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Capítulo 9 - Traición.

Siento la demora, les subiré el capítulo del lunes y el del martes.

Mis risas estaban por toda su casa, en especial retumbaban en el baño, el lugar en el que nos encontrábamos, después de habernos duchado juntos. Yo llevaba puesto su albornoz, y él una talla tapándose los bajos, pero no es eso de lo que quiero hablaros, si no de él, que se cuidaba como una auténtica nenaza, ¿os podéis creer que usaba cremas corporales para untarse el cuerpo con ellas?

- En realidad, eres gay – bromeé – sólo te acuestas conmigo para aparentar.

- Eso tendría sentido si todo el pueblo estuviese al tanto, pero te da demasiado miedo de que la gente te vea conmigo – se quejó – algún día entenderás que lo importante no es la gente, si no tú, Ariz.

- Enriquecida con leche de cabra – leí en la etiqueta, mientras él me quitaba el bote, y comenzaba a abrirlo.

- Es bueno para la piel – aseguraba, metiendo la mano dentro, agarrando un poco con la mano - ¿quieres probar? – me la untó por la cara sin que tan si quiera lo hubiese visto venir. Me toqué el rostro, quitándome aquella plasta de la cara, mientras él seguía hablando – eso te pasa por insinuar que soy gay, ¿crees que después de todas las cosas que te he hecho voy a ...? – no pudo seguir regañándome, porque levanté la mano, con la crema que había conseguido quitarme de la cara, estampándosela en la suya. Rompí a reír, sin poder evitarlo – ahora te vas a enterar.

- ¡No! – grité, escabulléndome hasta el salón, gritando cada vez que intentaba alcanzarme, corriendo por toda la casa. No podía dejar de reír, ante su mirada pilla, y su sonrisa de "voy a pillarte y te vas a enterar"

Me agarró al final, de la cintura, para que no pudiese escapar. Sonrió, mientras yo me fijaba en sus cabellos, aún estaban húmedos, al igual que mi pelo.

Ambos perdimos la sonrisa al mirar al otro, fijándome en cada uno de los rasgos, y en aquel momento comprendí algo en lo que ni siquiera había caído. Él me gustaba.

- Debería volver a mi casa – le dije, aterrada con aquello. Se suponía que aquello sólo era... ¿qué era? ¿En qué había estado pensando cuando le dejé entrar en mi vida? Ese era el problema, que cuando estaba con él no pensaba, sólo nos acostábamos.

- ¿Qué pasa? – quiso saber él, en cuanto le empujé y le aparté de mí – Ariz... - levantó la mano para coger la mía, pero volví a echarme hacia atrás, asustada.

- Se hace tarde, debería... - él sabía que algo pasaba, podía sentirlo, así que ni siquiera me dejó terminar, dio un paso hacia mí, asintiendo, con calma.

- No tienes que preocuparte, Ariz, puedo ser todo lo paciente que necesites – sonreí, agradecida, porque era justo lo que necesitaba, que actuase de esa forma, en vez de presionarme – quiero que sepas que si necesitas hablar estaré aquí, soy un buen amigo – ensanché la sonrisa.

- Sí, sé que eres un buen tío – le dije, sintiendo como sus dedos se entrelazaban entre los míos, aferrándose a mi mano después – a pesar de que todo el mundo diga lo contrario.

- Bueno... - soltó mi mano, rascándose la cabeza, buscando mi ropa, que estaba desperdigada por el salón, comenzando a recogerla, entregándomela toda después - ... nos vemos pronto, ¿no? – asentí, agarrando mi ropa, comenzando a colocármela ante su atenta mirada.

Salí de su casa, con rapidez, sin detenerme hasta haber llegado a la mía, apoyándome sobre la puerta una vez dentro, aterrada con mis propios sentimientos.

Para una persona que no está acostumbrada a tratar con otros y a sentir, enfrentarse a la realidad es difícil, si llevas tanto tiempo como llevaba yo huyendo de mí misma.

A veces me gustaría volver a aquellos días, por irracional que parezca, a veces me gustaría que la vieja loca no hubiese fallado el tiro cuando intentó deshacerse de mí, en el campo, al atardecer. Si pienso en ello fríamente, tan sólo quiero volver atrás en el tiempo y morir en aquella granja, que mis padres nunca terminasen encontrándome, porque eso lo haría todo más fácil.

Pasar 28 años de tu vida huyendo de las emociones, del contacto con las personas que en el fondo de tu alma sabes que lo significan todo para ti, fingir que eres alguien cruel y sin sentimientos es muy duro. Siempre pretendí ser como papá, lo intenté con todas mis fuerzas, pero lo cierto es que nunca lo fui.

Tenía que volver a cerrar ese muro, reparar la grieta que Chuck había abierto y mantener los demonios dentro, porque si él conseguía irrumpir dentro ya no habría vuelta atrás.

Dejé salir una lágrima ante la sola idea de terminar con aquello que ni siquiera me di cuenta de cuándo empezó.

Tenía miedo de no poder salvarme a mí misma aquella vez, de perderme en la oscuridad si alguien abría la puerta donde escondía a los demonios.

Los pasos de un hombre resonaban en la oscuridad, mientras yo me centraba en ese sonido, abandonando aquella casa en aquel pequeño pueblo de Alabama, recorriendo el espacio tiempo, y de nuevo volvía a ser esa niña asustada, medio dormida, escuchando a aquel hombre que venía a cerciorarse de que siguiese viva...

- ¿Qué has hecho con Agnes? – quiso saber, tras corroborar que estaba de una pieza, a pesar de que ella intentó deshacerse de mí.

- Lo que debía hacerse – contestó el otro.

- Logan ha llamado – aseguró. Reconocí el nombre de mi padre, y mi conciencia despertó, a pesar de que mis ojos aún no se habían abierto – Todo esto acabará pronto.

- ¿Cómo puede un padre hacerle algo así a su propia hija? – quiso saber su compañero, logrando que ambos hombres se mirasen, con desaprobación y yo comenzase a encajar las piezas de aquel maquiavélico puzle.

- Supongo que la gente rica tiende hacer las cosas más crueles que nos podamos imaginar.

Caí al suelo, mis piernas flaquearon y mi llanto salió al exterior, me golpeé el pecho varias veces, aterrada, porque no quería recordar aquellos desagradables momentos de mi vida. Se suponía que lo olvidé todo, eso les hice creer a mi familia, pero era imposible hacerlo, no después de enterarme de que había sido mi propio padre el que mandó que me secuestrasen en aquella granja. Durante cuatro largas semanas, encerrada en una jaula, meándome y cagándome en ella, siendo alimentada como una gallina más, con el olor constante de esas aves y sin poder salir, sin tener contacto con el mundo exterior, sin ver la luz del sol.

¿Qué persona ruin puede hacerle eso a su propia hija? ¿Cómo puede tu propio padre fingir que no ha tenido nada que ver con tu secuestro y tratarte como si te quisiese?

Esa noche me arrancaron parte de mi alma. Descubrir que la persona por la que darías tu vida, ha ordenado que te hagan cosas atroces, es lo peor que he tenido que soportar, jamás.

¿Y todo para qué? Para conseguir que mi madre le firmase un poder para poder tocar la fortuna que mi abuelo había dejado a mi nombre, a su cuidado, mientras que yo cumplía la mayoría de edad.

Todo en mi vida se reducía a una cosa. Dinero. Sucio dinero.

No quería casarme con un tipo adinerado como papá, prefería a alguien como Chuck, aunque lo cierto es que no podía elegir, sabía que esa cosa que llaman amor nunca sería para mí. ¿Cómo podría volver a confiar en alguien después de que mi propio padre me hubiese traicionado de esa forma tan atroz?


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