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Capítulo 8 - Como animales.


Buenos días, espero que les guste el capítulo de hoy. Recuerden que no tendrán capítulos el fin de semana, ya hasta el lunes no habrá próximo capítulo, pues me planteé subir capítulos de esta historia sólo entre semana, que eso no quiere decir que el fin de semana no tendrán nada. De hecho el sábado les traeré un capítulo de BAJO EL MISMO CIELO. Y el domingo uno de AS TIME STOP.

Sin más dilación. Espero que les guste :D

Empujé la puerta de su casa, observándole allí, con guitarra en mano, tocando una agradable melodía, que olvidó en cuanto dejé las latas de cerveza sobre la mesa. Estaba sin camiseta, cosa completamente normal, debido a las altas temperaturas que hacía últimamente en esa parte del mundo, parecía que íbamos a morir todos asfixiados con el calor.

- He pensado que podríamos... - apoyé las piernas sobre la mesa, haciendo que la falda se me subiese considerablemente, dejando visible mi tatuaje. Tragó saliva, fijándose en mi atuendo, quedando con la vista fija en mi pierna, justo donde estaba la abejita.

- Ven aquí – me llamó, apoyando la guitarra en el sofá, alargando las manos para cogerme de la cintura, obligándome a cercarme a él, fijándose en el tatuaje – tienes un tatuaje aquí – se percató, acariciándolo, mientras yo sonreía, comenzando a desabotonar mi camisa – es una puta abeja – insistía, mientras yo volvía a asentir, quitándome luego la camisa, mostrándole mi sujetador, que realzaba perfectamente mis pechos, haciendo que se quedase embobado mirándolos. Dejé caer la camisa al suelo, mientras él tiraba de mis piernas, obligándome a sentarme sobre él.

Me lancé sobre él, besándole desesperadamente, para luego echarme hacia atrás, quitándome el sujetador, ante su atenta mirada. Subiéndome de nuevo sobre él, observando como metía mis pezones en la boca, haciéndome estremecer.

Comencé a moverme sobre él, rozando el bulto que había en sus pantalones que mi sexo, mojándolo todo a su paso, estaba demasiado húmeda, él tenía la culpa, me ponía a cien.

Me empujó contra el sofá, caí sobre la guitarra, y tuve que echarla a un lado para no clavármela, mientras él me quitaba las bragas, tirándolas a un lugar de la habitación, y comenzaba a quitarse los pantalones, bajándolos lo suficiente, para luego embestirme.

El sexo con él era una puta pasada. No sólo porque lo hacía de puta madre, si no, porque me convertía a mí en un animal sediento de sexo, me sentía ansiosa todo el día, sobre todo si le veía. Me moría por besarle, por recorrer su cuerpo con mis manos, con mi lengua, escucharle gemir mientras me follaba, y sentir su miembro dentro de mí, mientras me daba duro, desesperado.

Su garganta se desgarraba, la fuerza que hacía para tomarme, y el placer que eso le proporcionaba, lo ocasionaba.

- Me gusta cuando follamos – me atreví a decirle, con él, colocándose los pantalones, después de una sesión intensa de sexo. Me lanzó las bragas, la falda, y la camisa.

- Quédate un rato – pidió. Sonreí, vistiéndome, con calma. Con él no era como con esos tíos que suelen irse o echarte después de follar. Él se comportaba como si además de ser buenos en el sexo, también fuésemos amigos – pon la tele si quieres – añadió, abriendo una cerveza, pasándomela, mientras yo me sentaba junto a él, después de coger el mando – necesito la revancha – bromeó, rompí a reír, sin poder evitarlo, agarrando uno de los mandos inalámbricos de la video consola, que me pasaba.

Lo cierto es que el día anterior le di una buena paliza en mi primera vez jugando al Boxing Fire. Se me daba bien, y eso que nunca lo intenté.

- ¿Qué vas a darme si vuelvo a ganarte? – bromeé, haciéndole reír – asúmelo, voy a darte una paliza, Chuck – sonrió, asintiendo, para luego encender el juego – te bañarás en la laguna si te gano – insistí, volviendo a hacerle reír.

- Si gano yo te quiero una noche, durante toda la noche en mi cama.

- ¿Eso es lo que vas a pedirme? – me quejé – Podrías humillarme de cualquier forma, y eliges sólo... sexo.

- Toda la noche follándote no suena nada mal, Ariz – me dijo. Sonreí, entendiendo su postura, y comencé a elegir arma, más que dispuesta a empezar la partida - ¿la espada láser? – se quejó – esa mierda no sirve para nada.

Mi avatar era una zorra, con voluminosos pechos, una coleta pelirroja en la cabeza, una falda corta y un top muy corto, dejando a la vista el ombligo.

- No es nada creíble – me quejé, mientras él elegía avatar y arma – en la vida real no te pondrías una falda tan corta para pelear.

- Si es conmigo sí – bromeó, ladeé la cabeza para mirarle – porque quiero verte el coño mientras lo hacemos – le di un manotazo en el hombro, mientras él rompía a reír por la cara que había puesto.

- Dejaríamos de pelear y terminaríamos follando en el bosque, Chuck – contesté.

- Esa idea no me disgusta.

- Venga, vamos a jugar – le animé.

Iba ganando, me estaba dando una paliza, quizás la espada láser no había sido la mejor opción. La tiré al suelo, y empecé a darle puñetazos. Sonrió, soltando también su arma.

- Un cuerpo a cuerpo, me gusta – me dijo, luchando conmigo. Empecé a darle a todos los botones a la vez, como la última vez, y él se frustró, porque no paraba de darle patadas en el pecho, y puñetazos en la cara - ¡No! ¡No! Joder – su avatar calló al suelo, inconsciente – Eres una puta tramposa – rompí a reír.

- No seas mal perdedor – me quejé.

- Dime la verdad, ya habías jugado a esto antes – volví a reírme, él era demasiado divertido - ¿a qué sí?

- No, te prometo que es mi primera vez – insistí – Aún te quedan dos vidas, puedes ganarme – puso en pausa la partida, por lo que le miré sin comprender.

- Dime, ¿las chicas de ciudad qué soléis hacer para divertiros?

- Tenemos una apuesta, Chuck – me quejé, competitiva. Rompió a reír.

- Me rindo, ¿vale? – admitió, apagando la televisión. Le miré, sin comprender - ¿quieres que me meta en la laguna ahora? ¿No prefieres esperar a mañana?

- No te hacía de los que tirasen la toalla antes de intentarlo – sonrió, quitándome el mando, dejando ambos sobre la mesa, observándome con mucho interés.

- ¿Y tú? ¿Cómo eres tú? – quiso saber.

- Yo lo intento – contesté – no me va mucho eso de retirarme sin luchar.

- Ajá – asentía, con una sonrisa tonta dibujada en su rostro.

- ¿En qué estás pensando? – me quejé. Esa sonrisilla pilla se ensanchó – Chuck, te conozco perfectamente y sé.

- ¿Me conoces? – me cortó - ¿qué tanto me conoces, Ariz? – estaba curioso con aquello, y yo no entendía por qué – Olvidemos esta conversación de mierda y dime, ¿Qué solías hacer en Manhatan para divertirte?

- ¿Por qué quieres olvidar la conversación anterior? – quise saber. Tragó saliva, incómodo.

- Porque no me conoces, Ariz.

- ¿Ah no? – me quedé pensativa, subiendo las piernas al sofá, mientras él me observaba con atención – Eres Chuck Olson. Trabajas como camarero en el bar de Tom. Te gusta pescar, adoras vivir aquí y tocar la guitarra, por eso montaste el grupo – él asentía a todo, con una tímida sonrisa – adoras el chocolate y te gusta cocinar. Además, follas bastante bien.

- ¿Bastante? – preguntó, mientras yo sonreía - ¿algo más?

- Eres un buen amigo, un buen tío, no sabes dar un no por respuesta a la gente que te importa, y besas bien.

- Ajá.

- También eres muy sexy, y alguna chica del pueblo a la que rechazaste se ha inventado miles de historias horribles sobre ti, para mantener alejadas a todas las demás – bromeé.

- Es una suerte que tú no creas en habladurías – bromeó. Sonreí, bajando la mirada un momento – veo que sabes bastantes cosas sobre mí, pero hay muchas otras que aún no conoces.

- Aún no te conozco tan bien – contesté, agarrando de nuevo el mando – así que deja de decir tonterías y juega, no voy a dejar que te rindas, Chuck.

- ¿Sabes que eres la primera chica con la que juego a Boxing Fire y me gana? – bromeó, agarrando su mando, encendiendo la tele, observando la partida aún en pausa - ¿quién diría que una chica de cuidad podría ser tan habilidosa?

- ¿Estás preparado para un segundo asalto? – pregunté, mientras él sonreía.

- Nací preparado, muñeca – bromeó, dándole a continuar.

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