Capítulo 3 - La tía Clara.
Aquí el capítulo de hoy. Espero que les guste :D
Dibujaba.
Sí, aunque parezca imposible de creer, después de casi diez años sin tocarlo, me sentía inspirada, y estaba allí, en el porche captando a una bonita garza cazando lombrices, aquella tarde, sin querer pensar en lo que había sucedido la noche anterior entre el capullo de Chuck y yo.
Se suponía que era un error, pero ... ¿por qué estaba tentada de aceptar su oferta de mantenerlo en secreto y volver a acostarme con él? Los errores no se repiten, se aprende de ellos y no vuelven a cometerse.
Estaba tan concentrada en usar los colores correctos, que ni siquiera escuché el coche de Chuck, ni lo vi bajarse del coche, entrar en casa y volver a salir, con cerveza en mano, disfrutando el bonito día.
La casa de Chuck siempre me ha parecido de lo más original, era así como una casa árbol habitable. Toda en sí era de madera, habían utilizado la estructura del árbol como muro de carga, y la casa estaba rodeándolo. En la terraza por la que se subía a la puerta principal y cristalera también había otro árbol, de ramas esplendorosas y llenas de vegetación, que daban sombra al banco de madera en el que él estaba sentado.
La terraza era de lo más amplio, y en el interior de la casa, estaba construido lo demás. Tenía la habitación unida al salón, separada por una cortina muy fina de plástico, al igual que la cocina, con barra americana, aunque siempre que cocinaba pescado o carne lo hacía fuera, para evitar los olores.
Y no tengo ni idea de por qué me he puesto a hablaros ahora de su casa, pero bueno, el caso es que yo seguía a lo mío, ni siquiera vi el taxi que se detuvo en la explanada, junto al sauce boxeador, ni a la mujer con cabello castaño que bajó de él.
Aquella mujer y su maleta se detuvieron a mitad de camino, después de pagar la carrera al taxi, iba muy normal vistiendo, no parecía en lo absoluto que fuese una mujer con dinero y mucha clase. Lo cierto es que ella no era cómo mamá, no tenía nada de ostentosa.
- ¿Ariz? – llamó hacia mí, haciéndome levantar la vista, despreocupada, reconociéndola en seguida.
Un grito de alegría se escuchó en aquella bonita parte del mundo, asustando a la garza, y al mismísimo Chuck que estaba intentando relajarse, después de una reunión en el bar, bastante desagradable.
Bajé las escaleras, corrí hacia ella y la abracé, conllevando a que tuviese que soltar su bolso en el suelo y me devolviese aquella muestra de cariño tan nuestra.
No podía dejar de pegar pequeños grititos, entusiasmadas, mientras Chuck negaba con la cabeza, sin comprender el espectáculo que estaba dando. Las chicas de ciudad eran demasiado alborotadoras.
La mujer sólo podía reír, comprendiendo perfectamente mi actitud, pues hacía demasiado tiempo que no nos veíamos.
Era mi tía Clara, la hermana de mi madre, la misma que adoraba viajar y conocer nuevas culturas, medio hippie y con alma dicharachera.
- ¡Tía Clara! Pero ... ¿¡Qué haces aquí!? – ambas sonreíamos, separándonos, mirándonos la una a la otra.
- Me enteré por tu hermana – aseguró – que estabas tomándote un tiempo sabático aquí, y cómo aún no he tenido el gusto de conocer esta parte del mundo, me decidí a hacerte una pequeña visita. ¿Tú cómo estás?
- Estoy bien – contesté, ayudándola a subir la maleta a mi casa – mucho mejor contigo aquí - ¿Cuánto vas a quedarte? – quise saber.
- Sólo tres días – me dijo – sólo me he pasado por casa a coger unas cosas, pero tengo que volver a Tailandia, aquello es otro mundo, Ariz, y allí me necesitan – asentí. Ella adoraba sentirse útil, así que era bueno que estuviese haciendo labores humanitarias con la ONG que colaboraba. Al principio empezó donando dinero, luego se atrevió a más – Esto es muy ... rústico – reconoció, al darse cuenta que el lugar en el que vivía era antiguado y hortera. Las paredes estaban cubiertas por un papel marrón con flores blancas, muy feo - ¿te tratan bien aquí?
- Muy bien. No tiene nada que ver con la ciudad, pero los días aquí son tan tranquilos que se agradecen. Además, vivir junto a la laguna tiene sus ventajas, me gusta mucho este lugar.
- Si te sirve para inspirarte está bien – se sentó en el sofá, y me hizo una señal para que me sentase a su lado – tu hermana me ha dicho que tu tía Rachel te ha encargado 6 láminas.
- Así es.
- Me alegro, siempre has tenido un don para el arte. De no ser por tu madre, que trunca todo lo que toca... ¿por qué crees que me escapé a tiempo? Me estaba asfixiando con esa manía suya de conseguir un buen marido que me mantenga ocupada.
- A veces, para ser feliz no se necesita un hombre – contesté, porque ella siempre fue mi ejemplo a seguir cuando era adolescente. Sin miedo a nada, sin temer sobre lo que opinase la gente sobre ella, saltándose las normas de la sociedad, y persiguiendo sus sueños.
- Pero ayuda – bromeó. Sonreí, sabía perfectamente que se estaba refiriendo al sexo – los tailandeses, pese a ser más exóticos, no son unos buenos amantes en la cama, a veces echo de menos el material que tenemos en casa.
- ¡Tía Clara! – me quejé, escandalizada, haciéndola reír.
- Ese es tu problema, Ariz. Siempre te has dejado influenciar demasiado por tu madre, y te aseguro que esa no sabe lo que es un buen meneo – sonreí, divertida – despendólate un poco y prueba con alguno de los pueblerinos de este lugar, a nadie le amarga un dulce, una alegría para el cuerpo de vez en cuando...
Me reí mucho, era algo que necesitaba, reírme más. La vida es demasiada seria en las grandes élites, echaba de menos cuando ella venía a casa en mi cumpleaños y nos reíamos durante horas, cuando era más joven.
Le prometí que iba a enseñarle el pueblo, así que me puse algo más apropiado, y salí de casa con ella, tenía pensado coger el autobús, pero Chuck nos sorprendió a ambas, saliendo de su casa, abriendo las puertas de su camioneta. ¿A dónde había ido su coche de siempre?
- Buenas tardes – saludó mi tía, con cierto acento seductor. Le di un codazo, mientras ella sólo se encogía de hombros.
- Hola – saludó él, dirigiendo entonces la vista hacia mí. ¡Dios! Estaba guapísimo con aquella camisa roja de cuadros y esos jeans azules - ¿os acerco a alguna parte?
- Vamos a coger el autobús – contesté, haciéndole sonreír, con esa chulería que me encantaba.
- Puedo acercaros yo.
- Sería todo un detalle – añadió mi tía, subiéndose al coche, sin tan siquiera dejarme rechazar su oferta. Él sonrió, como si la situación le hiciese gracia. Me subí detrás, mientras tía Clara le hacía un buen repaso con la mirada. ¡Por Dios! Iba a morir de vergüenza – Soy Clara, por cierto.
- Yo soy Chuck – contestó él, dando marcha atrás, haciendo un par de maniobras hasta salir de allí, por aquel camino de tierra.
- Eres el vecino de Ariz, ¿no? – insistió, como si no se conformase con el silencio incómodo que se respiraba en el ambiente.
- Además de su casero – añadió, mientras ella sonreía.
- Ya veo. ¿y tienes novia Chuck?
- ¡Tía Clara! – me quejé, mientras él sólo sonreía, como si la situación le hiciese mucha gracia.
- Sólo es una pregunta, como otra cualquiera, nena – contestaba ella, fingiendo una inocencia que se le veía a leguas que no tenía - ¿No crees que mi sobrina Ariz es muy guapa? – él rompió a reír, sin poder evitarlo, mientras yo tiraba la toalla, era imposible, esa mujer, ¡Por Dios! Me crucé de brazos y miré por la ventanilla, habíamos salido a la carretera.
- Sí – contestó él, en cuanto se recuperó de aquel ataque de risa – es muy guapa – mi tía sonrió, y yo volví a sentirme incómoda.
- ¿En qué trabajas, Chuck?
- Trabajo en un bar.
- Ariz es artista, ¿te lo ha dicho ella? – Esta mujer era imposible, ¿cómo podía estar hablando como si yo no estuviese allí?
- Algo he oído – dijo él.
- Ella es muy tímida para hablar de ella misma, en eso ha salido a su madre – aseguraba – así que si quieres algo con ella vas a tener que lanzarte tú.
- ¡Tía Clara! – insistí, horrorizada.
Fue una suerte que se detuviese en la plaza del pueblo, porque no podía soportar oírla hablar por más tiempo. Nos bajamos del coche, y me sentí en la obligación de agradecérselo, él no tenía por qué aguantar aquello.
Me acerqué a su ventanilla, más que dispuesta a despedirme, pero entonces me miró, y me quedé sin palabras. ¡Por Dios! Ese hombre...
- Sólo ha sido un favor de vecino – me dijo, antes de que hubiese dicho nada – y me ha caído bien tú tía, es muy interesante.
- Ignora todo lo que ha dicho – contesté, él sonrió, divertido, marchándose sin más, entonces me giré hacia mi tía.
¡Iba a matarla! Le eché una mirada asesina, y ella como si nada, se encogió de hombros.
- ¿Qué? – se quejó – El chico es guapo. ¿Qué digo guapo? ¡Está tremendo! Si tuviese 20 años menos... - lo dejé en el aire. Aquella mujer era todo un caso. Eso y que tanto tiempo sin sexo puede desestabilizar a cualquiera – además está interesado en ti. Sólo me ha bastado ver cómo te miraba para ...
- Chuck sería el último tío de la tierra con el que tendría una relación – contesté – es ignorante, irresponsable, no tiene metas ni sueños, no tiene clase vistiendo, no tiene temas de conversación, toca en una banda de música, es camarero y lo más importante... es un inmaduro.
- No te estoy diciendo que tenga que ser el hombre de tu vida – aseguró – pero para un buen revolcón te sirve. Antes de encontrar al hombre perfecto, hay que besar a muchas ranas. Puedes hacer que Chuck sea una de ellas.
- ¿Por qué estoy hablando de chicos contigo? – me quejé.
- Mira, sólo te digo... - comenzó – que dejes de llevarte por las primeras impresiones para conocer a la gente, quizás ese chico sea más interesante de lo que piensas, quizás...
- Es simple – alegué – por no hablar que no está a mi altura económicamente hablando.
- Hablas como tu madre – se quejó – y ahí la tienes, tras un matrimonio de 20 años, sola y sin aspiraciones en la vida. Déjame decirte algo, Ariz, el secreto para ser feliz es encontrar a alguien que te haga reír, no que tenga infinidad de tarjetas en su cartera.
- Tú eres feliz y no tienes al lado a ningún hombre – ella sonrió, justo cuando nos sentábamos en la cafetería de la plaza. Sonrió, mientras el camarero nos dejaba las cartas sobre la mesa – no creo que la vida se base en eso.
- Soy feliz porque mi vida es justo como quiero que sea, pero aún sigo buscando al hombre perfecto, sé que un día llegará – aseguró – aunque tu percepción de la perfección puede ser distinta a la mía. Yo, por ejemplo, sólo quiero a un hombre que me haga reír, que me cuide y sea bueno conmigo – asentí, tomando en cuenta sus palabras – así que quiero que me prometas que vas a dejarte llevar por las oportunidades que te da la vida, y que vas a dejar de preocuparte tanto por el dinero. En esta vida hay que vivir, nena, no podemos negarnos a hacer las cosas que nos apetecen sólo por las reglas marcadas de esta sociedad caótica y anticuada.
- Vale, lo intentaré.
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