Capítulo 27 - El amor de mi vida.
Aquí os dejo el capítulo de hoy, espero que os guste. :D
El coche me llevaba desde el aeropuerto a su casa, y yo sólo podía sonreír, como una idiota, estaba a punto de conseguirlo, y no estaba ni un poquito asustada. Sentía vértigo, pero la emoción que sentía al estar tomando esa decisión arrasaba con cualquier otro sentimiento.
Ya estaba hecho, había dejado mi vida en la ciudad por él, por vivir en aquel bonito lugar que me inspiraba en mi trabajo, por perseguir a un chico que se había convertido en una pieza fundamental en mi vida. Me di cuenta de que nunca antes me había arriesgado por nadie, nunca había estado tan segura de algo cómo lo estaba en ese justo momento.
A pesar de todo lo sabía, lo que él significaba para mí, aunque siempre huyese de ese tipo de pensamientos, sabía que Chuck Olson era el amor de mi vida.
El coche se detuvo junto a mi antigua casa, ayudándome a bajar las maletas, en aquella ocasión no había necesitado tres como la última vez, me había cabido todo en una, no necesitaba mucho para empezar aquella nueva aventura.
Miré hacia ese lugar en el que compartí tantas aventuras, fijándome que alguien parecía vivir en ella, pero ni siquiera tenía interés por saber sobre ello, tan sólo quería darle una buena sorpresa a Chuck.
Me despedí del chófer y caminé, arrastrando la maleta, dejándola junto a las escaleras, sacando el teléfono para llamarle, porque quizás no estuviese en casa, quería cerciorarme primero.
- Hola – contestó él, al otro lado – una semana sin tener noticias tuyas, pensé que te estabas arrepintiendo de esto, y para colmo aún no me has dado una respuesta, Ariz...
- ¿Dónde estás? – quise saber – Aún no te he dado una respuesta porque no hemos hablado de dónde voy a quedarme, un pajarito me ha dicho que has alquilado la casa en la que solía quedarme.
- Estás loca si crees que voy a dejar que te quedes en un lugar que no sea mi casa – rompí a reír, divertida, sin poder evitarlo – estoy en mi casa, hasta las ocho no entro a trabajar, así que estoy haciendo un poco de limpieza, ya tocaba, ¿sabes? He estado un poco dejado desde que te fuiste.
- ¿A quién le alquilaste la casa? – quise saber, subiendo las escaleras, observando que ya tenía una puerta de madera normal, se la habían arreglado. Se me hacía raro, después de tanto tiempo con la cristalera.
- No la he alquilado, mi hermano se ha quedado con ella – contestó – se ha venido unos días, creo que tu hermana se vendrá también para conocer este lugar en el que nos conocimos. Sólo faltas tú, ¿qué haces que no estás aquí? – Llamé a su puerta y él se fijó en ese punto – Disculpa, creo que tengo visita, seguramente será mi hermano para pedirme sal – bromeó.
- Igual es una chica guapa que se muere por lanzarse a tus brazos – bromeé, haciéndole reír, al otro lado. Abrió la puerta, y se quedó sin palabras – o puede que sea tu novia... - salió fuera y me abrazó, con fuerza, rompiendo a reír, feliz de tenerme allí, mientras yo sonreía como una tonta.
Me apretó tanto que creí que iba a destriparme, y rompí a reír cuando me levantó en alto, dando vueltas sobre sí.
Me dejó en el suelo entonces, feliz, besándome después.
- Dime que esto no es una visita de cortesía, que vienes para quedarte – imploró.
- Vengo para quedarme – contesté, volviendo a besarnos entonces, rompí a reír, en cuanto volvió a levantarme del suelo.
- Vamos dentro, abejita, que me apetece darte la bienvenida que mereces – bromeó, haciéndome reír.
- La maleta – recordé.
- Entra en casa, que yo la cojo – prometió
Miré hacia alrededor, no mentía cuando decía que estaba de limpieza, lo tenía todo descolocado, pero antes de haber opinado al respecto él entró en la casa, dejó la maleta de cualquier manera y se lanzó sobre mí, besándome con impaciencia.
No necesité quitarle la camiseta, porque ya estaba sin ella, dimos varios traspiés, entre risas y bromas, hasta llegar a su habitación, pero ni siquiera me dejó llegar a la cama, me cogió en brazos, subiéndome a la cómoda, subiéndome la falda, tirando de mis bragas, con tanta fuerza, que consiguió rajarlas por la mitad, y luego acercó su boca a mi tatuaje, besándolo con suavidad, acariciándolo, con sus labios, fijándose en algo un momento, mirándome con deseo, metiendo luego su boca entre mis pliegues, aferrándose a mi cintura, para que no pudiese escapar.
- ¡Chuck! – le llamé entre gemidos, era la primera vez que alguien me hacía algo como aquello, y jamás pensé que pudiese llegar a gustarme tanto - ¡Oh Dios, Chuck! – le llamaba, mientras metía los dedos entre sus cabellos, y tiraba de él, obligándole a que me diese más.
Su teléfono comenzó a sonar, en el bolsillo trasero de su pantalón, pero ni siquiera podíamos detenernos, aquello era demasiado intenso.
- Apaga ese maldito chisme – me quejé, porque me estaba despertando de aquella maravillosa locura, y no quería eso, quería seguir dejándome llevar por lo que me hacía.
- Espera – levantó la cara, relamiéndose los labios, como si lo que me estaba haciendo le hubiese encantado, descolgando el teléfono para contestar – Ahora no puedo hablar, Hanna – se echó hacia atrás, mientras yo me bajaba del mueble, altamente ansiosa de él, caminando hacia él, mientras seguía hablando con su ex – mi novia ha venido a verme de improviso y ... - le desabroché el pantalón, ante su atenta mirada, incluso se olvidó de escuchar - ¿qué? Sí, pues hemos vuelto – declaraba, terriblemente sorprendido, cuando le bajé los pantalones, junto a los calzoncillos y le empujé sobre la cama, agarrando el teléfono, tirándolo al suelo, al otro lado de la habitación - ¿estás loca? – se quejó él.
- Estás loco si piensas que voy a compartirte con Hanna ahora – me quejé, subiéndome sobre él, sentándome encima, comenzando a hacerle aquello – has desatado las ansias de toda una tigresa – bromeé, mientras él gemía, con fuerza, guiándome para que siguiese haciéndole aquello.
- ¡Oh, sí, eso, es ... abejita, fóllame! – me imploraba, mientras yo se lo hacía cada vez más fuerte, echando la cabeza hacia atrás, en cuanto rompí de placer, pero lejos de concluir, él me dio la vuelta, tumbándome sobre la cama a mí, en aquella ocasión, comenzando a darme duro, justo como necesitaba.
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