Capítulo 22 - Mecida por el viento.
¡Feliz día de reyes!
Este es mi regalo para vosotros, y no descarto que haya alguno más, seguramente suba capítulo de todas y cada una de las historias que tengo en edición aquí :D
Disfruten del capítulo :P
Me pasé el día en la biblioteca, con el sonido de los grillos metidos en mi cabeza, dibujando, viendo su sonrisa en mi cabeza. No había vuelto a hablar con mi hermana desde lo que sucedió en su ático. Ignoraba sus mensajes y los de la tía. No podía volver a hablar de él, reconocer al mundo lo que me había pasado con él, aún era demasiado reciente, aún dolía.
Cuando volví a casa Sharon estaba allí, junto a su novio, almorzando con mamá. Dejé los diseños en la habitación y luego me senté sobre la cama, no tenía ganas de compartir mesa con aquellos tres, y escuchar los reproches de mamá, por estar perdiendo el tiempo en mis dibujos en vez de volver al trabajo.
Me encerré en el baño, llené la bañera, con la intención de darme un baño. Lo cierto es que hacía tiempo que no pensaba en mis demonios, pues había algo nuevo que me aterraba incluso más. Chuck.
Mi móvil empezó a sonar, justo cuando echaba las sales de baño, y al descolgarlo no me sorprendió nada escuchar la voz de George.
- Arizona Logan – me llamó – he oído que la prima de Cruela de Vil ha vuelto a la ciudad – reí, porque me encantaba que siempre estuviese con ese tipo de bromas. Para él era tan malvada como la mujer que secuestró a esos cachorrillos en la película. Secuestrar. ¿De verdad sería yo capaz de hacer pasar a alguien lo que mi padre me hizo pasar a mí? - ¿Cuándo saliste de la clínica?
- Te has quedado obsoleto con la información – contesté, apagando el grifo, comenzando a desnudarme después – salí de allí hace meses. Luego estuve en un pequeño pueblo al sur este de Alabama hasta hace unos días, que decidí volver. He vuelto a dibujar.
- Eso es bueno ¿no? – quiso saber – dejarás de beber absenta durante una temporada, imagino.
Absenta.
La necesitaba.
Quería olvidarme de Chuck.
- Oye, ahora tengo que dejarte, estoy a punto de darme un baño, te llamo luego – colgué el teléfono, dejándolo sobre el lavabo, metiéndome en la bañera, sumergiéndome en aquella agua tibia, dejando la mente en blanco. Quería relajarme, necesitaba un poco de paz.
Solo las voces de mamá, Sharon y James, en eco, podían escucharse en aquel maravilloso silencio.
¡Dios! ¡Cómo había echado de menos el silencio, sin que fuese interrumpido por los conciertos o las fiestas de Chuck!
Chuck.
Volvió a mi mente.
"¿Si pudieses elegir un súper poder cuál sería?" – retumbó en mi cabeza. Sonreí. Él y sus extrañas preguntas.
Olvidar – pensé, sin dudarlo en lo absoluto – me encantaría tener la capacidad de olvidar las cosas malas que amargan mi vida. Quizás así podría permitirme a mí misma amar sin miedos. Aferrarme a él me parecía la cosa más maravillosa del mundo, entonces... ¿por qué no podía hacerlo? ¿Por qué tenía que huir de aquella manera? Fingiendo que lo hacía por él, asegurándome a mí misma que esa era la razón, cuando lo cierto es que en el fondo era yo misma la que no me permitía ser feliz, como un recordatorio eterno de lo que mi padre me hizo cuando era niña.
Porque un padre no debería hacer algo así a su hija pequeña, encerrarla en una granja, atormentada cada día, en una jaula junto a un montón de gallinas, mientras una vieja loca me amenazaba a diario con un cuchillo y me decía cosas atroces.
¡Por el amor de Dios! Sólo era una niña.
Ni siquiera limpié mis lágrimas. Seguía frustrada, pero ya no dolía, sólo estaba... rota, cansada de pensar en las cosas que no deberían ser, impotente, por no poder preguntarle a mi padre por qué llegó a esos extremos por dinero.
Estaba tan cansada de luchar a contra corriente, quería tomar el camino fácil de nuevo, a pesar de que eso podría volver a ponerme en peligro.
- George – le llamé con el teléfono en la oreja, sorprendiéndole de que le llamase tan pronto, era imposible que me hubiese dado ese baño tan rápido - ¿qué hay esta noche? – no necesité decir más para que él comprendiese a lo que me estaba refiriendo.
- Un evento de lesbianas, probablemente te vas a aburrir.
- No importa, necesito salir de aquí, mándame la dirección del lugar al móvil. Estaré allí en media hora.
La música me mecía, de un lado a otro, en aquella aburrida discoteca, mientras las chicas se liaban unas con otras, mi mente divagaba de un recuerdo a otro, como si aún me encontrase en LagoonsVille, rodeada de todo lo único que podía hacerme sentir.
Con aquel corto vestido negro, de cuero, altos tacones de aguja, un colgante de diamantes y mis pendientes perlados, con el rostro maquillado y mi cabello algo aleonado, corto, de nuevo lo llevaba de esa manera cómoda y distinguida. Sujetando un vaso con absenta, ya era el tercero, por eso estaba dejando de apreciar la realidad con la misma lucidez. Lo necesitaba, olvidar hasta el mínimo sentimiento que podría hacerme daño, sin miedo a morir, quizás ese era el problema, porque la última vez tenía ese mismo sentimiento dentro, y conseguí hacerlo, durante un par de segundos mi corazón dejó de latir.
Dejé el vaso vació sobre la barra, indicándole al camarero, que ya me conocía bien que me lo rellenase con lo mismo.
Di un primer sorbo, llenándome de aquella bebida anisada que me hacía recordar el pasado, y me marché a la pista, de nuevo, mientras George negaba con la cabeza, sabía que aquello sólo era el principio, comencé a bailar en seguida, dando un par de sorbos más, importándome bien poco lo que opinasen de mí los demás.
Ese era mi principal problema en toda aquella historia, la sociedad, los demás. No habría tenido que dejar al hombre perfecto de no ser por eso.
Mi móvil comenzó a sonar, en mi mano, le ignoré, por completo, dando un par de largos sorbos más, levantando las manos, para dejarme llevar por aquel techno.
Quería volver a ser yo, olvidarme de todo, dejar el miedo de lado, y todo lo demás, quería volver a encerrarlo todo en una habitación con candado que nadie nunca jamás podría abrir, pero esa grieta parecía imposible de curar, por más que lo intentaba acababa siempre en el mismo lugar, en una cabaña al sur este de Alabama, cerca de esa persona.
Si estuviese en la misma situación en ese justo momento, quizás me habría aferrado con uñas y dientes a Chuck.
Odiaba ser una cobarde, no reconocerme a mí misma la verdad. La puta sociedad me la traía al pairo, me daba igual mi familia, mi padre y todo lo demás. Quería escapar de todos, y estaba dispuesto a hacerlo, por una noche.
Podría hacerle el amor durante toda la noche, escuchar sus gemidos y sentir su cuerpo sobre el mío, sus caricias, su mirada, y ver esa maravillosa sonrisa al terminar.
Dejé ese pensamiento en el aire, dando otro largo sorbo, bebiéndome el cuarto vaso.
Ese sexo desenfrenado que me volvía loca, que me hacía sentir distinta en todos los sentidos, libre. Era yo misma cuando estaba con él, sin mentiras, sin pretender ser otra persona, sin miedos.
Dejé que mis lágrimas empañasen mis ojos y volví a la barra, pero en aquella ocasión pedí directamente la botella, porque me estaba cansando tanto paseo de un lado para el otro. El camarero no me puso impedimentos al dármela, ser amiga del dueño tiene sus virtudes. Necesitaba que el alcohol me subiese rápido, dejar de sentir, era justo eso lo que necesitaba.
"Te quiero, no me dejes" – resonó en mi cabeza, mi propia voz, en el cementerio, después de haber enterrado al hombre que lo había ocasionado todo. ¿Cómo podía seguir amando a una persona que me había hecho tanto daño? Quizás era masoquista, necesitaba el dolor para sobrevivir, para sentirme viva, porque la vida no es más que una sucesión de sucesos que la mayoría de las veces nos traen dolor, para recordarnos que el amor es sólo una ilusión.
"Ya no está, Ariz, ya no está" – resonaba mi hermana a mi lado, agarrándome de la mano para darme fuerzas, como si ella pudiese lograrlo. Nunca nadie podría hacerme sentir a salvo, jamás.
"No está" – repetí en mi mente, dando un par de sorbos más.
- No sé qué mierda de problemas tenéis en tu casa, pero estoy preocupado, Sharon – comenzó George, al otro lado de la pista – acaba de tomarse más de media botella de absenta en menos de diez minutos.
- ¿Dónde está?
Me mecía de un lado a otro, esa música electrónica estaba empezando a desaparecer, era justo lo que necesitaba, el humo, ser envuelta con él, perderme en la nada, dejar de sentir, de pensar, que no doliese en lo absoluto, pero aquella vez era distinto, porque a pesar de que el sonido se disipaba, el sonido de las ranas croando no se marchaba, como si estuviese en la laguna.
"Este lugar es mágico, ¿no crees?" – retumbaba mi propia voz, mientras yo negaba con la cabeza, intentando alejarla.
"Es una de las razones por las que no me marché a Canadá" – aseguró su voz, junto a mí.
Di un largo trago, era agradable, suave, pero al mismo tiempo recorría mi cuerpo quemándolo. Otra canción y yo lo daba todo, moviéndome como si mi cuerpo fuese una ola. Incluso podía escuchar de fondo las olas romper en la orilla. Estaba en el mar.
Abrí los ojos, era hermoso, el sol estaba en lo más alto y hacía calor, pero era tan agradable, que ni siquiera quería despertar de aquella ensoñación.
Una pequeña abeja revoloteaba por mi alrededor, con ese sonido tan agradable. Sonreí. El dolor se había ido, el miedo, y los sentimientos.
Me terminé la botella, pero ni siquiera fui a por más, estaba tan a gusto allí, lejos de la realidad. Se sentía realmente bien.
Me movía casi por inercia, dando tras pies, para evitar caerme, mientras el viento en aquella playa me movía, como si fuese una simple tela que hondea sin más.
Ni siquiera era consciente del tiempo en aquel lugar, sólo era aire, brisa, no era un ser humano, no había nada que pudiese ir mal.
"Ariz" – se escuchaba a lo lejos, haciendo que el viento se echase y que mis cabellos dejasen de moverse.
"¿Qué era eso?" – me pregunté a mí misma - ¿Quién era esa chica a la que llamaban? Ariz vete con ellos y haz que se callen, necesitamos volver a ser tan ligera como una pluma.
Una pluma, justo la veía, saliendo de mi cabeza, volando, siendo mecida por la brisa, hasta caer sobre el mar, siendo llevada por las olas de delante hacia atrás.
Mis cabellos se mojaban, mi piel lo hacía, tan ligera, tan calmada e inanimada, eso era lo mejor.
Era tan agradable. Quería quedarme en aquella playa para siempre.
"Ariz" – volvió a escucharse esa voz, que se me metía en la cabeza y no me dejaba seguir con mi tranquilidad.
Una ola me golpeó en la cara, y luego otra, y otra, hasta que empezó a doler, era frágil. Abrí los ojos, observándome allí, en el asiento trasero de un auto, mientras mi hermana pequeña seguía dándome golpes en la cara para mantenerme despierta, sacándome de aquella especie de coma en el que yo misma me había metido.
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