión de acabar con ellos los que le mantiene en ese estado.
Sin guardar el arma avanza hacia su hijo, le toma por los hombros y lo saca del lugar. No me sorprende que salga huyendo, todos hablan de él y de su falta de valor. En comparación con su padre, Sergey es una vergüenza para los de su estirpe.
Alexis conoció el incidente, pero dado que Sergey no emitió quejas y Alexis le indicó que conocía mi pasado desde el primer día. Todo quedó solo con una advertencia y un castigo de una semana lejos del trabajo.
Doce horas después y al acabar mi turno nocturno decido pasar el día con los Vivenko. Detengo la moto frente al local sorprendido por verlo cerrado.
—Ayer tampoco abrieron —me dice la anciana dueña del local de al lado —los llamé y Noah me aseguró que estaba bien, solo era un resfriado.
Afirmo sacando las llaves de mi bolsillo y abriendo el local, con la mujer como sombra. Retrocede asustada al ver los estantes rotos y el producto siendo comido por las cucharas y ratas.
—Llame a la policía —me dice. —no entre joven, llame a la policía —insiste.
Desenfundo el arma y avanzo a pasos lentos por el lugar, en ese punto la romería en la entrada es grande y mi corazón ha dejado de latir. Estaba seguro de saber lo que hallaría, porque a los miserables como yo las alegrías le son negadas.
Cierro los ojos al tropezar con los dos cuerpos abrazados tirados en el suelo. El viejo tiene aún el arma en las manos y toda la señales que murió luchando.
El poco sentimiento de nobleza y esperanza de ser alguien mejor murió en ese instante. No existía manera que algo o alguien pudiera devolverme el deseo de formar un hogar.
No, si se iba a sufrir de esta manera al perderlo...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro