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Capítulo 20 - El universo contra mí.


Os dejo el capítulo de hoy, espero que os guste :D

Era una chica nueva, renovada, tras tres semanas en la ciudad. Eso es lo que me encantaría poder decirles, pero no sería la realidad. Aun así, fingí que todo estaba bien, que volvía a ser la misma.

Me reuní con mi tía aquella tarde, después de ponerme al día con Sharon, soportar los comentarios malsonantes de mamá, que nos comparaba en casi todo, y asistir a dos citas concertadas con hombres que no tenían nada que ver con Chuck.

- Son buenos – aseguró al ver las láminas, recorriendo cada uno de los trazos con la mirada – pero te pedí seis en ese email, no cinco.

- Hice un garabato en el avión – le dije, sacando mi libreta, la que llevaba a todas partes, porque la inspiración puede aparecer en cualquier lugar. Lo observó, con cautela.

- Bien, servirá, quiero la lámina para mañana, es un cliente importante – insistió, asentí – Un importante profesor de biotecnología y su esposa, les gustó algunos de tus trabajos de la exposición que monté en Canadá, y querían algo nuevo. Esto les encantará. ¿Cómo has titulado tu obra?

- La perfección de lo imperfecto – contesté, sin tener duda alguna. Ella sonrió.

- Es un buen título – sonreí, cerrando el maletín, más que dispuesta a abandonar la estancia, pero su voz me detuvo.

- ¿Es tu padre? – quiso saber. Me giré para observarla, sin comprender – el hombre que está de espaldas observando como la abeja se marcha, ¿es tu padre? – se estaba refiriendo al garabato que dibujé en el avión.

Me marché sin tan siquiera contestar. No quería preguntarle a mi tía para quién estaba haciendo esas obras de arte, sólo quería volver al mundo del dibujo, me daba igual todo lo demás.

Cogí un taxi en la avenida, y en tan sólo media hora me presenté en el hotel en el que había quedado con otros de los pretendientes que mi madre había seleccionado para mí. Un chico pelirrojo aquella vez, con varios negocios en China.

Su colonia era insoportable, tanto, que tuve que disculparme tres veces para ir al baño. Ni siquiera me interesaba cómo había empezado su imperio, cómo consiguió exportar a Asia, ni toda esa mierda. Me refresqué la cara, intentando aguantar aquello.

Sonreí frente a él, teniendo esa sensación que conocía bien en mi pecho, en tan sólo un momento ya tenía el rostro plagado de lágrimas, me había metido en uno de los baños individuales, y me había desecho como una magdalena.

Su sonrisa apareció en mi cabeza, su mirada y sus labios hablándome, aunque yo no podía escuchar nada, sólo podía llorar como una estúpida.

Limpié mis lágrimas con rapidez, aclaré mi garganta y agarré mi nuevo iPhone, el último modelo, marcando el teléfono de mi hermana, me lo sabía de memoria, así que me daba igual no tenerlo guardado aún en la agenda.

- Necesito que me saques de aquí, estoy en el hotel George Palace, este tío es un muermo.

- Vale, tardo diez minutos, estaba con James, que ha venido a verme. Ahora que lo pienso ni siquiera lo conoces aún, debería presentártelo.

Me disculpé con el pelirrojo, indicándole que mi hermana acababa de llamarme por un tema familiar, y que tenía que irme rápidamente. Ni siquiera me puso pegas, parecía que él se aburría tanto como lo hacía yo.

Sharon me recogió en su flamante descapotable, poniendo rumbo hacia el centro, donde había dejado a su novio en una reunión importante.

- Se reunirá con nosotras luego, te va a encantar – sonreí, sin decir nada, mirando por la ventanilla – tienes que pasar de los comentarios de mamá, tu no necesitas a un hombre como papá – no dije nada, simplemente seguí mirando el tráfico de la ciudad – mírame a mí, James no puede ser más distinto a papá.

- Mamá me dijo que es millonario – ella rompió a reír.

- ¿Qué crees que dirá ella? – me giré entonces para observarla – trabaja de abogado para uno de los más importantes bufetes de Montgomery. De hecho, nos conocimos allí, cuando yo iba a visitar a uno de mis antiguos clientes que se había mudado a la ciudad, y quería que decorase también la nueva – me explicaba.

- Si es abogado está bien, peor sería que fuese camarero – dije, casi sin pensar, haciéndola reír, como si lo que hubiese dicho fuese una broma. En realidad, no lo era, estaba pensando en Chuck, como siempre.

- ¿Cómo fueron tus días en el sur este de Alabama? – quiso saber, aparcando en el hotel donde solía quedarse cuando estaba cansada de nuestra madre. Ella era mucho más liberal que yo, siempre contradiciendo a nuestra madre, aunque yo también lo hacía, de vez en cuando.

- Fueron muy bien, ese lugar me ayudó a recuperar la inspiración – contesté, con una gran sonrisa. Aunque lo cierto es que no fue el lugar, sino una persona la que me ayudó con eso, pero eso no iba a decírselo.

- Así que, ¿Cuándo vas a volver a ser mi competencia?

- Creo que voy a centrarme en el dibujo, por ahora – contesté, sonrió, como si se sintiese orgullosa de mí o algo.

- Ya era hora de que te dedicases a lo que te gusta, y no a lo que mamá quiere para ti – contestó, sin más, deteniendo el motor del coche, en el garaje, para luego bajar de este, haciendo que la siguiese hasta el ático, justo donde ella vivía.

Eché un vistazo al lugar, hacía tiempo que no estaba allí, y ella lo había cambiado bastante, incluso tenía una fotografía de ella con su nuevo novio, en el mueble del salón. Me quedé mirándola largo rato, hasta que ella me sorprendió por detrás.

- Es guapo ¿eh? – me dijo, pero yo no estaba mirándola por eso, no sabía por qué, pero ese tío me resultaba extrañamente familiar. Lo había visto en alguna parte, estaba segura, pero ... ¿dónde?

¿De dónde le conocía? Quizás había coincidido con él, o había sido cliente mío o ...

- ¿Cómo se llamaba el pueblo que visitaste? – quiso saber.

- En Riverside, en el condado de St. Clair – contesté, casi sin pensar, fijándome en los ventanales que daban a la calle.

- Disculpa un momento – me dijo, agarrando su teléfono, que estaba vibrando en su bolso. Ella y su oído de lince – dime, amor. ¿La reunión ya ha terminado? Estoy en el ático con Ariz, sube, te va a caer genial – colgó el teléfono y miró hacia mí.

Ni siquiera os he hablado de mi hermana, pues era muy diferente a mí, no parecíamos hijas de los mismos padres. Yo era morena y ella rubia, ojos azules, piel clara y guapísima. Éramos más o menos de la misma edad, tan sólo nos llevábamos tres años, así que siempre salíamos juntas en el instituto, por eso ella se llevaba a todos los chicos, mientras yo pasaba desapercibida.

- Ya está aquí – aseguró, emocionada, yéndose a abrir la puerta, mientras yo seguía paseándome por el lugar, observando una foto de las dos, justo después de que se graduase en la universidad. Teníamos un pedo importante. Sonreí, y luego me giré cuando ella me llamaba – Ariz, mira, él es James Olson, mi novio.

¡Oh no!

Acababa de descubrir de donde le conocía. Y un montón de recuerdos inundaron mi mente dejándome algo desorientada por un momento.

"Mi hermano se marchó con la pasta que había estado ahorrando para la universidad" – resonaba en mi cabeza.

Una fotografía en su habitación, Chuck junto a un chico más joven, y mi voz resonando sin más.

"¿Este es tu hermano?"

¡Oh mierda!

James era el hermano de Chuck.

- Cariño, ¿estás bien? Parece que has visto a un fantasma, te has quedado blanca de repente – se preocupó Sharon, llegando hasta mí, mientras yo bajaba la cabeza con rapidez. No podía estar allí, necesita huir lejos, afrontar la realidad no era bueno en aquel momento.

- Creo que debería irme, no quiero molestar ni nada – dije, de carrerilla, intentando escabullirme, pero mi hermana no me lo iba a poner fácil.

- ¿estás loca? No molestas, necesito que las dos personas más importantes de mi vida se conozcan.

- Hola – saludó él, cediéndome la mano. Levanté la vista, despacio, viendo cada uno de sus rasgos en él. Se parecían mucho, demasiado.

Tenía el mismo hoyuelo en la barbilla que Chuck, aunque sus labios eran más voluminosos, sobre todo el de abajo, tenía la nariz parecida a la de él, sin arrugas en sus mejillas al reírse, su cabello era castaño, tirando a rubio, pero mucho más oscuro que del de Chuck, era un poco más alto que él, y más musculoso. Además, tenía los ojos color miel.


- Hola – contesté, tan pronto como recuperé el habla, intentando calmarme. Estreché su mano, mientras él sólo sonreía.

- Sharon me ha contado que has estado desconectando unos días en un pueblo al sur de Alamaba.

- Sí – contesté, con monosílabos, porque parecía que iba a desmoronarme si decía mucho más.

- Es verdad, acaba de decirme que estuvo en Riverside – añadió mi hermana, sorprendiéndole. Se rio al respecto, antes de hablar - ¿no es una maravillosa coincidencia?

- Sí que lo es, sí – contestó, para luego volver a mirar hacia mí – Seguro que conociste a Charles Olson, mi hermano – definitivamente quería espachurrarme en el suelo, y convertirme en parte del pavimento.

- No me suena – mentí.

- ¿Seguro? Es muy conocido allí – aseguró – El chico para todo. Seguro que te has cruzado con él.

- Pues no lo sé, quizás lo haya visto – él sonrió, y yo me sentí algo cansada. Iba a darme un maldito ataque pronto, y caería al suelo. Quizás con un poco de suerte me desintegrase. Sería maravilloso convertirse en abeja, salir volando y posarse en la mejilla de Chuck - ¿estáis muy unidos? – quise saber, intentando mantener mi mente ocupada, para no ponerme a pensar.

- La verdad es que no – contestó – nos peleamos y me largué con la pasta que tenía para la universidad – esa historia la conocía de primera mano, pero reconocerlo allí no era algo que iba a suceder – el caso es que estoy pensando en volver, podríamos ir todos juntos y así conocéis a mi hermano.

- ¡No! – contesté, más alto de la cuenta, haciendo que ambos me observasen sin comprender – Es decir, es mejor que vayas tú primero, que te arregles con él, y luego ya en otro momento vamos nosotras, porque sería fatal si estamos en medio de una pelea entre hermanos ¿no crees? – él pensó en mis palabras, asintiendo después.

- En el fondo es un buen tío, yo era el más ambicioso de los dos – bromeó.

- ¿y vuestros padres? – quise saber.

- Viven en Canadá – aseguró mi hermana – Estuvimos allí el fin de semana pasado, la tía está haciendo negocios con ellos. Los dos son profesores de biología, te caerían bien, Ariz.

- ¿La tía está haciendo negocios con ellos? – quise saber.

- ¡Oh sí! Pensé que lo sabías – negué con la cabeza – las láminas que te encargó son para ellos.

¿Qué?

Aquello tenía que ser una maldita broma.

¿Por qué el universo se estaba burlando de mí?

- Disculpad, tengo que hacer una llamada – llamé a mi tía en seguida, no quería que sus padres viesen lo que había dibujado, porque la lámina del rostro de Chuck con la abeja sobre su moflete era irreconocible, sus padres sabrían que era él – dime, por favor, que aún no le has enseñado a los canadienses las láminas.

- Acabo de mandarles una foto – declaró.

- Mierda – me quejé, en voz alta. Mi vida se estaba desmoronando, y no tenía ni idea cómo pararlo.

- ¡Oh! – escuchaba a mi hermana detrás de mí, mientras mi tía intentaba averiguar lo que ocurría, friéndome a preguntas – acaban de llegarme las láminas, tu madre me las ha enviado, mira qué bonitas – dejé caer el teléfono hacia abajo, observando como James miraba hacia cada una de las fotografías, deteniéndose en la última, sonriendo, levantando luego la vista hacia mí.

- ¿Qué representa la abeja? – preguntó hacia mí, ni siquiera pude contestar pues Sharon se me adelantó.

- La abeja es ella, en su símbolo personal, nuestro padre solía llamarla así cuando éramos pequeñas.

- Ya veo... - esa sonrisa lo decía todo, tan sólo quería huir de allí – pues para no sonarte el nombre de mi hermano... lo has dibujado muy bien.

- ¿Qué? – preguntó mi hermana, sin comprender.

- No, yo no... no.... – no sabía qué decir, pero tenía que decir algo con rapidez.


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