Pasaron ya días, muy largos y pesados, tú sin salir de tu cuarto.

Sin ánimos.

— ¡Te gané!

Decía tu hermana menor en saltitos pequeños. Tan feliz, parecía querer contagiarte con su alegría y en el fondo tu también lo esperabas.

— Enhorabuena Skylar — dijiste para besarla en la frente y despedirla con gestos, querías dormir, no jugar ajedrez, no comer, dormir.

— Noah...

Te paró sujetándote suavemente de tú hombro antes de que te arroparas para descansar, la miraste sin decir nada.

—¿N-no lo volverás a hacer, no?

Dijo mientras suavemente dirigía su mirada a tus ojos.

Sentiste tanta rabia, tanto odio reprimido contra ti mismo.

— Nunca.

La hiciste sonreír.

—Te quiero Noah, prométeme no volver a intentarlo.

Estremeció tu corazón, tragaste saliva, odiabas mentir, más a tu hermana.

—Lo prometo.

Dijiste.

Pero nunca prometiste nada en concreto. No prometiste volver a caer lentamente en las garras de la muerte.

Pues lo volverías a hacer, lamentablemente.

Lo volviste a hacer.